Capítulo 2 Capítulo 4
Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad
Capítulo 3
Comparando La realidad Con Sus Alternativas
...
Si J. K. Rowling les pregunta sobre esta historia, ustedes no saben nada.
...
"Pero entonces la pregunta es - ¿quién?"
...
"Buen Señor," dijo el cantinero, mirando atentamente a Harry, "¿Es éste - puede ser -?"
Harry se inclinó hacia la barra del Caldero Chorreante lo más que pudo, apenas llegó a un lugar alrededor de las puntas de sus cejas. Una pregunta como esa merecía lo mejor de él.
"Soy yo – pude ser - tal vez – nunca se sabe – si yo no soy – pero entonces la pregunta es - ¿quién? "
"Bendita mi alma," susurró el viejo cantinero. "Harry Potter... todo un honor."
Harry parpadeó, entonces se recuperó. "Bueno, sí, es usted bastante perceptivo; la mayoría de personas no se dan cuenta tan rápidamente -"
"Es suficiente," La Profesora McGonagall dijo. Su mano apretó el hombro de Harry. "No molestes al chico, Tom, es nuevo en todo esto."
"¿Pero es él?" dijo con voz trémula una anciana. "¿Es Harry Potter?" Con un sonido chirriador, ella se levantó de su silla.
"Doris -" McGonagall dijo en tono de advertencia. La severa mirada que dirigió alrededor debió haber sido suficiente para intimidar a cualquiera.
"Sólo quiero estrechar su mano," la mujer murmuró. Ella se inclinó y extendió una mano arrugada, la cual Harry, sintiéndose confundido y más incomodo de lo que había estado en toda su vida, cuidadosamente estrechó. Lagrimas cayeron desde los ojos de la mujer sobre sus manos apretadas. "Mi nieto era un Auror," ella le susurró. "Murió en el setenta y nueve. Gracias, Harry Potter. Gracias a los cielos por ti."
"De nada," Harry dijo automáticamente, y entonces giró su cabeza y le mandó a la Profesora McGonagall una aterrada, suplicante mirada.
La Profesora McGonagall golpeó su pie en el suelo cuando el asalto general estaba apunto de comenzar. Hizo un ruido que le dio a Harry un nuevo referente para la frase “Estallido de la perdición”, y todos se congelaron donde estaban.
"Tenemos prisa," la Profesora McGonagall dijo en una voz que sonó perfectamente, absolutamente normal.
Dejaron el bar sin ningún problema.
"¿Profesora?" Harry dijo, una vez que estuvieron en el patio. Tenía la intención de preguntar qué era lo que estaba pasando, pero extrañamente se encontró a si mismo preguntando una cuestión completamente diferente en su lugar. "¿Quién era el hombre pálido, en la esquina? ¿El hombre con el tic en el ojo?"
"¿Qué?" dijo la Profesora McGonagall, sonando un poco sorprendida; quizá ella tampoco había esperado esa pregunta. "Ese era el Profesor Quirinus Quirrell. Él enseñará Defensa Contra las Artes Oscuras este año en Hogwarts."
"Tuve el más extraño sentimiento de que lo conocía..." Harry se frotó la frente. "Y de que no debía darle la mano." Como encontrarse a alguien quien fue tu amigo, alguna vez, antes de que algo saliera drásticamente mal... esa no era toda la verdad, pero Harry no pudo hallar las palabras adecuadas. "¿Y que fue... todo eso?"
La Profesora McGonagall le dio una singular ojeada. "Sr. Potter... sabes... ¿qué tanto le han dicho... sobre cómo sus padres murieron?"
Harry le devolvió una mirada firme. "Mis padres están vivos y bien, y ellos se rehusaron a hablar sobre cómo murieron mis padres genéticos. De lo cual inferí que no era bueno."
"Una lealtad admirable," dijo la Profesora McGonagall. Su voz bajó. "Sin embargo me duele un poco escucharlo decirlo de ese modo. Lily y James eran amigos míos."
Harry desvió la mirada, repentinamente avergonzado. "Lo siento," él se disculpó con escasa voz. "Pero yo tengo una Mamá y un Papá. Y sé que me hago infeliz a mi mismo mediante la comparación de la realidad a... algo perfecto que construí en mi imaginación."
"Eso es increíblemente sabio de su parte," la Profesora McGonagall reconoció tranquilamente. "Pero sus padres genéticos murieron muy bien en realidad, protegiéndolo."
¿Protegiéndome?
Algo extraño embargó el corazón de Harry. "¿Qué... pasó?"
La Profesora McGonagall suspiró. Su varita tocó con suavidad la frente de Harry, y su visión se puso borrosa por un momento. "Una especie de disfraz," ella explicó, "para que esto no vuelva a pasar de nuevo, no hasta que este listo." Entonces su varita fue sacada de nuevo, y golpeó tres veces en una pared de ladrillos...
...que se ahuecó en un agujero, y se dilató y expandió y se retorció en un un pasaje abovedado, revelando una larga fila de tiendas con carteles publicitando calderos e hígados de dragón.
Harry ni pestañeó. No era como si alguien se estuviera transformando en gato.
Y avanzaron, juntos, hacia el mundo mágico.
Había mercaderes vendiendo Botas de Salto ("¡Hechas con verdaderos Mocos!") y “¡Cuchillos +3! ¡Tenedores +2! ¡Cucharas con una bonificación de +4!" Había gafas de aviador que volverían verde cualquier cosa que vieras, y una alineación de cómodos sillones con asientos eyectables para emergencias.
La cabeza de Harry se mantuvo en rotación, rotando como si estuviera intentando salir volando de su cuello. Era como ir caminando a través de la sección de objetos mágicos del libro de reglas de Calabozos y Dragones Segunda Edición (él no había jugado, pero disfrutó leyendo el libro de reglas). Desesperadamente Harry no se quería perder ninguno de los objetos a la venta, en caso de que fuera uno de los tres que necesitabas para completar el ciclo de los hechizos de deseos infinitos.
Entonces Harry percibió algo que lo hizo, enteramente sin pensar, dar media vuelta desde la Directora Adjunta y dirigirse en linea recta hacia la tienda, un frente de ladrillos azules con un ajuste de bronce metálico. Fue traído de nuevo a la realidad unicamente cuando la Profesora McGonagall se paró en frente de él.
"¿Sr. Potter?" ella dijo.
Harry parpadeó, entonces se dio cuenta de lo que acababa de hacer. "¡Lo siento! Olvidé por un momento que estaba con usted y no con mi familia." Harry señaló el escaparate, que mostraba letras ardientes que alumbraron con penetrante brillo y aún así distante, deletreando Libros Brillantes de Bigbam. "Cuando pasas por una librería que no has visitado antes, tienes que ir y mirar alrededor. Esa es la regla de mi familia."
"Eso es lo más Ravenclaw que jamás escuché."
"¿Qué?"
"Nada. Sr. Potter, nuestra primera parada es visitar Gringotts, el banco del mundo mágico. La bóveda de su familia genética está allí, con la herencia que sus padres genéticos le dejaron, y usted necesitará dinero para el equipo escolar." Ella suspiró. "Y, supongo, una cierta cantidad de dinero para libros podría ser justificada también. Aunque tal vez quiera refrenarse por un tiempo. Hogwarts tiene una gran y completa biblioteca sobre temas mágicos. Y la torre en la cual, tengo la firme sospecha, usted estará viviendo, tiene una biblioteca de amplio alcance por su cuenta. Cualquier libro que compré ahora probablemente será un duplicado."
Harry asintió, y siguieron caminando.
"No me malentienda, es una gran distracción," Harry dijo mientra su cabeza seguía girando, "probablemente la mejor distracción que cualquiera ha intentado conmigo, pero no crea que he olvidado nuestra discusión pendiente."
La Profesora McGonagall suspiró. "Tus padres – o tu madre al menos – pudo haber considerado muy prudente no decírtelo."
"¿Así que usted desea que yo siga en feliz ignorancia? Hay una cierta falla en ese plan, Profesora McGonagall."
"Supongo que sería bastante inútil," la bruja dijo severamente, "cuando cualquiera en la calle podría decirle la historia. Muy bien."
Y ella le contó sobre El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado, el Señor Oscuro, Voldemort.
"¿Voldemort?" Harry susurró. Debió haber sido gracioso, pero no lo era. El nombre quemaba con una fría sensación, cruel, con la claridad del diamante, un martillo de titanio puro descendiendo sobre un yunque de blanda carne. Un escalofrío invadió a Harry incluso cuando pronunció la palabra, y decidió en el acto usar términos seguros como Tú-Sabes-Quién.
El Señor Oscuro había azotado la Gran Bretaña mágica como un lobo salvaje, desgarrando y despedazando la fabrica de sus vidas cotidianas. Otros países retorcieron sus manos pero dudaron en intervenir, ya fuera por indiferente egoísmo o simple miedo, porque quien fuera el primero entre ellos en oponerse al Señor Oscuro, su paz sería el siguiente objetivo de su terror.
(El efecto del espectador, pensó Harry, recordando el experimento de Latane y Darley el cual había mostrado que era más probable que recibieras ayuda si tenías un ataque epiléptico en frente de una persona que en frente de tres. Difusión de responsabilidad, todos esperando que alguien más iría primero.)
Los Mortífagos habían seguido en el despertar del Señor Oscuro y en su vanguardia, buitres de carroña para recoger a los heridos, o serpientes para morder y debilitar. Los Mortífagos no eran tan terribles como el Señor Oscuro, pero eran terribles, y eran muchos. Y los Mortífagos empuñaban más que varitas; había riqueza entre aquellos rangos enmascarados, y poder político, y secretos guardados en chantaje, para paralizar a una sociedad intentando protegerse de si misma.
Un viejo y respetado periodista, Yermy Wibble, alegó por el aumento de los impuestos y la ley marcial. Expresó en voz alta que era absurdo para la mayoría encogerse de miedo por algunos pocos. Su piel, nada más que su piel, había sido encontrada clavada en la pared de redacción a la mañana siguiente, al lado de las pieles de su esposa y dos hijas. Todos deseaban que se hiciera algo más, y nadie se atrevió a tomar la iniciativa para proponerlo. Quien quiera que se destacara se convertía en el siguiente ejemplo.
Hasta que los nombres de James y Lily Potter subieron a la cima de la lista.
Y esos dos podrían haber muerto con sus varitas en sus manos, y no arrepentirse de sus decisiones, pues ellos eran héroes; pero ellos tenían un niño pequeño, su hijo, Harry Potter.
Las lagrimas salían de los ojos de Harry. Se las secó por la rabia o quizá por desesperación, no conocí a estas personas, no realmente, ellos no son mis padres ahora, sería inútil sentirme tan triste por ellos -
Cuando Harry terminó de sollozar en la túnica de la bruja, alzó la mirada, y se sintió un poco mejor al ver lagrimas en los ojos de la Profesora McGonagall también.
"¿Así que qué pasó?" Harry dijo, su voz estremeciéndose.
"El Señor Oscuro llegó al Valle de Godric," la Profesora McGonagall dijo en un susurro. "Deberían haber estado escondidos, pero fueron traicionados. El Señor Oscuro asesinó a James, y asesinó a Lily, y llegó al final hasta ti, a tu cuna. Él lanzó la Maldición Asesina hacia ti, y ahí fue donde terminó. La Maldición Asesina está formada de odio puro, y ataca directamente al alma, cortándola del cuerpo. No puede ser bloqueada, y a quien sea que golpee, muere. Pero tu sobreviviste. Eres la única persona que la ha sobrevivido. La Maldición Asesina rebotó y golpeó al Señor Oscuro, dejando nada más que el cascaron quemado de su cuerpo y una cicatriz sobre tu frente. Ese fue el fin del terror, y fuimos libres. Eso, Harry Potter, es el por qué las personas quieren ver la cicatriz en tu frente, y el por qué quieren estrechar tu mano."
La tormenta de llanto que había mojado a través de Harry había usado todas sus lagrimas; no podía llorar otra vez, había acabado.
(Y en algún lugar en la parte trasera de su mente había una pequeña, pequeña nota de confusión, el sentimiento de que había algo equivocado sobre la historia; y debería haber sido una parte del arte de Harry reconocer esa pequeña nota, sin embargo estaba distraído. Porque es una regla lamentable que cada vez que estés en mayor necesidad de tu arte como racionalista, es ahí cuando es más probable que lo olvides.)
Harry se alejó del lado de la Profesora McGonagall. “Yo – tendré que pensar sobre esto," dijo, intentando mantener su voz bajo control. Miró a sus zapatos. "Este. Puede seguir llamándolos mis padres, si usted quiere, no tiene que decir 'padres genéticos' o algo así. Supongo que no hay ninguna razón por la cual no pueda tener dos madres y dos padres."
No hubo ningún sonido de parte de la Profesora McGonagall.
Y caminaron juntos en silencio, hasta que llegaron a un gran edificio blanco con enormes puertas de bronce, y palabras talladas arriba que decían Banco de Gringotts.
...
Fin del Capítulo 3
Fanfic escrito por Less Wrong / Eliezer Yudkowsky
Traducido al español por Rhaidot
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