Foto por Kenrick Mills en Unsplash |
Mientras miras descuidadamente hacia el profundo azul índigo del cielo costero, miro atento las líneas que forman tu rostro en alto contraste con el firmamento. Respiro profundo la esencia exquisita que, tras rozar tú cuerpo, me brinda la brisa marina; y mi mente se pierde entre las misteriosas formas, color ámbar, que en el aire dibujan las hebras finas de tu cabello lacio.
Cierro mis ojos temiendo perderme, pero caigo atrapado en el dulce eco de tu voz melódica, y sintiendo cada palabra como una nota, como música suave que se desliza ligera, descuidadamente, hasta el rincón más oscuro de mi retorcida mente, comprendo que mi ser completo por ti ha sido conquistado, llenando de repente, distraídamente, el vacío que sentía infinito, insondable, permanente.
Abro mis ojos hacia el azul profundo del mismo cielo que con fervor contemplas. Miro en silencio la ansiedad que en ti provoca esperar de mi parte una respuesta amistosa. ¿Alguna vez sabrás sobre la pena que ahora mismo me desborda? No. Quise creer una verdad a medias. Tarde he visto la verdad completa. Inhalo. Exhalo. Volteo mi rostro mirando al tuyo y con mi sonrisa más amplia, y menos sincera, te felicito por tu futuro enlace, por ser siempre amigos, amigos del alma.
Me miras alegre y por impulso, te fundes conmigo en un cálido abrazo. Mientras sostengo tu cuerpo en el mío se desata en mi pecho lluvia de granizo, que amenaza llevar el invierno a mis ojos, abatidos. Para dilatar el momento y dar paso a la calma, mi abrazo se torna más fuerte y pronuncio unas cuantas palabras, de amistad, de cariño, de mil deseos felices y la promesa de seguir siendo tu apoyo, tu hermano más que tu amigo.
Te despides sonriendo resplandeciente, y mientras te miro alejarte del muelle deseo para ti la mejor de las suertes, que la fortuna se vaya contigo, y también que contigo se vaya el amor, tan profundo, que ahora mismo es mi suplicio, casi mi muerte. Así quizás, la próxima vez que yo deba verte, sentiré por ti ese amor fraternal que buscas en mí tan desesperadamente. Inhalo profundo, exhalo muy lento, dejo en el viento todo mi tormento, y me despido de ti en el azul índigo intenso de este, enorme, cielo costero.
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