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domingo, 23 de agosto de 2020

Memorias de un mago enamorado 27

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Memorias de un mago enamorado


Foto original por Rhett Wesley
Foto original por Rhett Wesley

Capítulo 27: ...nieta mía


La abuela de Melodie estuvo muy pendiente de su nieta. Su yerno decía, en broma, que era una abuela helicóptero. Su hija estaba muy feliz con su presencia y apreciaba todo el tiempo que le dedicaba. Nada raro pasó por un tiempo, por lo que la abuela se relajó a pesar de las constantes advertencias del Mago Hartwell. Poco días después del primer cumpleaños de Melodie, su abuela la escuchó llorando en la habitación de sus padres. A pesar de su edad, corrió como un rayo y la encontró abrazando a Tom, el gato de la familia. El gato estaba inerte entre sus pequeños brazos de niña.

―Melodie, ¿qué pasó? ¿Por qué estás llorando?

―¡Tom! ¡Tom! ―Repitió Melodie, una y otra vez.

La abuela comprendió e hizo lo que había decidido hacer de antemano. Cogió a Melodie por los hombros y la sacudió con violencia, la suficiente como para que soltase el cadáver del gato, aunque no para hacerle daño realmente.

―¡Te dije que no debías cantar! ¡Nunca, nunca! ¡El gato está muerto por tu culpa! ¡Tú mataste a Tom!

La niña, confundida, aumentó su llanto.

El padre de Melodie determinó que el gato había sufrido un paro al corazón. O que había sido envenenado. Lo metió en un costal y lo fue a enterrar en un terreno baldío.

La abuela tuvo la esperanza de que el regaño fuera suficiente. Siguió con un ojo abierto sobre su nieta.

...

Cuando Melodie tenía tres años, su madre cayó gravemente enferma durante una semana. La abuela fue a cuidarla y notó que su nieta estaba comportándose extraño, pues intentaba mantenerse alejada de ella, cuando normalmente no quería despegarse de sus faldas.

Cuando la madre de Melodie ya estaba recuperándose y podía salir de la cama por un par de horas, la niña finalmente se acercó a su abuela.

―Mamá enfermó, por mi culpa. Yo, canté. ―Confesó Melodie.

La abuela suspiró aliviada, pues ya lo había sospechado.

―Melodie, voy a tener que castigarte. Tú entiendes por qué, ¿cierto?

La niña asintió, moviendo su cabello negro de arriba a abajo. Vacilante, se bajó los pequeños pantalones que tenía puestos ese día, y su abuela le dio palmadas hasta que se le cansó el brazo. Ninguna de los dos se lo comentó a nadie. Fue un secreto entre las dos, como el abuelo invisible que sólo ellas podían ver.

...

Cuando Melodie tenía cinco años, tuvo una pelea con un niño que era hijo de unos amigos de sus padres. Ocurrió en un parque cercano. El niño le arrebató su bicicleta a Melodie y pedaleó alrededor de ella describiendo un círculo, mofándose y mostrando la lengua. Cada vez que Melodie lo intentaba atrapar, el niño se alejaba de ella y se reía más fuerte.

Melodie dejó de llorar, se quedó muy quieta, murmurando algo que sólo el niño pudo escuchar, algo que lo hizo perder el equilibrio y golpear su espalda de modo tan tremendo que sufrió fracturas múltiples, que degeneraron en una joroba.

Todos se sorprendieron cuando la abuela de Melodie le dio una bofetada tan fuerte que le tumbó un diente de leche. La tildaron de exagerada, retrograda y chapada a la antigua, pero por fin Melodie aprendió su lección.

...

―Hoy es el día, ¿verdad? ―Preguntó la abuela de Melodie.

El día anterior había sido el cumpleaños de su nieta. Melodie realmente había querido visitarla y pasar con ella todo el fin de semana. El Mago Hartwell le había comprado una casa en la parte campestre de la ciudad. La parte trasera de la casa tenía un terreno para cultivar que la abuela había llenado con cilantro. También tenía una docena de pollos merodeando por ahí, Melodie y el pequeño Fernando los estaban persiguiendo por todos lados.

La abuela y el Mago Hartwell contemplaban a los niños, tomados de la mano, aunque la de él tenía la apariencia de la pinza de una langosta. Ante el comentario de ella, el Mago Hartwell dejó escapar una medio carcajada.

―Ya no debería sorprenderme tanto. Aún así, debo preguntar, ¿cómo lo sabes, querida?

―Bueno, para empezar, estamos en el año que indicaste. Sin embargo hay algo extraño sobre este día. Me siento observada, y la gente se comporta de modo diferente. Hoy mis vecinos saludaron con un asentimiento de cabeza en vez de desearme un buen día. Hay más carros transitando por la zona, lo que es inusual. Y por último, estás tan nervioso que estás a punto de triturar mis viejos huesos.

―Lo siento.

―Está bien, todavía lo puedo soportar. Querido, cuando yo muera, ¿qué va a suceder conmigo? ¿Es posible que nos veamos de nuevo?

La espalda del Mago Hartwell se hinchó junto con su pecho, se inclinó hacia adelante y su cara indefinible se estiró hacia adelante como un pico: pareció una especie de cuervo negro borroso y gigante.

―Vernos de nuevo es posible, pero antinatural. Tú morirás y te convertirás en energía, veintidós gramos para ser precisos. Te unirás con el universo y luego volverás a renacer. Tus experiencias en esta vida van a trazar un trayecto para tu próxima vida, un efecto residual y subconsciente, que puede ser positivo o negativo dependiendo de tus acciones. Serás alguien completamente diferente, el agua que cae de la cascada no es la misma, aunque no se mueva de lugar. Si yo intento interferir con tu ciclo, lo único que puedo lograr es perjudicar tu existencia.

―Es una lastima. Me gustaría que nos pudiéramos ver de nuevo, aunque no fuera más que por un momento. ¿Cómo eran las otras mujeres de las que te has enamorado?

―Pues para empezar. no todos fueron mujeres. Supongo que tenían una personalidad similar a la tuya.

―Quizá yo sea todas esas personas, buscando encontrarte en cada una de mis vidas. ―Sugirió la abuela sonriendo. Todavía tenía todos sus dientes.

―Es un bonito pensamiento, aunque sea falso.

La abuela, viendo jugar a sus nietos, tembló visiblemente.

―No me importa lo que pase conmigo, ¿pero que hay de Fernando? ¿Lo puedes salvar a él? ¡Apenas tiene cuatro años! ―Suplicó ella gimoteando.

El Mago Hartwell nada respondió.

Los niños se acercaron corriendo, el pequeño Fernando un poco adelantado a Melodie, pues ella venía cargando un pollo gordo entre sus brazos. El pollo aleteaba alterado.

―¡Abuela, abuelo! ¡Cogimos un pollo! ―Anunció Melodie con alegría.

―¡Pollo! ¡Pollo! ―Fernando hizo eco con el escaso vocabulario que tenía.

La abuela se tragó sus lagrimas y le sonrió a sus nietos.

―Bien hecho Melodie. Ahora suelta al pollo y permite que tu hermano lo atrape. Mientras tanto siéntate a nuestro lado.

Fernando salió corriendo detrás del despavorido pollo. Su hermana y sus abuelos se lo quedaron viendo en silencio por un largo rato.

―¿Por qué solamente tú y yo vemos al abuelo? Ni Fernando ni mis padres lo pueden ver.

La abuela le frotó la cabeza a la niña, desarreglando su cabello negro.

―Eso ya te lo he explicado antes Melodie.

―Pues sí, pero sigo sin entender.

El Mago Hartwell se sacudió hasta parecer un enorme oso con una túnica negra y un gorro feo sobre la cabeza.

―Es muy simple nieta mía. Hace muchísimo tiempo, un malvado Dragón vino a este mundo para conquistarlo. No buscaba conseguir esclavos, sino poner su marca sobre ellos. Una marca invisible que ata a las personas a otra dimensión, al lugar del que provino el Dragón, un siniestro lugar que no debe ser nombrado a la ligera. Si todas las personas son atadas, entonces este mundo podría ser destruido por el capricho de esos falsos dioses. Por eso, poco después de la llegada de ese feo Dragón, apareció el más galante y valiente héroe de todos, un mago tan poderoso que se hizo llamar Mago con M mayúscula. Para oponerse a la conquista del feo Dragón, el Mago compartió su magia con aquellos que así lo deseasen. A cambio, el Mago obtuvo todo tipo chucherías, desde almas hasta partes corporales, algunas útiles y otras no tanto. Lo importante era que los hijos de aquellas personas obtendrían la magia de sus padres. Aquellos con magia estaban protegidos contra la marca de esa terrible dimensión destructora. Por supuesto, el Dragón estaba furioso. Sin embargo no podía agarrarse a trompadas con el Mago porque ambos eran iguales: únicamente habrían hecho un desastre. A regañadientes, el Dragón tuvo que modificar su marca para que sus usuarios pudieran usar magia. Muchos prefirieron obtener magia del Dragón, porque les pareció mejor idea condenar a todos y no solamente a ellos mismos. El Dragón le propuso al Mago un trato, crear un Velo que mantuviera separados a los ordinarios de los mágicos, y el Mago aceptó. Claro, ese era el plan del Mago desde el principio, forzar una sana competencia comercial que mantuviera ocupado al Dragón durante miles de años. Porque lo que más necesitaba el Mago era tiempo, el tiempo suficiente para que pudiera nacer un mago, o mejor dicho, una bruja con el poder suficiente para erradicar al Dragón y a cualquier invasor. Alguien que pudiera proteger este mundo para siempre. Y adivina qué, ese grandioso Mago, ¡era yo, tú abuelo!

―Abuela, no le entiendo al abuelo ni la mitad de lo que dice, y todavía sigo sin saber por qué los demás no lo ven. ―Protestó Melodie.

Un viento malévolo sacudió los árboles. La abuela sintió un escalofrío. Fernando se quedó paralizado, al igual que el pollo. Melodie levantó la vista con curiosidad. El Mago Hartwell se encogió hasta parecer un hombre muy anciano y encorvado.

Del cielo, batiendo sus diez alas, aterrizó un hombre de cabello rubio y ojos carmesí.

¡TÚ HISTORIA ES PARCIAL Y FALSA, MAGO! ―Bramó el Dragón del Viento en cuanto tocó el suelo.

La abuela y Fernando cayeron desmayados en el acto.

―¡Abuela! ¡Hermano! ―Gritó Melodie, corriendo hacia ellos.

―Como siempre, la sutileza no es lo tuyo, Viento. ―Saludó el Mago Hartwell, sin moverse de su lugar.

¡POR FIN HE DESCUBIERTO TU SECRETO! ¡NO PODÍAS OCULTAR A TU FAMILIA POR SIEMPRE! ¡DESTRUISTE CIUDADES ENTERAS CON TUS ATAQUES TERRORISTAS, SACRIFICANDO UN SECUAZ TRAS OTRO, ÚNICAMENTE PARA TENER TIEMPO A SOLAS CON ELLOS! ¿LOS AMAS, O LOS USAS? ¡SEA COMO SEA, PIENSO MATARLOS A TODOS! ¡ESTA VEZ NO ME VOY A DETENER, INCLUSO SI NUESTRO COMBATE DESTRUYE EL MUNDO ENTERO! ¡ES MEJOR ESE SACRIFICIO, A PERMITIR QUE TU SEMILLA SE TRANSFIERA A OTROS UNIVERSOS!

El Mago Hartwell se puso de pie e hizo una reverencia. Pareció que bajo el feo gorro había un hombre alto y negro.

―Hoy no voy a luchar contigo, hagas lo que hagas. Pero debo advertirte de que, si los atacas, será mi victoria.

Habiendo dicho eso, el Mago Hartwell se fue fusionando con el suelo, hundiéndose bajo una mancha negra hasta desaparecer por completo, sin dejar rastro alguno.

―¡Abuelo! ¡Sálvanos, abuelo! ―Aulló Melodie, una y otra vez.

En un parpadeo, el Dragón del Viento apareció detrás de Melodie y le asestó un puñetazo que la atravesó de lado a lado. Ella cayó, sus entrañas y su sangre saliendo del hueco en su estómago.

Con igual velocidad, el Dragón del Viento se desplazó y puso su pie sobre la cabeza de la abuela, para luego aplastarla.

Iba a girarse para matar al niño, cuando de reojo captó un movimiento inesperado. Por instinto, dio un salto hacia el cielo y batió sus alas para mantenerse apartado. Vio que Melodie se había puesto de pie.

La niña, conmocionada, vio sus propias manos untadas de sangre. Del hueco en su estomago surgía un chorro de luz. Su cuerpo se estaba reparando, no mediante sanación ni regeneración, sino que la sangre y las entrañas perdidas flotaron desde el suelo y fueron regresando dentro de ella.

―¿Abuela? ¿Abuelo? ¿Qué me pasa?

¡ENTONCES EL MAGO NO ESTABA MINTIENDO! ¡TÚ ERES SU ARMA!

Melodie miró hacia donde yacía el cadáver de su abuela.

...

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Nota de autor (15 de Agosto de 2.020)


Por fin estoy seguro de que el título del segundo libro será Melodie. En teoría dicha recopilación debería llegar a su fin alrededor del capítulo cuarenta, pero ya veremos. Sé más o menos en que punto quiero que terminé la historia, sin embargo no sé en cuál capítulo llegaremos ahí. Un tercer libro es seguro, y aunque espero que sea el último, no descartó la posibilidad de un cuarto.

Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

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