Foto por Liam Macleod en Unsplash |
—Bien hecho Emilio. ¿Te sientes bien después de haber corrido tanto?
—Me siento bien Profesor, no sé preocupe. —Contestó Emilio jadeando.
En ese momento tuve la certeza de que ante mí no tenía a Emilio. Él era un niño muy tímido, apenas y contestaba con monosílabos.
—Ya veo. Por cierto Emilio, no veo a tu hermana gritando y apoyándote como siempre. ¿Dónde está?
El supuesto Emilio tragó saliva con dificultad. Respiró profundamente y luego habló con fingida normalidad.
—¿Mi hermana? Está allí sentada en las gradas, esperándome.
Me giré y pude ver a la supuesta Emilia sentada en el punto más retirado de las gradas. Desde tan lejos, el engaño era aún más creíble.
De acuerdo al reglamento, debía reportar la situación de inmediato. Pero temí lo que una denuncia semejante podía hacer sobre esos dos niños. La verdadera Emilia ya se había esforzado bastante para quedar de primera tanto en la prueba de los hombres como de las mujeres. Y el verdadero Emilio tendría que estar bastante atormentado sentado allí, a la vista de todos, usando las faldas de su hermana.
—Ya se pueden retirar. Eso sí te advierto, no vuelvan hacer esto, porque la próxima vez podrían meterse en serios problemas, ¿de acuerdo? —Hablé en voz baja, aunque lo más severa que pude.
Emilia dentro del uniforme de Educación Física de su hermano gemelo, con expresión de pavor, asintió y se apresuró a recoger sus cosas para irse.
—Una última cosa, ¿por qué es tan importante para tu hermano no reprobar? Espero que no esté ocurriendo nada malo en su casa.
Emilia se quedó sorprendida, luego sonrió sonrojada.
—Para nada Profesor. Es que nuestros padres nos advirtieron que si llegábamos a reprobar aunque fuera una sola materia, no nos iban a llevar con la abuela para las vacaciones. Yo me aburro mucho allí, sin embargo mi hermano en cambio la pasa muy bien, Emilio está aprendiendo a cocinar con ella. De seguro algún día será un gran chef, o algo así.
Suspiré y le hice un gesto con la mano para despacharla. Estaba convencido de haber hecho lo correcto, era fácil imaginar a Emilio como cocinero y a Emilia como corredora. El futuro me dio la razón, y me alegré de haber sido un puente en lugar de una piedra en su camino.
Nota de autor
Quería escribir un cuento bonito en esta ocasión. No tenía aspiraciones racionales ni de grandeza literaria, nada más escribí sobre el tipo de profesor que me habría gustado tener. Muy sentimental de mi parte, lo sé.
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