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domingo, 30 de agosto de 2020

Memorias de un mago enamorado 28

Capítulo 27              Índice           Capítulo 29

Memorias de un mago enamorado


Foto original por Almos Bechtold
Foto original por Almos Bechtold

Capítulo 28: Melodía de la muerte


¿Por qué esta canción sigue viniendo a mí?

―¿Abuela?

Es tan difícil no dejar salir esa canción.

El Dragón del Viento batió sus alas, lanzando diez cuchilladas de aire que destrozaron a la pequeña Melodie en pedazos.

Es una canción tan bella, me pide que la deje salir, para que todos la puedan oír.

De cada trozo cercenado surgieron chorros de sangre y luz que volvieron a unirse para reconstruir a Melodie donde había estado de pie.

Si no fuera por mi abuela, la podría dejar salir.

¡IMPOSIBLE! ¡AÚN SI ERES SU HIJA, NO PUEDES SER COMO NOSOTROS!

Mi abuela ya no está. Ya no está, al igual que Tom.

El Dragón del Viento se elevó a una distancia prudencial, creo un torbellino a su alrededor y lo siguió alimentando para convertirlo en el huracán más poderoso que pudiera construir sin destruir su vasija.

Yo maté a Tom. El ángel mató a mi abuela.

Melodie percibió que el huracán iba a destruir la casa de su abuela, las casas vecinas, a todas las personas que vivían en la zona, y sobretodo, a su pequeño hermano Fernando, que estaba desmayado junto con los pollos.

No es un ángel, es un demonio.

Ella abrió su boca, rotas las cadenas que la habían estado conteniendo hasta entonces.


Grita tu nombre el viento,
que sopla en los recodos de mi corazón,
grita tu nombre y es suficiente,
para acallar mi dolor.


...

El Mago Hartwell emergió como una mancha negra del suelo, su túnica negra apenas y contenía una delgada figura de cuello alargado, sobre el cual el gorro feo pendía con fragilidad. Vio a Melodie abrazando  el cuerpo inerte de su hermano.

Más allá, estaba el cuerpo que había pertenecido al Dragón del Viento. Sus muertos y abiertos ojos carmesí mostraban incredulidad. En cambio la sonrisa en su rostro era de alegría. Había plumas desperdigadas a su alrededor, sobretodo por debajo de su cabello rubio. Hacia ese cadáver caminó el Mago Hartwell. Le puso una mano que en realidad parecía la garra de una pantera, y el hombre se convirtió en cenizas que fueron absorbidas por la túnica negra, aspiradas como si fueran hojas en otoño.

―Ahora puedes descansar. Al menos tu cuerpo no irá a ese horrible lugar. ―Dijo el Mago Hartwell con solemnidad.

Sólo cuando lo escuchó hablar, fue que Melodie notó su presencia. Acostó el cadáver de su hermano con la mayor gentileza que pudo. Se puso de pie y se dirigió hacia el Mago Hartwell, arrastrando los pies. Avanzó hasta aferrar la túnica negra con sus puños de niña, contra la cual escondió su rostro.

 ―Abuelo. ¿Por qué, abuelo?

―Porque tenía que suceder. ―Respondió Hartwell con tono monótono.

―Abuelo, tú puedes hacer cualquier cosa, lo que sea, la abuela me lo dijo. Por favor, los tienes que salvar, a los dos, por favor. ―Suplicó Melodie, con su voz chillona

El Mago Hartwell negó con la cabeza, fofa y enorme como la de un hipopótamo.

―¡No! ¡No y no! ¡Tú puedes, sé que puedes! ¡Por favor!

―Yo no soy un ser todopoderoso, nieta mía. Yo no soy más que un balanza para medir. Tu abuela está más allá de cualquier cosa que me puedas ofrecer. Sin embargo, es posible revivir a Fernando, si estás dispuesta…

―¡Sí, claro que sí! ―Lo interrumpió Melodie a gritos.

―¿Aún si debes perder...?

―¡No me importa, por favor, sólo hazlo!

―Muy bien.

El Mago Hartwell tomó a Melodie de la mano y caminaron hasta el cadáver de Fernando. Sin soltar a Melodie, puso su otra mano sobre la frente del niño muerto. Sus manos cambiaron de forma varias veces durante ese lapso.

La misma luz que había surgido de Melodie cuando había sido herida, volvió a aparecer, emanando tanto del Mago Hartwell como de ella. La luz se fue transmitiendo de ellos hacia Fernando, quien pronto empezó a respirar con normalidad.

Melodie cayó sentada al suelo, mareada, respirando con dificultad.

―Estás exhausta. Usaste tu poder al máximo de tu capacidad para eliminar al Dragón del Viento. Y acabas de perder la mitad de tu tiempo de vida. No creo que vayas a vivir más allá de los cuarenta años.

El Mago Hartwell se dio cuenta que ella no le había prestado atención. Los ojos avellana de la niña sólo estaban observando a su hermano respirar apaciblemente. Leyó la felicidad en el rostro infantil y decidió que tenía que destruir ese sentimiento de complacencia por el bien del futuro.

―¿Crees que basta con salvar a tu hermano? ¿Qué hay de las tres mil quinientas personas que acabas de matar? ¿No significan nada para ti?

La niña levantó la mirada hacia él, y se lo quedó viendo asombrada.

―¿Qué?

―Así es. Mira a tu alrededor. ¿No ves los pollos muertos? ¿No ves las plantas y flores marchitas? Tu melodía de la muerte se extendió en ocho kilómetros a la redonda. Has cometido una masacre de grandes proporciones. Ahora todos los magos y brujas van a temblar ante la mera mención de tu nombre. Y tu poder sólo ira aumentando, hasta que termines por envolver este mundo bajo tu canción de muerte.

―No, no. No puede ser. ¿Por qué? ¿Por qué abuelo? ¿Por qué no hiciste nada?

El Mago Hartwell no le respondió.

―Es tu culpa. Todo es tu culpa. ¡La abuela murió por tu culpa! ¡Todos murieron por tu culpa!

El Mago Hartwell se fue convirtiendo en una mancha negra que se hundió en el suelo hasta desaparecer sin dejar rastro.

―No quiero volver a verte, ¡nunca! La próxima vez, la próxima vez que te vea, ¡voy a cantar para ti! ¡Lo prometo!

...

La invisible y letal canción se fue esparciendo más allá de Melodie y Celestino, más allá del ejército de Harpías, como la misma sombra de la muerte.

Las tres Medusas de la División Cuatro se quitaron sus lentes oscuros y se petrificaron entre sí, prefiriendo la esperanza de ser liberadas por un golpe de suerte por encima de una muerte certera.

El Capitán Jace y su Escuadrón Dragón de la División Tres se dieron a la fuga de inmediato, azuzando a sus lagartos alados a pesar de saber que era imposible ser más rápidos que la Melodía de la Muerte.

Las hijas del Dios Dragón del Viento activaron una Piedra de Teletransportación. La fanfarronería había abandonado sus caras y había sido reemplazada por un temor absoluto.

La chica rubia de la División Uno, Key, se lanzó a la vanguardia con una explosión de fuego que la arrojó directamente hacia Melodie y Celestino. Un mandoble más largo que ella apareció en sus manos, y Key esgrimió la punta hacia adelante, adivinando por intuición la posición de la canción asesina.

Cuando la punta del mandoble y la canción chocaron, se produjo una retroalimentación acústica. Tanto Melodie como Key fueron arrojadas para atrás. Celestino reaccionó y cogió a Melodie entre sus brazos para que no cayese al suelo. Key en cambio se fue a estrellar contra una casa cercana.

―¡Mel! ¿Estás bien, Mel?

Ella parpadeó confundida, y luego posó sus ojos avellana sobre él.

―¿Cel? ¿Qué acaba de ocurrir?

―No sé cómo, pero esa mujer acaba de bloquear tu canción. Lo pude sentir, esa espada grande pudo destruir tu canción.

―Entonces, ¿nadie murió?

―Nadie, excepto las Harpías, claro.

―¡Qué alivio! ―Las lágrimas se asomaron al rostro de Melodie.

Celestino asintió, aunque por dentro sintió aprehensión ante la oponente que había aparecido de la nada. Fue entonces cuando cayó en cuenta de que Melodie estaba lastimada.

―¡Melodie, tu mano!

Ella miró hacia la misma dirección que él. El dorso de su mano derecha tenía un moretón.

―Ni siquiera hay sangre, no tienes que preocuparte Cel.

Otra explosión los hizo fijarse en la chica rubia, que se detuvo a un par de metros de ellos. Un vistazo le bastó a Celestino para analizarla.

―Usa magia de fuego para levitar, similar a Atahualpa, pero a un nivel mucho más refinado.

Key se sacudió su corto cabello rubio y erizado con su mano derecha. Tanto Celestino como Melodie pudieron ver que tenía un moretón idéntico al que tenía Melodie, del mismo tamaño y en el mismo lugar.

―¡Me decepcionas, Melodía de la Muerte! No puedo negar que tu poder puede compararse con el mio. Sin embargo tu control deja mucho que desear. Creía que eras un monstruo que disfrutaba matando inocentes. Ahora veo que eres algo peor, eres una idiota.

Melodie se separó de Celestino y manipuló el viento para flotar por cuenta propia.

―¿Quién eres tú?

―Mi nombre es Key, una Guerrera Mística. Aunque eso no debe significar nada para ti. Provengo de otra dimensión diferente a esta. El Dragón de Fuego, mi padre, me trajo aquí para combatir fuego con fuego. O sonido con fuego, mejor dicho.

Los ojos azules se midieron con los ojos avellana, y luego se posaron sobre los ojos carmesí.

―Tú por otro lado, clon, tienes un control perfecto sobre el viento, y acabas de hacer un excelente trabajo para amortiguar la expansión del poder de esta tonta. He escuchado grandes cosas de mi primo Zeferino, y tú eres digno de heredar su título. No creas que no me di cuenta que me ayudaste a atemperar la violencia de nuestro choque. ―Congratuló Key.

―Nuestra intención desde un principio era detener a las Harpías. Eso de la extinción humana es un negocio de tu padre, no nuestro.  ―Replicó Celestino.

El largo mandoble volvió a aparecer en las manos de Key, y apuntó a Melodie con su arma.

―Oh, ¿en serio? Por lo que he escuchado, si hay alguien capaz de extinguir a la humanidad es esta tonta. ¿Estás seguro de estar en el bando correcto, clon?

Algo iba a replicar Celestino, pero Melodie se le adelantó.

―Él tiene un nombre, se llama Celestino. ¿Qué hay de malo con que sea un clon? Eso no hace de Cel menos persona que tú o yo.

―¡Vaya, así que puedes hablar por ti misma! ¡Eso me gusta más! Si vas a ser la heroína de este mundo, lo menos que puedes hacer es defender a la persona que amas. Tienes toda la razón, a mí tampoco me importa si es un clon o no. Lo que sí me importa es lo siguiente: ¿puedes vencerme, sí o no, nieta del Mago Hartwell?

Celestino contempló a Melodie con preocupación. Ella se dio cuenta e intentó sonreír para tranquilizarlo, aunque su boca sólo compuso una mueca adolorida.

―No te preocupes Cel. Te dije que ya lo había recordado todo. Sé que soy la nieta de ese sujeto, y… Todo lo demás.

―¿Pero qué hay de lo que él no te ha dicho? ¿Acaso piensan quedarse conversando aquí conmigo todo el día, mientras el Dragón del Fuego se come a todos los que viven en esta ciudad? ―Interrogó Key con seriedad.

―¿Qué? ―Espetó Melodie, quien se giró para ver a Celestino de modo inquisitivo.

―Es verdad. El viento me informó que el Dragón de Fuego se ha transformado en, bueno, un Dragón verdadero, y está devorando a cuanta persona se atraviese en su camino. Se encuentra en el centro de la ciudad.

Melodie y Celestino se contemplaron a los ojos, comunicándose sin cruzar palabras.

―Sólo nosotros lo podemos detener. ―Afirmó Melodie.

Se iban a tomar de la mano cuando Key agitó su mandoble en medio de los dos y los obligó a separarse.

―¿Qué crees que estás haciendo, Melodía de la Muerte? ¡Aún no respondes mi pregunta! ¿Puedes vencerme, sí o no?

―¿Por qué te interpones en nuestro camino? Tú no eres como los demás seguidores de los Dragones, ¡tú estás cuerda! ¿Por qué pelear con nosotros? ―Celestino la interpeló con desesperación, pues por un momento creyó que habían hecho una aliada.

En los ojos de Key, tan azules como un mar tranquilo, se traslucía una tristeza insondable.

―Estoy atada a hacer su voluntad, porque hice un pacto. Estoy aquí para combatir a la Melodía de la Muerte, y eso es lo que pienso a hacer.

...

Capítulo 27              Índice           Capítulo 29

Nota de autor (24 de Agosto de 2.020)


Me retrasé un par de días con este capítulo. Pido disculpas por ello. He estado lidiando con mi depresión jugando The Binding of Isaac como loco. Estoy contento de haber salido de estos capítulos de Flashback y estar de regreso a la historia principal, aunque seguramente habrá otros capítulos donde volveremos al pasado.

Nota de autor (30 de Agosto de 2.020)

Queridos lectores, escribo esta nota para comunicar que Memorias de un mago enamorado va a entrar en hiato por un par de semanas. Muchos creadores de contenido han tenido que tomarse una pausa en sus actividades durante esta pandemia y aunque lo he intentado con todas mis fuerzas, yo tampoco voy a ser la excepción. De hecho he llegado al punto en que me siento quemado, con cero creatividad y motivación. Espero publicar un nuevo capítulo exclusivo para mis Patrocinadores el 12 de Septiembre, que será luego puesto para todos en el blog de Rhaidot el 19 del mismo mes.

Aunque tengo que seguir trabajando como vendedor cincuenta horas a la semana porque gracias a eso no me muero de hambre, espero que este lapso de descanso me ayude a recuperar las energías creativas necesarias para seguir escribiendo.

Muchas gracias por su apoyo, paciencia y comprensión.

Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

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domingo, 23 de agosto de 2020

Memorias de un mago enamorado 27

Capítulo 26              Índice           Capítulo 28

Memorias de un mago enamorado


Foto original por Rhett Wesley
Foto original por Rhett Wesley

Capítulo 27: ...nieta mía


La abuela de Melodie estuvo muy pendiente de su nieta. Su yerno decía, en broma, que era una abuela helicóptero. Su hija estaba muy feliz con su presencia y apreciaba todo el tiempo que le dedicaba. Nada raro pasó por un tiempo, por lo que la abuela se relajó a pesar de las constantes advertencias del Mago Hartwell. Poco días después del primer cumpleaños de Melodie, su abuela la escuchó llorando en la habitación de sus padres. A pesar de su edad, corrió como un rayo y la encontró abrazando a Tom, el gato de la familia. El gato estaba inerte entre sus pequeños brazos de niña.

―Melodie, ¿qué pasó? ¿Por qué estás llorando?

―¡Tom! ¡Tom! ―Repitió Melodie, una y otra vez.

La abuela comprendió e hizo lo que había decidido hacer de antemano. Cogió a Melodie por los hombros y la sacudió con violencia, la suficiente como para que soltase el cadáver del gato, aunque no para hacerle daño realmente.

―¡Te dije que no debías cantar! ¡Nunca, nunca! ¡El gato está muerto por tu culpa! ¡Tú mataste a Tom!

La niña, confundida, aumentó su llanto.

El padre de Melodie determinó que el gato había sufrido un paro al corazón. O que había sido envenenado. Lo metió en un costal y lo fue a enterrar en un terreno baldío.

La abuela tuvo la esperanza de que el regaño fuera suficiente. Siguió con un ojo abierto sobre su nieta.

...

Cuando Melodie tenía tres años, su madre cayó gravemente enferma durante una semana. La abuela fue a cuidarla y notó que su nieta estaba comportándose extraño, pues intentaba mantenerse alejada de ella, cuando normalmente no quería despegarse de sus faldas.

Cuando la madre de Melodie ya estaba recuperándose y podía salir de la cama por un par de horas, la niña finalmente se acercó a su abuela.

―Mamá enfermó, por mi culpa. Yo, canté. ―Confesó Melodie.

La abuela suspiró aliviada, pues ya lo había sospechado.

―Melodie, voy a tener que castigarte. Tú entiendes por qué, ¿cierto?

La niña asintió, moviendo su cabello negro de arriba a abajo. Vacilante, se bajó los pequeños pantalones que tenía puestos ese día, y su abuela le dio palmadas hasta que se le cansó el brazo. Ninguna de los dos se lo comentó a nadie. Fue un secreto entre las dos, como el abuelo invisible que sólo ellas podían ver.

...

Cuando Melodie tenía cinco años, tuvo una pelea con un niño que era hijo de unos amigos de sus padres. Ocurrió en un parque cercano. El niño le arrebató su bicicleta a Melodie y pedaleó alrededor de ella describiendo un círculo, mofándose y mostrando la lengua. Cada vez que Melodie lo intentaba atrapar, el niño se alejaba de ella y se reía más fuerte.

Melodie dejó de llorar, se quedó muy quieta, murmurando algo que sólo el niño pudo escuchar, algo que lo hizo perder el equilibrio y golpear su espalda de modo tan tremendo que sufrió fracturas múltiples, que degeneraron en una joroba.

Todos se sorprendieron cuando la abuela de Melodie le dio una bofetada tan fuerte que le tumbó un diente de leche. La tildaron de exagerada, retrograda y chapada a la antigua, pero por fin Melodie aprendió su lección.

...

―Hoy es el día, ¿verdad? ―Preguntó la abuela de Melodie.

El día anterior había sido el cumpleaños de su nieta. Melodie realmente había querido visitarla y pasar con ella todo el fin de semana. El Mago Hartwell le había comprado una casa en la parte campestre de la ciudad. La parte trasera de la casa tenía un terreno para cultivar que la abuela había llenado con cilantro. También tenía una docena de pollos merodeando por ahí, Melodie y el pequeño Fernando los estaban persiguiendo por todos lados.

La abuela y el Mago Hartwell contemplaban a los niños, tomados de la mano, aunque la de él tenía la apariencia de la pinza de una langosta. Ante el comentario de ella, el Mago Hartwell dejó escapar una medio carcajada.

―Ya no debería sorprenderme tanto. Aún así, debo preguntar, ¿cómo lo sabes, querida?

―Bueno, para empezar, estamos en el año que indicaste. Sin embargo hay algo extraño sobre este día. Me siento observada, y la gente se comporta de modo diferente. Hoy mis vecinos saludaron con un asentimiento de cabeza en vez de desearme un buen día. Hay más carros transitando por la zona, lo que es inusual. Y por último, estás tan nervioso que estás a punto de triturar mis viejos huesos.

―Lo siento.

―Está bien, todavía lo puedo soportar. Querido, cuando yo muera, ¿qué va a suceder conmigo? ¿Es posible que nos veamos de nuevo?

La espalda del Mago Hartwell se hinchó junto con su pecho, se inclinó hacia adelante y su cara indefinible se estiró hacia adelante como un pico: pareció una especie de cuervo negro borroso y gigante.

―Vernos de nuevo es posible, pero antinatural. Tú morirás y te convertirás en energía, veintidós gramos para ser precisos. Te unirás con el universo y luego volverás a renacer. Tus experiencias en esta vida van a trazar un trayecto para tu próxima vida, un efecto residual y subconsciente, que puede ser positivo o negativo dependiendo de tus acciones. Serás alguien completamente diferente, el agua que cae de la cascada no es la misma, aunque no se mueva de lugar. Si yo intento interferir con tu ciclo, lo único que puedo lograr es perjudicar tu existencia.

―Es una lastima. Me gustaría que nos pudiéramos ver de nuevo, aunque no fuera más que por un momento. ¿Cómo eran las otras mujeres de las que te has enamorado?

―Pues para empezar. no todos fueron mujeres. Supongo que tenían una personalidad similar a la tuya.

―Quizá yo sea todas esas personas, buscando encontrarte en cada una de mis vidas. ―Sugirió la abuela sonriendo. Todavía tenía todos sus dientes.

―Es un bonito pensamiento, aunque sea falso.

La abuela, viendo jugar a sus nietos, tembló visiblemente.

―No me importa lo que pase conmigo, ¿pero que hay de Fernando? ¿Lo puedes salvar a él? ¡Apenas tiene cuatro años! ―Suplicó ella gimoteando.

El Mago Hartwell nada respondió.

Los niños se acercaron corriendo, el pequeño Fernando un poco adelantado a Melodie, pues ella venía cargando un pollo gordo entre sus brazos. El pollo aleteaba alterado.

―¡Abuela, abuelo! ¡Cogimos un pollo! ―Anunció Melodie con alegría.

―¡Pollo! ¡Pollo! ―Fernando hizo eco con el escaso vocabulario que tenía.

La abuela se tragó sus lagrimas y le sonrió a sus nietos.

―Bien hecho Melodie. Ahora suelta al pollo y permite que tu hermano lo atrape. Mientras tanto siéntate a nuestro lado.

Fernando salió corriendo detrás del despavorido pollo. Su hermana y sus abuelos se lo quedaron viendo en silencio por un largo rato.

―¿Por qué solamente tú y yo vemos al abuelo? Ni Fernando ni mis padres lo pueden ver.

La abuela le frotó la cabeza a la niña, desarreglando su cabello negro.

―Eso ya te lo he explicado antes Melodie.

―Pues sí, pero sigo sin entender.

El Mago Hartwell se sacudió hasta parecer un enorme oso con una túnica negra y un gorro feo sobre la cabeza.

―Es muy simple nieta mía. Hace muchísimo tiempo, un malvado Dragón vino a este mundo para conquistarlo. No buscaba conseguir esclavos, sino poner su marca sobre ellos. Una marca invisible que ata a las personas a otra dimensión, al lugar del que provino el Dragón, un siniestro lugar que no debe ser nombrado a la ligera. Si todas las personas son atadas, entonces este mundo podría ser destruido por el capricho de esos falsos dioses. Por eso, poco después de la llegada de ese feo Dragón, apareció el más galante y valiente héroe de todos, un mago tan poderoso que se hizo llamar Mago con M mayúscula. Para oponerse a la conquista del feo Dragón, el Mago compartió su magia con aquellos que así lo deseasen. A cambio, el Mago obtuvo todo tipo chucherías, desde almas hasta partes corporales, algunas útiles y otras no tanto. Lo importante era que los hijos de aquellas personas obtendrían la magia de sus padres. Aquellos con magia estaban protegidos contra la marca de esa terrible dimensión destructora. Por supuesto, el Dragón estaba furioso. Sin embargo no podía agarrarse a trompadas con el Mago porque ambos eran iguales: únicamente habrían hecho un desastre. A regañadientes, el Dragón tuvo que modificar su marca para que sus usuarios pudieran usar magia. Muchos prefirieron obtener magia del Dragón, porque les pareció mejor idea condenar a todos y no solamente a ellos mismos. El Dragón le propuso al Mago un trato, crear un Velo que mantuviera separados a los ordinarios de los mágicos, y el Mago aceptó. Claro, ese era el plan del Mago desde el principio, forzar una sana competencia comercial que mantuviera ocupado al Dragón durante miles de años. Porque lo que más necesitaba el Mago era tiempo, el tiempo suficiente para que pudiera nacer un mago, o mejor dicho, una bruja con el poder suficiente para erradicar al Dragón y a cualquier invasor. Alguien que pudiera proteger este mundo para siempre. Y adivina qué, ese grandioso Mago, ¡era yo, tú abuelo!

―Abuela, no le entiendo al abuelo ni la mitad de lo que dice, y todavía sigo sin saber por qué los demás no lo ven. ―Protestó Melodie.

Un viento malévolo sacudió los árboles. La abuela sintió un escalofrío. Fernando se quedó paralizado, al igual que el pollo. Melodie levantó la vista con curiosidad. El Mago Hartwell se encogió hasta parecer un hombre muy anciano y encorvado.

Del cielo, batiendo sus diez alas, aterrizó un hombre de cabello rubio y ojos carmesí.

¡TÚ HISTORIA ES PARCIAL Y FALSA, MAGO! ―Bramó el Dragón del Viento en cuanto tocó el suelo.

La abuela y Fernando cayeron desmayados en el acto.

―¡Abuela! ¡Hermano! ―Gritó Melodie, corriendo hacia ellos.

―Como siempre, la sutileza no es lo tuyo, Viento. ―Saludó el Mago Hartwell, sin moverse de su lugar.

¡POR FIN HE DESCUBIERTO TU SECRETO! ¡NO PODÍAS OCULTAR A TU FAMILIA POR SIEMPRE! ¡DESTRUISTE CIUDADES ENTERAS CON TUS ATAQUES TERRORISTAS, SACRIFICANDO UN SECUAZ TRAS OTRO, ÚNICAMENTE PARA TENER TIEMPO A SOLAS CON ELLOS! ¿LOS AMAS, O LOS USAS? ¡SEA COMO SEA, PIENSO MATARLOS A TODOS! ¡ESTA VEZ NO ME VOY A DETENER, INCLUSO SI NUESTRO COMBATE DESTRUYE EL MUNDO ENTERO! ¡ES MEJOR ESE SACRIFICIO, A PERMITIR QUE TU SEMILLA SE TRANSFIERA A OTROS UNIVERSOS!

El Mago Hartwell se puso de pie e hizo una reverencia. Pareció que bajo el feo gorro había un hombre alto y negro.

―Hoy no voy a luchar contigo, hagas lo que hagas. Pero debo advertirte de que, si los atacas, será mi victoria.

Habiendo dicho eso, el Mago Hartwell se fue fusionando con el suelo, hundiéndose bajo una mancha negra hasta desaparecer por completo, sin dejar rastro alguno.

―¡Abuelo! ¡Sálvanos, abuelo! ―Aulló Melodie, una y otra vez.

En un parpadeo, el Dragón del Viento apareció detrás de Melodie y le asestó un puñetazo que la atravesó de lado a lado. Ella cayó, sus entrañas y su sangre saliendo del hueco en su estómago.

Con igual velocidad, el Dragón del Viento se desplazó y puso su pie sobre la cabeza de la abuela, para luego aplastarla.

Iba a girarse para matar al niño, cuando de reojo captó un movimiento inesperado. Por instinto, dio un salto hacia el cielo y batió sus alas para mantenerse apartado. Vio que Melodie se había puesto de pie.

La niña, conmocionada, vio sus propias manos untadas de sangre. Del hueco en su estomago surgía un chorro de luz. Su cuerpo se estaba reparando, no mediante sanación ni regeneración, sino que la sangre y las entrañas perdidas flotaron desde el suelo y fueron regresando dentro de ella.

―¿Abuela? ¿Abuelo? ¿Qué me pasa?

¡ENTONCES EL MAGO NO ESTABA MINTIENDO! ¡TÚ ERES SU ARMA!

Melodie miró hacia donde yacía el cadáver de su abuela.

...

Capítulo 26              Índice           Capítulo 28

Nota de autor (15 de Agosto de 2.020)


Por fin estoy seguro de que el título del segundo libro será Melodie. En teoría dicha recopilación debería llegar a su fin alrededor del capítulo cuarenta, pero ya veremos. Sé más o menos en que punto quiero que terminé la historia, sin embargo no sé en cuál capítulo llegaremos ahí. Un tercer libro es seguro, y aunque espero que sea el último, no descartó la posibilidad de un cuarto.

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sábado, 15 de agosto de 2020

Memorias de un mago enamorado 26

Capítulo 25              Índice           Capítulo 27

Memorias de un mago enamorado


Foto original por Julius Drost
Foto original por Julius Drost

Capítulo 26: La novia del Mago


Ella no poseía magia alguna, no era más que una persona ordinaria que llegó a la Tienda y no vio nada en la vitrina excepto a su dueño.

―Bienvenida, hermosa mujer. Dime, ¿qué es lo que ves en el mostrador? ¿Son muchas cosas o una sola? Sea lo que sea, está al alcance de tu mano, por el precio adecuado, desde luego. ―Saludó el Mago Hartwell, abriendo la puerta de su tienda.

La joven miró perpleja al hombre de gorro feo y túnica negra cuyo rostro no podía ver con claridad.

―Yo… La verdad no veo nada adentro, señor, creo que su Tienda está vacía. Disculpe, ¿quién es usted? Y otra cosa, ¿cómo llegué aquí? Le confieso que no se dónde estoy.

El Mago Hartwell se mostró perplejo, una expresión que mostraba por primera vez en ese mundo. Su disfraz de humanidad se rompió por un momento: la túnica y el gorro cayeron al suelo, y la luz que emitió estuvo a punto de dejar ciega a la mujer.

Recuperó la concentración rápidamente. El gorro y la túnica negra volvieron a cubrir a la figura humanoide.

―Lo siento, espero no haberte asustado, ―Se disculpó el Mago Hartwell, también era la primera vez que lo hacía sinceramente en este mundo.

Ella dio un paso hacia él, con una mano levantada, con dedos curiosos.

La túnica se retorció, los brazos se volvieron demasiado musculosos por un instante, para luego hacerse muy delgados: se asomaron por sus mangas un par de patas verdes con espinas, como de mantis religiosa.

Aunque la mujer titubeó, siguió adelante hasta asir la túnica. La apretó firmemente y se la quitó al Mago Hartwell de un tirón. Todo lo que quedó fue un ser de energía y luz con un feo gorro por encima de su parte superior que no podía simplemente catalogarse bajo el concepto de “cabeza.”

―Eres hermoso. No, no puedo creer que exista alguien como tú. ¿Acaso eres Dios? ―Preguntó ella con reverencia en su voz.

Sin parar su avance, la mujer le quitó el gorro y lo dejó caer al suelo.

―Vaya, en serio que eres avezada. Esas protecciones están sobre mí por una razón importante, ¿sabes? La mayoría de personas se volverían locas tras ver mi verdadera apariencia. Y pensar que ni siquiera eres una de las elegidas, pues no posees ni la marca de los Dragones ni la más mínima magia. No, pequeña, no soy un Dios, y de hecho detesto esa palabra. Sólo los narcisistas se la adjudican. Hasta ahora no he conocido a ninguno digno de ese título.

―Yo, realmente no entiendo lo que estás diciendo.

―Por supuesto que no. Tengo que explicarte algunas cosas para que nuestro trato al menos tenga un asomo de justicia. Sin embargo, antes necesito saber más de ti. Sé lo que quieres, pero no sé por qué rayos querrías algo semejante. ¿Cuál es tu problema? ¿Por qué sientes que el mundo te odia? ¿Qué es aquello que más deseas en el mundo? Sea lo que sea, yo puedo ayudarte.

La mujer, su vista acostumbrándose ya a la luz, expresó la tristeza a través de sus ojos de color avellana.

―Yo, soy intersexual, lo sé desde los doce años. Siento que genéticamente soy un error de la naturaleza. Biológicamente soy más mujer que hombre. Se lo conté a mi novio ayer y de inmediato terminó conmigo. Dijo que no podía estar en una relación con alguien que no podía ser madre, alguien que realmente no era una mujer. La peor parte es que yo también quiero tener hijos, siento la urgencia, el llamado en mi mente, aunque mi cuerpo no sea capaz de hacerlo. ¿Qué clase de retorcido Dios me pondría las ansias para ser madre y no me daría lo necesario para lograrlo? Oh, es cierto, dijiste que no hay Dios.

―Dije que no conocía a ninguno digno de ese título, eso es diferente. Hay seres capaces de hacer milagros, yo incluido, si estás dispuesta a pagar el precio. Puedo ver tu utilidad, vislumbro el curso del camino que lleva a la meta deseada. Normalmente haría todo lo posible para manipularte y salirme con la mía. Claro, tú eres diferente para mí, especial. Y aún así no puedo evitarlo, mi veneno sale de mí como aquella fábula del escorpión y la rana. Por lo que te voy a manipular, y el hecho mismo de informarte de que te estoy manipulando hace parte de mis propósitos. ¿Estás segura de que deseas ser madre? Aún eres joven, apenas y eres un adulto según las leyes de tu país.

―Afirmas no ser un Dios, aunque me ofreces hacer mi deseo realidad. ¿Acaso eres un Diablo?

En ese momento, la mujer cayó en cuenta de que sus ropas se habían deshecho por la luz que emanaba del Mago Hartwell, una luz que era tan poderosa que hacía que todo lo demás se viera oscuro o nulo.

―Confieso que ese mote me encaja demasiado bien. ―Admitió el Mago Hartwell.

Ella abrazó la luz o lo que fuera sin dudar.

―No me importa el precio, confío en ti, aunque no sepa lo que eres, aún si no entiendo lo que eres, aún si dices que no puedo confiar en ti.

―¿Incluso si aquello que vas a crear termina por ser la causa de tu destrucción? No, nada te puede detener. A pesar de no tener poder tienes determinación. Esa es la cualidad que más aprecio en los seres humanos. Supongo que por eso eres la apropiada para mí.

La mujer y el ser de luz, por un tiempo, fueron uno solo. Y lo siguieron siendo, casi todos los días, durante treinta y ocho años.

...

La familia lo consideró un milagro. La comunidad científica reaccionó con escepticismo y lo achacó a un mal diagnóstico por parte del médico que había tratado su caso. Él defendió su praxis hasta que sus colegas le dieron la espalda, fue despedido y su familia lo abandonó. Por último, el médico cometió suicidio.

―Te advertí que habría un precio por pagar. ―Le dijo el Mago Hartwell a la mujer sollozante.

―¿Entonces si es mi culpa? ―Preguntó ella, asombrada a pesar de todo.

―Definitivamente no me enamoré de ti por tu cerebro. Aunque para ser justos, casi todos los mortales me parecen tontos. Para crear una vida que no debía existir, una ya existente debe desaparecer. Y debes saber que esto solamente es el principio, porque la hija de tu hija, quien será mi verdadera heredera, será la causa de muchas más muertes.

―¿Qué? ¿Por qué?

―Porque mi semilla tiene que germinar, porque los eventos que he puesto en movimiento no son adecuados para el tiempo de mi hija pero sí para los de mi nieta, porque estoy dispuesto a sacrificar incluso a mis seres queridos con tal de combatir a los Dragones, porque no me voy a detener aún si me lo pides de buena manera.

―¿Por qué me hablas así? ¡Yo sé que eres buena persona! ¿Por qué quieres que piense mal de ti?

―Ni siquiera soy una persona. No puedo lograr que lo entiendas, o que pienses mal de mí, porque te enloqueciste al ver mi verdadera apariencia. ―Declaró el Mago Hartwell.

―¡No estoy loca, yo me enamoré de ti!

―Es lo mismo. Puedo afirmarlo porque me he enamorado varias veces. Aunque te diga que soy malo, y haga cosas malas, sigues pensando que soy bueno. Claro, el bien y el mal no son más que falacias conceptuales, pero hasta tu protocerebro debería tener la evidencia suficiente para saber que yo no soy de fiar.

Habían pasado seis meses desde que ella había dado a luz. Una vez más, se habían encontrado frente a la Tienda del Mago Hartwell. Él nunca le había permitido entrar. No era como si necesitaran una cama para estar juntos. Ella y su Asistente nunca se habían visto, porque este último no tenía permiso de ver su verdadera apariencia.

―¿Lamentas que nuestra hija no te pueda ver?

―Era algo que ya esperaba.

―Siempre respondes lo mismo. ¿Acaso no lamentas nada?

―Sólo una cosa. Cuando me vaya de este mundo, no podré recordar tu nombre.

―¿Por qué?

―Porque incluso yo debo pagar un precio. Cuando establecí la magia como un mecanismo de defensa para este mundo, me sometí a una clausula: ser incapaz de recordar los nombres de aquellos que no poseyeran magia. Pensé que era un precio aceptable porque nunca pensé que me iba a enamorar, ni jamás vislumbre que la solución final provendría de las entrañas de una persona ordinaria.

―Entonces no niegas que me amas.

―Y eso sí lo entiendes.

...

La abuela de Melodie fue la única que supo cuán especial era al momento de su nacimiento: la había estado esperando, pues era lo que le había anunciado el Mago Hartwell.

―Mi hija quiso esperar hasta tener treinta años para quedar embarazada. Creo que, en el fondo, siempre se ha sentido avergonzada de no saber quién es su padre, y de que yo diera a luz cuando apenas había cumplido los dieciocho años. Que ella piense así, también fue parte de tu plan, ¿no es así?

Estaban frente a la Tienda. La abuela había salido a pasear con Melodie, que estaba empezando a dar sus primeros pasos. El Mago Hartwell la estaba cargando, tenía puesta su túnica negra y su gorro feo, y la apariencia de un fiero minotauro.

―¡Nunca debes cantar, nieta mía! ¿Me entiendes? ¡Si cantas puedes matar a la gente! ¿Entiendes?

La bebé Melodie se río y cogió uno de los cuernos, sacudiendo la cabeza del minotauro, lo que aumentó sus propias carcajadas infantiles.

―Me rindo. No logro que me tenga miedo. Tendrás que estar muy pendiente de Melodie para que no vaya a matar a mi hija y a mi yerno. O a ti. Recomiendo palmadas firmes y gritos incoherentes.

―Te hice una pregunta, querido.

―La respuesta salta a la vista, querida.

―Lo sé, he estado suficiente tiempo contigo como para intuir tus mañas. Lo que me sorprende es tu preocupación por las simples vidas mortales de tu familia. ¿No sería Melodie un arma más efectiva, si estuviera rota? Estoy segura que si ella nos asesina sin querer, eso la hará más inestable e impredecible, y por lo tanto más eficiente contra aquel Dragón que tanto detestas.

El gorro y la túnica cayeron al suelo. Aunque no tenía brazos, el ser de luz siguió cargando a Melodie, cuya reacción fue de alegría.

―Reconozco que te has vuelto más sabia con la edad, querida.

La abuela se acercó y cogió a Melodie entre sus brazos. La niña no pareció muy a gusto con esa decisión, y extendió sus brazos hacia la luz cegadora con dedos demandantes.

―Estoy dispuesta a infundir el miedo en mi nieta, para que no ande cantando por ahí. Pero debes ser consciente, querido, que si intentas ir contra la corriente que tú mismo ayudaste a impulsar, puedes terminar ahogado.

―No me gusta para dónde va esta conversación. ―Dijo el Mago Hartwell, cubriéndose nuevamente con sus prendas.

―Ya he vivido suficiente. Prefiero morir de manera calculada que dejarlo al azar y causar la muerte de mi hija o de su esposo. Y si mi muerte ayuda a derrotar a tu malvado Dragón, mejor aún. En estos últimos años conmigo te has ablandado un poco. Si bien eso reconforta mis sentimientos, de no llevar a cabo tu plan, puede llegar el día en que todo sea destruido por tu momentánea debilidad. ¿Cuándo es el tiempo más óptimo?

El Mago Hartwell, oculto su rostro bajo el feo gorro, sonó triste y pensativo al hablar.

―No serás la única en morir. Sólo tendrás cincuenta y seis años. Y nuestra nieta sufrirá de un modo inconmensurable.

La abuela de Melodie, con su nieta en brazos, se acercó y le puso una mano encima, aplastando el feo gorro sobre él.

―Ahora eres tú quien habla sin sentido. Todo en mensurable, todo es matemático, esas fueron tus palabras. Aún tenemos ocho años, deberíamos disfrutarlos lo más que podamos. Y cuando llegue el momento, salvaremos este mundo juntos, querido.

...

Capítulo 25              Índice           Capítulo 27

Nota de autor (8 de Agosto de 2.020)


Otra semana bizarra. Tuve que hablar con un hombre desesperado y suicida cuyo hijo lo había golpeado, creo que ese fue el punto más angustiante de estos últimos días.

Compré un cable VGA para poner en uso mi segundo monitor y la verdad me ha rendido mucho más así. No me voy a comprometer a entregar más de un capítulo por semana, pero sí lo voy a intentar.

Como siempre 2.020 ha estado lleno de eventos grandes, terribles, pero grandes, como dijo Ollivander. Los conmino a todos a seguir con vida, a seguir buscando su luz, y a retroceder nunca rendirse jamás.

Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

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sábado, 8 de agosto de 2020

Memorias de un mago enamorado 25

Capítulo 24              Índice           Capítulo 26

Memorias de un mago enamorado


Foto original por Thao Le Hoang
Foto original por Thao Le Hoang

Capítulo 25: Cero distorsión


Cincuenta mil Harpías se desplazaron hasta congregarse sobre la casa de los padres de Melodie: se podían ver desde cualquier parte de la ciudad. Celestino flotó sobre el apartamento e hizo arreciar los vientos para que los monstruos voladores de la venganza se movieran más lento, lo que les dio tiempo para llevar a cabo un plan apresurado.

Melodie subió al apartamento volando, no con tanta gracia como Celestino, aunque al menos era más rápido que subir tres pisos corriendo. Entró a su cuarto por su ventana rota y se encontró que Fernando estaba discutiendo con sus padres, que se encontraban histéricos.

―¿Qué demonios está pasando? ―Gritó su madre varias veces.

―¿Qué son esas cosas? ―Aulló su padre temeroso, apuntando al cielo.

―Melodie, ¡nuestros padres pueden ver a esas chicas lindas con alas! ¡Y también vieron a Celestino y a ti volando por ahí! ¡También pueden ver mi barrera! ¿Esto es bueno o malo? ―Fernando habló a toda prisa y sin pausa.

Ella, que ya tenía mucho en su cabeza y estaba cansada de pensar, aterrizó cerca de su padre y activó un audio en su celular con una mano, mientras que con la otra le asestó a él un golpe en el pecho con la palma abierta.


En las lejanas tierras de mi corazón vagabundo,
grita el viento un nombre indecible por estos labios profanos,
que en sello de agonía apagarán mi llanto.


La canción distorsionada un millón de veces todavía estaba resonando cuando Melodie se giró con fluidez y le asestó otra palmada en la espalda a su madre. Ambos cayeron desmayados sobre el suelo de la habitación. Fernando, quien se había quedado con la boca abierta, por fin reaccionó y se cubrió por completo con una barrera.

Melodie lo miró como si fuera el idiota más grande del mundo, y le habló con igual tono.

―¿Qué estás haciendo? ¡Quita esa barrera y ayúdame a ponerlos sobre la cama para que estén cómodos!

―¿Qué estoy haciendo yo? ¿Qué estás haciendo ? ¿Por qué atacas a nuestros padres, acaso te volviste loca? ¿O no eres realmente mi hermana? ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Un cambiaformas? ¿Ilusionista? ¿Doppelgänger? ―Fernando se había vuelto muy bueno para hablar tan veloz como una locomotora.

―¡Soy yo, zopenco! Los dejé inconscientes porque necesito que se queden quietos aquí por su propia seguridad. Tú te vas a quedar aquí y los vas a proteger con tus barreras, y sólo si yo te lo indico te los llevas a otro lugar, ¿está claro?

―¿Y cómo puedo estar seguro de que realmente eres mi hermana?

Melodie se lo quedó mirando como si fuera un insecto desagradable al que estaba a punto de aplastar. Fernando bajó la barrera y juntos levantaron a su madre, él cogió el torso y ella las piernas.

―Bueno, me convenciste, últimamente estás haciendo mucho esa mirada de bruja malévola. ¡Melodie, pudiste matar a nuestros padres con tu magia!

―No fue más que un ataque de nivel tres, necesitaría como diez de esos para matarlos realmente. No quiero que hagan algo tonto como correr por ahí cuando estoy a punto de destruir a esas Harpías.

Depositaron a su madre en la cama de Melodie y luego fueron a por su padre sin hacer pausa.

―Oye, puede que lo tengas muy bajo control, pero ningún hijo debería levantar la mano contra sus padres, sobretodo si es con Judo mágico.

―Es Jiu-jitsu no Judo.

Acomodaron a su padre al lado de su madre. Luego ambos respiraron profundamente.

―Oye, ¿realmente tienes que matar a todas esas linduras? ¿No puedes dejarme una?

―Son ellas o nosotros. Además, sólo son caras lindas con tetas, todo lo demás en ellas es monstruoso.

―Pues son las dos cosas en que yo más me fijo, hermana.

―Asqueroso. ―Dijo Melodie, al tiempo que salió corriendo a toda prisa hacia la ventana rota.

―Oye, ¿por qué nuestros padres pueden ver la magia ahora?

―¡No lo sé y no me importa! ―Gritó Melodie, ascendiendo tan veloz como un pájaro y alejándose de allí.

Sin nada más que hacer, Fernando sacó su celular y empezó a revisar sus redes sociales, Pronto se dio cuenta que había avistamientos de todo tipo en el mundo, como si de repente los ordinarios y los mágicos ya no estuviesen separados por el Velo del cual él había escuchado hablar un poco. Sin embargo, supo que la peor noticia era la de de un Dragón de escamas rojas que estaba devorando a todas las personas en el centro de la ciudad.

,,,

Melodie flotó hasta llegar al lado de Celestino. Intercambiaron una larga mirada y luego se tomaron de la mano.

―¿Lo hacemos ya? ―Preguntó Melodie con temor.

―Es mejor ahora que después. ―Respondió Celestino, apretando con mayor fuerza la mano de ella.

Volvieron a contemplarse: él enamorado de sus ojos avellana, ella enamorado de sus ojos carmesí. Se acercaron y se besaron por menos tiempo del que hubiesen querido, porque sabían que no solamente las Harpías los veían con odio mientras estaban abrazados en el aire.

...

Las Harpías estaban furiosas. El viento les había opuesto resistencia durante un largo rato, dificultando su avance que, de por sí, ya era problemático debido al gran número de ellas. Como emisarios de la venganza, el desplazamiento táctico no era su fuerte. Procurar mantener una distancia de tres metros entre sí fue la mejor idea que se les ocurrió: el resto de sus pensamientos siguieron enfocados en hacer pedazos al Vástago del Viento.

De repente, el viento cambió de dirección y les permitió converger en dirección a su objetivo, flotando en el aire al igual que ellas, aunque sin necesidad de aletear. A su lado había una chica de cabello negro a la que iban a destrozar si intentaban interponerse. Las Harpías se lanzaron sin dudar, por lo que no se dieron cuenta que se estaban introduciendo dentro de un vórtice y que a su alrededor se formaban unos vientos huracanados que no les iban a permitir volar en otra dirección que no fuera hacia Celestino.

...

Desde lejos, se veía como si las Harpías estuviesen creando la figura de un embudo. Ese fue el panorama observado por las Divisiones que formaban el ejército del Dios Dragón del Fuego. Se habían ubicado en las terrazas de varios edificios cercanos a la casa de Melodie. La mayoría confiaba en que Melodía de la Muerte no los iba a despachar en un instante porque había demasiado civiles en el área.

Las Divisiones Cinco, Seis y Siete no se habían presentado.

La División Cuatro eran tres Medusas, mujeres de cuerpo hermoso con serpientes en vez de cabello y lentes oscuros. No querían combatir, pero no se habían atrevido a desobedecer el mandato del Dios Dragón.

La División Tres consistía en el Capitán Jace y su Escuadrón Dragón, los cinco montando sus lagartos alados con la dignidad y el porte de sus armaduras. Con toda su alma esperaban que las Harpías pudieran vencer a sus enemigos, no querían luchar una batalla perdida y morir.

La División Dos estaba compuesta por las hijas del Dios Dragón del Viento, ahora con doce años de edad.

El brazo derecho de Riku había sido reemplazado por un brazo de metal con una runa de color rojo inscrita en su hombro: no desencajaba con el resto de ella, pues tenía puesta una armadura que la cubría de pies a cabeza, y en la cabeza un casco cuya única abertura era una línea a la altura de sus ojos carmesí; además, Riku era la única cargando un ataúd blanco y diminuto sobre su espalda.

Nana tenía la misma prótesis en su brazo derecho, sólo que, por contraste, destacaba más contra su blusa negra de tiras y su corta falda roja: su cabello rubio lo llevaba atado en una cola de caballo.

Suki también tenía la pierna derecha fabricada en el mismo material, con la runa en su rodilla: su estilo de vestimenta era el mismo que el de Nana, aunque su blusa era roja y su falda negra.

Mori, al igual que Riku, tenía una armadura completa, excepto que Mori tenía una máscara de metal moldeada al estilo de los Guerreros de terracota, bajo la cual sobresalía su cabello rubio: no tenía ninguna abertura para los ojos, nariz o boca.

―¡Realmente espero tener la oportunidad de volver a matar a nuestro hermano! ―Declaró Nana con efusividad, la boca abierta y escurriendo baba, las manos sobre sus mejillas con expresión soñadora y anhelante.

―Preferiría conservarlo con vida y poder torturarlo todos los días. Quiero que sea mi perro fiel. ―Afirmó Suki, igual de fervorosa que su hermana.

―No bajen la guardia ni por un segundo, no subestimen a ninguno de los dos. ―Advirtió Riku con seriedad, su voz reverberando dentro de la armadura.

Mori nada dijo, aunque asintió con su máscara.

La División Uno no tenía más que una integrante, una chica llamada Key que no aparentaba más de veinte años, de cabello rubio corto y erizado hacia arriba, casi como un casco con punta. Flotaba en el aire sin un medio aparente. Estaba desnuda y mostraba su cuerpo delgado sin pudor, solo la rodeaba una tenue aura de color naranja. Sus ojos azules contemplaban los movimientos de sus enemigos con curiosidad. Ella era la única que no tenía miedo del canto de Melodie.

...

Habían pasado dos años desde que Melodie había cantado. Ella y Celestino se habían ido a un desierto, al otro lado del país, para poder grabar en su celular la canción que luego iban a distorsionar para graduar el poder de Melodie. Había sido muy útil, y en el fondo ella había creído que nunca más tendría necesidad de cantar en su vida.

Tenía rabia por verse forzada a cantar.

Sentía ira hacia las Harpías. Y también hacia el tonto y supuestamente legendario Mago Hartwell que ella había destruido sin proponérselo. La ira se transformó en pánico cuando sus palabras finales volvieron fugazmente a su consciencia.

Se esforzó por no pensar, por poner su mente en blanco. Pensó en la persona que creía ser, la que no quería vivir porque su novio y su única amiga la había traicionado. Pensó en la persona que se odiaba tanto a sí misma que borró todos sus recuerdos. Pensó en la niña que había perdido a Zeferino a causa de su confusión y debilidad. Pensó en la mujer que era en el presente, la que pretendía no haber escuchado con claridad las palabras que había pronunciado el Mago Hartwell.

―¿Mel? ―La llamó Celestino.

―Estoy bien. Ayúdame a mantener el perímetro, eso es todo.

Melodie respiró profundamente, y cantó:


Grita el viento,
mientras viaja por los desiertos de mi corazón,
tu nombre que es mi verdugo,
plaga que llega y aniquila todo reducto de mi propia razón.


La canción se fue desplazando dentro del vórtice, paralizando a las Harpías que la escuchaban y quedaban embelesadas en la melodía más hermosa, imposible de comprender en su belleza inalcanzable excepto en el segundo antes de morir. Fueron muriendo por miles y miles hasta que el poder de la canción fue superior al poder del viento: el vórtice se rompió y la melodía de la muerte salió disparada en todas direcciones en un radio de doscientos cincuenta y seis kilómetros.

Melodie gritó aterrada.

―¡No te rindas todavía Mel! ¡Aún podemos controlar la onda de la canción! ―Gritó Celestino, a salvo únicamente gracias a su conexión con Melodie, aunque no totalmente indemne.

―¡Es inútil! ¡Lo recuerdo muy bien! ¡Todos van a morir, al igual que hace cinco años! ¡Lo recuerdo todo! ―Aulló Melodie, tapando sus oídos con sus manos.

...

Capítulo 24              Índice           Capítulo 26

Nota de autor (1 de Agosto de 2.020)


Quiero ser sincero y pedir disculpas. Hace unos días dije, en un arranque de optimismo y buenas intenciones que quería traducir más adelante algún otro fanfic racional, pero creo que no se va a poder. Eso lo dije en un buen día, un día en que estaba muy animado, pero infortunadamente no todos los días son tan buenos.

Sufro de lo que se conoce como depresión altamente funcional, y aparento ser un miembro productivo de la sociedad a pesar de que por dentro me sienta como una mierda. Si tuviera dinero de sobra y solamente tuviera que escribir como mi trabajo, seguramente podría dedicar un rato al noble pasatiempo de la traducción racional, pero esa no es mi realidad.

La verdad es que escribo mejor cuando me concentro en un solo proyecto y que mis energía y ánimo son limitadas. No odio mi trabajo como vendedor, pero tengo un jefe que me la pone difícil casi todos los días. Haré mi mejor esfuerzo para terminar el proyecto de Mago enamorado porque realmente me enamoré de la idea de entregar una novela de fantasía oscura que fuera gratis para todos. Cuando esta historia llegue a su fin, probablemente pasará a otra historia por la que sí espero cobrar.

Mientras tanto agradezco mucho a los Patrocinadores que me han acompañado a través de mis desorganizados sentimientos. Me voy a esforzar por hacer mejor las cosas.

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