Hubo un tiempo remoto en que ni siquiera podíamos diferenciar si nuestro protagonista era hombre o mujer, y mi problema de miopía no me ayudo con la confusión que fue
Samus Aran. Sin embargo, hay una magia en la textura de los videojuegos de ocho bits que no puede ser emulada por las consolas de más avanzada tecnología a pesar de sus soberbios gráficos. ¿Acaso estos
GIFS de
ocho bits encapsulan el secreto de esa misteriosa diversión?
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