ATARDECER
Capítulo 3
Inteligente
Inteligente
“¡Maldita sea!”
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Había conocido a
más personas de las que podía recordar. Todos querían saber mi
opinión sobre el clima, sobre Forks, sobre Phoenix, y combinaciones
de los tres. Jessica me invitó a almorzar con ella. Eric, el chico
de cabello negro de antes, nos invitó a ambas a sentarnos junto a
él. Luego Ángela y Mike se sumaron. No me gustaba recibir tanta
atención, pero estaba poniendo mi mejor sonrisa ante la situación,
literalmente. Era como si todos en la mesa, excepto Ángela,
quisieran hablar de mí, por lo que cuando ella mencionó los rumores
sobre un extrañó ruido en clase de Español, salté como un gato
sobre un ratón.
“¿En serio? Jessica y yo
estuvimos en clase de Español en la tercera hora y no escuchamos
nada, ¿cierto?”
“Dicen que fue a primera hora,
algo así como una pequeña explosión.” Agregó
Ángela con tono neutral, como si en verdad no le diera importancia a
los rumores. Me pregunté si en realidad quería darme un respiro, y
se lo agradecí infinitamente fuera cierto o no.
“Te apuesto que al menos uno de
los Cullen estaba presente.”
Insinuó Mike con una mirada conspiradora que yo no capté.
“¿Quiénes son los Cullen?”
Inquirí ansiosa por hablar de alguien más.
“Los Cullen son...”
Jessica miró alrededor, luego hizo una mueca de decepción y
suspiró. “Edward, Alice y Emmett Cullen, junto con los
gemelos Rosalie y Jasper Hale; todos ellos viven con el Doctor Cullen
y su esposa. No son sus hijos realmente, todos son adoptados. El
Doctor Cullen es joven, no creo que pase de los treinta y dos años,
aunque Laura a veces le pone treinta y cinco.”
“¿Y son interesantes porque son
adoptados?” Mascullé mientras
engullía una deliciosa papa frita.
“Para empezar es un poco
escandaloso que a pesar de vivir juntos hagan parejas entre ellos:
Alice y Jasper por un lado, y Emmett y Rosalie por el otro. Edward es
el único que está soltero, no le ha llamado la atención ninguna
chica de por aquí.”
“Suena como si hablaras por
experiencia propia.” Me mordí
la lengua. Jessica hizo una mueca de disgusto y solté lo primero que
se me ocurrió para arreglar mi imprudencia. “Eres muy
linda, no puedo creer que ese tal Edward te rechazara.”
“Gracias.”
Dijo Jessica visiblemente complacida. “La verdad es que
son bichos raros. Me refiero a que tienes que verlos para comprender.
Todos son tan... lindos. Hay quienes dicen que el Doctor Cullen debe
haber inventado alguna dieta alimenticia especial y que por eso son
así. De venderla se haría millonario. O a lo mejor ya la vendió y
es muy rico pero reservado. Casi nunca vienen a clases, siempre
ocupan los mejores puestos y no se relacionan con nadie. Son un
montón de fenómenos.”
A pesar de la
excesiva ponzoña que podía detectar en la descripción de Jessica,
los rasgos de los Cullen me llamaron la atención.
“Belleza, inteligencia y dinero.
Definitivamente pasa algo extraño en Forks. Me muero por ver que tan
especiales son con mis propios ojos.”
Exclamé con voz exageradamente soñadora, haciendo que todos en la
mesa se rieran, incluso Angela. “¿No sería grandioso
resolver el misterio de los Cullen?”
En ese momento un
ruido ensordecedor retumbó por toda la escuela. No debieron ser más
de unos pocos segundos, que trascurrieron muy lentamente, segundos en
los que nadie movió ni un músculo, segundos en los que todos nos
miramos con cara de bobos.
Cuando el ruido se
repitió, lo reconocí como un rugido. También fue cuando el pánico
dominó a maestros y estudiantes por igual: todos salieron corriendo
espantados hacia distintas direcciones. Sin saber cómo, terminé
separada de mis compañeros de almuerzo, alguien me empujó, caí al
suelo y fui pisoteada por una muchedumbre enloquecida por primera vez
en mi vida.
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“¡Ahgr!”
Fue lo primero que pronuncié tras abrir los ojos.
Me levanté para
analizar el estado de mis ropas. Había perdido mi chaqueta – a lo
mejor se había atorado graciosamente en los pies de alguien – y mi
blusa negra de tiras estaba hecha jirones, por lo que la sostuve con
una mano para no mostrar mi sostén. Por fortuna, encontré la
cafetería vacía.
Respiré
profundamente. Necesitaba calmarme y actuar racionalmente.
¿Qué demonios
acababa de pasar?
Ruidos extraños.
Ángela había
dicho algo sobre un ruido extraño que se escuchó durante la primera
hora en la clase de Español. No había oído ese ruido en persona,
por lo cual lo archivaría – por ahora – como un evento sin
relación. Luego, sonidos de truenos o rugidos habían retumbado a la
hora del almuerzo por toda la escuela. Las personas huyeron presas
del pánico y me vi arrastrada por la confusión.
¿Cuáles eran las
causas posibles para esos ruidos? Cuando los oí por primera vez, se
me asemejaron a una explosión, como disparos quizá. Tras
escucharlos una segunda vez, me imaginé un oso.
Un oso enorme.
Y hubo algo más;
otros sonidos que casi habían quedado escondidos bajo los gritos de
la multitud histérica. Golpes y destrozos que provenían de otro
lugar que no era la cafetería. Los pude reconocer – había estado
en demasiadas peleas como para no hacerlo – eran los jadeos, el
bullicio de una confrontación entre iguales. Sin embargo, nunca en
mi vida imaginé que consideraría seriamente la posibilidad de que
dos osos enormes hubiesen peleado en un salón de clases contiguo a
mi.
¿Podría estar
equivocada?
Sí. Era posible
que el animal estuviera atacando a una o más personas. Aunque
también era posible que se tratará, simplemente, del eco de
disparos con distintas armas de fuego. En todo caso, no podía
confiar cien por ciento en mis percepciones de un evento tan
vertiginoso.
¿Qué podía hacer
entonces?
Fueran osos
monstruosos o armas, podía interponerme entre los agresores y los
inocentes. Agradecí al universo por mi incapacidad de sentir miedo,
compensada de sobra con mi habilidad para pensar constantemente con
cabeza fría. Anudé mi blusa a toda prisa lo mejor que pude y,
motivada por la convicción de que aún estaba a tiempo de salvar una
vida, salí en dirección al lugar en el que tal vez existía una
terrible amenaza.
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Cinco minutos
siento atropellada y recuperándome. Cinco minutos encontrando el
lugar correcto. Cinco minutos observando en silencio.
“¡Isabella! ¡Al fin te
encontramos!” Gritó Charlie
detrás de mí. Suspiró de alivio en cuanto vio que no estaba
herida. “¿Qué le pasó a tu ropa?”
El tiempo de
respuesta del departamento de Policia de Forks era de quince minutos.
No estaba mal. Detrás de Charlie venían otros dos oficiales de
Policía, un hombre y una mujer. Los tres traían sus pistolas
desenfundadas.
“¿Qué demonios pasó aquí?”
Dijo la Oficial con una ligera nota de susto.
“He estado preguntándome lo
mismo, con parcial éxito.”
Comenté pensativa. “Sobre mi ropa, se dañó cuando
todos salieron corriendo en estampida.”
“Señorita Swan, si quiere contar
algo que sepa...” Inició el
Oficial, pero no alcanzó a seguir.
“¿Estas insinuando que mi hija
hizo esto, Jonathan?”
Interrumpió Charlie enfadado.
“Yo no hice esto.”
Negué un poco distraída. “Tal vez tenga información
que pueda beneficiarles, mas sólo podré ayudarles en la medida en
que no entren a este cuarto todavía.”
“Jonathan, Elizabeth, les presento
a mi hija Isabella, lectora asidua de novelas de misterio.”
Explicó Charlie con un suspiro, procediendo a cubrirme los hombros
con su propia chaqueta. “Isabella, te presento a los
hermanos Conrad.”
Cuando mi padre
mencionó su parentesco caí en cuenta de que estaba más perpleja de
lo que yo misma creía. Era obvio que tendrían que estar
relacionados, ambos tenían cabello rizado y negro, sólo que
Jonathan lo tenía corto. Ambos me miraron con escépticos ojos
verdes.
“Jefe Swan, no creo que sea bueno
incluir a un aspirante a detective en este asunto.”
Se quejó Jonathan Conrad.
Respiré
profundamente y repliqué: “Asumo por la calma con que
dialogamos que ya han revisado el resto del perímetro y han
acordonado la zona, pero todo indica que quien fuera el responsable
de esto ha escapado, o de tratarse de alguien ajeno al personal del
colegio, se ha mezclado con la multitud. De no ser así, sería
inexcusable de su parte que no estén aplicando algún tipo de
protocolo para operaciones especiales como búsqueda y rescate, por
ejemplo, por lo que puedo deducir que yo era la única persona que
faltaba por encontrar, ¿o estoy equivocada, Oficial Conrad?”
Cuando el Oficial
Conrad se quedo boquiabierto y su hermana se rió a carcajadas, pude
notar que ella tenía los dientes más blancos.
“Ella es muy buena.”
Sonrió Charlie con orgullo; no recordaba haber visto esa expresión
en mucho tiempo. “De acuerdo Isabella, ¿de qué se
trata?”
“En primer lugar, nadie debe
entrar a este cuarto hasta que un equipo de forenses recoja la mayor
cantidad de evidencia posible. Sí, comprendo que no ha habido ningún
asesinato ni desaparición, pero los daños en este cuarto son
inconsistentes con una situación normal. Primero déjenme llamar su
atención a la puerta, fue tumbada con tanta fuerza que llegó al
otro lado del salón. En segundo lugar tenemos los destrozos dentro
del cuarto, mesas y sillas no destruidas: pulverizadas. Para hacer
este tipo de daños un ser humano necesitaría herramientas y tiempo.
En tercer lugar, vean la ventana hecha añicos. El patrón de
rompimiento de los vidrios es de adentro hacia afuera. Por lo que se
puede formular una solida hipótesis, que sólo el equipo de forenses
podrá corroborar, de que el responsable de este 'evento' entró
salvajemente por la puerta, destrozó el salón, y salió por la
ventana. Y hay otra cosa que quiero agregar, cuando se produjo todo
este alboroto yo estaba en la cafetería, como la mayoría del
colegio. Reflexionando sobre lo que escuché en ese momento, y a lo
mejor otros testimonios lo puedan comprobar, sonaba como si hubiera
ocurrido alguna clase de confrontación. Mi conclusión es que este
ataque al colegio no fue realizado por ningún individuo ni grupo de
seres humanos. Debió tratarse de una manada de animales, muy
grandes, probablemente de las montañas. Sería bueno traer a algún
rastreador y seguir la pista, aunque sea para confirmar que la manada
ha regresado donde pertenecen. Con eso, he terminado.”
Y con eso los había
dejado sin palabras.
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Todo
transcurrió de acuerdo a mis sugerencias. Charlie reclutó a su
amigo Harry Clearwater, de La Push, para que le ayudara a rastrear a
la 'manada.' No encontraron nada. Por otra parte, aunque el equipo
forense concluyó que mi teoría era plausible, no lograron hallar
pruebas que demostraran sin lugar a dudas el tipo de animal que pudo
haber irrumpido en la escuela. El colegio de Forks fue cerrado por
tres días, durante los cuales solamente hice una cosa: estudiar
el extraño fragmento que había encontrado y robado.
Sin los
instrumentos apropiados me era difícil determinar la dureza del
extraño material o tan si quiera establecer su naturaleza exacta y,
sin embargo, algo en su consistencia me resultaba familiar, casi como
si lo conociera. Pero, por más que lo intentaba, su nombre escapaba
de mi mente dejándolo abortado en la punta de mi lengua. Fuera lo
que fuera, de algo estaba segura, no se trataba de una simple roca;
su temperatura constantemente fría al tacto; su intenso resplandor
cuando la expuse a la luz solar, como si contemplara el diamante más
puro; y lo más inusual de todo, la reducción progresiva de su masa,
que sucedía sin una razón aparente, haciéndome pensar que
terminaría siendo tan sólo un puñado de cenizas o desapareciendo
por completo en poco tiempo; eran todas pruebas concluyentes.
Me
sentía eufórica. Por primera vez en mi vida tenía en mis manos,
literalmente, evidencia de que no estaba sola en este mundo, de que
habían 'otros' como yo. En ese pequeño fragmento, que no se parecía
a ningún elemento conocido por la ciencia y cuyas características
bien podrían ser descritas como sobrenaturales, tal vez se hallaba
la clave para entender mi propia rareza.
Ese día, gracias a
toda mi palabrería, pude salirme con la mía y quedarme con este
objeto tan peculiar sin que Charlie y los otros oficial sospecharan
que había hecho algo más que sólo observar la escena.
Resulta
asombroso cómo a través de un buen despliegue de inteligencia y una
actitud segura y confiada, las personas pueden asumir, casi
automáticamente, que eres una especie de Sherlock Holmes – aunque,
en lo personal, me gusta más pensar en mi misma como del tipo
Samantha
Kinsey –. No me
sentí mal por haber engañado a Charlie y a los demás oficiales,
después de todo fue por una buena causa. Eso sí, me preocupaba que
Charlie volviera a entusiasmarse con la idea de que yo me convirtiera
en oficial de policía; no quería tener que destruir sus esperanzas
nuevamente. Además, por si fuera poco, estaba el hecho de mi
repentina notoriedad.
Ahora todos en
Forks hablaban sobre mi capacidad intelectual. Los rumores exageraban
mis capacidades, desde luego – me bastó una pequeña charla con
Jessica para comprobarlo –, y por como estaban las cosas, tenía
dos acciones a realizar: aprovechar mi buena reputación para salirme
con la mía, y descubrir más sobre el fragmento desconocido.
Como
no tenía los equipos apropiados para continuar por mi cuenta la
investigación del fragmento, ni tampoco el dinero para comprarlos,
la mejor opción era utilizar los equipos del laboratorio de la
escuela. El hecho de que el siguiente tema en la clase de Biología
II fuese Anatomía Celular facilitaba las cosas. Desde solicitar
tiempo extra para terminar los experimentos avanzados hasta argüir
mi interés en participar en alguna feria científica relacionada con
la biología, haría lo que fuera necesario con tal de acceder a esos
equipos.
“¿Lista para entrar a clases?”
Me preguntó Charlie la mañana de regreso a clases.
“Tan ansiosa que podría morir.”
“Isabella, hay algo de lo que
quisiera hablarte. Sobre esos tatuajes...”
“No quiero llegar tarde.
Hablaremos cuando regresé del colegio.”
Luego de interrumpirlo puse pies en polvorosas hasta refugiarme
dentro de mi vieja camioneta. No podría evadir esa conversación con
Charlie por mucho tiempo, pero agotaría cada excusa posible primero.
Por ahora, me concentraría en el fragmento: sólo podía lidiar con
un problema sobrenatural a la vez.
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Jessica me había
acribillado a preguntas por celular. Le había dicho que no era tan
inteligente como decían, que había tenido suerte de haber leído
algo similar en una novela de misterio y que había asistido a un par
de campamentos policíacos gracias a mi padre. Me imaginé que
insistiría en volver a realizarme las mismas preguntas otra vez, por
lo que fue una alegre coincidencia que la amable Ángela compartiera
conmigo Biología II, la única clase que me importaba ver; el resto
de la mañana me las había arreglado para mantener distancia entre
el parloteo de Jessica y mi persona.
“Supongo que ya tienes compañero
de laboratorio.” Le dije a
Ángela.
Ella
asintió y agregó. “El único que no tiene compañero es
Edward Cullen. Es un buen estudiante, será bueno tenerlo como
compañero.”
El
nombre Cullen no me informó de nada por unos segundos, hasta que
recordé a la familia de la cual Jessica me había dicho tantas
cosas. En algún momento de los tres días sin escuela le había
preguntado a Charlie por ellos. Él me comentó sobre lo grandioso
que era el Doctor Cullen, lo unida que era su familia y de lo mucho
que disfrutaban salir a excursiones con regularidad. Me advirtió que
no prestara atención a los rumores de los envidiosos y sumando a
esto la buena opinión de Ángela – a quien ya tenía en estima –
concluí que los Cullen eran una buena familia. Si el tal Edward caía
bajo mis encantos de chica nueva, podría aprovechar la clase para
analizar el fragmento sin tener que solicitar tiempo extra en el
laboratorio. En principio prefería no llamar más
la atención.
El salón para esta
clase era tal como me lo había imaginado: taburetes y mesas para
parejas. Saludé al profesor, y éste amablemente me señaló hacia
donde podía sentarme.
Y ahí estaba él,
mirándome. Sus ojos eran tan amarillos que parecían dos piedras de
ámbar, su piel aún más blanca que la mía, su cabello en puntas
podía ser el adorable resultado de no peinarse o un corte de cabello
de miles de dolares. Fuera como fuera, era sin duda alguna el hombre
más hermoso que había encontrado en mi vida, casi me parecía verlo
brillar. En ese momento sonrió, mostrando ligeramente sus dientes
iguales a perfecto mármol, y todas mis dudas se disiparon: ¡era
posible enamorarse a primera vista! Reaccionando a esta impredecible
y milagrosa experiencia de la vida, pronuncié en voz alta las
palabras más sabías y más precisas que aparecieron en mi mente y
que en mi boca no pude contener.
“¡Maldita sea!”
Nota del Autor
Romance y combate. Es un balance interesante, ¿cierto?
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