Foto por Volkan Olmez |
Mi aprendizaje del inglés coincidió con la desaparición de mi deporte favorito, ciclismo. Me gustaba pedalear con fuerza, casi con violencia, y perderme en la velocidad que agudizaba mis sentidos, al tiempo que me ayudaba a no pensar en mis problemas. Dejé de practicar ciclismo por varias razones, pero creo que la única importante es que me rendí ante la avalancha de comentarios negativos bien intencionados. "¡Si te caes de la bicicleta y te golpeas en la cabeza puedes quedar ciego!"
Lo más difícil para mi es aceptar que, en parte, tienen razón. Nací con miopía, y se ha agravado con los años. Un oftalmólogo me revisó, en mi adolescencia, y aseveró que no podía ser operado por láser, porque la tela protectora de mis ojos, cuyo nombre exacto no recuerdo en este momento, es muy delgada. Así que un golpe fuerte en mi cráneo podría desprender fácilmente mi retina.
Yo no soy una persona atlética, así que la prohibición deportiva no fue algo drástico para mí. Pero extraño montar bicicleta, era mi terapia personal. La reemplace con un dominio del inglés que me permite insultar a otros sin que se den por enterado, y componer canciones de odio y muerte para no golpear a quien me irrita. Sin embargo, el inglés no ha sido suficiente. Siento que en lugar de liberar tensión, como lo hacía sobre dos ruedas, al cantar en inglés sólo le estoy metiendo vapor a una olla que va a explotar eventualmente.
Quiero cambiar mis inquietantes cantos en inglés por la escritura. Si Goethe evitó el suicidio gracias a su novela Las desventuras del joven Werther, tal vez yo pueda prevenir un par de homicidios al usar la pluma, figurativamente porque en realidad escribo en mi celular y computador. Y necesito encontrar una actividad física que no me parezca aburrida y en la que el riesgo de un golpe a la cabeza no sea alto. ¿Tal vez bicicleta estática?
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