Capítulo 2
Harry x Harry
Foto de portada por Anton Darius | @theSollers en Unsplash |
Capítulo 1: El Síndrome del Superviviente
Harry
Potter, el Niño-Que-Vivió, Campeón del Torneo de los Tres Magos, y
Jefe de la Oficina de Aurores, no sabía qué decir ante lo que
estaba mirando. Hasta la semana pasada, su mayor preocupación era
que a pesar de estar rondando los cuarenta años, le seguían
llamando el Niño-Que-Vivió.
—Pero
Harry, ¿por qué te inquieta esa tontería? Aunque es obvio que ya
no eres un niño, el Hombre-Que-Vivió o el Adulto-Que-Vivió no
suenan igual de bien. Aún estás muy bien conservado, a diferencia
de Ron. —Ginny Potter concluyó su argumentación con un tierno
beso en los labios.
Eso
le había dicho su esposa una semana atrás, cuando se visualizó a
sí mismo tan viejo como Dumbledore y aún cargando el título del
Niño-Que-Vivió, lo que le causó una diminuta crisis existencial.
Esa era su mayor preocupación antes de que todo perdiera sentido.
Ahora,
Harry Potter estaba silencioso ante la masacre que los Muggle estaban
cometiendo entre sí. La mayoría usaban palos para romperse las
cabezas y cuchillos para abrirse las entrañas. Algunos pocos usaban
pistolas. Menos eran los que daban puños y patadas. A lo lejos se
escuchaban explosiones
—Es
como la película La
Purga,
¿nunca la viste? En la mayoría de dimensiones salió en el 2013,
cuando tenías 33 años. ¿Ni siquiera escuchaste hablar de ella,
Gryffindor? La ejecución es mala, sin embargo la premisa es
interesante, al menos estudiada desde la filosofía especulativa.
—Dijo el otro Harry Potter.
Harry
aún tenía problemas para asimilar la realidad del multiverso. Su
socio, el otro Harry, era quien lo había apodado "Gryffindor".
El nombre completo del otro Harry era Harry James
Potter-Evans-Verres, y él mismo le había pedido a Harry que lo
llamara Verres. Verres era un científico, además de hechicero.
E
inmortal, no debía olvidar ese pequeño detalle sobre el otro Harry.
—Una
vez al año, durante una noche, las leyes dejan de existir. Todos los
actos, sin importar qué tan despreciables, no serán castigados al
día siguiente. Por lo que durante una noche unos pocos se convierten
en monstruos, y el resto del año son mansos corderos, en teoría.
Desde luego, es una distopía disfrazada de utopía. Los monstruos
nunca dejan de ser monstruos, únicamente se visten con piel de
oveja. Los gobiernos alteran las estadísticas para justificar su
bárbara medida de control de la sobrepoblación mundial. Si hacemos
un cruce entre Nietzsche y Rousseau para criticar... —La
explicación de Verres quedó cortada ante la aparición de un Muggle
con una pistola.
¡Gracias
a Merlín!
Eso
fue lo que pensó Harry.
—¡Expelliarmus!
La
pistola brincó desde la mano del Muggle en dirección a Harry, quien
la atrapó con su mano libre dando un pequeño salto. Al aterrizar,
ya estaba apuntando de nuevo al Muggle con su varita.
—¡Petrificus
Totalus!
Un
asomo de asombro se mostró en el rostro de Vernes.
—Me
parece increíble que en tu universo no exista el Maleficio de Sueño.
Y aún más increíble que puedas usar el Encantamiento de Desarme en
un segundo exacto, ¡y que le hayas ganado a Quien-Tú-Sabes con eso!
—No
deberías tener miedo de llamar a Voldemort por su nombre. —Afirmó
Harry Potter, rememorando las palabras de Dumbledore.
—Escucha,
camarada Gryffindor, no tienes ni idea de los diversos y peligrosos
Maleficios de Tabú que Quien-Tú-Sabes realizó a través del
multiverso. Hubo uno en donde nada más pronunciar la primera sílaba
de su nombre te hacía volar
los
sesos. Ni siquiera podían usar la palabra volar, ahora que lo
pienso. Creo que tú fuiste muy afortunado, tu Señor Oscuro no era
ni la mitad de inteligente que el mio. Ni un cuarto diría yo.
—Verres hablaba con un tono entre frío y jocoso.
Una
manera de hablar que a Harry se le hizo demasiado similar a la del
propio Voldemort, hasta el punto de que le causaba escalofríos.
En
cambio la mirada juzgadora de Harry, a Verres le recordó demasiado a
Dumbledore, lo que le causaba culpa y recelo.
Durante
la conversación, Verres había estado manipulando un cadáver, y
Harry había estado a su lado para protegerlo y soportar su
verborrea. Usando instrumentos que eran a la vez ciencia y magia (y
que escapaban a la compresión de Harry) Verres había penetrado la
cabeza del cadáver, extraído el cerebro, modificado su
funcionamiento, insertado el cerebro de nuevo, cerrado y curado todas
las heridas del muerto y, finalmente, revivir al difunto que ahora
era, técnicamente, un ser vivo.
Excepto
que dotado de mayor inteligencia, un cuerpo casi indestructible, e
incapacitados para realizar el mal.
—¿Usar
el Imperius para controlar a otros? Malo. ¿Usar artes de Necromancia
para revivir personas y hacerlas mejor? Cuestionable, pero no malo
per
se.
Aún pueden escoger entre el pastel de fresa y el de chocolate, o
cualquier sabor disponible en su pastelería más cercana. Eso es
suficiente libre albedrío para un criminal reformado. —Argumentó
Verres cuando Harry cuestionó sus métodos.
—¿Y
qué hay del alma? —Inquirió Harry en medio de la quinta crisis
existencial que experimentaba en esa semana.
Verres
se destornillaba de la risa.
—¡Oh,
Gryffindor! El alma no es más que una energía de 22 gramos cuya
masa es invisible para la mayoría, aunque no para mí. Si quieres te
presto mis gafas, para que veas en cuál punto exacto del cerebro se
encuentra.
Harry
había declinado el ofrecimiento.
Verres
parecía tener un control absoluto sobre la materia, su dominio sobre
la Transformación era superior incluso al de Dumbledore, por lo
menos del Dumbledore que había conocido Harry. Para la misión
actual, Verres había escogido la apariencia de Harry Potter a los
once años, vistiendo las ropas de un Muggle ordinario, y una mochila
de aspecto normal que contenía los secretos del multiverso.
Harry
tenía la túnica más negra que Verres le pudo ofrecer, una túnica
apropiada para quien lo había perdido todo. Portaba una escoba
miniatura cruzada en la espalda, esperando un comando para
convertirse en una escoba de tres puestos. Su fiel varita de acebo
firme en su mano derecha, y un anillo dorado en su dedo índice que
le permitiría realizar magia en cualquier mundo como si se
encontrara en el suyo propio.
—No
hay que permitir que las leyes locales de la física nos arruinen la
diversión. —Había dicho Verres cuando le entregó el anillo. Lo
dejó sobre una mesa para que Harry lo cogiera: ambos procuraban
mantener una distancia de por lo menos tres metros entre sí.
Verres
parecía encontrar muy divertida la situación en que se encontraba,
doblando las leyes de la realidad a su amaño para esparcir su fría
y buena voluntad científica.
—Sólo
porque sean idiotas, no merecen la autodestrucción. Evitar que todos
mueran, aunque posible, sería demasiado extenuante. ¿Te imaginas
intentar hacerlos más racionales hablando?
Y de nuevo, obligarlos con el lavado cerebral no sería ético,
lastimosamente. Además, las personas aprecian más la paz mundial
cuando luchan por ella. Revivimos a doce personas por hora,
trabajamos seis horas para no exigirnos demasiado, y en menos de un
año mis 72 Übermensch
habrán
solucionado el problema de La
Purga.
—¿Estás
seguro de eso? —Preguntó Harry.
—Funciona
cada vez. Esta será La
Purga
número
33 que resuelva usando este método en particular, Podemos regresar
en un año a comprobarlo, si te place. —Propuso Verres con el
entusiasmo de un niño que obtuvo calificación perfecta en un
examen.
—Un
año. Piensas que en un año aún no habremos encontrado la salvación
para mi mundo, ¿no es así? —Dijo Harry sin dejar de vigilar los
alrededores, con aprehensión palpable en su voz.
—Gryffindor,
llevo seis años combatiendo la Paradoja del Niño Maldito sin éxito.
Y seis años de mi tiempo son más valiosos de lo que puedas
concebir. —Verres contestó sin dejar de jugar con los muertos.
Harry
se hacía una idea. Lunes, Miércoles y Viernes los destinaban a
salvar una dimensión alterna con sus problemas particulares, como
estaban haciendo ahora mismo. Martes, Jueves y Sábados a analizar
cualquier ruta de investigación para salvar el mundo de Harry.
No,
no solamente el mundo de Harry. Para salvar todos
los
mundos. El multiverso era un cuerpo canceroso, la Paradoja del Niño
Maldito era la enfermedad, y ellos dos eran la cura. Así lo había
explicado Verres, con palabras que Harry pudiera entender.
—Gryffindor,
aunque las Reliquias de la Muerte te habrían ayudado a resistir más
que al resto, no tiene sentido que hayas sobrevivido. Mis análisis
de las dimensiones destruidas demuestran que la entidad conocida como
Harry
Potter
fue
la última en desaparecer en la mayoría de los casos, sobretodo en
aquellas donde las Reliquias de la Muerte fueron la solución al
problema de Quien-Tú-Sabes. Sin embargo, de entre todos los Harry
Potter atacados por la Paradoja, tú fuiste el único que siguió con
vida aún después de la desaparición de tu propio mundo. Necesito
pensar en un título apropiado para ti, el Niño-Que-Vivió ya te
queda pequeño. ¿Paradoja paradójica? ¿Entelequia? ¿Liminalidad
Paradójica? Como sea, cuando te encontré flotando a la deriva en
medio de la nada, supe que eras la clave. Sabemos que la causa de la
Paradoja del Niño Maldito fue un Giratiempo sin límites que provocó
una onda expansiva de destrucción dimensional. Hubo otros
Giratiempos sin límites, ¿por qué uno en particular fue el
responsable de la Paradoja del Niño Maldito? Hubo otros Harry Potter
con las Reliquias de la Muerte, ¿por qué solamente tú sigues con
vida? Esa causa, y tu inmunidad, algún día nos llevará a la
respuesta. Pero es imposible predecir cuándo obtendremos esa
respuesta. Créeme, yo soy más perezoso que tú, quisiera acabar con
este problema hoy mismo. Por cierto, estaría más tranquilo si
fueras verdaderamente inmortal, como yo. No sabes la angustia que me
produce el pensamiento de que algo aleatorio te mate. ¿Qué tal si
al revivir pierdes tu inmunidad?
—Sólo
cuando sea demasiado viejo, o esté muerto, tienes mi permiso para
realizar tus experimentos conmigo. —Las palabras de Harry eran
duras, al igual que su determinación.
Verres
suspiró y se encogió de hombros.
Iban
pasando de un muerto a otro, protegiendo a cada revivido con hechizos
de protección que iban a durar hasta el amanecer. Mientras Verres
silbaba para divertirse, la mente de Harry regresaba al pasado una y
otra vez.
El
rayo tan blanco como un Patronus y tan frío como la voz de
Voldemort. Las personas desintegrándose ante sus ojos, entre sus
brazos.
El
vacío, ni blanco ni negro, ausencia absoluta que le hizo perder la
noción del tiempo y por poco su cordura.
La
aparición espontánea de otro Harry Potter, con los mismos ojos
verdes, la misma cicatriz en forma de rayo sobre la frente. La mano
que el otro Harry Potter le ofreció para guiarlo en una Aparición
muy lejana, no solamente porque fue de un universo a otro, también
porque tomar esa mano fue como tocar a Voldemort de nuevo, una
sensación que había casi olvidado tras pasar tantos años.
Las
explicaciones de Verres, la existencia del multiverso, el peligro
imparable de la Paradoja del Niño Maldito.
Harry
aún no había procesado todo ese enredo. ¿Qué iba a suceder con él
cuando aceptará
su
situación actual? ¿Qué ocurría después de aceptar lo bizarro
como una costumbre cotidiana?
Harry
no quería volverse como Verres, No era que supiera quién
era
realmente su asociado. Aunque se veía
como
Harry Potter, se sentía
como
Voldemort. Hablaba como el más extraño de los bichos raros, sus
metas eran loables y sus métodos cuestionables, cuando menos. En el
mejor de los casos, Verres era un loco bienintencionado, poderoso,
pero loco al fin y al cabo.
El
propio Harry ya no se sentía como él mismo. Se sentía angustiado
en el interior, incapaz de poderlo manifestar apropiadamente. Se
había cubierto con un manto de apatía porque no sabía cómo
expresar
lo que sentía. Y francamente, Verres no estaba ayudando. No era una
persona apropiada con la cual hablar.
—¡Y
ese fue el número 50! ¡Muestra los dientes Gryffindor, sonríe! Ya
casi terminamos, podremos regresar a casa, descansar, y mañana
estaremos trabajando contra la Paradoja de nuevo.
—Regresaremos
a tu
casa.
—Corrigió Harry secamente.
—Lo
mío es tuyo y lo tuyo es mío, Gryffindor. Mi casa, tu casa. Tus
problemas, mis problemas. Después de todo, somos casi el mismo.
Claro, la diferencia es que yo soy más listo.
—¡Alerta!
—Exclamó Harry, con la vista fija sobre un hombre que venía
corriendo hacia ellos.
No
estaba armado, solamente agitaba los brazos en el aire y lanzaba
gritos de desesperación. Tenía una túnica que no era de mago,
estaba compuesta por pedazos de muchos colores que hacían pensar en
los coloridos cristales de una iglesia.
—¡Insensatos!
¡Demonios! ¡Desgraciados! —Y con otros epítetos más groseros
los insultó el extraño de la túnica colorida, quien era un anciano
de cabello gris y corto.
—Gryffindor,
¿qué estás esperando? Paraliza a ese viejo o algo.
—No
es una amenaza. Sólo nos grita, no tiene intención de atacarnos,
creo. —Aseveró Harry. Por alguna razón, no tenía ganas de atacar
a ese anciano en particular.
—¡Malditos!
¡Desconsiderados! ¡Insensatos!
—Pues
sus gritos me distraen, y tu trabajo es evitar las distracciones.
Hazlo callar de una vez.
—Como
quieras. —Con un cierto disgusto cuyo origen Harry no pudo
precisar, levantó su varita en dirección al anciano.
No
alcanzó a lanzar el hechizo, porque un temblor lo hizo tambalear.
El
anciano cayó al suelo cuan largo era y quedó inconsciente, aunque
Harry no vio que recibiera golpe alguno. Al verlo ahí tirado, como
muerto, Harry supo quién era, y supo por qué no lo había querido
atacar: era un Dumbledore alterno, sin barba y con cabello corto.
Verres
estaba de rodillas, intentando sostenerse con las dos manos. Un aura
de color lila se había manifestado a su alrededor.
—¡Diantres!
Mi esfera de Repulsión apenas y está aguantando. Gryffindor, ¿cómo
es que te mantienes en pie como si nada? —La voz de Verres exudaba
cansancio, como si hablar le requiriera un gran esfuerzo.
—¿No
se trata de un simple temblor? Es cierto que está durando
demasiado...
—¿Acaso
se trata de la Paradoja? No, es más lento y menos poderoso. Rayos,
no me puedo concentrar con este dolor de cabeza. ¡Gryffindor, toma
mi mano!
Sin
pensarlo, Harry lo hizo, empujado por el apremio en la voz de Verres.
De inmediato fue mordido por el dolor recalcitrante. Intentó soltar
a Verres, quien no lo permitió.
—¡A
mí también me duele, pero tenemos que aguantar! Porque necesito
pensar, y no puedo pensar con un martillo destripando mi cabeza desde
adentro.
—A
mí
no
me dolía la cabeza. —Masculló Harry entre sus apretados dientes.
El
aura de color lila creció hasta convertirse en una esfera de
perfecta redondez, tan grande como para cubrirlos a ambos. Luego
Verres metió la mano a su mochila y extrajo lo que parecía ser una
bufanda roja.
—Sujeta
la bufanda Gryffindor, ¡no vayas a soltar mi mano sin haber cogido
la bufanda primero!
Harry
siguió la indicación. La esfera lila ahora los protegía sin que
tuvieran que tocarse entre sí y seguirse con la tortura. Verres
procedió con otros encantamientos, algunos requirieron el uso de su
Varita de Saúco, y otros apretar botones dentro de su mochila.
—¡Ya
localicé la fuente de la distorsión dimensional! Nada más tiene un
alcance planetario, por lo que es débil en comparación a la
Paradoja del Niño Maldito. Creo que puedo vencer lo que sea que lo
provoque. ¡Prepara tu escoba Gryffindor, nos dirigimos a la mitad
del océano! ¡Y no sueltes la condenada bufanda!
...
Con
movimientos sincronizados, eficientes no por el entrenamiento sino
por su condición de ser casi los mismos, para cuando los dos
estuvieron sentados en la escoba de tres puestos, ya estaban flotando
sobre las agitadas olas del mar.
El
mar estaba encrespado porque un monstruo con cuerpo de hombre
musculoso y cabeza de calamar gigante, con los brazos extendidos
hacia el cielo, la mitad del cuerpo por fuera del agua, recitaba
algún extraño encantamiento en una lengua que era desagradable de
escuchar. Rayos caían desde los nubarrones grises, y también pesada
lluvia, aunque nada de eso los afectaba dentro de la esfera lila.
—Oh,
un Primigenio. No lo detecté cuando investigué este mundo, supongo
que estaba dormido. —Declaró Verres tras echar un vistazo, como si
se tratara de un pequeño error en una fórmula matemática, y no del
monstruo más grande que Harry había visto en su vida.
—¿Qué
es un Primigenio? —Preguntó Harry con sequedad, como si no
estuviera gritando como loco por dentro.
—Son
seres muy antiguos y poderosos. En algunos mundos son los
responsables de la creación de los seres humanos, un mal chiste
según ellos. Son aberraciones cósmicas, su poder es tan enorme que
incluso suelen influenciar las pesadillas en mundos en los que no
existen. En fin, tengo algo para encargarme de seres así, aunque lo
tendré que debilitar primero. Vamos a convertir una crisis en una
oportunidad, ¡oportuncrisis! Tienes que estar listo para esquivar,
en cuanto noté nuestra presencia intentará atacarnos físicamente,
porque no querrá detener su hechizo de destrucción dimensional por
un par de insectos como nosotros. La confianza divina es su mayor
vulnerabilidad...
Harry
se desconectó. Dejó de escuchar a Verres y se enfocó en sujetar la
escoba con fuerza, sus ojos verdes fijos sobre el Primigenio,
calculando su propio peso para imaginar cuáles maniobras podía
hacer y cuáles no, el peso de Verres en el asiento de atrás, el
asiento vacío en medio de los dos, la fuerza del viento, hasta que
se hartó y no pudo más.
—¡Por
las barbas de Merlín nada más cállate y haz lo que tienes que
hacer!
—Oye,
sólo quería educarte. Como sea, ¡Unus
Fulgor Concidens Noctem, in Mea Manu Ens Inimicum Edat! ¡Fulguratio
Albicans!
Sin
usar su varita, una ráfaga de electricidad surgió de la mano libre
de Verres, con la que no estaba cogiéndose de la escoba. El
relámpago se estrelló contra el Primigenio sin producir daño
alguno. Lo único que cambió fue que la cabeza de calamar gigante
parecía estar mirándolos, quizá.
—Mmm,
el Rayo Blanco no lo afectó. Aunque sabía que no lo iba a derribar,
esperaba que le hiciera más daño. ¡Es tan difícil capturarlos con
vida! Y no conozco lo suficiente de su anatomía para revivirlos
apropiadamente bajo mi control.
—Espera,
¿quieres capturar esa cosa con
vida?
¿Por qué?
—Sus
poderes dimensionales podrían ayudarme a avanzar mi investigación
sobre la Paradoja. Tengo hechizos y armas a mi disposición para
acabar con ellos, sin embargo capturarlo vivo es otro asunto
totalmente diferente. Si se sienten en peligro real, se Aparecen en
otra dimensión. Voy a molerlo a palos con mi Patronus un rato, eso
debería agotarlo un poco. Mejor cierras los ojos Gryffindor, o serás
incapaz de invocar tu Patronus el resto de tu vida.
—¿Qué?
—¡Expecto
Patronum!
Harry
cerró los ojos justo antes de que el brillo plateado cogiera forma.
Fuera lo que fuera, era más brillante de lo que un Patronus era
normalmente, aún con los ojos cerrados Harry pudo determinar eso.
Apenas y se atrevió a imaginar que perversiones tendría que haber
cometido Verres sobre el Encantamiento Patronus.
—¡Gryffindor,
hacia arriba!
Harry
empujó la escoba hacia adelante y ascendió con toda la velocidad
que pudo. Por debajo de ellos, a un metro más o menos, sintió el
viento golpeando con violencia.
—Lo
bueno es que ya llamamos su atención. Lo malo es que con esta
técnica tendrás que seguir esquivando a ciegas durante, digamos,
una hora. Más o menos.
—¡Una
hora!
—¡Arriba,
arriba! ¡Abajo, abajo! ¡Izquierda, derecha, izquierda, derecha!
¡Gira!
Harry
siguió las órdenes de Verres como un profesional. Lo malo fue que
Verres no especificó hacia dónde
debía
girar Harry, quien como venía desplazándose a la derecha, hizo el
giro en la misma dirección.
El
puñetazo hercúleo del Primigenio vino por la derecha.
Harry
sintió como si un torbellino lo acabara de golpear. Gracias a la
esfera lila, que fue destrozada con el ataque, Harry no recibió el
impacto directamente, sin embargo, requirió toda su fuerza
sostenerse encima de la escoba.
Cuando
por fin sintió que ya no estaba sacudiéndose de pies a cabeza, cayó
en cuenta de que ya no le dolían los ojos a causa del Patronus de
Verres. También sintió la escoba más ligera, y los oídos más
agradecidos por no escuchar el parloteo de su asociado.
Harry
abrió los ojos con precaución. El Primigenio estaba lejos, todavía
a tiro de piedra. Seguía sosteniendo la bufanda roja, enrollada
sobre la mano que no había soltado el palo de la escoba.
No
se veía rastro de Verres ni su extraño Patronus por ningún lado.
Sin
tristeza y con total desespero, Harry se imaginó la posibilidad de
que Verres había muerto por el golpe del Primigenio. En ese caso, la
vida del propio Harry ya no tenía sentido. No le tenía mucha estima
a Verres, pero aún así él era la única esperanza de Harry para
recuperar todo lo perdido.
Luego,
con esperanza, Harry pensó que quizá Verres había caído al mar,
donde luchaba por no ahogarse, sufriendo a causa del hechizo del
Primigenio.
Aunque
Harry buscó por todos lados, tuvo que reconocer que ni siquiera sus
ojos de Buscador podrían encontrar a Verres a tiempo para ayudarlo.
El
hechizo del Primigenio, tenía que detenerlo.
Verres
había logrado lastimar al Primigenio con su Patronus, ¿por qué
Harry no?
Puso
las manos en posición, hizo los movimientos de varita correctos, y
descubrió que no tenía ni un pensamiento feliz con que alimentar su
Patronus.
Nada.
Todos
se había ido, y él estaba solo, como en un principio.
La
sonrisa de Ginny. Los rostros de sus hijos James, Lily y Albus. La
expresión de confianza de Ron y el ceño fruncido de Hermione. Todas
las personas que podrían haber alimentado un pensamiento feliz,
habían desaparecido de su vida, para siempre.
Harry
lo había temido, cuando flotaba en medio de la nada, sin sentido del
tiempo y del espacio, que había perdido la capacidad de invocar el
Patronus, por lo que ni siquiera lo había intentado, no había
querido enterrar el último clavo en su ataúd.
Antes
no había sido capaz de intentarlo, y ahora no era capaz de lograrlo.
No
había luz dentro de Harry. La muerte de todo lo que le era querido
lo había aplastado hasta dejarlo casi vacío.
Casi.
Todo
lo que le quedaba, lo que había estado conteniendo por temor a lo
que iba a ocurrir con él al salir, era la ira. Una ira justa ante lo
mucho que había perdido.
Harry
sintió como si el manto de un Dementor lo estuviera arropando por
completo.
Peor
aún, se sintió podrido, como si él mismo fuera el Dementor.
Y
Harry odiaba sentirse así.
—¡Expecto
Patronum!
El
odio de Harry Potter hizo ebullición hasta que dejó salir todo lo
que se había estado tragando durante días: la rabia, la tristeza,
el miedo y el disgusto por fin escaparon de su interior, en un
llamado a su Patronus en el cual puso todo, toda la oscuridad que lo
había invadido, y al final de la oscuridad encontró la luz.
La
alegría que iba a experimentar cuando finalmente
fuera
a destruir la Paradoja.
El
ciervo enorme y plateado golpeó con su cornamenta el estómago del
Primigenio, quien se dobló hasta que el agua le llegó al pecho.
Harry siguió dirigiendo el Patronus para que embistiera al
Primigenio una y otra vez, para que no pudiera entonar su maldito
Encantamiento.
Y
entonces lo vio.
De
entre las aguas, volando sin varita ni escoba, Verres flotó sobre el
mar como lo habría hecho el propio Voldemort. Verres se aproximó al
Primigenio, que estaba ocupado recibiendo los golpes del ciervo
plateado, metió la mano a su mochila y extrajo lo que parecía una
Snitch de algún metal oscuro.
—¡Bola
Racional, ve! —Grito Verres, arrojando la Snitch oscura hacia el
Primigenio.
Cuando
estuvo a un centímetro del monstruo, las alas de la Snitch se
expandieron de repente hasta volverse una tela gigantesca que lo
cubrió por completo. Con sus brazos y tentáculos, el Primigenio
intentó liberarse sin éxito. Cuando lo único visible fue la tela
negra, esta se fue reduciendo de tamaño hasta volver a ser una
pequeña Snitch oscura que Verres atrapó en el aire para evitar que
se la tragara el mar.
Las
olas se calmaron, el cielo se despejó y el sol los iluminó como si
fuera la primera vez que lo veían desde hace mucho tiempo. El ciervo
plateado se disolvió delante de Harry, quien sólo entonces cayó en
cuenta que no había sido la lluvia lo que había puesto su vista
borrosa.
—¿Estás
bien, Gryffindor? —Inquirió Verres acomodándose en el asiento
trasero.
—Sí.
Físicamente, sí. —Respondió Harry secándose las lágrimas.
—Me
alegro, de verdad. Nunca he sido bueno para ayudar a otros con sus
problemas emocionales. Te habría llevado con mi Hermione, pero,
bueno, habría sido raro para ti, supongo. ¿Leíste los libros que
te presté?
—Por
supuesto que no. ¿Qué pasó contigo? No te veía por ningún lado.
No pareces lastimado.
—Ahora
no
estoy lastimado. Ese puñetazo cósmico me partió un poco. Me estaba
ahogando, mi esfera de Repulsión destruida y no podía concentrarme
en mi reparación con esa distorsión en mi cabeza. Tu Patronus llegó
cuando estaba comenzando a desesperarme un poco. No se me había
ocurrido que tus hechizos, al igual que tú, son capaces de resistir,
no, de destruir
las
distorsiones dimensionales. ¡Bien pensado!
Harry
abrió la boca para explicar que no había sido una deducción aguda
de su parte, pero había sido un día demasiado largo por lo que nada
más se encogió de hombros y tomó el cumplido.
—Siento
que además de felicitarte debo disculparme. No me fijé en los
motivos que tenían para matarse entre sí las personas de este
mundo, asumí
que
era lo mismo de siempre. Me he acostumbrado tanto a los viajes entre
dimensiones que he dejado de lado las precauciones más básicas, un
error que nos podría haber costado la vida. O al menos un par de
años. Seré más cuidadoso la próxima vez, lo prometo.
Verres
parecía sincero en su disculpa, por lo que Harry le ofreció la mano
como señal de paz.
—¿Acaso
eres masoquista? —Inquirió Verres mirándolo con extrañeza.
—Ah,
cierto. Lo olvidé.
—Oye,
si te gustan ese tipo de cosas no te voy a juzgar, aunque tendrás
que buscarte a alguien más. Debe existir un universo paralelo con
otro Harry masoquista para ti, mañana te lo busco. —Ofreció
Verres en tono amistoso.
—¡No
soy masoquista!
...
Una
semana después, Harry estaba recostado sobre un mullido sofá,
leyendo uno de los libros más pequeños que Verres le había
regalado. Trataba sobre judíos supervivientes a los campos de
concentración de los Nazis. Estaban dentro de una torre negra,
moldeada por los caprichos de Verres, en una dimensión habitada
únicamente por ellos dos.
De
repente, Verres entró corriendo con el rostro iluminado por la
emoción. Harry se dio cuenta que Verres había retomado la
apariencia de Harry Potter a los once años.
—¿Por
qué eres un niño otra vez?
—Se
me hizo la apariencia más apropiada para este momento. Un logro
científico grandioso debería ser valorado por todos, sin embargo
sólo un niño podría manifestar la alegría más pura ante lo que
estás apunto de observar. ¡Por fin el Primigenio está bajo mi
control absoluto!
Verres
alzó la Snitch de metal oscuro triunfante entre sus manos.
—Verres,
tenemos literalmente
un
mundo allá afuera. No vayas a sacar eso
aquí
adentro. —Harry habló con pavor, preparándose para saltar por una
ventana. Lo usual era que Verres no le hiciera caso.
—Relájate
Gryffindor, y mira con atención. ¡Lily, yo te elijo! —Exclamó
Verres tirando la Snitch oscura al suelo.
Con
un resplandor blanco, la Snitch oscura se abrió, y de ella surgió
una versión miniatura del Primigenio, que llegaba como a la cintura
de Harry. El pequeño monstruo se acercó a Verres, quien le acarició
su cabeza de calamar con cariño.
—Esta
forma es menos agotadora para el Primigenio. De ser necesario, puedo
hacerlo crecer en unos cuantos segundos. Gracias a Lily nuestra
investigación sobre las distorsiones dimensionales podrá avanzar
mucho más rápido. ¿Por qué haces esa cara, Gryffindor? No me
dirás que no te gusta Lily, me parece que con este tamaño se ve
adorable.
—¿Le
pusiste el nombre de nuestra
madre
a esa cosa? ¡Le pusiste el nombre de mi
hija a
esa cosa!
—¿Eso
te mortifica? Creo que la mayoría se sentirían honrados
de
que un ser cósmico sea renombrado con su nombre.
Los
ojos verdes se quedaron fijos entre sí por un largo rato, el único
ruido perceptible eran los murmullos incomprensibles del Primigenio,
regocijado ante las caricias de Verres.
—Voy
a tocarte, voy a tocarte hasta que te arrepientas. —Amenazó Harry,
extendiendo su mano hacia Verres.
—¡Ya
te dije que te busques a otro Verres, yo no soy masoquista! —Aulló
Verres empezando a correr, lamentando sus pequeñas piernas de niño.
Mientras
el Harry Potter adulto perseguía al Harry Potter niño, el
Primigenio se sentó en el suelo y trazó misteriosos círculos en el
suelo. Pequeños humanos fueron apareciendo uno por uno, hasta ser
una multitud de Liliputienses que reverenció al Primigenio con
alabanzas de temor.
El
Primigenio se los fue comiendo uno por uno.
Capítulo 2
Nota de Autor
Este omake me ha dado la oportunidad de dejar volar mi imaginación. Para los que no lo sepan, está basado en los libros de Harry Potter creados por J. K. Rowling y el fanfic de Los Métodos de la Racionalidad escrito por Eliezer Yudkowsky y traducido al Español por mí.
Harry x Harry es una de las recompensas superiores de mi Patreon, quienes lo pueden leer con una semana de anticipación. Se publicará un capítulo mensualmente. Este capítulo es el correspondiente al mes de Junio, estoy atrasado con el de Julio pero espero publicarlo próximamente.
No sé cuántos capítulos serán, mínimo 3, máximo 12. Ya tengo claro cuál va a ser el final, sólo necesito llegar allí.
Esta entrada fue posible gracias a Javier Cruz Esquivel
Puedes aprender más sobre los métodos de la racionalidad leyendo Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad. Si quieres ir al infinito y más allá, puedes apoyarme en Patreon
Gracias por leer.
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