Un corazón hecho pedazos
Contemplando la luna |
Mi
nombre es Leru de Bracamonte, vizconde de Rodas del reino de
Loveless, miembro sustituto de Black Hand. Este diario es de uso
personal. Si la mención de mi apellido y mi clan no es suficiente
para alejar tus entrometidos ojos, debes saber que he envenenado en
modo aleatorio algunas de las páginas.
Al
momento de escribir este relato cuento con catorce años. El
propósito de este manuscrito es contener de manera cronológica los
eventos relacionados con el Corazón de Fuego. Todo comenzó hace tres días, cuando mi madre se acercó a mi vestida de luto.
—Leru,
debo comunicarte que mi padre ha muerto. En una hora partimos a su
funeral.
En
ese momento estaba abstraído en la lectura de El
buen ladrón y no quería
ser distraído por cosas sin importancia.
-Madre,
sabes mejor que yo que ese hombre al que llamas padre no puede estar
muerto. Si se trata de otra de sus desapariciones prolongadas para
despistar a alguno de sus enemigos, prefiero no participar de la
farsa. Tengo mejores cosas que hacer.
Sin
más, ella me abofeteó.
—Leru,
¿cómo puedes ser tan malo?
En
sus ojos había lágrimas. Me parecieron reales. De todos modos, opté
por seguirme negando a acompañarla. Mi madre es capaz de mentir casi
también como su progenitor.
—Tus
tías y primos esperan por nosotros —insistió ella—. ¿Acaso no
tienes corazón?
—Que
no me esperen a mí. No pienso ir.
Estuve
a punto de echar a correr cuando leí en sus ojos el deseo de
golpearme hasta casi matarme. Ella se contuvo y se fue de mi cuarto
dando un portazo.
Seguí
leyendo, levantando la vista de mi libro sólo para ver el carruaje
en que mi madre partió sola. Mi padre había madrugado ese día para
encargarse de un negocio del cual no quiso dar explicación. Creo que
dicho compromiso le impidió acompañar a mi madre de manera muy
conveniente.
Mi
madre se fue pasado el mediodía. Al anochecer, pude imaginarla
hospedándose en un hostal de lujo, en el cual su reputación como
una de las cinco hermanas Bracamonte le asegurara un trato de reina.
Estaba
a solas en la mansión, excepción hecha de Mefisto, quien como de
costumbre era mi silenciosa sombra. Con diligencia me sirvió la
cena: pato en salsa de naranja con dos gotas de arsénico. Mi sistema
inmunológico se ha desarrollado excelentemente, aún mi padre lo
reconoció hace unos días.
No
tenía concentración para regresar a la lectura, por lo que decidí
dar una vuelta dentro de nuestros terrenos. Tenía la esperanza de
que una fría brisa me libraría del desagradable pensamiento que
quería apoderarse de mí. Forzoso es escribirlo porque puede ser que
mi estado mental sea un factor a considerar en el futuro: ¿Y
si esta vez de verdad está muerto?
El
viento soplaba con fuerza esa noche. Cerré los ojos y pude ver la
desagradable faz de Elías Bracamonte. Dientes torcidos y
amarillentos que se exhibían sin pudor, ojos azules y una sonrisa
de triunfo que ni las arrugas ni el cabello encanecido podían
borrar.
En una semana mi madre y el resto de
los Bracamonte estarían velando su cadáver, excepto yo. Tal vez...
Tal
vez estuve a punto de pensar que me había equivocado, cuando abrí
los ojos y encontré ante mí al mismísimo Elías Bracamonte, de
carne y hueso, pavoneándose como una gallina de corral.
—
¡He acertado! —Repitió esto varias
veces al tiempo que daba pequeños saltos—. ¡Sabía que serías el
único de mis nietos que no asistiría a mi funeral! Eres tan
predecible, pequeño Leru.
Desenfundé
mi espada y con toda la velocidad que me fue posible lo ataque. Como
en otras ocasiones, sentí que mi espada, por menos de un segundo, se
clavó en una sustancia lodosa, pero no le había acertado.
—Te
faltan años de entrenamiento antes de poder hacerme un rasguño,
chiquillo.
—
¡Sabía que se trataba de otra de tus
tretas! —Estaba bastante enojado, por lo que volví atacarlo sin
éxito.
—Has
heredado mi sagacidad, Leru. Es por eso que te he elegido, a ti y
sólo a ti, para portar mi más precioso tesoro.
Juntó
sus manos y las apretó con vehemencia. Miré de reojo y no vi a
Mefisto por ningún lado. Pensé que el viejo no quería testigos y
había usado algún truco para que nadie pudiera vernos.
Lo
que había entre sus manos comenzó a brillar, primero tan tenuamente
como una vela, luego con la intensidad del mismo sol. En sus palmas
abiertas, había una resplandeciente gema, no era un rubí ni ninguna
otra. Tenía forma pentagonal y cambiaba de color rojo a naranja
constantemente. Era tan pequeña como una manzana y de ella emanaba
una calidad sensación.
—He
aquí, mi nieto, el Corazón de Fuego. Este es la llave que
despertará al Dios Prometeo cuando llegué el momento.
Él
extendió la gema hacia mí, esperando que yo la tomara.
—No
la quiero.
—
¿¡QUÉ!? ¿¡Acaso no entiendes lo
que está en juego!?
—¡No!
Y no me importa ni un chelín.
—
¡Tómalo!
—
¡Nunca! —Tras decir esto, me
desvanecí.
Desperté
en mi cama. Mefisto inclinaba su fea nariz sobre mí rostro, eso fue
suficiente para despejarme. Tras beber una copa de whisky, él me
informó que me había encontrado desmayado, recostado sobre la
puerta trasera por la cual entra y sale la servidumbre. Había estado
media hora inconsciente. Tuve que responder a un molesto
interrogatorio para que Mefisto me dejara en paz:
—¿Cuál
es el nombre y titulo completo de su padre, señorito?
—Xavier
King, Conde de Rodas y miembro fundador de Black Hand.
—Bien
respondido, señorito. ¿Qué signos debe evitar confrontar?
—Aries,
Escorpión, Capricornio, y en especial, Cáncer.
—Bien
respondido, señorito. ¿Cómo puede vencer a un usuario de magia
tipo tierra?
—Existen
tres métodos: romper su conexión, desbaratar su concentración o
usar magia de viento.
—Excelente
señorito. Lo dejaré para que descanse. Si se siente mal, haga sonar
la campanilla.
Pasados
cinco minutos, saqué de mi bolsillo el Corazón de Fuego. El hecho
de que Mefisto no lo hubiera notado cuando me cargó, podía ser
indicio de que mi abuelo lo había protegido con alguna clase de
hechizo de ocultación. ¿Sólo puedo verlo yo? ¿O hay que tener
algún vinculo de sangre con el viejo? No creo que se trate de poseer
magia porque carezco de ella.
Otra
posibilidad que se me ocurrió era que Mefisto la viera y decidiera
guardar silencio al respecto para luego informar a mi padre.
Sosteniendo
la extraña gema a la luz de la vela, pensé en visitar a Raken para
que la estudiara. Él es uno de los pocos magos en que me fio. Sin
embargo, la perspectiva de asistir al falso funeral me desanimó. No
podía creer que mis tías y mi madre no supieran de las andanzas de
Elías. Prefería viajar dos meses en barco para visitar a mi primo
en el reino de Hateless a su regreso. Me fui a dormir y me olvidé de
la gema.
Hasta
hoy al mediodía.
Al
salir de una reunión rutinaria de Black Hand, realizada en la base
secreta del puerto, Mefisto me pidió que aprovecháramos la ocasión
para comprar pescado. Sin sospechar nada, me dejé llevar por él a
un lugar alejado del bullicio del mercado.
—Mefisto,
creo que has equivocado el camino. Aquí no encontraremos pescado a
no ser que te tires al mar y lo cojas tu mismo.
—
¿Te crees muy gracioso, mortal? —De
repente Mefisto me miraba con odio puro—. En este día pagaras tus
ofensas al Dios Poseidón.
El
cuerpo enjuto de mi criado se hinchó de manera grotesca. Sus hombros
reventaron en sucesivas explosiones de carne, de la cuales surgieron
un par de tentáculos blancos, enormes y desagradables.
Anonadado
como estaba, no pude reaccionar a tiempo. Los tentáculos me
apresaron la cintura y un brazo. Me vi alzado por los aires,
sacudido, y finalmente lanzado hacia el mar. Lo único que pude
atinar a hacer fue dar la bocanada de aire más grande de mi vida.
Dentro
del agua, las ventosas se pegaron a mi ropa con mayor fuerza.
Alcanzando el cuchillo que guardaba cerca de la manga de mi camisa,
corte el broche de mi capa y pude liberar mi otra mano, la cual armé
de inmediato con el cuchillo correspondiente a esa manga.
Con
desesperación, acuchillé los tentáculos. El agua se tiñó de
sangre sin que el poder del apretón disminuyera ni un poco.
Un
poco de dolor no va a detenerme, Leru.
La
voz de esa criatura penetraba en mi mente.
No
podía ver más que las blancas ataduras, no tenía ni idea de dónde
estaba mi atacante, su rango de ataque es por lo menos de unos cinco
metros, no puedo olvidar eso.
Este
mundo sólo le pertenece al Dios Poseidón.
Un
estertor en mi garganta me avisó de la falta de oxigeno en mis
pulmones.
Prometeo
dormirá eternamente contigo, Leru.
Todo
se puso negro. El vigor abandonó mi cuerpo al penetrar el agua
dentro de mí. Me retorcí por culpa del terrible dolor en mi pecho,
mas no había nada que pudiera hacer.
¡No!
¡No! ¡No!
Mi
pecho ardió como si me hubieran puesto una brasa ardiendo en la
piel. No estoy seguro de cómo, pero en esos momentos era como si no
necesitara el aire para vivir. El calor que se había encendido
dentro de mí era todo lo que necesitaba.
El
agua a mi alrededor burbujeaba con violencia. Los tentáculos me
soltaron apresuradamente. Braceé con la energía que me quedaba y
llegué a la orilla del mar.
Mi
cuerpo quería tumbarse en la arena. No se lo permití. Levante mi
cabeza en busca de mi agresor, Lo encontré a unos metros de
distancia, retorciéndose en el suelo. Empujando mis piernas contra
su voluntad, me acerqué.
Guardaba
muy poco de humano; estaba calcinado en cuestión de segundos. Era
como si un fuego invisible lo desintegrara. Era todo ampollas rojas y
piel carbonizada. El saco negro de Mefisto no era más que pedazos
revueltos sobre la caótica masa. Un ojo verde, cuyo iris era
triangular, giraba de un lado a otro en medio de toda esa carne
quemada. El olor era apetitoso, como a mariscos asados.
—
¿Dónde está Mefisto? —Mi voz me
sonó desconocida, estruendosa. Pudo ser por que casi me ahogo o por
un efecto secundario del Corazón de Fuego.
¿Qué
me hiciste? ¡Maldito! ¡No pereceré aquí!
—
¡Si me dices dónde está Mefisto te
salvaré! —Estaba dispuesto a perdonarlo si con ello salvaba la
vida de mi criado. No sabía como funcionaba el poder de la gema,
pero pensé que algo podría hacer para detener la extinción.
Una
risa demente resonó en los ecos de mi cabeza. Aún la puedo
escuchar. Como no pude dormir tras los eventos de hoy preferí
invertir mi tiempo en este manuscrito.
¡Tonto!
¡Nunca existió Mefisto! Siempre fui yo, Garden del Amanecer Abisal.
Hubo
un crujido dentro de mí, pero no pude precisar su origen. No podía
acabar de dar crédito a estas palabras, aún no acabo de hacerlo.
Yo
nunca fui tu criado fiel. Por veinte años serví a tu familia bajo
las ordenes del señor Poseidón. Puedes haberme matado, pero tarde o
temprano, mi señor ira tras de ti...
Esas
fueron sus últimas palabras. Estaba dolido por la traición de quién
yo creía era Mefisto. Observe en silencio como ardió hasta
reducirse a cenizas. Regresé a la mansión sin poder pensar con
claridad. Para sosegarme tuve que acabar con dos botellas de whisky y
escribirlo, para ya no tenerlo en mi mente.
Ahora
que releo lo sucedido he reflexionado algunas cuestiones. Cuando
estaba con Elías, es probable que Mefisto... no, Garden, nos haya
espiado. Incluso pudo haber visto la gema, y no haber hecho nada a la
espera de sus ordenes. Si tengo la oportunidad de ponerme en contacto
con Elías, debo ponerle sobre aviso de que el Dios del mar sabe que
aún vive.
Le
dejaré una nota explicándole a mi padre que Mefisto resulto ser un
espía de Poseidón, le recomendaré cambiar a toda la servidumbre y
renovar la seguridad en Black Hand, pero no le diré del Corazón de
Fuego. Él no me permitiría manejar está situación yo mismo, y a
pesar de lo mucho que odie a Elías, si me escogió debe ser por
alguna razón. Porque se trata de una misión que sólo yo puedo
cumplir.
A
propósito de la gema, se ha roto en pedazos, cinco para ser
precisos. Su color ahora es un ámbar apagado. Fuera el que fuera su
poder no parece estar funcionando. ¿Se habrá dañado por culpa de
Garden o por mi causa? Es urgente que se la muestre a Raken y que
juntos intentemos repararla. Esta gema no sólo tiene que ver con el
durmiente Prometeo, también es lo único que puede protegernos de la
ira de Poseidón.
En
una semana llegaré con retraso a los pomposos funerales de Elías
Bracamonte, el héroe más grande de los cuatro reinos. ¡Cómo odio
a ese bastardo!
7
de Sagitario de 2012
1 comentario:
Siento necesario agradecer a Melissa por su apoyo en la construcción de esta historia. Leyó varias versiones y las corrigió con paciencia y acierto. Espero que pronto veamos en el blog alguna historia de su autoría.
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