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domingo, 15 de septiembre de 2013
Retrato de Agatha Christie
Siempre he sido un fanático de los relatos de Agatha Christie. Hércules Poirot es parte de mi Hexágono detectivesco (junto con Sherlock Holmes, El Padre J. Brown, Philo Vance, Ellery Queen y L). El método de Poirot destaca por su simpleza: análisis del comportamiento humano, lo que Poirot llama a veces psicología pero no llega a ser exactamente eso; se trata más de entender las emociones y las motivaciones de la persona, buscar la causa y el efecto, pero no como lo haría un psicólogo, sino como únicamente puede hacerlo un escritor, lo que Agatha Christie era.
Ella nació hace 123 años en un día como hoy, por eso dibujé un sencillo retrato en conmemoración. Ella ha sido una de mis inspiraciones como escritor, todas sus anécdotas y consejos para escribir pecan de simples y maravillosas. Inicialmente se proponía escribir un libro de recetas para cocinar, pero mientras se devanaba los sesos en encontrar la mejor forma de organizar sus recetas, sin querer terminó por escuchar una conversación de dos vecinas, un chisme bomba por decirlo así, que la inspiró a escribir su primera novela. Y esa siempre fue su inspiración para cada una de sus grandiosas historias, un chisme.
Los crímenes de sus relatos algunas veces tienen que ver con dinero, pero casi siempre tienen que ver con el amor, y como éste al retorcerse puede volverse en motor para tragedias, aventuras y muertes. Sus propios amores turbulentos pueden ser rastreados en su obra, su primer matrimonio con el coronel Archibald Christie de quien tomó el apellido; larga historia corta, él le fue infiel, le pidió el divorció, ella desapareció para avergonzarlo y años después ella conoció al arqueólogo que la acompañó hasta la muerte, Max Mallowan.
Otro evento de su vida real muy presente en su escritura fue su trabajo como enfermera en un hospital durante la primera guerra mundial. También trabajo en un dispensario de la Cruz Roja. Allí aprendió sobre venenos, secretos en el lecho de muerte y los deseos finales de los moribundo.
Fue muy inteligente de su parte escribir el final de Poirot pero no permitir que se publicara hasta después de su muerte. De ese modo no se vio forzada a revivir al personaje de algún modo forzado y a proseguir desdibujando a su detective con misterios cada vez más forzados (como infortunadamente sí le ocurrió a Sir Arthur Conan Doyle.)
Ten Little Indians (o 10 Negritos como la conocí) es un divertido y mortal juego de literatura. Generalmente soy muy bueno para descubrir al asesino,, pero en esta quede perdido cuando mí principal sospechoso fue asesinado. Al final me daría cuenta que yo sí había tenido la razón, pero no como había creído. El asesinato de Roger Ackroyd casi me engaña, pero lo deduje a tiempo. No hay mejor juego del gato y el ratón que los planteados en sus libros.
Soy uno de tantos que aún sueña con ser detective y escritor gracias a esta señora de cabello rizado, andar sigiloso y oido agudo. Por eso, gracias, Agatha Christie.
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