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jueves, 22 de octubre de 2020

Memorias de un mago enamorado 33

Capítulo 32              Índice

Memorias de un mago enamorado

 

Foto por Greg Rakozy
Foto por Greg Rakozy


Capítulo 33: ¿Final?


Melodie estaba viviendo su peor pesadilla.

Celestino estaba siendo atacado por las cuatro hermanas de Zeferino. Riku había construido una gigantesca figura humanoide que era más grande que lenta, se había escondido dentro de su construcción y era la que más problemas causaba porque creaba escudos de tierra para bloquear los ataques de Celestino, y escupía lanzas de tierra que limitaban los movimientos de él al tiempo que aumentaban el desplazamiento de sus tres hermanas, que estaban paradas sobre discos flotantes. Aunque no se movían con tanta agilidad como Celestino eran más que él. La coordinación de las hijas del Dios Dragón del Viento era perfecta.

Melodie nada podía hacer para ayudar, porque frente a ella estaba Key, la rubia de ojos azules, desnuda excepto por el mandoble en sus manos, una larga espada que era ligeramente más alta que ella. Tanto Key como su arma estaban rodeadas por una fina aura de color rojo.

Cada vez que Melodie activaba su celular y lanzaba su canción mortal, Key la repelía con una descarga directa de su mandoble. Como resultado del choque, ambas eran repelidas para atrás en el aire, y les aparecían moretones sobre la piel. Eran dolorosos, y Melodie no estaba acostumbrada al dolor, una nueva experiencia que dificultaba la claridad de sus pensamientos. Pero lo que realmente la estaba sacando de quicio era la propia Key. No parecía ser una enemiga real, y aún así se interponía inflexible en su camino. No sabía cómo o por qué ese mandoble bloqueaba su canción de muerte, ni siquiera podía imaginar como la podía ver para golpearla. 

―¡Por favor, déjame ayudarte! ¡No es justo que luchen cuatro contra uno! ¡Después puedo pelear contigo todo lo que quieras! ―Suplicó Melodie.

Key la traspasó con sus ojos azules, una mirada de condescendencia dirigida a una niña inmadura. La irritación de Melodie creyó.

―La muerte de tu novio, aunque no me complace, es un sacrificio que yo estoy dispuesta a tomar. ―Declaró Key con frialdad.

―¡Yo no, yo lo amo!

Key levantó su mandoble con una mano y apuntó a Melodie con la afilada punta.

―Estoy limitada a una tarea en este mundo: combatir contigo. No disponemos de mucho tiempo. Si no te fortaleces lo suficiente como para vencerme no serás capaz de vencer al Dragón del Fuego. Y si tú no lo destruyes, este mundo y quienes lo habitan estarán condenados.

Melodie tenía dificultades para respirar. El combate aereo era la especialidad de Celestino, no la de ella. Incluso Key la superaba en la elegancia para moverse en el aire, y eso también la hacía enojar más. ¿Cómo lo estaba haciendo? ¿Cuál era su magia?

Además estabas sus recuerdos recién recuperados que sólo alimentaban más su ira y frustración. Pensar en Blaise y Carmen casi que la hacían perder el control por completo.

Y también estaba lo que habían dicho las hermanas de Zeferino.

Su arremetida fue intempestiva. Las cuatro se arrojaron contra Celestino como buitres sobre un cadáver, confiadas en que Key se encargaría de Melodie.

Él las esquivó liberando varios tornados, no muy grandes sino bien localizados, que le permitieron alejarse de Melodie. Celestino había comprendido que Key quería entrenar a Melodie, y no iba a permitir que las hermanas de su creador fueran a interponerse en dicho propósito.

Melodie por su parte experimentó angustia e impotencia con la decisión de Celestino. El remate fueron las palabras de Nana.

―¡No vayas a morir tan fácilmente como nuestro hermano, Segundo Bastardo del Viento!


...


Melodie fue despertada de su ensimismamiento por un ataque sorpresa de Key, quien hasta entonces se había mantenido a la defensiva. Melodie intentó activar su celular; muy tarde comprendió que era exactamente contra ese objeto, y no contra ella, que iba dirigida la punta del mandoble.

Las trizas del celular cayeron desde una altura de diez metros.

Key descansó el filo de su espada sobre su hombro, sin recibir daño aparente. Le dedicó una sonrisa sardónica a Melodie.

―¡Listo! ¿Quieres ayudar a tu novio? ¡Adelante!


...


Nana se acercó lo suficiente a Celestino, lo miró a los ojos e hizo surgir de su espalda un clon que era idéntico al original, excepto que no tenía boca. Por un segundo, Celestino se mostró aterrado ante esa visión de sí mismo.

No por eso se quedó quieto cuando su clon de pesadilla se le fue encima. Celestino envolvió su mano en una espiral de viento y atravesó al otro en el pecho. Y no paró ahí: lo hizo polvo con una explosión de viento, abrió la boca tanto como pudo, y con una potente inhalación se tragó los residuos. Después de eso, Celestino eructó.

―¡Eso es tan asqueroso y genial! ¿Cómo lo hizo? ―Exclamó Suki con entusiasmo. 

―Una versión más inhumana de sí mismo es su mayor temor. Es un clon, hecho de energía, al igual que él. Lo malo es que puede absorber la magia de viento, porque de eso fue compuesto originalmente. ―Explicó Nana entre la molestia y la admiración, acariciando su brazo derecho de metal.

―¿Eso significa que Celestino es más fuerte que nuestro hermano? Habría sido más sencillo si le hubiese tenido miedo a Melodía de la Muerte. ¿Recuerdan cómo lo lastimó la cabeza con esos colmillos tan largos? ―Dijo Suki, acariciando la prótesis que había reemplazado su pierna derecha.

La máscara de metal de Mori, sin ninguna abertura excepto para que su cabello rubio saliera por atrás, asintió.

Celestino las dejó hablar, aprovechando para absorber todo el maná circulando en el aire. Aspirar a su propio clon había sido una medida extrema que había tomado por desesperación. La batalla era intensa, y casi todo el tiempo se la había pasado esquivando. Había imaginado este combate en su cabeza cientos de veces, y estaba desarrollándose casi como lo había planeado, excepto que la magia de Riku era el doble de poderosa de lo que había imaginado. Estaba cargando un extraño artefacto en la espalda que la estaba potenciando, una especie de ataúd blanco diminuto. Mori, Nana y Suki no lo dejaban acercarse para hacerle daño. El gigante de tierra compensaba con creces la ausencia de Masaki...

Pensar en Masaki le dio la clave para resolver el misterio. Al principio se negó a creerlo, ¡no era posible que le hubiesen hecho a su propia hermana! Entonces los recuerdos de Zeferino le confirmaron que sí, era totalmente consecuente con la personalidad del escuadrón ejecutor favorito del Dios Dragón de Fuego, Placidus Manibus.

Ni siquiera estaba lejos de los estándares de Zeferino cuando le era fiel al Dragón del Viento.

―Creo que su fuerza es proporcional a la que tendría Zeferino de seguir con vida. Puede que la suerte de este clon sí sea mejor. Mira lo que pasó con mi ataque. Y estamos combatiendo en su elemento, nuestros discos flotantes no pueden competir con su movilidad aérea. Nosotras somos más y contamos con estos amuletos que nos dan visión nocturna, sin embargo su conexión con el viento nos vuelve a sacar ventaja en esos aspectos. ―Argumentó Nana.

―Suena problemático. ¿Y entonces que hacemos? ―Preguntó Suki con preocupación y placer a la vez.

―¡Lo más sádico por supuesto! Lo seguimos atacando sin tregua hasta que cometa un error. ¡Será como matar a Zeferino de nuevo, únicamente que esta vez lo podremos disfrutar más! ―Celebró Nana con un brinco de alegría sobre su disco flotante.

Suki demostró su aprobación con una sonrisa depravada.

Mori suspiró dentro de su máscara de metal. Estaba aliviada; no se consideraba muy inteligente, por lo que se sentía más a gusto cuando alguien de confianza le ordenaba qué hacer.

El gigante de tierra pareció atender las palabras de las dos y comenzó a aproximarse a Celestino, por lo que él concluyó que Riku disponía de algún medio para escuchar a sus hermanas.

Celestino suspiró, y con el aire exhalado construyó una barrera sobre sí mismo. No podía hacer otra cosa que resistir. No le importaba morir, si con ello las palabras de Key se volvían realidad. El viento le había traído todas las palabras que se habían cruzado entre las dos.

La prioridad era que Melodie pudiera vencer al Dios Dragón del Fuego.


...


―No puedo, no puedo hacerlo, Si intento cantar ahora, los voy a matar a todos, como hace diez años. ―Se lamentó Melodie con voz chillona y temblorosa.

―Ese celular no era un medio para tu poder: era una prisión. Si no dominas tu poder, nunca podrás ser una de nosotros, ni podrás ganar contra nosotros. ―Sentenció Key, sus ojos azules más duros que el acero.

―¿Nosotros?

―Nosotros, los verdaderos monstruos.

Melodie lo consideró por un instante, enfocar su canción de tal modo que únicamente fuera escuchada por las hermanas de Zeferino. Y recordó a su abuela, a Carmen, y a todos los desconocidos cuyas vidas arrebató sin querer.

Observó a Celestino.

Sintió su corazón palpitando por la ira y el temor.

Su cuerpo siguió paralizado por la indecisión.

Key se sacudió su cabello rubio con su mano libre, la otra sosteniendo su mandoble. Era consciente de que su tiempo en este mundo estaba llegando a su fin. Dejar morir a Celestino no era una buena elección, pero era la correcta.

O eso creía.


...


Riku, Mori, Nana y el gigante de tierra estaban a punto de iniciar su danza fatal cuando tres bolas de fuego descendieron del cielo nocturno y forzaron a las tres primeras a retroceder. Las tres bolas de fuego viraron y colapsaron contra el coloso de tierra, que perdió un brazo tras una tremenda explosión.

Atahualpa descendió hasta detenerse al lado de Celestino y quedar flotando junto a él.

―¡Parece ser que llegamos justo a tiempo a la convención de rubios! ―Vociferó Atahualpa como un león.

Persea, montando a espaldas de Atahualpa, le otorgó a Celestino una mirada de desaprobación.

―Como siempre, eres un bueno para nada sin mi supervisión.

―Alpa, llegaste justo a tiempo. Per, ¿por qué te tardaste tanto? ―Habló Celestino, y les sonrió a los dos.

Atahualpa contuvo un alarido de alegría en su garganta. No era momento de celebrar que le hubiesen dado un apodo.

Luego Celestino miró con expresión interrogante al aparente robot que había llegado con ellos.

¡Saludos, Segundo Bastardo del Viento! ¡Soy la Unidad Kurobot, y estoy aquí para ayudarte en contra de mis deseos! ¿Desearías cambiar tu estado de Aliado a Enemigo? ¡Me encantaría matarte!

Celestino abrió sus ojos carmesí como platos.

―¿Kuro? ¿Quién te hizo esto?

―¡Hartwell! ―Corearon Atahualpa y Persea al unisono.

Los brillos carmesí se hicieron más intensos dentro del casco de Kurobot.

La Unidad Kurobot está convencida de que experimentas alegría al verme en mi actual estado.

―No me alegra verte así. Y estoy seguro de que Zeferino habría sentido lo mismo que yo. ―Afirmó Celestino con triste semblante.

Si no es alegría lo que sientes, ¿entonces qué es lo que sientes? ―Casi se pudo sentir una nota de temor en la monótona voz electrónica.

―Pena.

Kurobot nada respondió. Los resplandores carmesí dentro de su caso y cableado mermaron en intensidad.

―Entonces, ¿qué tenemos aquí? ¿Estas son las famosas quintillizas malvadas? Apenas veo tres. ¿Qué pasó, se comieron a las otras dos?  Lo deduzco por el cabello rubio, los ojos carmesí y sus caras de perras enloquecidas. ―Subrayó Persea, señalándolas con el dedo índice.

―¡Mori, esa tonta se cree más hermosa que nosotras! ¡Encargate de ella! ¡Quiero que desfigures su rostro! ―Ordenó Nana, celosa de la belleza de Persea.

La redonda máscara de metal asintió.

―¡Por mí está bien! ―Replicó Persea sin inmutarse.

―Me sorprende que no quieras interferir con el combate de Mel. ―Comentó Celestino.

―Mis ojos y mi mente funcionan mejor que los tuyos baboso. Ambas están llenas de moretones, por lo que concluyo que están empatadas en cuanto a su poder. Es mejor eliminar a las otras rubias primero, y luego dar respaldo a Melodie como grupo. Celestino, puedes encargate del gigante de tierra, ¿verdad? Eres el más indicado para ello.

Celestino asintió, no queriendo explicar su macabro presentimiento sobre el destino de Masaki.

―¡Uy, Persea tiene razón! ¡Esa chica lo está mostrando todo! ¡Oye, bruja de fuego! ¡Conozco tu dolor! ¿Quieres mis pantalones? ―Aulló Atahualpa.

Key lo miró como si fuera un insecto desagradable.

―Un momento Alpa, ¿bruja de fuego? ¡Yo no la he visto usar ningún hechizo de fuego! ―Cuestionó Celestino.

―Pues sí, esa hermosura de senos firmes y pequeños es definitivamente una bruja de fuego. ¡Está más caliente que yo, y no lo digo porque esté desnuda!

―Suficiente, ya no toleró escucharte más. Por lo menos ve y vence a la bocazas, Pie Pequeño. ¡Kurobot, contra la otra! ―Pronunció Persea, brincando de la espalda de Atahualpa.

Antes de estrellarse contra el suelo, Persea tiró unas semillas debajo de ella; en un parpadeo surgieron un montón de hojas enormes que amortiguaron su caída.

―¿Y cuando se convirtió ella en nuestra líder? ―Inquirió Atahualpa.

Nos ordena que hacer porque es la más fría y calculadora entre nosotros. ―Declaró Kurobot.

―Eso no lo voy a discutir. ―Comentó Celestino.

Los tres se separaron.

Atahualpa flotó hacia Nana.

Kurobot apuntó sus propulsores hacia Suki.

Celestino dejó que el viento lo llevase hacia el gigante de tierra.

Por un momento, Celestino y Melodie intercambiaron una mirada de preocupación.


...


Mori hizo descender su disco flotante y pisó la terraza con sus propios pies. Aplastó una de las hojas que Persea había creado.

―¡Vaya! Es muy amable de tu parte el ponerte a mi nivel para nuestra pelea. ¿Estás segura de que tú no quieres usar tu disco flotante?

La máscara de metal de Mori se movió de un lado al otro, en señal de negación.

―Como quieras. Pero te lo advierto: me voy a apoderar de tu disco flotante cuando te mate. Por cierto, ¿por qué no hablas? ¿Acaso el trol se comió tu lengua?

El ambiente alrededor de Persea cambió. Ya no estaba en la terraza de un quinto piso, sino en una habitación subterránea, con luces y aire artificial. No solamente la veía, Persea también lo olía, e incluso la sensación de dureza bajo sus zapatos había cambiado.

―Oh, esta es una manera muy particular de Comunicación. Tú eres la que construye ilusiones que engañan los cinco sentidos, ¿correcto?

La máscara de metal asintió. Luego Mori hizo un gesto con la mano para llamar la atención de Persea hacia donde se estaba desarrollando la batalla final de Zeferino contra las quintillizas.

Persea no disfrutó presencias una batalla tan desesperada. Ni siquiera sabía si podía considerar a Zeferino como un amigo, no había departido tanto con él como con Celestino. Y con este último tenían ese tipo de amistad particular en la que se la pasaban chocando sus cabezas por la más mínima cosa.

Aún así... Zeferino había sido alguien muy querido para Melodie, y había luchado con tanta desesperación, superado en número, empeñado en proteger la vida normal de Melodie a toda costa.

Persea apretó los puños y los dientes. Sabía que Mori le estaba mostrando eso para alterarla y estaba teniendo éxito. Desde que se había vuelto inmortal su ira se disparaba con suma facilidad.

―Gracias, eso fue muy educativo. Debo informarte que me prometí a mí misma que iba a castigar a todos aquellos que hicieran sufrir a Melodie. Y tú eres una de las responsables de su angustia por la desaparición de Zeferino. Por eso te voy a matar.

El ambiente volvió a cambiar. Regresó la terraza, pero Mori había desaparecido sin dejar rastro. En cambio habían salido de la nada Melodie, Celestino y Atahualpa, alineados en círculo a su alrededor: la estaban aplaudiendo y felicitando, todos con sonrisas y ojos perdidos como si estuvieran drogados.

El semblante de Persea se hizo más oscuro.

―Oh, ¿acaso es una broma de mal gusto? ¿Se supone que quieres hacerme creer que esos son mis verdaderos amigos? Esperaba una producción cinematográfica de mayor calidad de alguien que puede jugar con mis cinco sentidos.

Persea pudo sentir un tajo de cuchillo sobre su rostro, seguido por uno y otro: la hoja describió surcos sobre su cara, con tanta violencia que uno de sus ojos verdes se salió de su cuenca y quedó colgando de un fino tejido carnoso.

Persea pareció convulsionar por el dolor; en realidad se estaba retorciendo por la risa, lo que quedó muy claro cuando se regeneró en un santiamén. El ojo regresó dentro de ella produciendo un sonido similar a destapar el corcho de un vino.

―¿Acaso me la voy a pasar combatiendo estúpidos? ¡Yo soy la Flor Inmortal! ¿Es que no entienden lo que eso significa? ¡Un ataque como ese no es nada para mí!

Sus tres falsos aliados se lanzaron sobre ella, cuchillos en mano, con expresiones de ira. Todas las hojas atravesaron a Persea sin hacerle daño; ella ni siquiera había intentado esquivar.

Nuevamente un cuchillo invisible la hirió, esta vez en el estómago. Nada más la punta se había hundido contra su carne, pero Persea se arrojó sobre el arma para que todo el filo se metiera dentro de ella hasta el mango. Luego puso sus manos sobre el brazo de la sorprendida Mori.

―¿Sabes, Mori? El dolor es algo que está más relacionado al sistema nervioso que al sentido del tacto. Tuve que enfocarme en el dolor para estar segura de atraparte a ti y no una mera ilusión. Sólo me resta despedirme: fue un placer conocerte, gracias por legarme todas tus posesiones.

Mori experimentó una agonía tremenda cuando su mano fue triturada de un mordisco por el estomago de Persea, cuyo interior tenía poco de humano y parecía más la versión mutada de una planta atrapamoscas. De inmediato sus jugos gástricos la atacaron con un ácido corrosivo.

Pronto el mismo destino recayó sobre el brazo, el hombro, la cabeza, el torso y las piernas de Mori, quien se rebatió hasta su último aliento.

Persea no duro hinchado mucho tiempo: absorbió los nutrientes en un instante. Después de que la herida de su vientre se cerró, Persea empezó a vomitar todos los artefactos mágicos que Mori había poseído.

―¡Puaj! Uf, creo que ese fue el último, A ver, ¿qué tenemos por aquí? Tres anillos con los símbolos de un ojo, una nariz y una oreja, respectivamente. Supongo que para ver, oler y oír. ¿La máscara es mágica? No, sólo apesta. Un brazalete, me pregunto para qué. ¡Oh, esto controla el disco flotante! Conveniente. Luego descubriré para qué sirve lo demás. Por ahora, ¡voy ayudar a Melodie!


...


Kurobot aceleró sus propulsores hasta alcanzar la velocidad Mach 2 y se arrojó a sí mismo como un proyectil balístico contra Suki.

―¿Cómo se atreven a enviar un juguete hojalata contra mí? ¿Creen que puede vencerme porque mi Obsesión no servirá contra él? ¡Lo destruiré con uno de los obsequios del Dios Dragón del Fuego! ―Vociferó Suki.

Ella apuntó a Kurobot con una varita mágica. La madera permaneció inerte dentro de su mano. Su disco dejó de flotar y su pierna de metal se hizo más pesada, lo que la hizo perder el equilibrio y entrar directamente en dirección de colisión contra Kurobot. Sus amuletos de protección de toda clase se desactivaron al mismo tiempo.

―¿Qué? ―Fue lo único que Suki tuvo tiempo de decir para expresar su confusión.

Kurobot se la llevó por delante con su fuerza imparable: Suki bien podría haber sido un gato bebé y Kurobot un tanque de guerra.

Los pedazos de Suki cayeron por todos lados. Algo de sangre llovió sobre Persea, pero estaba bajo la ilusión de Mori y no lo notó.

¡Objetivo eliminado! ―Anunció Kurobot para sí mismo.

Echó un vistazo a su alrededor, su cuello emitiendo un ruido de pistones al girar.

¡Nuevo objetivo adquirido!

Kurobot ascendió muy alto y después cayó sobre el gigante de tierra de diez metros como si fuera un meteorito.


...


Nana contempló al hombre musculoso flotando frente a ella con magia de fuego y produjo un chasquido despectivo con la lengua.

Atahualpa contempló a la niña rubia con un brazo de metal que flotaba sobre un disco flotante y suspiró.

―Óyeme, niña bocazas, y óyeme bien. Sé que tienes un prontuario malévolo demasiado largo para una pre-adolescente de doce años. Pero hoy ya maté a la madre de Zeferino y no me siento con ganas de matar a una de sus hermanas. Si te das la vuelta y huyes a toda prisa nos vas a hacer un gran favor a los dos.

―¿Estás alardeando por haber vencido a ese vejestorio? No deberías presumir conmigo. Lena no me llegaba ni a los talones. ―Declaró Nana, sin alterar su expresión despectiva.

Atahualpa volvió a suspirar.

―Como quieras, niña bocazas. Tú única ventaja es que no sé cuál es tu magia.

Molesta por la repetición del insulto, la faz de Nana se trocó en una de ira.

―¡Desearás no haberme conocido, calvo insolente! ¡Te mostraré tu mayor temor!

―¡Ja! ¡Pues que pena para ti! ¡Yo no le tengo miedo a nada!

Nana se carcajeó como una villana.

―¿Conque no le tienes miedo a nada? ¿Entonces qué es eso?

―¡Aaaaaagh! ―Gritó Atahualpa asustado.

Una cabeza de zombi había nacido de su poderoso hombro y estaba a punto de hincar sus dientes podridos sobre su carne cuando Atahualpa se rodeó con llamas y lo incineró en un parpadeo.

Atahualpa jadeó con pesadez, sus grandes pectorales tensos y una capa de sudor encima de toda su piel; no por el esfuerzo sino por el pánico.

―Eso, no, fue, nada. ―Afirmó Atahualpa con muy mal fingido valor.

―¿Eso crees, en serio? ¿No piensas que cientos de cabezas de zombis son peor que una?

Atahualpa comprendió que Nana lo había manipulado para incrementar su temor. Saberlo no le ayudó a controlarse. Hizo lo único que estaba bajo su control y se cubrió con llamas de pies a cabeza.

Las cabezas de zombi surgieron por todo el cuerpo de Atahualpa, y eran quemadas tan pronto como aparecían. Sin embargo el maná de Atahualpa se estaba agotando con rapidez, las cabezas no cesaban su ataque constante, y él tenía que soportar el dolor de las cauterizaciones para que las heridas no siguieran sangrando.

Aunque Atahualpa era un hombre de fortaleza superior, ni siquiera él podía atacar y defenderse al mismo tiempo en una situación semejante. Su única tabla de salvación era su llama azul. Lo malo es que había demasiados ojos en el campo de batalla, y no quería revelar uno de los secretos ancestrales de su Aldea.

―¡Muere! ¡Muere! ¡Muere! ―Chilló Nana una y otra vez con sádico placer, más inapropiado y asqueroso por provenir de una niña.

Atahualpa seguía indeciso cuando una bola de fuego colosal lo golpeó en la espalda.

Nana levantó la vista y apuntó a Key con un puño furioso.

―¡Oye, no seas entrometida! ¡No necesito tu ayuda!

―Ella no te estaba ayudando a ti. ―Afirmó Atahualpa.

Nana intentó esquivar pero ya era tarde. Se vio atrapada por una esfera de fuego. Si bien las llamas no la tocaron, no tenía escapatoria alguna. El calor era tan intenso que su sudor se evaporó.

―Te presento mi nueva técnica: ¡Prisión de fuego! Me inspiré un poco en la bruja Lena. Voy a consumir todo el oxigeno en un perímetro de tres metros sobre ti. No intentes moverte o te vas a quemar. Te prometo que haré desaparecer las llamas en cuanto pierdas el conocimiento.

En cuanto pronunció esa frase, Atahualpa se vio sorprendido por el ataque suicida de Nana, quien atravesó la esfera de fuego para arrojarse contra él.

Nana no había contado con que sus ojos se iban a derretir tan rápido ni que Atahualpa la iba a esquivar tan fácilmente, a pesar del horror que experimentó al ver a la niña en llamas, él era un guerrero bien entrenado por encima de todo.

Atahualpa vio el cuerpo de la niña caer, tan consumido que lo poco que seguía resistiendo las llamas se desbarató por completo al estrellarse contra el suelo.

―¡Qué demente! ¡Le dije que no lo hiciera!

Atahualpa se obligó a calmarse. Desactivo el fuego sobre sí mismo y contempló las múltiples quemaduras que se había producido para evitar ser masticado por las cabezas de zombis.

―Tal vez haya sido lo mejor. Aunque era una niña era una loca peligrosa. Ahora lo importante es determinar en qué bando está la chica desnuda.

Cuando levantó su vista, vio que Key había encerrado a Persea en una esfera de fuego muy similar a la que él había inventado, y con resultados idénticos: el gritó helado de Persea le heló la sangre.

Atahualpa hizo arder su fuego a máxima capacidad y ascendió como un fénix, liberando su grito de guerra.


...


El taladro de viento, dentro del cual se había metido Celestino, penetró el gigante de tierra sin problemas hasta llegar a la única cámara de aire en la cual se ocultaba Riku.

Sin demora, Riku manipuló el interior del gigante para desplazar su espacio seguro y aplastar a Celestino al mismo tiempo. Creyó haberlo logrado, pero pronto él se introdujo de nuevo dentro de su espacio seguro. Tres veces más lo intentó, y las tres veces Celestino la siguió sin dificultad.

―¡Imposible! ¡Estamos en un espacio cerrado! El viento del que dispones es limitado, ¿cómo es que te mueves aquí adentro tan bien como allá afuera?

―Nuestras hermanas estaban caso en lo correcto, sobre cómo pude pelear con ustedes cuatro al mismo tiempo. Disculpa, por un momento olvide que son las hermanas de Zeferino, no las mías.

Riku lo intentó aplastar de nuevo. Además de esquivar su ataque, Celestino desapareció de su vista. Ni siquiera lo pudo sentir tocando la tierra, lo que era un sinsentido, porque siguió oyendo su voz como si lo tuviera al lado.

―Hace cuatro años, las cinco combatieron contra Zeferino. Él murió luchando contra ustedes. Aunque no estuve allí, lo supe en cuanto se acercaron a atacarme. Mi creador no murió en vano: él las marcó.

―¿Nos marcó? ¿A qué te refieres? ¡Hemos sidos revisados cientos de veces desde entonces!

―Es una marca muy sutil, diseñada específicamente para ser percibida por el mismo tipo de magia que la puso allí. Ningún detector ni anulador puede destruir lo que no puede sentir. Creo que Zeferino la puso allí para Melodie.

Riku hizo que su gigante de tierra arrojase chorros de tierra por todos lados, tanto en su interior como en el exterior, con la esperanza de que alguna roca al azar le partiese la cabeza a Celestino.

―Nunca me vas a dar con ese tipo de técnica. Estás tan acostumbrada a contar con el respaldo de tus hermanas que nunca aprendiste a pelear sola.

Riku quiso gritar para acallar la etérea voz de Celestino y no pudo: no había aire dentro de sus pulmones. Intentó inhalar, y el aire se negó a entrar a sus pulmones. Sus piernas le fallaron. Antes de caer en la oscuridad absoluta, vio a Celestino sacar la mitad de su cuerpo del dorso de la propia mano derecha de ella; se había escondido dentro de la dichosa marca de Zeferino.

El gigante de tierra se deshizo en una lluvia de escombros. Celestino cargó a Riku en sus brazos. Luego manipuló el viento y ambos bajaron hasta la calle de cemento, donde la depositó a ella con cuidado.

―¡Celestino! ¿Estás bien? ―Lo llamó Fernando.

Detrás del hermano de Melodie llegaron corriendo sus padres con caras muy pálidas.

La respuesta de Celestino fue cortada por Kurobot, cuya pesada bola de metal destrozó la cabeza de Riku como si hubiese sido un huevo podrido, rojo y sanguinolento que esparció sus sesos por doquier.

Fernando se paró en seco y se rodeó a sí mismo y a sus padres con una barrera. Estos últimos gritaron ante la espeluznante explosión cerebral.

―¿Qué rayos hiciste Kuro? ¡Ya la había derrotado! ¡No tenías por qué matarla! ―Protestó Celestino enojado.

¡Una de mis directrices secundarias prohíbe la existencia de cabos sueltos!

Antes de que Celestino pudiese replicar, Kurobot alzó su bota nuevamente y la descargó con violencia sobre Riku, partiendo su espalda en dos, junto con el pequeño ataúd blanco que había estado cargando todo el tiempo.

¡He confirmado la defunción de todas las hijas del Dios Dragón del Viento! ¡Procedo al inicio de la Fase Dos!

Celestino se puso en guardia, esperando la traición de la versión robótica de su hermano. A pesar de su preparación, un temor atávico lo invadió cuando se abrió el compartimiento del pecho de Kurobot, escupiendo la deformada cabeza de Melodie, con un cabello negro demasiado largo, dientes afilados y triangulares como de tiburón, y nada más que tentáculos por debajo del cuello para arrastrarse.

Esta vez no solamente gritaron los padres de Melodie.

Kurobot señaló a Fernando con su dedo índice de metal.

¡Silencio! ¡Hermano de Melodía de la Muerte, permite que esta cabeza te asesine!

Fernando miró al desconocido robot como si fuera la cabeza flotante de un pollo.

―¡Kuro! ¿Qué es lo que pretendes? ―Gritó Celestino confundido.

¡Ejecutar el plan trazado por el Mago Hartwell, encomendado a Blaise el Fabricante! ¡Restaurar el poder de Melodía de la Muerte a un cien por ciento, eliminar al Dios Dragón del Fuego y a todos aquellos con la Marca de los Dragones, incluidos tú y yo, hermano!


...


A partir de este punto los sucesos de aquel día son inciertos. Los hechos indican que Key desapareció de este mundo, al igual que el Dios Dragón del Fuego. Solamente una ciudad pereció ese día, ¿qué son millones en comparación a billones, incluso si hablamos de vidas?

Otro hecho interesante es la barrera que protege nuestra dimensión, una barrera que se ha determinado impide que seres de otras dimensiones puedan invadir nuestro plano de existencia. Más investigaciones siguen en curso, aunque el consenso parece ser unánime sobre la función de la barrera.

Se sabe que Blaise el Fabricante sigue con vida, y está atrapado en una silla de ruedas que siempre es empujada por una especie de robot. Otra figura robótica, con un estilo más femenino, también ha sido vista a su lado. Blaise se niega a conceder entrevistas y lleva una vida de ermitaño.

Los únicos que siguieron siendo personas públicas fueron la Flor Inmortal y la Llama en la Mano, famosos aventureros. Ellos dos han sido las principales figuras en la transición hacia una sociedad completamente mágica. De acuerdo a comentarios de ellos dos, Melodía de la Muerte y su esposo se han retirado para formar una familia. Siempre y cuando la línea de sangre de Melodía de la Muerte siga con vida, la barrera que nos protege de los Dioses Dragones se mantendrá en pie. Por esta razón la Flor Inmortal y la Llama en la Mano insisten en que no los busquen y les permitan mantener una vida privada y tranquila.

La tumba del hermano de Melodía de la Muerte se convirtió en un lugar de peregrinaje, por lo que la familia debe prohibir la entrada de vez en cuando cuando quieren tener un momento de duelo privado.

Hay quienes se niegan a creer que los Dragones hayan desaparecido por completo, y los siguen buscando, pues aún creen en sus promesas de eterna felicidad, en un mundo lejano que para algunos es el cielo, para otros el infierno, y para otros algo peor.


...


Capítulo 32              Índice


Nota de autor (22 de Octubre de 2.020)


Lamento profundamente el final apresurado pero no tuve tiempo para más.

Muchas gracias a todos. No sé cuánto tiempo va a pasar para que vuelva a publicar en el blog de Rhaidot o en cualquier otro lado, pero que nadie me espere sentado porque no va a ser pronto.


Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

Gracias por leer.


sábado, 10 de octubre de 2020

Memorias de un mago enamorado 32

Capítulo 31              Índice           Capítulo 33

Memorias de un mago enamorado

 

Foto original por Photos Hobby
Foto original por Photos Hobby


Capítulo 32: El ascenso de la máquina


Erase una vez una rubia de cuerpo perfecto montando a horcajadas sobre la espalda de un calvo musculoso que iba volando gracias a su magia de fuego.

No habían sobrevolado mucho cuando Atahualpa abrió la boca de nuevo.

―Explicame algo Persea. Si querías llegar lo más pronto posible con Melodie, ¿no habría sido mejor un taxi?

Persea contuvo la tentación de darse una palmada en la frente porque no quería que Atahualpa se diera cuenta que ella había sido una completa idiota.

Por supuesto que mi bicicleta impulsada por mis plantas es más veloz que un simple taxi. Lo malo fueron esos tipejos que me empezaron a seguir bajo la absurda creencia de que si tenían sexo conmigo ellos también iban a adquirir dones mágicos porque yo soy una bruja.

Atahualpa casi rompió su propio cuello de toro al girar su cabeza con demasiada brusquedad para ver a Persea con una mirada de regocijo infantil.

―¿Las mujeres ordinarias quieren tener sexo conmigo ahora mismo? ¡Este es el momento que he estado esperando toda mi vida! ¡El repentino momento en que me vuelvo popular con las chicas y puedo procrear un digno heredero de mis antepasados!

Persea lo sacudió por los hombros con violencia, sin miedo a una caída fatal.

―¿Qué tonterías dices Pie Pequeño? ¡No te puede aprovechar de la idiotez de los demás! ¡Eso está mal!

―Persea, das demasiada cantaleta para ser tan hermosa, no seas amargada. No creo que podamos salir juntos a conquistar chicas con esa actitud tan negativa.

―Yo soy mujer de una mujer, no tengo interés en andar ligando chicas por ahí.

―Además, no pienso aprovecharme de ellas: las voy a sacar de su error. Sin embargo, eso puede darme la oportunidad de conocer a una chica linda, invitarla a tomar algo. Ya sabes, una cosa puede llevar a otra.

―Vaya Pie Pequeño, pasaste de sonar como un abusador sexual a un perdedor total.

―Por cierto, ¿podrías dejar de llamarme Pie Pequeño? Me estás acomplejando.

―¡Me comprometo a no llamarte Pie Pequeño si cierras la boca y vuelas lo más rápido que puedas!

Menos de un minuto después, Atahualpa volvió a hablar

―Persea...

―¡Juro por el Mago Hartwell que te voy a partir la cara Pie Pequeño!

―Persea, ¿es eso un jodido robot? ―Preguntó Atahualpa apuntando con un dedo.

Ella siguió con la vista la dirección señalada por el índice y descubrió lo que parecía ser un robot que se aproximó volando hasta quedar en una ruta paralela a la de ellos, a un metro de lejanía.

Era como ver una armadura medieval modernizada. El metal era blanco y reluciente, probablemente una aleación que se veía casi irrompible a la vez que conservaba cierta flexibilidad. A través de las coyunturas en las placas de la armadura se podía percibir un exoesqueleto de un metal negro, junto con un montón de cables perfectamente alineados que resplandecían con un color carmesí, dando la impresión de que en esos puntos su sistema sanguíneo estaba expuesto a la vista de todos. Era como ver un robot de juguete que era tan grande como un niño de diez años. Tenía compuertas retráctiles (en las suelas de sus botas, las palmas de sus guanteletes y en la espalda) de las cuales eran emitidas ondas propulsoras que le permitían volar tan bien como Atahualpa. El visor de su casco era una línea tan ajustada que lo único que se podía ver eran dos brillos de color carmesí, el mismo color que en sus cables.

El robot les enseñó el dedo medio de su mano derecha y les habló con una voz electrónica que por alguna razón Persea sintió familiar, y al mismo tiempo le produjo un escalofrío.

Saludos, Lesbiana la Flor Inmoral y la Llama en el Pie Pequeño. Soy la Unidad Kurobot y estoy aquí para destruir a los enemigos de Blaise el Fabricante Inválido. ¿Desean actualizar su estado de aliados a enemigos? ¡Me encantaría matarlos a ambos!

Decir que una rubia, un calvo y un robot estaban recorriendo los cielos a mitad de la noche sonaba más como el principio de un chiste que una descripción de lo que estaba sucediendo.

―Pues, creo que queremos evitar todos los conflictos innecesarios que puedan retrasar nuestro desplazamiento, al menos hasta que nos reunamos con nuestros camaradas. Así que, ¿podemos seguir siendo amigos, amable Señor Robot? ―Propuso Atahualpa, manteniendo una prudencial separación de dos metros.

¡Pues que lastima! ―Exclamó Kurobot como si fuera una frase de una canción electrónica.

―¿Kurobot? Me suena de algo. Voy a analizarlo, no estoy segura de que sea realmente un robot. ―Dijo Persea.

―Déjame ahorrarte el maná Persea; no es un humano, no tiene el calor corporal de uno. ― Compartió Atahualpa.

―Es mejor que me dejes los análisis a mí, Pie Pequeño. Ahora guarda silencio, por favor, y no me vayas a dejar caer. No quiero perder tiempo al tener que regenerarme.

―¿Qué?

―Silencio.

Atahualpa sintió como los tiernos muslos se apretaron más contra sus caderas. También hicieron lo mismo los brazos de ella sobre el cuello de él, y como resultado de todo el estrechamiento anterior, pudo sentir con mayor precisión los pechos perfectos sobre su espalda.

―Persea, en una escala de uno a diez, ¿qué tan lesbiana eres?

―Once. Ahora guarda silencio o te arranco los ojos.

¡La unidad Kurobot ofrece su asistencia con dicha labor!

Tras un minuto, Persea volvió a abrir sus ojos verdes.

―Pude detectar tres elementos de vida orgánica: su cerebro, y sus ojos carmesí.

―¿Tiene los ojos carmesí? ¡Oh, tienes razón! Son iguales a los de Celestino. ―Exclamó Atahualpa.

―No es una coincidencia. ―Concluyó Persea, que ya había deducido la identidad de Kurobot.

Afirmativo. La Unidad Kurobot era hermano del difunto Bastardo del Viento conocido como Zeferino, y ha llegado a la conclusión de que el Segundo Bastardo del Viento conocido como Celestino también puede ser considerado como un hermano por la Unidad Kurobot, lo que simplifica mi sentimiento de odio homicida hacia un completo desconocido.

Atahualpa y Persea intercambiaron miradas de preocupación de soslayo.

―Sé un poco sobre él. Era un niño cuando lo vi morir, y un completo psicópata. Era un asesino serial de magos y brujas que estuvo activo hace cuatro años. ―Explicó Persea.

―¿El Dios Asesino no era más que un niño? Lo estuve investigando porque sospeché que había matado a alguien de mi Aldea. Dejó de matar justamente cuando empecé a seguir su rastro. ¡Espero que haya sufrido mucho tras convertirse en un robot!

Los términos correctos son organismo cibernético, ciberhumano o cyborg. ¡Y yo también te odio, maldito calvo ignorante! ―Canto Kurobot con su timbre electrónico.

―Pues tuviste suerte de no encontrarlo Pie Pequeño. Kuro tenía la habilidad de anular todo tipo de magia. No creo que pudieras contra eso.

Atahualpa tuvo que morderse la lengua porque se suponía que nadie por fuera de la Aldea debía conocer sobre su llama azul. Por suerte para él, Kurobot sintió la necesidad de intervenir.

¡Y todavía lo puedo hacer! De no ser por mis órdenes, ya los habría hecho caer. A esta altura la probabilidad de muerte para la Llama en el Pie Pequeño es de sesenta y siete por ciento.

―Su rango de acción es de tres metros. ―Añadió Persea divertida.

Atahualpa se alejó hasta los cuatro metros en su trayectoria de vuelo compartido, nada más para estar seguros.

¡Subiré los decibelios de mi voz para que puedan seguir escuchándome malditos cobardes!

―Kuro era el hermano menor de Zeferino. Asesinó a aquellos magos y brujas para llamar su atención. Luego secuestró a Fernando, el hermano menor de Melodie, por lo que Zeferino fingió su muerte y lo atacó cuando menos lo esperaba, así rescatamos a Melodie y a Fernando. Lo que no sabíamos entonces era que uno de nuestros amigos era en realidad Jiro, otro hijo del Dragón del Viento. Para ganarse nuestra confianza y engañarnos, Jiro mató a su propio hermano pequeño. ―Relató Persea con cierta amargura.

Se operó un cambio visible en Kurobot. Su vuelo se volvió irregular e inestable porque sus propulsores crecían y decrecían sin ritmo. Sus puños de metal estaban tan apretados que el resto de la armadura estaba vibrando.

¡Asesinaré a ese traidor!

―Me temo que eso no podrá ser, aunque puedes torturarlo si lo deseas. ―Comentó Persea con alegría mórbida.

―¿Qué? Lo que afirmas es contradictorio. ¿Ha pagado o no ha pagado por lo que me hizo?

Era un poco difícil tomar a Kurobot en serio porque sonaba como un mal cantante con autotune. A pesar de ello Persea habló con mucha seriedad.

―Jiro fue a buscarme. Consideré que la muerte era demasiado buena para él y lo convertí en una planta humana, similar a mí, porque no puede morir. Pero Jiro no puede defenderse, así que lo puedo lastimar todo lo que se me antoje, por siempre. Por eso te invito, Kurobot, no a asesinarlo, sino a torturarlo a tu gusto. Creo que tú y yo podríamos ser buenos amigos después de todo.

Al principio Kurobot no reaccionó. Luego se carcajeó como una computadora poseída por un demonio.

Por su parte, Persea sonrió con belleza y maldad.

Atahualpa los contempló por un rato y al final suspiró.

―Supongo que no soy quién para juzgarlos: yo acabo de matar a la mamá de Zeferino.

Persea puso cara de consternación. Kurobot redobló su risa de computadora demoníaca.

―¿Crees que Celestino se vaya a sentir mal? No eran su familia en un sentido literal. Y ambos eran malos personas. Aún así, él tiene las memorias de Zeferino. Celestino me cae bien, es un verdadero hombre. ¿Cómo no admirar a alguien que está dispuesto a permanecer al lado de una bomba nuclear? No quiero que sufra porque su pseudo-familia este compuesta de un montón de locos. ―Reflexionó Atahualpa.

―Para empezar, más respeto con Melodie. Y para terminar, Pie Pequeño, no tienes de qué preocuparte. Celestino se sentirá más tranquilo por la desaparición de aquellos que quieran lastimar a Melodie. ―Replicó Persea.

―Claro. Lo malo es que el primero en la lista es un Dios. ―Se quejó Atahualpa.

―Y también están sus guerreros de élite. ―Añadió Persea.

Nuestras probabilidades de éxito son del cinco por ciento. ―Anunció Kurobot con entusiasmo robótico.

―Vaya, parece ser que tenemos un optimista en el grupo. ―Bromeó Atahualpa para ocultar su desazón.

―Eso me recuerda. Kurobot se presentó en nombre de Blaise el Fabricante. Su nombre estaba en la lista de enemigos que el Dios Dragón del Fuego ordenó exterminar. Kurobot, ¿acaso Blaise estuvo en un Gremio junto con Melodie y Zeferino?

Afirmativo, Flor Inmoral. Ellos tres junto con Carmen la Exploradora fundaron Rumpitur Cordibus Quattuor.

―Comprendo. Todo parece indicar que Blaise es nuestro aliado aunque no lo conozcamos en persona. Para ser honesta, prefiero que Kurobot haya sido enviado por un extraño. Tenía miedo de que fuera un regalo de último minuto del Mago Hartwell.

Oh, pero yo sí soy un regalo del Mago Hartwell, quien me dejó en manos de Blaise el Fabricante para cuando llegase el día del fin del mundo, ¡qué es hoy!

Atahualpa extendió un par de metros más su distancia de seguridad entre ellos y Kurobot, lo que Persea aplaudió internamente.

Kurobot se carcajeó una vez más, produciendo el clamor de docenas de ollas siendo aporreadas hasta la completa destrucción.


...


Capítulo 31              Índice           Capítulo 33


Nota de autor


Para los que no hayan leído el encabezado de mi Twitter o Facebook, básicamente quedan como cuatro capítulos para el final de Memorias de un mago enamorado. Debo escribirlo a toda prisa porque a partir de la última semana de Octubre estaré bajo contrato con una empresa y ya no podré escribir mientras trabaje con ellos.

Procedo a copiar aquí mi nota de despedida

...

"Con mucho pesar debo anunciar mi retiro de Rhaidot.

¿Por qué?

Hace casi un mes envié una hoja de vida a una empresa, algo que llevó haciendo durante años. Sólo que está vez sí me llamaron a un examen, y de alguna manera lo hice suficientemente bien como para que me ofrecieran un contrato. Es una oportunidad de empleo excelente que no puedo rechazar. La cuestión es que la empresa maneja una clausula de exclusividad y debo dedicar todo mi tiempo a trabajar con ellos, so pena de arriesgarme a una demanda.

Así que a partir de la última semana de Octubre me será imposible escribir por razones legales.

Toda mi vida he intentado ser un escritor, desde los 8 años. Lo que más quería era poder vivir de mis escritos. No lo pude lograr. Creo que en parte es mi responsabilidad, porque a veces hice las cosas bien, sin embargo la mayor parte del tiempo no fue así. Tener éxito como escritor también es cuestión de suerte, casi como comprar un billete de lotería, y yo no compré el billete ganador.

Siempre quise saber lo que se sentía ser un Mangaka, pero no así. Siento como si Memorias de un mago enamorado hubiese sido cancelado justo cuando entró a su fase final, un corte tan profundo que alcanzó a Mi mujer es una serpiente que ya estaba en su revisión final. Voy a procurar escribir un final apropiado para Memorias de un mago enamorado, aunque considero inevitable que los lectores lo sientan apresurado. Parece apropiado para una historia que yo mismo acepto tuvo mucha influencia de Bleach.

Hoy mismo voy a cerrar mi Patreon para evitar que mis patrocinadores reciban un cobro adicional. No creo que vaya a seguir activo en mis redes sociales, porque puede ser hasta contraproducente para mi nuevo trabajo.

Es justo reconocer que la persona con quien más estoy en deuda es @Melathana pues siempre me apoyó para que yo fuera mejor escritor y mejor persona. Ella me tuvo la paciencia que yo no tenía ni para conmigo mismo. A ella le hago entrega de las llaves de Rhaidot para que abra la puerta hacia la escritura, si ese es su deseo.

No descarto la posibilidad de regresar como escritor, pero no será pronto. Podrían ser cinco, diez, veinte años o más, o simplemente nunca. No lo sé.

Tuve suerte de ser reconocido por algunas personas, ya fuera como traductor o escritor. Me siento muy afortunado y agradecido por todas las personas que me apoyaron, como lectores o patrocinadores, a todos dedico mis más sinceros buenos deseos."


Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

Gracias por leer.


domingo, 4 de octubre de 2020

Memorias de un mago enamorado 31

Capítulo 30              Índice           Capítulo 32

Memorias de un mago enamorado

 

Foto por Richard Felix
Foto por Richard Felix


Capítulo 31: El ascenso del fénix


Al abrir los ojos, Atahualpa se sintió borracho. Sólo se había embriagado una vez, para su cumpleaños número dieciocho. Ese día pudo probar la chicha fermentada que únicamente era fabricada en la Aldea Pielroja, usando el jugo de la caña, cascaras de piña y un ingrediente secreto.

Lo primero que él hizo fue pensar en ese día no tan lejano, porque se había sentido igual que ahora: mareado, desorientado y débil. Además. el panorama que tenía ante sus ojos era muy similar, pues era de noche, las estrellas titilaban brillantes, una fogata cercana crepitaba y su luz calurosa lo estaba haciendo sudar. Y estaba rodeado de todos los adultos que vivían en la Aldea Pielroja, todos danzando y pegando alaridos. Aunque había algo diferente. Para su cumpleaños habían estado celebrando, en cambio ahora estaban plañendo, llorando y lamentándose.

Intentó ponerse de pie sin éxito, su cuerpo le resultó demasiado pesado.

―Si esto es el cielo, debo decir que estoy bastante decepcionado. ―Comentó Atahualpa desde el suelo.

Una certera patada en los riñones lo infundió de la energía para ponerse de pie de un brinco.

―¡Anciana Tehuixtle! ¿Por qué me está pateando? ¡Casi me muero! ¡Necesito descanso y cuidados!

A pesar de que Tehuixtle seguía teniendo el cuerpo igual de frágil y su cabello tan gris como siempre, a Atahualpa le pareció que sus ojos tenían más vigor que nunca.

―Nada de que casi te mueres: te moriste y punto. La patada fue por querer ser chistoso cuando te acabamos de traer de regreso con tanto empeño. Todos los adultos sacrificaron un año de sus vidas y te lo dieron a ti como obsequio. ¡No es una situación para hacer chistes!

Atahualpa contempló a su pueblo. Habían dejado el bullicio y ahora guardaban silencio. En sus rostros las emociones se veían más acentuadas por la fogata: alegría, pavor, reverencia, preocupación.

―Yo ni siquiera sabia que eso era posible. ―Se excusó Atahualpa.

Un coscorrón en la cabeza, con mayor fuerza de la que habría esperado en un puño tan tembloroso como el de Tehuixtle, cogió a Atahualpa por sorpresa. Se retorció y se sobó la cabeza al tiempo que brincaba de un lado para otro.

―¿Cuál es su problema anciana Tehuixtle? ¿Y eso por qué fue?

Tehuixtle sonrió, una sonrisa muy pura, tan blanca como el anaco que tenía puesto en ese momento, demasiado reluciente como para no ser nuevo. ¿Dónde y cuándo y con qué dinero se lo había comprado?

―Eso fue por compararme con esa bruja del viento. ¿Creíste que no te había escuchado?

Atahualpa tuvo que hacer memoria para comprender a qué se refería Tehuixtle.

―¡Oh! ¿Eso? Nada más lo dije para hacer enojar a esa bruja. Aunque no pronuncié ninguna mentira: ella sí se veía más vieja que tú.

Tehuixtle le asestó un puñetazo en la boca del estomago que lo dejó boqueando por un buen rato. La falta de aliento le duro poco, pues el colmo de su paciencia lo infundió de una energía sobrehumana.

―¡Suficiente! ¡Eso ya fue demasiado! ¡Ni siquiera a ti te lo voy a permitir!

Atahualpa se abalanzó sobre ella para atraparla con sus fuertes brazos, dispuesto a cogerla por la cadera y cargarla por toda la Aldea.

No la pudo tocar; atravesó a Tehuixtle como si no estuviese allí. Él nada sintió cuando la traspasó, y por eso mismo la carne se le puso de gallina.

―Y mi golpe final, Noveno, fue porque nunca me llamaste mamá.

El amor que sentía por Tehuixtle estaba combatiendo con el temor a lo desconocido, porque para Atahualpa era más aterrador hablar con un muerto que enfrentar una muerte segura.

―Este es el ritual secreto que el Mago Hartwell enseñó a nuestro pueblo, hace ya casi quinientos años. Un ritual prohibido que toma una porción de la vida de todos los voluntarios, y que requiere que otra alma tome el lugar del fallecido en el reino de los muertos. Así como Primero se sacrificó por su hija Segunda, yo elegí sacrificarme por ti. No creí que me quedase mucho tiempo para vivir, así que me pareció un buen trato.

La comprensión y la tristeza se apoderaron del pecho de Atahualpa. Cuando habló, lo hizo con un hilo de voz que parecía a punto de romperse.

―Anciana tonta. Mala hierba nunca muere, pudiste haber vivido el doble que todos nosotros.

―Nuestra técnica no tenía por qué ser un secreto para ti, pero yo decidí que lo fuera así. Desde muy pequeño has estado usando tu llama azul para defendernos de un peligro tras otro. Ningún Atahualpa tuvo una carga tan pesada y a edad tan temprana. Aunque no te gusta, te afeitas la cabeza para no irte a quemar con tu propio fuego. Todo lo que hemos podido conservar de nuestra antigua riqueza fueron esas cenizas de fénix con las que te fabricamos esos pantalones, y sé que detestas andar mostrando tus pies por ahí. Es tanto lo que has hecho por nosotros, y tan poco lo que nosotros habíamos hecho por ti hasta ahora. Yo sabía que tu vida se iba a extinguir demasiado pronto, por lo que concebí este plan y recibí el apoyo de toda la Aldea, y nos comprometimos a no revelarte nada, porque seguramente te habrías opuesto.

Atahualpa echó un vistazo alrededor, a los rostros de su pueblo temeroso.

―Anciana Tehuixtle, yo soy el único que puede verte, ¿verdad?

Ella sonrió con benevolencia.

―Es correcto. Tú puede verme por el vinculo que compartimos en vida y muerte. Ellos deben creer que estás experimentando algún frenesí místico. Y podrían tener razón. Es egoísta de mi parte, querer despedirme de ti de este modo. Aproveché la oportunidad, ya que tenía que darte un mensaje importante.

Atahualpa respiró profunda y repetidamente para contener sus emociones. No quería llorar en frente de toda la Aldea.

―Noveno, nosotros queríamos darte la oportunidad de vivir larga y plenamente, pedirte que no volvieras a usar la llama azul nunca más. Sin embargo, ahora mismo la situación de la humanidad es precaria. El velo se ha roto, y pronto el caos se convertirá en violencia. Y lo peor es que el Dios Dragón del Fuego ha empezado a devorar seres humanos con la esperanza de acumular suficiente poder como para vencer a Melodía de la Muerte. Por el bien de nuestra Aldea, y del resto del mundo, debes reunirte con tus nuevos amigos y ponerle fin a esta locura, cueste lo que cueste.

Atahualpa asintió con su calva cabeza y luego se quedó cabizbajo, mirando sus pies pequeños, casi tan duros como la roca. La batalla inminente no le preocupaba. Era un guerrero disciplinado; sin importar el peligro, estaba preparado. Pero tenía un nudo en la garganta porque nadie le había enseñado a expresar sus emociones y ya no era el tiempo para aprender.

―Lo lamento, mamá. ―Fue lo único que él atinó a pronunciar, sin estar seguro de por qué se estaba disculpando específicamente.

Como Tehuixtle nada respondió, Atahualpa levantó la vista. Descubrió que Tehuixtle ya no estaba allí, había desaparecido sin dejar rastro. Tosió para reprimir el escalofrío que lo atacó. Pasado un minuto, se había recuperado lo suficiente como para hablar de nuevo. Se dirigió a su pueblo.

―¡Muchas gracias a todos por traerme de vuelta! ¡Daré lo mejor de mí para no morir tan pronto!

Con esas palabras, creo una explosión bajo sus pies y salió propulsado hacia el cielo nocturno. Por un largo rato los de la Aldea Pielroja estuvieron contemplando la estela naranja que Atahualpa había dejado tras de sí en el aire. Luego se fueron acercando entre ellos, se tomaron de las manos y empezaron a rezar. No habían escuchado a Tehuixtle, ni tampoco visto las noticias que anunciaban todo tipo de fenómenos aterradores e inexplicables. Pero compartían una conexión espiritual con su renacido líder, sentían que había partido a una nueva e ineludible batalla. Un conflicto inevitable de vital importancia para todos. La Aldea Pielroja rezó en unisono, como si fuera el fin del mundo.


...


Incluyendo su reciente pelea contra la bruja Lena, y el lejano incidente con el lobo de dos cabezas, Atahualpa se había visto obligado a usar su llama azul en ocho ocasiones. Los oponentes que habían forzado su mano eran variopintos. Un Ifrit de fuego, un trol zombi, un unicornio vampiro, un culto al Dragón del Viento, un culto al Mago Hartwell, un culto al Dragón del Fuego (les cayó muy mal que él hubiese rechazado convertirse en su líder y semental), una empresa internacional de esclavistas y un demonio sacerdote (o sacerdote demonio, nunca lograba recordar el orden correcto). Era evidente que él era un hombre bizarro y que sus aventuras habían sido bastante bizarre: no eran muchas las cosas que lo pudieran sorprender. Aún así, se quedó mudo cuando vio la escena protagonizada por Persea.

En plena carretera principal en dirección a la casa de Melodie, el transito vehicular estaba paralizado porque había como diez motos Harley Davidson  tiradas por doquier sobre el cemento, algunas estaban ardiendo en llamas y con las luces delanteras encendidas; las inesperadas fogatas en medio de la urbe le recordaron a Atahualpa la Aldea Pielroja que acababa de dejar atrás, y por un segundo se le encogió el corazón.

Los motociclistas tenían lentes oscuros aunque fuera de noche, y chaquetas sin mangas de cazarrecompensas de los años noventa.  Todos habían sido derribados de sus poderosas motos por las hiedras venenosas y enredaderas de Persea, que además les habían bajado los jeans y se les habían introducido forzosamente por el agujero que las personas por lo usual sólo utilizan para hacer deposiciones.

Persea se estaba encarnizando especialmente contra uno de los motociclistas que era más grande que los demás, lo que realmente no le había servido mucho contra ella, que lo estaba pateando en el estómago al mismo tiempo que sus plantas mágicas hacían lo suyo.

Atahualpa aterrizó al lado de Persea, quien cesó su terapia de patadas estomacales al recibir la brisa de brasas y cenizas encima.

―¡Persea, con un diantre! ¿Qué rayos estás haciendo? ¡No se supone que tratemos a los ordinarios de ese modo!

Persea respiraba con agitación por la ira. Sus ojos verdes centellearon y volvió a patear al motociclista repetidamente.

―¡Ellos empezaron! ¿Cómo se atreven a hacerme perder el tiempo cuando Melodie me necesita? ¡Cuando una dama dice que no, es no!

Persea se aseguró de encajar una patada en medio de cada pausa.

―¿Ellos iban a...? ―Atahualpa no fue capaz de finalizar la pregunta.

Persea asintió con fuerza, sacudiendo su largo cabello rubio. Luego fijó sus ojos verdes sobre él, con expresión desafiante.

Atahualpa se acercó a otro motociclista tumbado y también empezó a patearlo en el estómago.

―¡Cerdos! ¡Asquerosos! ¡Podridos!

Al ver eso, Persea recayó en la euforia y alcanzó a propinar tres patadas más cuando cayó en cuenta que, nuevamente, estaba desperdiciando el tiempo por culpa de la venganza.

―¿Qué demonios estás haciendo Pie Pequeño?

―Pues lo mismo que tú, ¿no? ―Replicó Atahualpa perplejo.

―¡Melodie nos necesita! ¡Vayámonos, de prisa! ¡Llévame volando o lo que sea!

―Bueno, está bien. Ah, ¿puedo tocarte? Digo, mejor dicho, súbete a mi espalda y agárrate de mi cuello, será menos agotador que si te cargo como princesa, no, pasa los brazos por encima de mi cuello.

―Pie Pequeño, ¿por qué sigues hablando tanto cháchara? ¡Vuela de una vez!

Los ciudadanos de bien, que habían huido despavoridos ante la Femme Fatale, regresaron cuando la vieron partir hacia el cielo celeste. Recogieron a los motociclistas y sus motos y los pusieron sobre los andenes, sin atreverse a perturbar la torturadora labor de las agresivas plantas. Lo importante era restablecer el transito vehicular, no ayudar a tipos problemáticos desafiando el nuevo orden mágico mundial del que todos estaban hablando.


...


Capítulo 30              Índice           Capítulo 32


Nota de autor (26 de Septiembre de 2.020)


La sesión de escritura para este capítulo se topó con algún mal-funcionamiento de Google Docs. No sé si pueda resolverlo pero lo voy a intentar.

Estoy en proceso de conseguir un nuevo trabajo, uno mejor pagado. Espero que eso salga bien, porque podría significar tener más tiempo y dinero para dedicar a mi escritura. Crucen los dedos por mí.


Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

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sábado, 26 de septiembre de 2020

Memorias de un mago enamorado 30

Capítulo 29              Índice           Capítulo 31

Memorias de un mago enamorado

 

Foto por Sumit Saharkar
Foto por Sumit Saharkar


Capítulo 30: Una llama azul


Atahualpa dejó de jugar con otros niños cuando cumplió siete años.

―No puedes perder el tiempo con juegos infantiles. Eres la raíz que debe ser alimentada con estudio y entrenamiento, para que puedas crecer y convertirte en un árbol sabio y poderoso. ―Sentenció la anciana Tehuixtle.

El joven de rizos tan negros como sus ojos odió la explicación. También detestó las horas de lectura, los ejercicios de respiración, los análisis de pictogramas, y de trotar hasta que las piernas ya no lo podían sostener. Todo eso para que pudiera manifestar la magia de fuego de su madre. ¿Por qué él era el único niño al que se le exigía tanto? La magia era un asunto de los adultos, y Atahualpa creyó que era injusto que se esperase tanto de él.

Dos semanas fueron suficientes para que tirase la toalla. Se escapó en la noche, corriendo sin rumbo hasta terminar perdido en un bosque, donde se topó con un lobo gigante de dos cabezas: el animal era casi tan grande como una casa.

El niño Atahualpa se quedó petrificado y se orinó en sus piyama. Las dos bocas dentadas se fueron aproximando, babeando ante la anticipación de la carne fresca.

―¡Atrás, bestia!

Quien así había gritado era Victorino, un tallador de madera de la Aldea Pielroja. Su magia le permitía elaborar figuras y utensilios de una delicadeza sin par. Pero Victorino no era un guerrero. Desenvainó su machete que nunca había usado para lastimar a un ser vivo y lo descargó en medio del hombro y del cuello del animal. Una cabeza aulló de dolor, y la otra trituró a Victorino entre sus fauces.

Al ver a uno de los suyos herido frente a él, la sangre de sus ancestros reaccionó; su espíritu guerrero despertó en la forma de una llama azul sobre la palma de su mano derecha.

Era la primera vez que el niño esgrimía un hechizo. Su sorpresa y maravilla inicial fue aplastada por el grito de dolor de Victorino. Bramando para acallar sus miedos, sus pies corriendo al compás de su acelerado corazón, Atahualpa llegó hasta el enorme lobo de dos cabezas y estrelló la llama azul contra el pecho peludo de la criatura.

El fuego azul se extendió por todo el pelaje como si de antemano le hubiesen echado gasolina. El monstruo dejó escapar a su presa: Victorino fue arrojado a un costado con brusquedad. Atahualpa se acercó a él y lo halló muy maltrecho, con demasiados cortes profundos. A pesar de su estado moribundo, Victorino le sonrió.

―Esa es, la llama de la vida. Es digna de…

Victorino escupió sangre por la boca, dejó caer la cabeza a un lado y falleció.

El lobo de dos cabeza se revolcó en la tierra y se lanzó contra los árboles produciendo mucho alboroto. Fue inútil, porque la llama azul no se propagó a ninguna parte excepto sobre sí mismo, y no se extinguió hasta que las dos cabezas dejaron escapar su último aliento.

Atahualpa siguió observando el cadáver de Victorino, ambos inmóviles como estatuas, hasta que llegaron otros miembros de la Aldea Pielroja que lo habían estado buscando por todos lados. Se lo llevaron cargado en medio de lágrimas y gritos de alegría. Un indio fortachón y silencioso cargó con el muerto al hombro y todos regresaron juntos a su hogar.

Victorino recibió el entierro de un héroe.

Dos días después se le ordenó volver a su entrenamiento. Atahualpa obedeció sin protestar. Al principio todos estaban muy contentos de la nueva y buena disposición de su futuro protector. Sin embargo, tras una semana se sintieron acongojados al no volver a escuchar al niño más gritón en la Aldea. Varios se reunieron y le comunicaron sus preocupaciones a la anciana Tehuixtle. Ella de por sí ya tenía sus propias reservas, por lo que se decidió a hablar con el niño justo a la hora de dormir. Tehuixtle era la líder temporal hasta que Atahualpa cumpliese los dieciocho años. Ella lo había criado desde siempre, pues su madre había muerto cuando lo había dado a luz, y su padre era un desconocido cuya identidad nunca se supo.

―Noveno, ¿por qué estás tan callado últimamente? ¿Es por la muerte del señor Victorino?

Atahualpa asintió. Tenía la cabeza sobre la almohada y una cobija que lo cubría hasta el pecho.

Tehuixtle titubeó. Se sentó al borde de la cama y le acarició los rizos de la cabeza. La mayoría de personas en la Aldea lo tenían liso.

―Noveno, no fue culpa tuya. La muerte de Victorino estaba escrita en las estrellas. Además, vivió con la honra de un artesano, y murió con el honor de un guerrero. Pocos han partido con tanta dicha como él.

A él le parecieron sabias las palabras de Tehuixtle. Le gustaba mucho que ella sólo lo llamaba Noveno cuando estaban a solas. Pero Atahualpa no sabía cómo expresar la desazón en su interior, por lo que siguió sin hablar.

Tehuixtle  apretó los bordes de su falda con nerviosismo. Presintió que estaba en un punto importante del destino. Como la tutora del futuro líder, ella podría influir en la conservación o destrucción de su pueblo. No creyó que el ensimismamiento fuera un rasgo apropiado para el más grande de los guerreros.

―El cuerpo de Victorino tenía marcas de unos dientes enormes. Había muchas cenizas en donde te encontramos. Por lo que deduzco que el monstruo que acabó con la vida de Victorino fue incinerado con fuego. Una gran cantidad de fuego. Fuiste tú, ¿verdad?

Atahualpa asintió.

―Si lo tienes bajo control, ¿me lo puedes mostrar? Una pequeña llama sobre tu palma será suficiente. No quiero que vayas a quemar nuestra casa. ―Tehuixtle soltó una carcajada tan vieja como ella misma.

Atahualpa adelantó su mano derecha abierta. Cerró los ojos y recordó el rostro muerto de Victorino. Cuando abrió los ojos, vio la llama azul danzando sobre su palma, y a Tehuixtle con expresión de reverencia y lágrimas en sus mejillas.

―¡La llama ancestral! ―Murmuró ella con apremio.

Estuvo abstraída por unos segundos hasta que recordó el alimento de la llama azul y se amonestó a sí misma dándose palmadas sobre sus rodillas.

―¡Vieja tonta! Noveno, con eso basta. Apaga la llama ancestral antes de que te hagas más daño.

Él obedeció, confundido, y habló por primera vez desde la muerte de Victorino.

―¿Llama ancestral?

Sus palabras no fueron del todo comprensibles, pues ancestral no es una palabra fácil para un niño de siete años. Tehuixtle lo supo entender gracias a ese vinculo propio de toda madre e hijo.

―Escucha con atención Noveno. Hace casi quinientos años, Primero Atahualpa murió al caer en una trampa de los Españoles, quienes lo mataron por consejo del Dios Dragón del Viento. Moribundo, Primero clamó el nombre del Mago Hartwell, y este acudió a su llamado, con su túnica negra y su sombrero feo que esconden todo tipo de horrores. Hartwell le ofreció la venganza sobre sus enemigos, pero Primero lo rechazó, y le exigió que le diera el poder a su hija para proteger a los suyos. A cambio del alma de su padre, Segunda Atahualpa recibió la flama azul. Desde entonces, cada Atahualpa antes que tú ha utilizado ese poder para proteger a los indios e indias que son perseguidos. Todos somos familia porque pertenecemos a la misma tribu: somos los usurpados, los extraños, los expropiados. Sobrevivimos y perseveramos gracias al sacrificio de tus antepasados, por lo que ninguno de nosotros va a dudar en sacrificarse por ti. Seremos mejores que nuestros enemigos, no guardaremos rencor ni buscaremos venganza, Seremos justicia y vida.

Tehuixtle no siguió con su discurso porque cayó en cuenta de que Atahualpa se había quedado dormido. Le acomodó la cobija, lo besó en la frente y lo dejó soñando con las glorias de su Aldea. Tehuixtle se dijo a sí misma que tendría que repetir esa historia varias veces, porque había dos cosas que todos los Atahualpa tenían en común: no cumplir más de cincuenta años, y ser cabezas duras.


...


Lena menospreció la llama azul de Atahualpa. Pensó que no era otra cosa que un fuego que no requería oxigeno a costa de acelerar la muerte de su usuario. Para ella, la relación de costo y beneficio de esa técnica era absurda. Para colmo de males, sólo se podía usar con la mano derecha, por lo que no se podía usar para atacar y defender al mismo tiempo.

Se había sorprendido al ver la llama azul, por lo que momentáneamente se había descuidado y había permitido que algo de oxigeno llegase a los pulmones de Atahualpa. Pero ya no iba a cometer ese error: iba a forzar a Atahualpa a matarse a sí mismo.

Lena creyó ver sus ideas confirmadas cuando Atahualpa provocó una nueva explosión para elevarse a sí mismo por los aires. Sintió el peso de su equivocación cuando recibió una patada en su estómago.

Ella quedó anonadada. No lo había perdido de vista, ¡ni siquiera había parpadeado! Él simplemente había aparecido frente a Lena, recorriendo instantáneamente una distancia de cinco metros contra la gravedad y le había roto dos costillas con su pie.

Los dos fueron cayendo lentamente.

Atahualpa chocó contra la tierra pesadamente. Gruñó adolorido. Un hombre menos musculoso y menos mágico que él no habría resistido semejante golpe.

Casi en el último instante, Lena invocó una ráfaga de viento que redujo el impacto de su caída, aunque no por completo. Intentó ponerse de pie demasiado pronto, trastabilló, y escupió sangre por la boca. Enfurecida, se limpió la boca con el dorso de la mano. Lo que sintió y luego comprobó con sus propios ojos la hizo gritar de horror. No fue la sangre sino su propia mano arrugada y ajada lo que había espantado a Lena.

Atahualpa se incorporó a medias y se carcajeó por entero.

―¡Así es perra! ¡Removí la ilusión que tenías encima! ¡Mi llama es la verdad! Debo reconocer que me has sorprendido: ¡estás más vieja que Tehuixtle!

Atahualpa puso todo el bravado que le fue posible en su voz. Pero su postura no era firme, respiraba por la boca, sus rodillas temblaban, y ya no le quedaba nada de sudor. Él estaba en su límite y era consciente de ello. Su única esperanza era irritar a Lena para una confrontación final, y no fallar con su última llama azul.

Lena era una visión de rabia y decadencia. Sus ojos azules se habían vuelto de color negro, enrojecidos y con ojeras. Su otrora cabello dorado como el sol ahora era gris, desordenado y largo como un animal peludo y muerto. Su boca desdentada, sus largos dedos huesudos, su nariz larga, su postura encorvada, su túnica blanca chamuscada y destrozada que revelaba su estomago quemado y flojo; todo en ella estaba empapado del odio absoluto que sintió por Atahualpa en ese momento.

―¿Qué esperas, vieja desbaratada? ¿Acaso estás sorda? ¡Aquí estoy!

La vieja Lena casi cae en su trampa. Ella no había sobrevivido durante tanto tiempo sin razón. Antes de dejarse consumir por su ira, inspeccionó los alrededores en caso de que hubiese un enemigo escondido, o fuera a recibir un ataque desde un ángulo inesperado. Captó que, si bien había varios aldeanos espiando por las ventanas, no parecía que ninguno de ellos fuera a intervenir. Iba a embestir a Atahualpa con todo lo que tenía cuando reflexionó sobre lo que había visto.

La bruja Lena se carcajeó siniestramente.

―¿Qué pasa, perra vieja? ¿Acaso has perdido la chaveta? ―Atahualpa sonó envalentonado, aunque su corazón se había encogido.

―Conque de eso se trataba, hermoso Atahualpa. Realmente esperabas que no me diera cuenta.

Atahualpa apretó los dientes, sus músculos tensos como el acero. 

―Tu casa está un poco retirada del resto. Y es la más vistosa. No le di importancia, pensé que era una señal de autoridad y respeto dentro de tu Aldea. No, estaba muy equivocada: es para atraer la atención sobre ti. Tú eres el escudo de tu preciada Aldea. Incluso durante nuestro combate, has procurado mantenerme alejada de las otras casas. ¡Qué vergüenza para mí! Pensar que no te pude derrotar antes a pesar de que estabas peleando con esa desventaja.

Atahualpa tragó saliva. Presintiendo lo que Lena iba a hacer a continuación, salió corriendo para interponerse entre Lena y el resto de aldeanos.

―¡Tú preocupación por los demás es tu mayor debilidad! ¡Muere!

Lena lanzó un torbellino horizontal desde sus manos arrugadas, directo hacia el centro de la Aldea Pielroja.

Cada paso que dio le clavó agujas de dolor en las piernas, pero eso no disminuyó su velocidad. Justo como Lena lo había calculado, Atahualpa llegó a tiempo para ubicarse en la trayectoria del torbellino, portando la llama azul en su mano derecha como último recurso para salvar a los suyos.

Lo que alguien como Lena jamás podría entender era que Atahualpa no era un escudo., sino una espada. Él le prendió fuego al torbellino de fin a principio, envolviendo en llamas azules no solamente el aire mágico que la bruja usaba para combatir, también el aire que entraba y salia de sus pulmones, por lo que el decrepito cuerpo se fue quemando por dentro y por fuera.

―Tú, que solamente peleaste por ti misma, nunca conociste la verdadera fuerza. Mi llama es la vida, mi llama es la verdad. ―Declaró Atahualpa con su aliento final, y se desplomó con el mismo estrépito de una torre derrumbada.

Lena intentó disipar el fuego azul con ráfagas de viento combinadas con sus gritos de dolor y auxilio. Así como ella nunca ayudó a nadie en su vida, nadie la ayudó a ella en su muerte. De Lena no quedaron más que unas cuantas cenizas que pronto fueron esparcidas por el viento.


...


Capítulo 29              Índice           Capítulo 31


Nota de autor (19 de Septiembre de 2.020)


Fue muy positiva mi primera experiencia de escribir “en vivo“ por decirlo de alguna manera. Durante la semana, aproveché los ratos libres en mi trabajo como vendedor para escribir el borrador del capítulo en un cuaderno. El día Viernes aproveché la mañana para transcribirlo al documento de Google, previo aviso por mi Twitter de que lo iba a hacer. Creo que el capítulo quedo bien pulido y espero que eso se vuelva una tendencia para mí.

El día de mañana tengo pensado hacer la corrección de mi otra novela, Mi mujer es una serpiente, que ya está completa pero quiero revisar muy bien antes de publicarla en Amazon. También les voy a compartir el enlace para que la puedan ver en su desarrollo.

Normalmente pienso trabajar en Mago enamorado los Sábados y en Mujer serpiente los Domingos, pero esta semana me cambiaron el turno, por lo que tuve que hacerlo el Viernes y el Sábado.

Como siempre, muchas gracias por su apoyo.


Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

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sábado, 19 de septiembre de 2020

Memorias de un mago enamorado 29

Capítulo 28              Índice           Capítulo 30

Memorias de un mago enamorado

 

Foto original por Chris Rhoads
Foto original por Chris Rhoads


Capítulo 29: Falso viento


Tras enviar el vídeo a Melodie, Atahualpa esperó diez minutos para recibir una respuesta. En su celular ni siquiera apareció la notificación de que ella lo hubiese visto. Pensó que quizá Melodía de la Muerte se acostaba tan temprano como un ave de corral. Tendría que esperar al día siguiente para saber la opinión de ella. Reprodujo el vídeo una vez más (lo había visto como veinte veces) con la esperanza de captar un nuevo y revelador detalle.

El vídeo duraba un minuto. La cámara no era de gran calidad y la persona que lo había tomado se había movido todo el tiempo, porque estaba corriendo por su vida. En sus últimos instantes, se giró para confrontar a su perseguidor. Ahí se podía ver al supuesto Zeferino con claridad. Tenía los detalles precisos, los ojos carmesí y el cabello rubio. Sin embargo sus movimientos eran torpes, a pesar de estar flotando en el aire, no tenía nada de la gracia y fluidez que había mostrado Celestino en su combate contra Atahualpa; era como ver un muñeco de movimientos articulados, al que debían hacer girar su cuello para que pudiera ver en una dirección, y luego mover sus brazos y piernas por separado para dar la sensación de que estaba con vida.

En ese punto, muy cerca de la verdad, Atahualpa se dejó distraer por la muerte de aquel infortunado habitante de la Aldea Pielroja. El supuesto Zeferino le arrojó varias cuchilladas de viento y lo cortó en pedazos. El celular cayó al suelo y por pura suerte no se rompió, alcanzando a grabar la espalda de su asesino al retirarse. Una espalda en la que sobresalía una joroba. Al menos Atahualpa creía que tenía forma de una joroba, aunque no podía estar segura porque la ocultaba la ropa que tenía puesta su enemigo, una especie de túnica blanca.

Atahualpa suspiró frustrado. La investigación no era lo suyo. Desde niño lo habían entrenado para ser un guerrero y ser digno heredero del legado de sus antepasados. Se esperaban dos cosas de él: ser un guerrero excelente, y encontrar una esposa digna con la cual procrear.

―Sé que tienes que ser falso. Si el tal Zeferino es la mitad de decente de lo que es Celestino, de ninguna manera habría destruido la Aldea Pielroja de tal modo, ni habría asesinado sin razón. ―Dijo Atahualpa para sí mismo.

―Lo que dices es verdad. Es una pena que no te sirva de nada. ―Resonó una voz distorsionada en su cuarto, como si proviniese de una radio averiada.

Atahualpa, quien había estado sentado en su cama, se puso de pie con un brinco y rodeó su propio cuerpo con llamas, tanto para defenderse como para atacar. Sus músculos tensos, sus ojos negros viendo para todos lados, intentando localizar el origen de la voz. Sólo tenía puestos los mismos pantalones negros del día anterior.

―Sin duda alguna eres Atahualpa. No entiendo por qué te dicen la Llama en la Mano si puedes generar fuego por todo tu cuerpo. Como sea, hoy no vine a jugar contigo, sólo necesito que mueras y no me causes problemas.

Atahualpa anticipó que el ataque provendría de la ventana, y tuvo razón a medias, porque un torbellino derribó ese muro; no contó con las otras ráfagas de viento que vinieron de las otras paredes, del suelo y del techo.

La casa se derrumbó bajo el azote de los vientos. En un parpadeo, la casa ardió en llamas y Atahualpa resurgió triunfante en medio de un tornado de fuego.

―Hay que ser temerario para venir de nuevo a la Aldea Pielroja, directamente a mi casa para destruirla, y atacarme con viento a sabiendas de que el fuego se alimenta de ese elemento. ―Había eco en las palabras de Atahualpa a causa de las llamas.

Flotando a cierta distancia, se encontraba el supuesto Zeferino. Sus ojos carmesí observaron a Atahualpa de modo ausente.

―Reconozco que tienes habilidad. A pesar de la superioridad del fuego sobre el viento, devorar el oxigeno con tus llamas es de gran complejidad técnica. ―Fue la misma voz distorsionada que Atahualpa había oído en su cuarto.

―¡Dejate de payasadas y muestra tu verdadera cara! ―Gritó Atahualpa enojado.

―¿De qué hablas? Soy Zeferino, el Vástago del Viento.

―¡Y un cuerno! Ahora que te tengo frente a frente, estoy seguro de que no eres el verdadero. Tu disfraz es muy bueno, desde luego, porque usaste su cadáver para elaborarlo. Lo usas como una segunda piel, una que no te encaja perfectamente. Y mantienes la distancia para que no pueda ver que tus labios falsos no se mueven, sino que trasmites el sonido con el viento y lo haces llegar directamente a mis oídos.

El supuesto Zeferino se sacudió y se encogió, y Atahualpa escuchó unas carcajadas de mujer anciana que le helaron la sangre.

―¡Eres adorable! Es una pena que tenga que asesinar a alguien tan talentoso y guapo como tú. ¡Como quisiera sujetarme de esos poderosos brazos! ―La voz ya no estaba distorsionada, y parecía pertenecer a una mujer que quería sonar sensual.

―¡Cállate y deja de mancillar los restos de Zeferino! No lo conocí en persona, pero para mis amigos él es alguien importante. ¡Muéstrame tu verdadero rostro!

―¿Y qué vas a hacer si no lo hago? Debo aprovechar cualquier ventaja para ganar contra alguien tan lindo y poderoso.

―¡Te dije que te callaras!

Atahualpa se quitó el tornado de fuego de encima y lo lanzó directo hacia el falso Zeferino, quien de inmediato fue retrocediendo para esquivar. Al hacerlo, el tornado de fuego se dividió en cien bolas de fuego que lo fueron atacando desde todos los ángulos. El falso Zeferino evadió los primeros ataques, y después se vio abrumado por la cantidad.

Las bolas de fuego fueron impactando al falso Zeferino, cuya piel ardió en llamas como si fuera una tela. Quien allí se ocultaba se desprendió de su disfraz y la arrojó lejos de sí misma: se trataba de una mujer rubia y de ojos azules, vestida con un sombrero puntiagudo de bruja y una túnica blanca con bordes y runas de color rojo.

Lo que le llamó más la atención a Atahualpa fueron las sensuales curvas de la bruja. Se esforzó por recuperar la concentración y usó su control sobre el fuego para reunir las cenizas del cuerpo de Zeferino; todavía calientes, las agrupó hacia sí mismo, y las recogió con sus manos. Pensó por un segundo y optó por meter las cenizas en un bolsillo de su pantalón. Sintió un poco de asco al pensar que estaba tocando un muerto.

Para defenderse de la gran cantidad de bolas de fuego, la bruja invocó una barrera de viento sobre sí misma y recibió todos las explosiones, absorbiendo el daño con su maná.

―Me forzaste a gastar una enorme cantidad de energía para defenderme, mago de la Llama en la Mano. Pero tú también usaste una cantidad de maná correspondiente. Un mago con más experiencia habría continuado atacando hasta eliminarme, o al menos producirme una herida considerable, en vez de distraerse con un acto sentimental. ―Dijo la mujer con voz coqueta.

―Mi intención no era lastimarte, sino quemar los restos de Zeferino. Antes de darte tu merecido quiero saber quién eres. Sin importar que tan hermosa seas, no voy a perdonar a la persona que atacó mi Aldea.

La bruja rompió en carcajada.

―¡Eres tan deliciosamente ingenuo! A un verdadero guerrero no le importa la identidad de su enemigo. ¡Lo único que importa es que esté muerto! Voy a complacerte, porque puedo recuperar algo de maná mientras hablo contigo. Supongo que tú harás lo mismo, aprovechando la alta concentración presente en la Aldea Pielroja.

―¡No juegues conmigo bruja! ¡Dime quién eres! ―Bramó Atahualpa.

La bruja tomó su sombrero con una mano e hizo una corta reverencia.

―Mucho gusto, Noveno Atahualpa. Yo soy aquella conocida como Huracán Lena, la belleza eterna, el desastre ambulante. Fui reclutada por el Dios Dragón del Fuego para llamar tu atención y provocar una pelea entre ese clon que mi hijo fabricó y tú. Melodía de la Muerte estaba bajó la protección del Mago Hartwell, y el Dragón del Fuego no podía atacarla sin iniciar un conflicto global. Parece ser que mi intervención salió mejor de lo esperado. El Mago Hartwell ha desaparecido y el velo ha caído. Ahora voy a recibir tanto la adoración de los ordinarios como de los magos, ¿no crees que es genial? No serán muchos los que sobrevivan al banquete del Dios Dragón, pero me contentaré con los que queden.

Atahualpa se quedó parpadeando con expresión atontada.

―¿Huracán Lena? ¿Eres una bruja con título? Jamás había escuchado de ti.

La bruja le arrojó una cuchillada de viento. No fue un golpe ingenioso, sino una ráfaga producto de la rabia que Atahualpa pudo evadir con facilidad.

―¡Mocoso insolente! Es cierto que he mantenido un perfil bajo los últimos dieciocho años, ¡pero eso no le da a nadie el derecho de olvidar mi nombre! ¡Soy la destructora de hogares, aquella que rompe corazones con su belleza y su magia!

Atahualpa volvió a parpadear desconcertado.

―Creo que lo único relevante de todo lo que has dicho es que eras la madre de Zeferino. O sea que estás en el bando que quiere destruir a la mujer que él amo y a un clon que es muy similar al propio Zeferino. Y lo peor de todo, que utilizaste el cadáver de tu hijo como si fuera un disfraz barato. Tampoco te importó atacar mi Aldea ni matar personas inocentes. Creo que estoy en todo el derecho de romper tu cara, anciana.

Cruzaron miradas asesinas, el mago de fuego y la bruja de viento, ambos flotando con el poder de sus elementos bajo el manto oscuro de la noche, iluminados solamente por las estrellas fulgurantes.

Atahualpa se rodeó en llamas y construyó un ave de fuego que graznó enfurecida y se arrojó sobre Lena para aplastarla con su pico.

Lena no se movió.

Cuando el ave de fuego estaba a un metro de distancia, desapareció sin dejar rastro. Atahualpa se quedó en el aire, con expresión confundida, y empezó a caer.

―¿Qué? ―Dijo el joven, y al intentar respirar lo comprendió.

Nada de aire entró a sus pulmones, ni por su nariz ni por su garganta. Atahualpa calculó que su enemiga lo había atrapado en un área de tres metros donde no disponía de oxigeno para inhalar, y mucho menos para encender su fuego mágico.

―Ten una buena caída. ―Se despidió Lena agitando su mano.

Lena se concentró para mantener el área sin oxigeno sobre Atahualpa, acompañando su vertiginoso descenso hasta el suelo. No despegó los ojos de la calva cabeza de su enemigo ni por un segundo, por lo que pudo ver claramente cuando en el último momento, a pesar de la imposibilidad química, Atahualpa creo con su mano derecha una bola de fuego azul y causó una explosión en el suelo que redujo el impacto de su caída.

―¡Imposible! ―Gritó Lena, frustrada por no haberse salido con la suya.

Atahualpa se puso de pie, en medio del cráter que había quedado tras la explosión. Sudaba profusamente, y respiraba con dificultad. La llama en su mano seguía resplandeciendo con azul fulgor. A continuación murmuró para sí mismo; Lena lo pudo escuchar porque el viento le trajo sus palabras.

―Nadie puede apagar mi llama. Mi llama va a arder incluso después de mi muerte.

La bruja Lena recuperó un poco de serenidad y miró a Atahualpa con desprecio.

―Ya veo. Un fuego que no enciendes con oxigeno sino con tu propia vida. Una técnica prohibida y tonta. ¿De que sirve vencer a tu oponente si tú también vas a morir, mocoso? Si únicamente puedes usarla con tu mano derecha, será muy fácil de esquivar.

Atahualpa apuntó la bola de fuego azul contra el piso y creo una nueva explosión, una que lo propulsó derecho hacia la bruja Lena.


...


Capítulo 28              Índice           Capítulo 30


Nota de autor (12 de Septiembre de 2.020)


Tuve muchas dificultades con este capítulo, pero no por el capítulo en sí mismo. En parte por circunstancias personales, y en parte porque el final de Mago enamorado se hizo visible para mí. Para la mayoría de escritores, creo, percibir el final de lo que escriben les produce un suspiro de alivio. No para mí. Yo siento tristeza y ansiedad, como si a una persona real le hubiese sido diagnosticada una enfermedad terminal. Una parte irracional de mí se deja llenar por la depresión y hasta se convence de que seré más feliz si no termino la historia.

Mi novia me aconsejó tomar un par de semanas de descanso porque se dio cuenta de que yo estaba muy estresado y forzando mi escritura. El hiato me sirvió para determinar el origen de mi depresión, y pensar mejores formas de seguir escribiendo.

Mi plan de acción es el siguiente:


1. De ahora en adelante mis patrocinadores tendrán acceso al documento de Google en el que escribo la historia. Así podrán dejarme comentarios directamente en alguna parte que les interese y ver como la historia avanza en tiempo real. Mi método de escritura consistirá en escribir 2.000 palabras el día Sábado, probablemente en la mañana. Voy a utilizar mis redes sociales para informar del momento en que me encuentre trabajando en el documento de Google.

2. No voy a publicar más cuentos, prefiero concentrarme en las novelas, así que pronto tendré lista la recopilación con los cuentos que ya escribí.

3. Voy a procurar hacer vídeos para YouTube, pero sin afanes. Me tomaré el tiempo necesario para escribir un buen guión y hacer una grabación decente, por lo que mis vídeos serán esporádicos.

4. Calculo que faltan veinte capítulos para el final de Mago enamorado, más o menos. Fue divertido escribir una novela gratis y que este disponible para todos, para que cualquiera pueda ver que mi estilo se inclina por las novelas ligeras y la fantasía oscura.

5. Hay otra novela cuyo borrador ya he terminado pero aún la estoy revisando, se llama Mi mujer es una serpiente. También quiero mostrar su proceso de desarrollo a mis patrocinadores, pero no sé si se las voy a compartir antes o después del final de Mago enamorado, creo que dependerá de cuán bien maneje mi tiempo. Cuando esté lista la voy a vender por Amazon; desde luego mis Patrocinadores también tendrán acceso a Mi mujer es una serpiente.


Reitero mi agradecimiento a todos mis lectores y espero tener energías para hacer aún más de lo que ya me he propuesto.


Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

Si te gustó lo que acabas de leer y quieres apoyarme puedes:

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