Memorias de un mago enamorado
Foto original por Zou Meng |
Capítulo 7: La alegre canción del viento
Jiro sintió su celular vibrar. Estaba en la primera clase después del almuerzo. Sabía que podía ser importante, así que lo revisó con disimulo. Era un mensaje de Kuro.
Si quieres vivir, deberías salir lo más pronto posible de esa escuela. La sirena va a cantar en media hora.
Jiro frunció el ceño. La parte de la sirena sólo podía significar que Kuro iba a obligar a Melodie, de alguna manera, a cantar en la escuela. Eso representaba mil estudiantes muertos. Sin haber sumado maestros y las viviendas cercanas a la escuela. ¿De qué método se iba a valer Kuro para obligar a Melodie a cometer semejante masacre? Jiro no lo sabía.
¿Debía escapar ahora mismo? Irse sin razón podría despertar sospechas después, en caso de que el plan de Kuro fuera un fracaso. Debía ser paciente, actuar con cautela, sacar el mayor provecho posible de la situación. El Vástago del Viento estaba alerta, y Jiro no podía ser tan estúpido de revelar su identidad.
Jiro maldijo a Kuro en su interior y pretendió que no sucedía nada, aunque sus ojos estaban atentos a cualquier anomalía.
...
La primera clase después del almuerzo tuvo un inicio fantástico para Melodie. Persea y ella volvieron a compartir un escritorio y estaban cotilleando y divirtiéndose como en los viejos tiempos.
Entonces el director se asomó a la entrada del salón.
—Disculpe la interrupción profesor, necesito que la estudiante Melodie me acompañe.
El profesor asintió y Melodie se incorporó preguntándose qué rayos había hecho Zeferino ahora.
—Melodie, creo que es mejor que traigas todas tus pertenencias contigo. —Le dijo el director con preocupación.
Melodie sintió un vacío en el pecho. Algo malo había pasado, lo supo al fijarse en el director. A toda prisa metió sus cosas en su mochila y salió detrás del director.
—Señorita Melodie, ¿tu hermano Fernando no se ha puesto en contacto contigo? ¿No sabes dónde está? —Preguntó el director mientras caminaban en el pasillo.
Melodie se tropezó consigo misma y se paró en seco para no caer, y también porque estaba asustada.
—¡Mi mamá siempre viene a recogerlo al mediodía!
—Tu mamá vino, pero no lo encontró por ningún lado. Lo llamaron a su celular pero no respondió, y luego ya no hubo timbre sino que se fue directamente al correo de voz. Tus padres están buscando a Fernando ahora mismo con ayuda de algunos profesores y amigos. Me pidieron el favor de llevarte a la casa de tus padres personalmente. Quieren que estés allí en caso de que alguien llame con noticias sobre tu hermano, ¿entiendes? Tu mamá también me dijo que encendieras tu celular. Sé que estás alterada, sin embargo lo más importante ahora es no perder el tiempo ni la calma, ¿me entiendes?
Melodie asintió. Se sintió hueca, como si ya no fuera ella quien controlaba su cuerpo de modo consciente, sino que sus acciones eran parte de un programa de funcionamiento automático. Sin pensar, caminó detrás del director, sacó su celular de su mochila y lo encendió. Estaba tan sonsa que demoró un poco en comprender las notificaciones de su celular. Tenía una llamada perdida de su madre, y un mensaje del celular de su hermano.
El chorro de adrenalina la hizo abrir el mensaje en un parpadeo.
Tengo secuestrado a tu hermano en la Torre del Comercio, a diez kilómetros de tu escuela, seguramente sabes en dónde está. Ni se te ocurra decírselo a alguien más o voy a matar a tu hermano sin dudar. Soy el mismo que ha estado asesinando hechiceros desde hace unos días, por lo que puedo afirmar que soy bastante fuerte, que no te quepa ninguna duda al respecto. Si quieres que deje ir a tu hermano, tienes media hora tras recibir este mensaje para ir al pasillo del séptimo piso acompañada por el Vástago del Viento. Cuando estés ahí, debes usar tu canto asesino para eliminar al Vástago del Viento. Yo lo veré todo con una bola de cristal: tu canto no puede lastimarme a esta distancia, y no me puedes engañar. Una vez que compruebe que él está muerto, puedes venir a recoger a tu hermano.
Fuera cual fuera el mecanismo que la había mantenido en movimiento automático se rompió en ese momento. Melodie se quedó paralizada en donde estaba, asaltada por miles de pensamientos diferentes.
—¿Señorita Melodie? Sé que está alterada pero recuerde, no tenemos tiempo que perder.
El director tenía razón, no podía permitirse no hacer nada. Tenía que hacer algo, pronto.
Melodie salió corriendo y pasó a un lado del director. El director también corrió detrás de ella, aunque sin la juventud ni la delgadez de ella, rápidamente lo dejó atrás.
—¡Señorita Melodie! ¡Señorita Melodie!
Durante la reconciliación que había ocurrido en el almuerzo, Melodie se había enterado de que Zeferino veía clases en el octavo piso, por lo que se dirigió hacia las escaleras y las subió tan velozmente como pudo sin tropezarse.
Para cuando llegó frente al salón de clases de Zeferino, ella estaba sin aliento y veía negro. Lo primero que oyó fue la voz de Zeferino en un tono catedrático que no le conocía hasta ahora.
—En los ejercicios que yo elaboré, para determinar la posición final del proyectil he considerado la fuerza y dirección del viento además de la fuerza de gravedad. Sé que en el libro de texto de Física de este año no se pide que se tenga en cuenta esa variable, pero... —Zeferino dejó de hablar cuando vio a Melodie apunto de desmayarse en la entrada.
Zeferino percibió el pánico en los ojos avellana de Melodie. Salió corriendo hacia ella y la tomó de la mano.
—¡Señor Zeferino, aún no termina su exposición! ¿A dónde cree que va? —Rugió el profesor de Física.
—¡No los dejé ir! —Gritó el director subiendo las escaleras bañado de sudor.
Tanto el profesor de Física como el director creyeron ver a Melodie y Zeferino meterse a un salón de clases, aunque luego no pudieron precisar cuál.
...
—¿Qué sucede? —Preguntó Zeferino esquivando al director en el pasillo.
—Bajemos al séptimo piso y te lo explico todo. —Contestó Melodie, que aún no tenía claro lo que iba a hacer.
Bajaron las escaleras y no dejaron de correr hasta que llegaron frente al salón de clases de Melodie, quien una vez más estaba respirando con dificultad. A su alrededor, los profesores estaban corriendo por todos lados en busca de ellos, y algunos estudiantes se asomaban desde sus salones con expresión confundida.
—Nunca había visto tanto alboroto al escaparme de clases. —Comentó Zeferino viendo el caos alrededor suyo.
Melodie se enderezó, miró a Zeferino directamente a los ojos y se armó de valor para decir la verdad. Pero fue interrumpida en ese mismo momento, porque sus dos recién recuperados amigos se acercaron a ellos.
—Melodie tienes que calmarte. —Dijo Camilo preocupado
—¿Es verdad que tu hermano está desaparecido? —Inquirió Persea bastante pálida.
Zeferino se giró para ver a Melodie consternado. Luego dio un paso adelante y se interpuso entre Melodie y los otros dos.
—¡Ya no pueden negar que son hechiceros! ¡Ninguna persona ordinaria puede vernos en este momento a Melodie y a mí! ¿Acaso le hicieron algo a Fernando? —Zeferino rugió sus palabras, como un león.
Persea y Camilo se miraron entre sí y luego a Zeferino.
—Es cierto. Soy una bruja, ¡sin embargo no tuve nada que ver con la desaparición de Fernando! —Aseveró Persea con voz afligida.
—Yo tampoco he atentado contra Fernando. La verdad sea dicha, ni siquiera sabía que ustedes tres también poseían magia. —Afirmó Camilo.
—No piensen que les voy a creer tan fácilmente. —Declaró Zeferino con dureza.
—¡Yo nunca haría algo para lastimar a Melodie! —Replicó Camilo.
—¿En serio? ¿Y entonces qué has estado haciendo los últimos tres meses? —Recalcó Zeferino con voz afilada.
Los ojos negros y los castaños se midieron fijamente.
—No creo que hayan sido ellos. Es, es la misma persona que ha estado matando magos y brujas en la ciudad. Creo, que es la misma persona que les lavó el cerebro a Camilo y Persea. —Dijo Melodie, llorando.
Ella le mostró a Zeferino el mensaje de texto que había recibido desde el celular de Fernando.
—Tenía mi celular apagado. Sólo, sólo me quedan cinco minutos. No quiero, no quiero hacerlo. Pero no puedo dejar morir a mi hermano. Zefer, lo puedes salvar, tú puedes salvarlo, ¿cierto? —Sollozó Melodie.
Zeferino levantó la mirada de la pantalla del celular para verla a ella. Luego miró a Camilo y a Persea.
—Sólo hay una una solución, Mel. Vas a tener que matarme. —Anunció Zeferino con solemnidad.
Melodie gritó y cayó de rodillas, llorando, al borde de un ataque de histeria.
—¿Qué rayos está pasando? —Preguntó Camilo.
Zeferino se acercó a él y le mostró el mensaje de celular. Luego se lo enseñó a Persea.
—No hay tiempo que perder, así que voy a confiar en ustedes dos. No hay otra alternativa para salvar a Fernando, así que voy a permitir que Melodie me asesine. Sin embargo no pienso permitir que mueran personas inocentes. La magia de Melodie es poderosa, puede matar a todas las personas que estén a ocho kilómetros alrededor de ella. Existe un método para contener su magia y que solamente me mate a mí, pero no puedo hacerlo sin ustedes, ¿está claro? Si quieren salvar la vida de Fernando, hagan lo que les digo sin rechistar. —Explicó Zeferino y se los quedó mirando esperando su respuesta.
A pesar de ser una bruja, Persea jamás había tenido que pasar por algo semejante. Al final, lo que la hizo decidir fue ver a Melodie descompuesta sobre el suelo. Dio un paso adelante y quedó frente a Zeferino. Otro tanto hizo Camilo.
—De acuerdo. Camilo, toma mi mano y repite después de mí: Juro servir como testigo de tu Unión.
Aunque Camilo puso cara de sorpresa, de todos modos asintió y estrechó la mano que Zeferino le ofrecía.
—Juro servir como testigo de tu Unión.
Saltaron chispas multicolores desde adentro de las palmas de las manos de ambos. Camilo retiró su mano confundido, y Zeferino se dirigió a Persea.
—Tú, toma la mano de Melodie y di lo mismo que pronunció Camilo.
Así lo hizo Persea. Tuvo que agacharse a un lado de Melodie, quien había seguido llorando.
—Juro servir como testigo de tu Unión. —Dijo Persea.
Las mismas chispas multicolores surgieron de su estrechón de manos. Melodie abrió los ojos de par en par. No había sido una sensación desagradable ni dolorosa, sino familiar. Por un instante fugaz, recordó a una mujer hermosa, no pudo precisar sus rasgos pero sabía que era hermosa y que había pronunciado esas mismas palabras.
—¿Qué fue eso? —Cuestionó Melodie, mirando su propia mano.
—Es parte del ritual de la Unión. Es como un matrimonio entre un mago y una bruja, y Camilo y yo somos los testigos. —Contestó Persea con un nudo en la garganta, lágrimas silenciosas cayendo por sus bellas mejillas.
—¿Qué? —Espetó Camilo en tono de protesta.
—No hay tiempo de explicaciones. Persea, Camilo, cuando yo esté muerto, deben quedarse aquí con mi cadáver. Deben permitir que Melodie se vaya sola, o de lo contrario yo habré muerto en vano. Ahora aléjense un poco. Lo mínimo que puedo contener el canto de Melodie es un radio de tres metros, voy a crear ese perímetro con mi magia de viento. —Indicó Zeferino sin un ápice de vacilación.
Persea obedeció a Zeferino. De hecho tuvo que acallar a Camilo y empujarlo a una distancia prudencial.
Zeferino se agachó al lado de Melodie y tomó el rostro de ella con sus manos. Melodie pensó que las palmas de Zeferino eran bastante delicadas y finas.
—Juro que ni la muerte podrá romper nuestra Unión. Melodie, necesito que digas eso mismo. Es la única manera de salvar a tu hermano.
Melodie observó los ojos castaños detrás de las gafas redondas y supo que sus palabras eran verdaderas.
—Juro que ni la muerte podrá romper nuestra Unión.
Tras haber dicho eso, Melodie sintió que un cambio se operó dentro de ella. Fue como si hubiese despertado de algún modo, sintió que sus sentidos se habían agudizado, y que el viento con el que Zeferino los había rodeado era casi como un ser vivo que ronroneaba unas palabras que no alcanzaba a comprender aunque sí las podía oír.
Melodie apenas comenzaba a maravillarse con esa nueva sensación, cuando Zeferino la besó en los labios. Fue un beso casto, corto y cariñoso. Lo único que escuchó en ese momento fue la alegre canción del viento.
Cuando se separaron, Melodie abrió los ojos. Zeferino estaba sonriendo.
—Ahora canta. Te prometo que todo va a estar bien, Mel.
Melodie sollozó. Zeferino la abrazó con mucha fuerza.
—Canta, por favor. Para mí, una última vez.
Melodie se tragó sus lágrimas. Respiró profundamente. Se aferró al cuerpo de Zeferino y cerró los ojos. Las palabras vinieron a su mente, como si siempre hubiesen estado ahí, esperando.
En las lejanas tierras de mi corazón vagabundo,
grita el viento un nombre indecible por estos labios profanos,
que en sello de agonía apagarán mi llanto.
Melodie cantó por primera vez en su vida, que ella pudiera recordar. Su voz le sonó extraña, como si fuera una voz ajena que le pertenecía a alguien más. A medida que su canto fue progresando, pudo sentir como el viento se iba debilitando, mermando en fuerza hasta desaparecer por completo al final de su canción.
El cuerpo de Zeferino se fue relajando en sus brazos, y tuvo que asirlo para ayudarlo a caer sobre el suelo con delicadeza. Él tenía los ojos cerrados, las gafas desajustadas y una expresión de alegría que la muerte no había podido perturbar.
Camilo y Persea se acercaron sin saber qué decir.
Melodie escondió su rostro entre sus manos y gritó.
...
Nota de autor (20 de Mayo de 2.020)
La canción de Melodie es parte de un poema escrito por mi novia Melathana y que fue publicado en el blog el año pasado titulado POEMA PARA TI.
Esta entrada fue posible gracias a Rocio Tou, Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.
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Gracias por leer.
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