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viernes, 12 de junio de 2020

Memorias de un mago enamorado 17

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Memorias de un mago enamorado


hermanos
Foto original por juan pablo rodriguez

Capítulo 17: Historia de dos hermanos, Parte 2


Kuro se había equivocado.

Bajo el mando del Dios Dragón del Viento, él y sus hermanos eran como la realeza.

Bajo el mando del Dios Dragón del Fuego, él y sus hermanos eran conejillos de Indias.

Entre los cinco y los siete años, las mañanas se llenaron de inyecciones e intravenosas.

—Nuestro amo está buscando la manera de producir nuestros poderes en masa. No creo que lo haga nada más para torturarnos. —Dijo Jiro sobándose un brazo recién pinchado.

—Esto no es divertido, Jiro. Me quiero ir de aquí. —Declaró Kuro con ojos llorosos.

—Es imposible escapar. Tu has visto lo que están haciendo con Renzo, no quiero que nos hagan eso a nosotros.

Kuro no pudo contener las lágrimas.

Mona se volvió aún más posesiva. Ni siquiera con el poder de Jiro estuvo dispuesta a alejarse durante cinco minutos.

—¡Nunca más te voy a dejar solo Lindo Kuro! ¡Nunca más! ¡Siempre voy a estar aquí para curar tus heridas! ¡Siempre voy a estar ahí para ver cómo hacen experimentos contigo, y así saber cómo curarte! ¡Siempre! ¡Siempre!

Kuro estaba harto de su madre y de estar encerrado y de que hicieran experimentos con él.

Un día trajeron una persona al laboratorio. Era un adulto, asustado, Sudaba mucho y sus ropas estaban destrozadas. Un Guardia Dragón lo forzó a acercarse a él con un empujón.

—¿Quién es? —Preguntó Kuro.

—Se llama Héctor. Nuestro amo desea ver tu poder al máximo. Quiere que anules la magia de este hombre hasta extinguir su vida. —Contestó el Guardia Dragón.

—¿Extinguir su vida? ¿Yo puedo hacer eso?

—Así lo vio tu padre en tu futuro, y es algo que el Dios Dragón del Fuego quiere ver con sus propios ojos.

—¡No por favor! ¡Soy inofensivo! ¡No me hagan daño! —Se quejó el tal Héctor.

—¡Silencio! Hiciste un trato con un Dios Dragón, y te ha llegado el momento de pagar. Adelante, Señorito Kuro. —Indicó el Guardia Dragón, apartándose.

Kuro tenía activada su aura anti-magia todo el tiempo. Había tenido que aprender a desactivarla para conveniencia de sus hermanos y hermanas. No creyó poder hacerla más intensa, por lo que simplemente se fue acercando hacia Héctor con una mano extendida. Él dio un grito e hizo un gesto con sus manos hacia Kuro, sin producir efecto alguno. Presa de la desesperación, Héctor levantó un puño, dudando un poco ante la idea de aporrear a un niño. Su resolución fue inútil en todo caso, pues las fuerzas lo fueron abandonando hasta el punto que se desmayó con el puño alzado. Kuro ni siquiera lo había tocado.

—Excelente Señorito Kuro. Por favor, toque al sujeto hasta que haya muerto.

Kuro le puso una mano a Héctor sobre el rostro. Pudo sentir como el calor abandonaba esa mejilla. La respiración mermando, los rasgos contrayéndose, la inmovilidad que no era natural.

—Perfecto, Señorito Kuro. Ya puede retirarse a sus aposentos.

Se sintió invadido de un regocijo que no había experimentado antes. Destruir a otros: eso era lo que significaba ser poderoso. De vuelta en su cuarto, seguía pensando en el hombre que había asesinado, mientras su madre le estaba peinando el cabello rubio y untando todo tipo de lociones en la piel.

—Mamá, ¿no tienes miedo de mí?

Mona parpadeó sorprendida.

—¡Por supuesto que no, Lindo Kuro! ¡Tú eres el niño más adorable y hermoso que hay!

—Pero viste con tus propios ojos lo que acabo de hacer. Maté a ese hombre.

—¡Lo hiciste porque te lo ordenaron, no tenías otra opción! No pienses más en eso Lindo Kuro. Tú eres un buen niño y tu mamá jamás se va a apartar de ti, ¿te queda claro? —Mona le guiñó un ojo y lo besó en la cabeza.

Kuro guardó silencio, invadido por pensamientos cada vez más oscuros.

...

A los ocho años, recibió otra noticia que le cambió la vida.

—¡SU HERMANO ZEFERINO ME HA TRAICIONADO! ¡SE HA ALIADO CON LA MELODÍA DE LA MUERTE! ¿QUIÉN DE USTEDES DESEA TRAER SU CABEZA, Y CONVERTIRSE EN MI NUEVA MANO DERECHA?

A pesar de la estruendosa voz, no había ira verdadera ni decepción en aquellos ojos de color índigo. Era como si el cuerpo de la mujer no respondiera a las emociones de quien la poseía. ¿O acaso era el Dios Dragón del Fuego quien no poseía emociones? El Dios Dragón del Viento había sido diferente. No humano, eso nunca, ¿menos extraterrestre, quizá?

Kuro pensó que todos iban a levantar la mano, pero solamente lo hizo él.

—¡ESTOY DECEPCIONADO DEL RESTO! ¿CUÁL ES SU EXCUSA?

—Lo sentimos, amo. En esta ocasión debemos reconocer nuestros límites. Mis hermanas y yo todavía no trabajamos en equipo a la perfección. Juntos, esos dos superan nuestro potencial de combate. Por ahora. —Declaró Masaki en nombre de todas las quintillizas.

—¡Por favor amo, permita que acompañe a mi hermano en esta misión! —Solicitó Jiro.

El Dios Dragón del Fuego miró a Kuro, con expresión inquisitiva.

—Sí, por favor. —Dijo Kuro, sonriendo.

...

—¡Tú no vas a ir para ningún lado! —Bramó Mona, cubriendo la puerta con su cuerpo.

Kuro la había ignorado mientras había preparado su maleta de viaje. No llevaba más que ropa. No cogió ninguno de los juguetes que su madre le había comprado.

—Es una orden directa del Dios Dragón del Fuego. Mamá, si lo desafías, él te destruirá.

Mona salió corriendo hacia Kuro y lo estrechó en sus brazos, con demasiada fuerza.

—¡Entonces huyamos! ¡Vamos a otro país, al más lejano que podamos!

El abrazo lo estaba asfixiando, lo que colmó su paciencia. Activó su poder lo suficiente como para arrebatar el cincuenta por ciento de la fortaleza de Mona. A pesar de verse debilitada, ella se siguió sosteniendo contra el pequeño cuerpo de Kuro.

—¡Por favor Lindo Kuro, no me dejes! ¡Por favor, llévame contigo, a donde sea que quieras ir, por favor! —Suplicó ella con voz desfallecida.

Él siguió absorbiendo más.

—¿Acaso no entiendes que estoy cansado de ti, mamá? Suéltame, o te voy a matar.

—¡No, nunca! ¡Jamás! ¡Eres mío! ¡Mío!

Kuro siguió absorbiendo hasta que no quedó nada por absorber.

Jiro encontró a Kuro de pie en su cuarto, con el cadáver de Mona sobre él. Un vistazo le bastó para comprender lo ocurrido.

—Me imaginé que esto podría suceder. ¿Te sientes bien? —Preguntó Jiro.

—Sí, estoy bien. ¿Me la podrías quitar de encima, hermano?

...

La playa fue el primer lugar que visitaron con su recién adquirida libertad. Había varias familias compuestas por padres aburridos y niños alborotadores.

—¿Por qué todos usan tapabocas?

—Cuando nuestro Padre murió, también murieron muchas personas ordinarias. Ellos creen que fue a causa de un virus o algo por el estilo, así que se han obsesionado con usar tapabocas. Tendremos que usar uno si queremos mezclarnos con ellos, aunque si nos volvemos invisibles eso no será necesario.

—¿Por qué esos niños son tan tontos? No hablan con claridad, y se la pasan gritando de modo innecesario. —Dijo Kuro.

Jiro se encogió de hombros.

—No sé. Supongo que los han criado para que sean así. Kuro, ¿tienes un plan para acabar con Zeferino, o solamente querías irte de ese lugar?

—Los planes son lo tuyo, Jiro. Por eso quería que vinieras conmigo. ¿Y tú por qué quisiste venir conmigo?

Jiro sonrió. Lo tomó de una mano y lo hizo correr por la arena, hasta llegar al borde donde las olas empezaron a atacar sus pies. Por un segundo, Kuro se sintió como un niño tonto de ocho años que disfrutó el agua salada entre los dedos.

—No sé por qué odio tanto a Zeferino. Solía pensar que era por su fuerza superior. Pero a ti no te odio, Kuro, y eres la única persona que conozco sobre la cual mi poder no puede tener efecto alguno. Tendría que odiarte más que a nadie, y ese no es el caso. Todo lo contrario. No estoy seguro de entenderlo. Creo que vine contigo simplemente porque quería venir contigo.

Tras su larga explicación, Jiro lo hizo correr de nuevo por la playa. Ambos fueron felices ese día, aunque no se dieron cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde.

...

—Lo siento, Mago Hartwell, la programación del nuevo Autómata no está funcionando. No sé si es porque se trata del hijo de un Dios, o si es por su inestabilidad emocional. ¿Quizá su muerte fue un trauma demasiado grande? —Habló el niño de ojos y cabello rojo que vivía dentro de una bola de cristal.

Estaban en lo que parecía ser un sótano, iluminado únicamente por las pantallas de varios computadores. Había cables desorganizados por todos lados. El suelo estaba húmedo y viscoso. En el centro de esa penumbrosa habitación había una especie de armadura de metal: era desagradable de ver, porque algunos pedazos de carne descarnada se asomaban en las partes descubiertas, un cabello rubio se insinuaba por debajo del casco, y unos ojos carmesí miraban para todos lados de manera enloquecida.

Con un gesto, el Mago Hartwell se limpió una mancha de sangre de su túnica negra, se acomodó su feo gorro viejo y bombacho con una mano, y pegó un bostezo.

—Su resistencia es admirable para un muerto. Sin embargo, no es la primera vez que trabajamos con el hijo de un "Dios". —El Mago Hartwell hizo las comillas con los dedos índice y corazón de sus manos, sólo que en vez de dedos humanos fueron las pezuñas de un cerdo.

El niño dentro de la bola de cristal dio vueltas alrededor de la armadura de metal. Diversos teclados se fueron presionando cuando él pasó flotando sobre ellos.

—Me temo que no comprendemos su motivación. Con las modificaciones que le hemos hecho, debería ser un espíritu de venganza fácil de manipular. Ese no es el caso. Si lo dejamos salir al mundo así como está, va a salir a perseguir a aquellos que considere sus enemigos, y después de que los haya matado a todos, simplemente seguirá atacando lo que se le cruce en su camino. —Dictaminó el niño dentro de la bola de cristal.

—Un robot loco asesino puede tener sus aplicaciones, querido Asistente. Aunque veamos si podemos expandir su rango emocional. Quiero que lo bombardees con sus recuerdos más alegres y dolorosos, en especial los que tengan que ver con su madre y su hermano Jiro.

—¿Expandir? ¿Qué sus emociones no son el problema?

—Exacto, querido Asistente. Y justamente por eso lo debemos provocar más, vamos a llevarlo al límite y más allá. Si un loco no hace lo que quieres, sólo necesitas incitar su locura más y más hasta que su demencia coincida con tus objetivos. —El Mago Hartwell sonrió como si fuera un tiburón.

—Usted es el jefe, Mago Hartwell.

Las teclas se fueron presionando a velocidad vertiginosa. Varias descargas eléctricas se fueron sucediendo una tras otra, y tras cada una, la armadura de metal soltó un grito, no de dolor, sino de furia asesina, un grito que ya no era humano.

—Se acerca un nuevo devenir de los tiempos, uno que no me agrada mucho, y si quiero enderezar este mundo en la dirección correcta, aún queda una batalla que Lindo Kuro debe ganar para mí. Sigue con el procedimiento hasta que ya no consigas una reacción, Asistente. —Dijo el Mago Hartwell, convirtiéndose en una sombra que desapareció en la oscuridad.

...

—¿Qué tu problema se destruya a sí mismo? Yo no me voy a suicidar, si eso es lo que me estás pidiendo. —Dijo Zeferino con dureza.

—Por supuesto que no, tú no eres tan noble. Kuro murió por tu culpa. Apuesto que ni siquiera sientes una pizca de remordimiento. —Replicó Jiro mordaz.

—¿No fue tu mano la que apretó el gatillo? Podrías haber disparado contra mí y no lo hiciste. Te apuesto que el más sorprendido fue Kuro.

—¡Cállate! ¡No mereces pronunciar su nombre! ¡Vas a hacer lo que yo te diga! Te vas a poner mi anillo, te vas a hacer pasar por mí, y vas a pelear contra las quintillizas, ¿entiendes?

Zeferino parpadeó, sus ojos castaños llenos de suspicacia.

—¿A quién esperas eliminar? ¿Quieres que mueran ellas, o quieres que muera yo?

—¡No me importa quién muera! ¡Por mí, que mueran todos ustedes, hijos de perra! ¡Kuro era el único que me caía bien, y ahora está muerto! Te voy a dar una maravillosa oportunidad para que les des un ataque sorpresa, y si las derrotas me voy a ir a donde no sea de tu incumbencia. Pero si ellas te matan a ti, voy a decir que fue gracias a mi plan. ¿Lo captas, hermano tonto? —Los ojos carmesí de Jiro mostraban una ira incandescente.

Zeferino guardó silencio.

—No tienes tiempo que perder, hermano. Si no atacas ahora, ellas me matarán a mí mañana, y luego irán a por ti y tu linda novia. Es ahora o nunca, Bastardo del Viento. —Insistió Kuro, sonriendo con malevolencia.

—Creo en tus palabras. Aunque eso no significa que confié en ti. Vas a quedarte aquí, bajo la vigilancia de mi Espíritu del Viento. Si intentas ponerte en contacto con ellas para avisarles, serás asesinado.

—Como quieras. Si te asesinan, tu Espíritu desaparecerá y así sabré que estás muerto. O si tienes éxito, podrás regresar aquí y regodearte de haber asesinado a tus hermanas. ¿No te parece un trato increíble, hermano?

Jiro le ofreció el Anillo de Ojos Negros a Zeferino. Él lo recibió y se quitó su Anillo de Ojos Castaños. Por un momento, ambos fueron casi el reflejo idéntico del otro. Zeferino era un poco más alto. Su cabello rubio era el mismo, y también sus ojos carmesí, aunque los de Zeferino mostraban tristeza.

—Yo solía ser como tú, Jiro. Si realmente quisieras, podrías cambiar. Pero creo que aún no te interesa, todavía no te das cuenta de tus equivocaciones.

—No me interesan tus sermones. Nunca estuviste en mi posición, nunca supiste lo que significa ser débil. Quiero que te mueras, o que las mates a ellas.

Zeferino suspiró, y se puso el Anillo de Ojos Negros.

...

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Nota de autor (12 de Junio de 2.020)


Esta semana regresé a trabajar y vaya que fue una patada en el culo de mi rutina para escribir. Creo de ahora en adelante sólo podré publicar dos capítulos de Mago Enamorado por semana, probablemente los publique los fines de semana. Es lo mejor que puedo hacer trabajando nueve horas de Lunes a Viernes.

Esta entrada fue posible gracias a Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp y Kbrem.

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