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miércoles, 24 de junio de 2020

Memorias de un mago enamorado 19

Capítulo 18              Índice           Capítulo 20

Memorias de un mago enamorado


muerte y amor
Foto original por Leonardo Yip

Capítulo 19: Muerte de un mago enamorado


Demasiado alta su figura, demasiado oscura su túnica negra, demasiado viejo su sombrero bombacho, así había aparecido el Mago Hartwell frente a ellos.

El Capitán Jace, los miembros de su Escuadrón, y Abdullah, quedaron petrificados por el terror, recordando todas las historias que se contaban sobre el Primer Hechicero.

Convirtió el sistema circulatorio del Duque Verdinal en un montón de cianuro y chocolate.

Hizo que el famoso matemático Paradero quedase reducido a un retrasado mental, literalmente, porque demoraba cinco minutos en replicar a lo que le habían dicho: su cerebro procesaba la información con la misma velocidad que una persona normal, pero era como si él estuviese cinco minutos en el pasado. Se suicidó tras una semana de vivir así.

Riku intentó levantar su mano. Sólo logró que sus dedos se movieran ligeramente. Un pequeño carrillo fue lanzado en dirección al Mago Hartwell, aunque no cayó ni cerca de él.

Zeferino y Masaki siguieron muertos sobre los escombros.

Nana, Mori y Suki se concentraron sobre la figura cuyo rostro no se podía ver con claridad. Lo vieron intensamente, sin embargo nada ocurrió.

El Mago Hartwell se echó para atrás y soltó una carcajada inhumana, más similar al aullido de un lobo.

—Niñas, ¿acaso su padre no les enseñó nada de nada? Sus trucos no servirán contra mí, ¡porque yo soy asombroso! Como sea, voy a extraer veintidós gramos de ese muerto mago enamorado y luego me iré, por lo que no tienen porque preocuparse. Hoy no representó un peligro para ustedes. Hoy.

Hubo un temblor y un pilar de fuego surgió desde el mismo cielo, apartando las nubes grises del cielo nocturno. De la incandescente llama surgió una mujer con el cabello violeta, ojos de color índigo y diez alas abiertas de par en par, de plumas blancas y larga envergadura. Un aura de fuego, similar a la del pilar del que había emergido, la rodeaba.

El Mago Hartwell hizo una profunda reverencia, su sombrero estuvo a punto de caer y reveló un poco de su cabello: se vio como la melena negra de un león.

—¡Vaya! ¡Pero yo digo vaya! ¿Cómo estás Fuego? ¡Desnudo como siempre! ¿O debería decir desnuda? Ustedes siempre me confunden, me han repetido un montón de veces que prefieren el pronombre masculino, pero luego se encariñan con sus bolsas de carne y de repente prefieren el género biológico. Como sea, te ves genial, la apariencia de este cuerpo es bastante imponente.

—¡INSOLENTE PELAFUSTÁN! ¿CÓMO TE ATREVES A INTERVENIR DIRECTAMENTE? ¡SI TANTO DESEAS UNA CONFRONTACIÓN, ESTOY DISPUESTO A COMBATIR CONTIGO AHORA MISMO! —Gritó el Dios Dragón del Fuego.

Abdullah, Jace y el resto de la Guardia Dragón cayeron de rodillas. Las cuatro hermanas perdieron el conocimiento.

 —Ay Fuego, extremista como siempre. Sabes que si peleamos solamente vamos a destruir a todos los mortales sin herirnos realmente. Ni tú ni yo queremos eso, ¿o si? —El Mago Hartwell sonrió, mostrando una doble hilera de dientes.

—SI NO VIENES A PELEAR, ¿POR QUÉ ESTÁS AQUÍ, MAGO?

—Solamente vengo por lo que me pertenece. El buenazo de Zeferino hizo dos tratos conmigo. Del primero no voy a decir nada. El segundo sólo lo podía cobrar en el momento de su muerte. He venido a reclamar su alma, nada más que eso. Puedes quedarte con el cuerpo, no me importa.

El Mago Hartwell se fue acercando al cadáver de Zeferino. El Dios Dragón del Fuego lo contempló sin moverse ni un centímetro.

—¿A CAMBIO DE QUÉ VENDIÓ SU ALMA EL VÁSTAGO DEL VIENTO?

—Por amor a los juegos de vídeo Fuego, era tu sobrino. Al menos lo puedes llamar por su nombre. Es más corto, ¿sabes?

—¡RESPONDE, INFELIZ!

El Mago Hartwell metió un dedo dentro de la nariz de Zeferino, un dedo que a pesar de estar dentro de un guante blanco, se veía más como una pezuña de cerdo.

—En realidad no tendría por qué hacerlo, pero de hecho el que tú lo sepas hará que mis planes avancen. Ustedes los "Dioses" Dragones se creen tan poderosos y capaces de prever el futuro, pero siempre que se topan conmigo yo soy el que ríe al final. Perdona mi verborrea, me siento nostálgico con tan sólo verte. ¿Has vuelto a ponerte en contacto con Key? Espero que esté bien. Volviendo a nuestro asunto. Zeferino sólo tenía a una persona en su cabeza, así que es evidente que sólo habría vendido su alma a cambio de una cosa, sobretodo en caso de morir. Piénsalo detenidamente por un segundo y lo descubrirás por ti mismo, Fuego.

Los ojos índigo resplandecieron.

—¿DEBO SUPONER QUE LA MELODÍA DE LA MUERTE ESTÁ BAJO TU PROTECCIÓN AHORA?

—Correcto, mi sensual Fuego. Lo digo por tu vasija, no por ti, no quiero que nuestra relación energética vaya por esos derroteros. Lo intenté con Agua y aprendí mi lección. ¡Nunca más!

Por primera vez, en lugar de mostrar su divina magnificencia, su voz enseñó una nota de emoción, de asqueada y preocupada emoción.

—¿AGUA Y TÚ QUÉ?

El Mago Hartwell retiró su dedo de la nariz de Zeferino. Una sustancia plateada estaba empapando ese dedo. Era como una especie de plasma, que luego el Mago Hartwell introdujo dentro de un vial. Se limpió los restos sobre su túnica negra, que no mostró ni una sola mancha.

—Oye, si ella (o él) no te lo contó, mejor no digo más. Luego se enoja conmigo y ya sabes como es tu hermana. O hermano. Si la ves, o lo ves, envía mis saludos. ¡Hasta la próxima! Probablemente sea en una épica batalla final para decidir el destino de este mundo. ¡O no! ¿Quién sabe?

El Mago Hartwell hizo otra reverencia, pero en vez de levantarse, se fue hundiendo en la tierra hasta desaparecer como una sombra negra.

Al rato Abdullah se puso de pie, sintiéndose mareado. Se acomodó su turbante y se alisó su frac negro con la otra mano. Vio una expresión de pensamiento profundo en el rostro del Dios Dragón del Fuego y aunque no lo quería interrumpir, no hacerlo podría ser más perjudicial.

—Capitán Jace. Procedamos como le indique antes. Amo, desea usar los cuerpos de Zeferino y Masaki, ¿verdad?

La cabeza de cabello violeta asintió. Al Dios Dragón del Fuego le habría gustado tener a alguien con quien hablar, un igual. Pero prefería morir mil veces a ponerse en contacto con Oscuridad por iniciativa propia. ¿Y si era eso lo que el Mago Hartwell quería? Hablar con Oscuridad podía ser parte de los planes de ese entrometido, al igual que usar el cuerpo de Zeferino. Como Dios Dragón, Fuego era excelente para predecir el comportamiento de las sociedades humanas. Pero los individuos eran un capítulo aparte. Y el Mago Hartwell era completamente extraterrestre, sin punto de comparación.

El Dios Dragón del Fuego decidió que no tenía sentido romperse la cabeza. Después de todo, ya había decidido cuál era el mejor curso de acción para dominar este mundo.

Lo iba a quemar hasta las cenizas, y volver a empezar desde cero.

...

La misma noche que Melodie le había dado una bofetada a Celestino, ella estaba quedándose dormida, cuando la despertó que su cama se sacudió fuertemente.

—¿Qué fue eso? —Exclamó asustada, medio incorporándose.

—Creo que fue una explosión. Voy a revisar si hay alguna mención en las noticias. —Dijo Celestino, poniéndose a teclear en la computadora.

Iba a añadir que tenía la impresión que el origen del estallido, que él sí había captado, provenía de la misma área donde vivía Camilo. Se contuvo porque ya la había hecho llorar y no quería tener más de esa sensación de ahogo en el pecho que Celestino no entendía, pero que le provocaba dolor, aunque ninguno de los dos estaba herido.

Cinco minutos después aparecieron los primeros reportes de una explosión en la ciudad. Diez minutos más tarde, se había precisado la localización.

Melodie se había puesto la cobija y acercado a Celestino para ver la pantalla del computador por encima de su hombro. El olor de su carne lo perturbó a él por completo.

—En esa zona queda la casa de Camilo. —Señaló Melodie preocupada.

Celestino sintió una punzada de molestia ante la preocupación de ella, y también culpa por la molestia que lo invadió. ¿Qué no era normal preocuparse por un amigo? ¿Por qué sentía enojo?

Melodie cogió su celular y marcó varias veces sin recibir contestación.

—Camilo no contesta. Zefer tampoco. ¿Podría tener algo que ver con el Dios Dragón?

—¿Quieres que vaya a investigar, Mel?

Ella lo pensó antes de responder.

—Sí, pero no te pongas en peligro. Debes ser lo más sigiloso y cauteloso que puedas, ¿vale?

Celestino asintió y salió volando por la ventana, lleno de alegría ante la confianza que ella tenía en sus habilidades.

...

Celestino pudo determinar que, si bien la explosión que había causado el cráter no había sido mágica, había rastros de tierra y viento manipulados mediante maná, rastros que definitivamente pertenecían a Masaki y a Zeferino. También el Dios Dragón del Fuego había estado allí.

Celestino no pudo encontrar nada más.

En la mansión de Zeferino, y el apartamento que estaba ubicado cerca del hogar de Melodie, Celestino no pudo encontrar a nadie.

Zeferino no asistió el día de los exámenes de recuperación, lo que no despertó sospechas de parte de la escuela, pues él no estaba obligado a asistir. La alarma ante su desaparición no se produjo hasta el inicio del siguiente año.

Camilo tampoco fue encontrado, ni su padre adoptivo Abdullah. Se creyó que habían muerto durante la explosión.

Con el pasar de los días, Celestino extendió su búsqueda a los lugares que únicamente los hechiceros podían acceder. Había rumores de una confrontación entre el Vástago del Viento, el Dios Dragón del Fuego y el Mago Hartwell. Nadie se ponía de acuerdo con respecto a quién había sido el vencedor.

Celestino y Persea le recomendaron a Melodie no hacer nada. Salir en busca de Camilo o Zeferino era arriesgarse a llamar la atención indeseada.

—Zeferino puede estar entrenando a Camilo en secreto. Necesitaba tiempo y por eso organizó todo el incidente. Es una posibilidad. —Insistió Celestino.

—Lo que él menos quería era que te vieras involucrada en todo eso. —Recalcó Persea.

Melodie se tragó sus sentimientos y se comportó del modo más sensato. Su decisión la hizo mortificarse todos los días. Sabía que si se adentraba en el misterio de la desaparición de Zeferino y Camilo, Persea y Celestino la iban a seguir a donde quiera que ella fuera. Además estaba su hermano Fernando y sus padres. No podía ser tan egoísta de ponerlos a todos en peligro al actuar a ciegas.

Tuvieron que pasar cuatro años para que Atahualpa, la Llama en la Mano, se cruzase en el camino de Melodie, la Melodía de la Muerte.

...

Capítulo 18              Índice           Capítulo 20

Nota de autor (24 de Junio de 2.020)


Me demoré más de lo que pensaba escribiendo este capítulo. Espero sacar pronto la primera recopilación en formatos EPUB y PDF. ¿Pueden creer que quedó de 40.000 palabras solamente esta primera parte? Increíble, no puedo creer que haya escrito tanto en tan poco tiempo. La magia de la cuarentena.

A partir del primer capítulo de la segunda parte, los Patreon van a recibir los capítulos con una semana de antelación.

Esta entrada fue posible gracias a Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

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lunes, 22 de junio de 2020

Fotos de eclipse Luna de Fresa

Mi novia Melathana tomó estas fotos y me las envió y me pareció buena idea subirlas aquí porque se ven bien. Creo que ayer hubo otro eclipse pero no sé si voy a tener fotos.


eclipse luna fresa
Eclipse lunar penumbral 5 de junio del 2020

luna fresa
Luna de Fresa

Eclipse lunar penumbral
Eclipse Lunar en Colombia

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sábado, 20 de junio de 2020

Memorias de un mago enamorado 18

Capítulo 17              Índice           Capítulo 19

Memorias de un mago enamorado


calaveras
Foto original por Gábor Molnár

Capítulo 18: Una batalla perdida


Abdullah había sido contratado después de la partida de Zeferino, por lo que él desconocía que Abdullah era un mago especializado en la detección. Con tan solo un vistazo, el falso padre adoptivo de Jiro supo que no se trataba de su hijo, sino del temido enemigo sobre el cual le habían advertido tantas veces. A pesar de que su poder no servía para el combate, Abdullah era la razón por la que esta base secreta había sido construida de ese modo. Si alguien bajaba sin haber sido reportado por Abdullah, las quintillizas debían asumir de inmediato que se trataba de un enemigo.

Zeferino había decidido ignorar a Abdullah, pues en realidad no sabía si era un mago o no, y pensó que el Anillo de Ojos Negros bastaba para cubrir su identidad. Cuando Abdullah estuvo seguro de que Zeferino ya estaba bajando por el ascensor, marcó una línea especial que solamente comunicaba con la base subterránea.

—Señorita Masaki, aquel que es conocido como Vástago del Viento está bajando por el ascensor. Tiene puesto el Anillo de Ojos Negros y se hizo pasar por el Señorito Jiro.

—Muy bien hecho Abdullah. Lo mejor es que te alejes de aquí todo lo posible. Intenta comunicarte con la Guardia Dragón para que envíen Sanadores lo más pronto posible. No creo que lo podamos vencer sin resultar heridas.

—Como usted ordene, Señorita Masaki.

Abdullah no sentía gran devoción a la causa del Dios Dragón. Para él, solamente se trataba del trabajo mejor pagado que podía aspirar a conseguir, por lo que procuraba ser eficiente.

...

El primer indicio percibido por las bolas de cristal que fueron enviadas a espiar la batalla, fue la presencia de un hombre cuyo cabello gris se asomaba por debajo de su turbante, vestido de frac negro, merodeando por ahí con expresión severa, que no cambió ni siquiera cuando se produjo un terremoto que fue registrado por el Servicio Sismológico.

Varias casas y carreteras fueron destruidas. Doscientos cincuenta mil metros cúbicos de roca y tierra fueron arrojados por el aire. Doce personas murieron, quince resultaron heridas, y mil quedaron sin hogar. El cráter de la explosión midió ciento noventa por noventa metros, con veinte metros de profundidad.

Aunque hubo rumores de un posible ataque terrorista, y decenas de teorías de la conspiración, nunca se supo con certeza cuál fue la causa de la explosión pues, hasta donde todos sabían, en esa zona urbana no había nada de interés particular.

...

Riku y Masaki estaban casi en frente del ascensor, esperando que se abriera para atacar. Más atrás de ellas, detrás de la mesa de madera, Nana, Mory y Suki aguardaban en la retaguardia. Aunque no habían tenido mucho tiempo para prepararse, esas solían ser sus posiciones de combate. Todas tenían el cabello rubio y los ojos carmesí. Masaki era la que más sobresalía por su largo vestido rojo de volantes y su copete al estilo pompadour. Luego Nana y Suki, por usar faldas cortas y blusas de tiras poco apropiadas para niñas de diez años. Riku y Mori, con su armadura ligera y remaches de cuero, parecían las más normales.

Estaban en una base subterránea, tres kilómetros bajo tierra. No lo parecía, pues las paredes eran de sólido concreto y había una excelente iluminación eléctrica.

Aunque no lo hubiesen admitido, las cinco estaban nerviosas, pues estaban a punto de enfrentar a su hermano mayor. Masaki sentía miedo. Riku realmente no deseaba combatir, pero tampoco quería morir. Nana quería ver el deseo más recóndito de Zeferino hecho realidad, incluso si moría en el proceso. Suki quería convertir a su hermano en su esclavo personal, por lo que quería atraparlo con vida. Mori estaba confiada en que podría vencer al Vástago del Viento si se acercaba lo suficiente.

La puerta del ascensor tembló, indicando que ya casi se iba a abrir. Masaki puso una mano encima del hombro de Riku, incrementando el poder de su magia de tierra.

—El ascensor acaba de vibrar un poco más fuerte de lo usual. —Informó Riku.

Eso podría no significar nada, o podría significar que Zeferino tenía algo planeado contra ellas. Lo único que sabían era que él traía una mochila consigo, y eso no reducía para nada la cantidad de objetos mágicos con que las podría atacar. Tenían diversos artilugios sobre ellas para anular diversos tipos de magia, pero no era posible protegerse contra todo. No disponían de tiempo para hablar entre ellas, sólo podían reaccionar y confiar en su trabajo en equipo.

El ascensor se detuvo. Sonó la familiar campanilla. Las puertas se abrieron un par de centímetros, y Riku lanzó un puño de tierra del tamaño de un autobús contra el ascensor. El metal crujió al doblarse, y Riku sintió que había agarrado algo con su ataque.

—¡Lo cogiste! —Exclamó Masaki animada.

Riku no se sumó a su canto de victoria. Ella ya había asesinado gente de ese modo, y no sintió que estuviese crujiendo carnes y huesos. Se sintió como aquella ocasión en que mató a un panadero que estaba cargando un bulto de harina.

El detonador electrónico se activó e hizo que los diez kilos del explosivo plástico C4 fueran detonados. El radio de la explosión habría sido suficiente para destruir un bloque de casas, o un edificio de cinco pisos.

Algunos de sus objetos mágicos redujeron el daño, pero no por completo.

Masaki fue partida en dos a la altura del estómago.

Tanto Riku como Nana perdieron su brazo derecho.

La pierna derecha de Suki fue destrozada por la explosión.

El rostro de Mori quedó desfigurado por completo.

La estructura de la construcción subterránea se tambaleó, y acabó por resquebrajarse cuando un taladro que no era sólido ni gaseoso, sino de plasma, surgió desde la misma tierra y se dirigió directamente hacia las chicas rubias. Dentro de dicho taladro de color verde-transparente, estaba Zeferino, con expresión inmisericorde.

Riku hizo un gesto con la mano izquierda, y el torso de Masaki fue levantado por un pilar de tierra que la arrojó directo hacia Riku. Masaki abrió los ojos carmesí, vio que iba volando hacia su hermana, y se aferró a ella por el cuello. Masaki dio a Riku todo el maná a su disposición, hasta el punto de perder el conocimiento, hasta el punto que hizo gritar a Riku de dolor.

Zeferino intentó dirigirse hacia Riku, sin embargo no era fácil navegar cuando todo se estaba derrumbando a su alrededor.

Otros pilares surgieron y arrojaron a cada una de ellas a los pies de Riku, quien al tener a todas sus hermanas cerca, construyó una bola de tierra para protegerlas a todas. Una bola que pronto adquirió la figura de una armadura.

El taladro mágico que envolvía a Zeferino chocó contra la armadura de tierra que protegía a sus hermanas. La armadura se rompió y por un instante él pudo ver tres pares de ojos carmesí.

Aunque las habilidades de Mori, Nana y Suki funcionaban mejor si podían tocar a su oponente, habían desarrollado sus habilidades hasta el punto que el contacto visual era suficiente como para manifestar su magia.

El estómago de Zeferino se transformó en la cabeza de Melodie, que de inmediato se giró, estiró su cuello y le dio un mordisco tremendo en la entrepierna. Estaba aullando de dolor cuando de repente todo se volvió oscuridad. Zeferino estaba teniendo el pensamiento de que estaba atrapado en una ilusión y que no sabía si la cabeza de Melodie era real, cuando sus pensamientos se vieron interrumpidos por la imagen de su hermana Suki, la creciente sensación de que lo mejor para su hermana más amada era rendirse, dejar que lo mataran.

Sin pensar, Zeferino desarmó una de las capas que constituían su taladro mágico y se cortó su propio estómago. El terrible dolor lo ayudó a romper los encantamientos de sus hermanas. De reojo pudo ver la cabeza sangrante de Melodie cayendo por fuera de su taladro. Él mismo estaba sangrando demasiado, se había producido a sí mismo una herida fatal, pues no había sido un ataque nacido de un cálculo preciso, sino de una reacción animal. Pudo ver una de sus tripas asomándose y la volvió a introducir con una mano.

Al ver más allá, vio que toda la tierra a su alrededor se estaba compactando sobre él, como si fuera un ente vivo que lo quería aplastar. Estaba mareado y con naúseas. Lo único que lo sostenía de pie era su propio maná. No tenía tiempo para hacer otra cosa que mover el taladro sin rumbo con la esperanza de matar a alguna de sus hermanas por casualidad, antes de que terminase de desangrarse por completo.

—Al final, todo es cuestión de suerte, ¿verdad? —Dijo Zeferino para sí mismo.

Con una sonrisa, puso todo el maná que le quedaba en el taladro y lo hizo girar como un loco que no tenía nada que perder.

...

Tras un tiempo prudencial, Abdullah había regresado. Se había rodeado con una capa de maná para pasar desapercibido por los ordinarios, era menos complicado así. Ignoró los chillidos de angustia y los llamados de ayuda, y se concentró en ver alguna señal de vida por parte de las quintillizas.

—¡Explorador Abdullah!

El llamado alzó la vista y vio un Escuadrón de la Guardia Dragón en el aire. Montaban, como era usual, unos lagartos alados que no merecían el nombre ni de dragón bebé. Eran cinco, todos engalanados con las armaduras completas que los cubrían de pies a cabeza. Cuatro de las armaduras eran de color plateado, mientras que una era de color dorado. Cuando descendieron, a esta última fue a la que se dirigió Abdullah.

—Capitán Jace, ha llegado más pronto de lo que esperaba, lo que de seguro complacerá a nuestro amo.  Pronto, ayúdenme a encontrar a las quintillizas.

—Haremos lo que podamos, pero si están enterradas muy profundo nada podemos hacer.

Abdullah asintió.

—Por otro lado, si pueden encontrar la confirmación de que el Vástago del Viento está muerto, de seguro nuestro amo los recompensará con mayor generosidad.

Ante esto, los miembros de la Guardia Dragón fueron a inspeccionar el cráter con más ahínco.

Tras cinco minutos, Abdullah comenzó a pensar en la posibilidad de que todos estuvieran muertos. El Dios Dragón del Fuego estaría complacido si el Vástago del Viento no se interponía en su camino, aunque también estaría irritado por la pérdida de algunas de sus fichas más importantes.

Eso estaba hilando la mente de Abdullah cuando vio la tierra moverse a unos metros de él. Aunque se acercó entusiasmado, cuando vio el rostro de Zeferino asomarse, paró en seco. Estuvo a punto de gritar y salir corriendo. Entonces se dio cuenta que tenía los ojos cerrados, que su rostro no solamente estaba gris por la tierra, que ya no respiraba y su cuerpo no emitía magia alguna.

Era la cara de un muerto, que había sido llevado a la superficie por la mano de una armadura fabricada con tierra.

—¡Capitán Jace, aquí!

Detrás del cadáver de Zeferino, surgió Riku. Su brazo derecho estaba cortado por encima de la altura del codo. Ya no estaba sangrando gracias al Collar de Perlas Sagradas que todas portaban en su cuello. Sin embargo, Riku estaba en muy mal estado, al igual que Nana y Suki. A Abdullah se le revolvió el estómago cuando vio a Mori, pues su rostro era un amasijo de carne roja y sus ojos eran dos supuraciones achicharradas. Él se sobrepuso y la cogió de las manos para que pudiera recostarse sobre el suelo.

La última en salir de la armadura fue Masaki. Riku manipuló la armadura, que estaba bastante resquebrajada, para depositar el torso de su hermana con la mayor delicadeza que pudo. Un vistazo le bastó a Abdullah para comprobar que estaba igual de muerta que el Vástago del Viento. Nadie lloró por ella. La única gracia que Abdullah tuvo para con sus restos fue cerrar sus párpados. Esos ojos carmesí, a pesar de la muerte, transmitían un odio espeluznante.

Una vez que el Escuadrón de la Guardia Dragón atendió las heridas más urgentes de las cuatro, Abdullah determinó el curso que más beneficiaría a su amo.

—Capitán Jace, llevé los cadáveres del Vástago del Viento y la Señorita Masaki ante nuestro amo, de seguro él les dará un buen uso. Permita que el resto del Escuadrón sea la escolta de las niñas y yo para llevarnos al palacio en la Ciudad Plateada.

—Me temo que debo hacer algo con ese cuerpo antes de que se lo lleven, pequeños traviesos. —Dijo una sombra que salió desde el mismísimo hoyo excavado por la armadura de tierra.

La sombra adquirió la forma de una túnica negra, con un gorro viejo y bombacho sobre su cabeza.

...

Una de las bolas de cristal que espiaba el cráter, que estaba algo alejada del epicentro, vio algo muy interesante. Una cabeza de cabello negro y ojos avellana, de cuyo cuello surgieron una serie de diminutos tentáculos que la ayudaron a arrastrarse para alejarse del lugar.

La bola de cristal flotó dudosa por un rato, hasta que al final se decidió y siguió el trayecto de la cabeza.

...

Capítulo 17              Índice           Capítulo 19

Nota de autor (20 de Junio de 2.020)


Espero publicar mañana el capítulo final del primer libro, que espero presentar pronto para descargar. ¿Alguien más está sorprendido por la muerte del protagonista? Yo lo estoy un poco. Yo no lo pensé hasta el capítulo quince, y aunque pueda parecer que ya lo tenía planeado desde el principio, o desde la aparición de Celestino, la verdad es que no.

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viernes, 19 de junio de 2020

Fotos de un perro negro

Gohan es el perro de mi hermano que originalmente pertenecía a mi hermana pero las cosas no son de quien se las encuentra sino de quien paga su alimento.


foto perro negro
Gohan esperando a cualquiera para ladrar como loco.

foto perro
La leyenda cuenta que todavía sigue esperando. El pobre se lastimó su pata derecha delantera hace poco y no se queda quieto, por lo que su recuperación es demorada y lenta.

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jueves, 18 de junio de 2020

Fotos de pollos y un perro

Dos fotos que no supe en dónde clasificar y por eso las puse juntas para su deleite.


foto de pollos
Los pollos hermanos. Mi hermana no quiere que sean alimento sino mascotas. Mi padre los compró específicamente para eso. Sólo el tiempo lo dirá.

foto de perro
Zenki el perro de la familia de mi novia Melathana, también conocido como Covid el perro pandemia porque en ese periodo fue adoptado.

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miércoles, 17 de junio de 2020

La gata Tory y la cama filosofal

En esta edición, además de dormir, la gata Tory pone cara de tener profundos pensamientos.


gata gorda dormida
Tory está gorda pero hay que tener en cuenta que ya tiene sus años y ha tenido dos partos.

gato baño
Estar dormida no es excusa para no estar arreglada.

gata pensando
A veces no sé si está dormida o filosofando.

gata dormida
Quiero pensar que quiere estar cerca de mí, pero lo más probable es que le guste el calor de mi ordenador.

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martes, 16 de junio de 2020

Tres fotos de la gata Tory durmiendo en toda su gloria

La buena noticia es que hay más fotos de las gatas de mi familia durmiendo en mi cuarto. La mala noticia es que hay más fotos de las gatas de mi familia durmiendo en mi cuarto.


gato almohada
A Tory le gusta mi almohada.

gato cama
Supongo que le gusta mucho mi olor.

gato dormido
También le gusta dormir en mi escritorio, pero no le gusta cuando escribo.

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lunes, 15 de junio de 2020

Fotos de gatas durmiendo

No mucho para explicar en esta entrada. Fotos de las gatas de mi familia durmiendo en mi cuarto.


gata durmiendo sobre un cojin
Momo es la gata gorda y combativa de mi hermano. Aquí durmiendo encima de un cojín que puse encima de mi nevera portátil que no estaba usando durante la cuarentena.

gatas durmiendo
Momo en mi escritorio y Tory sobre mi cama. No me dejan dormir ni me dejan escribir.

gata durmiendo cama
Tory es la gata casera, gorda y entrada en años de mi hermana.

gata almohada escritorio
Se apoderan de mi almohada, y me miran feo si las quiero mover. Su comodidad importa más que la mía.

gata dormir computadora
Acercamiento de Momo a quien le gusta el calor de mi computadora portátil.

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viernes, 12 de junio de 2020

Memorias de un mago enamorado 17

Capítulo 16              Índice           Capítulo 18

Memorias de un mago enamorado


hermanos
Foto original por juan pablo rodriguez

Capítulo 17: Historia de dos hermanos, Parte 2


Kuro se había equivocado.

Bajo el mando del Dios Dragón del Viento, él y sus hermanos eran como la realeza.

Bajo el mando del Dios Dragón del Fuego, él y sus hermanos eran conejillos de Indias.

Entre los cinco y los siete años, las mañanas se llenaron de inyecciones e intravenosas.

—Nuestro amo está buscando la manera de producir nuestros poderes en masa. No creo que lo haga nada más para torturarnos. —Dijo Jiro sobándose un brazo recién pinchado.

—Esto no es divertido, Jiro. Me quiero ir de aquí. —Declaró Kuro con ojos llorosos.

—Es imposible escapar. Tu has visto lo que están haciendo con Renzo, no quiero que nos hagan eso a nosotros.

Kuro no pudo contener las lágrimas.

Mona se volvió aún más posesiva. Ni siquiera con el poder de Jiro estuvo dispuesta a alejarse durante cinco minutos.

—¡Nunca más te voy a dejar solo Lindo Kuro! ¡Nunca más! ¡Siempre voy a estar aquí para curar tus heridas! ¡Siempre voy a estar ahí para ver cómo hacen experimentos contigo, y así saber cómo curarte! ¡Siempre! ¡Siempre!

Kuro estaba harto de su madre y de estar encerrado y de que hicieran experimentos con él.

Un día trajeron una persona al laboratorio. Era un adulto, asustado, Sudaba mucho y sus ropas estaban destrozadas. Un Guardia Dragón lo forzó a acercarse a él con un empujón.

—¿Quién es? —Preguntó Kuro.

—Se llama Héctor. Nuestro amo desea ver tu poder al máximo. Quiere que anules la magia de este hombre hasta extinguir su vida. —Contestó el Guardia Dragón.

—¿Extinguir su vida? ¿Yo puedo hacer eso?

—Así lo vio tu padre en tu futuro, y es algo que el Dios Dragón del Fuego quiere ver con sus propios ojos.

—¡No por favor! ¡Soy inofensivo! ¡No me hagan daño! —Se quejó el tal Héctor.

—¡Silencio! Hiciste un trato con un Dios Dragón, y te ha llegado el momento de pagar. Adelante, Señorito Kuro. —Indicó el Guardia Dragón, apartándose.

Kuro tenía activada su aura anti-magia todo el tiempo. Había tenido que aprender a desactivarla para conveniencia de sus hermanos y hermanas. No creyó poder hacerla más intensa, por lo que simplemente se fue acercando hacia Héctor con una mano extendida. Él dio un grito e hizo un gesto con sus manos hacia Kuro, sin producir efecto alguno. Presa de la desesperación, Héctor levantó un puño, dudando un poco ante la idea de aporrear a un niño. Su resolución fue inútil en todo caso, pues las fuerzas lo fueron abandonando hasta el punto que se desmayó con el puño alzado. Kuro ni siquiera lo había tocado.

—Excelente Señorito Kuro. Por favor, toque al sujeto hasta que haya muerto.

Kuro le puso una mano a Héctor sobre el rostro. Pudo sentir como el calor abandonaba esa mejilla. La respiración mermando, los rasgos contrayéndose, la inmovilidad que no era natural.

—Perfecto, Señorito Kuro. Ya puede retirarse a sus aposentos.

Se sintió invadido de un regocijo que no había experimentado antes. Destruir a otros: eso era lo que significaba ser poderoso. De vuelta en su cuarto, seguía pensando en el hombre que había asesinado, mientras su madre le estaba peinando el cabello rubio y untando todo tipo de lociones en la piel.

—Mamá, ¿no tienes miedo de mí?

Mona parpadeó sorprendida.

—¡Por supuesto que no, Lindo Kuro! ¡Tú eres el niño más adorable y hermoso que hay!

—Pero viste con tus propios ojos lo que acabo de hacer. Maté a ese hombre.

—¡Lo hiciste porque te lo ordenaron, no tenías otra opción! No pienses más en eso Lindo Kuro. Tú eres un buen niño y tu mamá jamás se va a apartar de ti, ¿te queda claro? —Mona le guiñó un ojo y lo besó en la cabeza.

Kuro guardó silencio, invadido por pensamientos cada vez más oscuros.

...

A los ocho años, recibió otra noticia que le cambió la vida.

—¡SU HERMANO ZEFERINO ME HA TRAICIONADO! ¡SE HA ALIADO CON LA MELODÍA DE LA MUERTE! ¿QUIÉN DE USTEDES DESEA TRAER SU CABEZA, Y CONVERTIRSE EN MI NUEVA MANO DERECHA?

A pesar de la estruendosa voz, no había ira verdadera ni decepción en aquellos ojos de color índigo. Era como si el cuerpo de la mujer no respondiera a las emociones de quien la poseía. ¿O acaso era el Dios Dragón del Fuego quien no poseía emociones? El Dios Dragón del Viento había sido diferente. No humano, eso nunca, ¿menos extraterrestre, quizá?

Kuro pensó que todos iban a levantar la mano, pero solamente lo hizo él.

—¡ESTOY DECEPCIONADO DEL RESTO! ¿CUÁL ES SU EXCUSA?

—Lo sentimos, amo. En esta ocasión debemos reconocer nuestros límites. Mis hermanas y yo todavía no trabajamos en equipo a la perfección. Juntos, esos dos superan nuestro potencial de combate. Por ahora. —Declaró Masaki en nombre de todas las quintillizas.

—¡Por favor amo, permita que acompañe a mi hermano en esta misión! —Solicitó Jiro.

El Dios Dragón del Fuego miró a Kuro, con expresión inquisitiva.

—Sí, por favor. —Dijo Kuro, sonriendo.

...

—¡Tú no vas a ir para ningún lado! —Bramó Mona, cubriendo la puerta con su cuerpo.

Kuro la había ignorado mientras había preparado su maleta de viaje. No llevaba más que ropa. No cogió ninguno de los juguetes que su madre le había comprado.

—Es una orden directa del Dios Dragón del Fuego. Mamá, si lo desafías, él te destruirá.

Mona salió corriendo hacia Kuro y lo estrechó en sus brazos, con demasiada fuerza.

—¡Entonces huyamos! ¡Vamos a otro país, al más lejano que podamos!

El abrazo lo estaba asfixiando, lo que colmó su paciencia. Activó su poder lo suficiente como para arrebatar el cincuenta por ciento de la fortaleza de Mona. A pesar de verse debilitada, ella se siguió sosteniendo contra el pequeño cuerpo de Kuro.

—¡Por favor Lindo Kuro, no me dejes! ¡Por favor, llévame contigo, a donde sea que quieras ir, por favor! —Suplicó ella con voz desfallecida.

Él siguió absorbiendo más.

—¿Acaso no entiendes que estoy cansado de ti, mamá? Suéltame, o te voy a matar.

—¡No, nunca! ¡Jamás! ¡Eres mío! ¡Mío!

Kuro siguió absorbiendo hasta que no quedó nada por absorber.

Jiro encontró a Kuro de pie en su cuarto, con el cadáver de Mona sobre él. Un vistazo le bastó para comprender lo ocurrido.

—Me imaginé que esto podría suceder. ¿Te sientes bien? —Preguntó Jiro.

—Sí, estoy bien. ¿Me la podrías quitar de encima, hermano?

...

La playa fue el primer lugar que visitaron con su recién adquirida libertad. Había varias familias compuestas por padres aburridos y niños alborotadores.

—¿Por qué todos usan tapabocas?

—Cuando nuestro Padre murió, también murieron muchas personas ordinarias. Ellos creen que fue a causa de un virus o algo por el estilo, así que se han obsesionado con usar tapabocas. Tendremos que usar uno si queremos mezclarnos con ellos, aunque si nos volvemos invisibles eso no será necesario.

—¿Por qué esos niños son tan tontos? No hablan con claridad, y se la pasan gritando de modo innecesario. —Dijo Kuro.

Jiro se encogió de hombros.

—No sé. Supongo que los han criado para que sean así. Kuro, ¿tienes un plan para acabar con Zeferino, o solamente querías irte de ese lugar?

—Los planes son lo tuyo, Jiro. Por eso quería que vinieras conmigo. ¿Y tú por qué quisiste venir conmigo?

Jiro sonrió. Lo tomó de una mano y lo hizo correr por la arena, hasta llegar al borde donde las olas empezaron a atacar sus pies. Por un segundo, Kuro se sintió como un niño tonto de ocho años que disfrutó el agua salada entre los dedos.

—No sé por qué odio tanto a Zeferino. Solía pensar que era por su fuerza superior. Pero a ti no te odio, Kuro, y eres la única persona que conozco sobre la cual mi poder no puede tener efecto alguno. Tendría que odiarte más que a nadie, y ese no es el caso. Todo lo contrario. No estoy seguro de entenderlo. Creo que vine contigo simplemente porque quería venir contigo.

Tras su larga explicación, Jiro lo hizo correr de nuevo por la playa. Ambos fueron felices ese día, aunque no se dieron cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde.

...

—Lo siento, Mago Hartwell, la programación del nuevo Autómata no está funcionando. No sé si es porque se trata del hijo de un Dios, o si es por su inestabilidad emocional. ¿Quizá su muerte fue un trauma demasiado grande? —Habló el niño de ojos y cabello rojo que vivía dentro de una bola de cristal.

Estaban en lo que parecía ser un sótano, iluminado únicamente por las pantallas de varios computadores. Había cables desorganizados por todos lados. El suelo estaba húmedo y viscoso. En el centro de esa penumbrosa habitación había una especie de armadura de metal: era desagradable de ver, porque algunos pedazos de carne descarnada se asomaban en las partes descubiertas, un cabello rubio se insinuaba por debajo del casco, y unos ojos carmesí miraban para todos lados de manera enloquecida.

Con un gesto, el Mago Hartwell se limpió una mancha de sangre de su túnica negra, se acomodó su feo gorro viejo y bombacho con una mano, y pegó un bostezo.

—Su resistencia es admirable para un muerto. Sin embargo, no es la primera vez que trabajamos con el hijo de un "Dios". —El Mago Hartwell hizo las comillas con los dedos índice y corazón de sus manos, sólo que en vez de dedos humanos fueron las pezuñas de un cerdo.

El niño dentro de la bola de cristal dio vueltas alrededor de la armadura de metal. Diversos teclados se fueron presionando cuando él pasó flotando sobre ellos.

—Me temo que no comprendemos su motivación. Con las modificaciones que le hemos hecho, debería ser un espíritu de venganza fácil de manipular. Ese no es el caso. Si lo dejamos salir al mundo así como está, va a salir a perseguir a aquellos que considere sus enemigos, y después de que los haya matado a todos, simplemente seguirá atacando lo que se le cruce en su camino. —Dictaminó el niño dentro de la bola de cristal.

—Un robot loco asesino puede tener sus aplicaciones, querido Asistente. Aunque veamos si podemos expandir su rango emocional. Quiero que lo bombardees con sus recuerdos más alegres y dolorosos, en especial los que tengan que ver con su madre y su hermano Jiro.

—¿Expandir? ¿Qué sus emociones no son el problema?

—Exacto, querido Asistente. Y justamente por eso lo debemos provocar más, vamos a llevarlo al límite y más allá. Si un loco no hace lo que quieres, sólo necesitas incitar su locura más y más hasta que su demencia coincida con tus objetivos. —El Mago Hartwell sonrió como si fuera un tiburón.

—Usted es el jefe, Mago Hartwell.

Las teclas se fueron presionando a velocidad vertiginosa. Varias descargas eléctricas se fueron sucediendo una tras otra, y tras cada una, la armadura de metal soltó un grito, no de dolor, sino de furia asesina, un grito que ya no era humano.

—Se acerca un nuevo devenir de los tiempos, uno que no me agrada mucho, y si quiero enderezar este mundo en la dirección correcta, aún queda una batalla que Lindo Kuro debe ganar para mí. Sigue con el procedimiento hasta que ya no consigas una reacción, Asistente. —Dijo el Mago Hartwell, convirtiéndose en una sombra que desapareció en la oscuridad.

...

—¿Qué tu problema se destruya a sí mismo? Yo no me voy a suicidar, si eso es lo que me estás pidiendo. —Dijo Zeferino con dureza.

—Por supuesto que no, tú no eres tan noble. Kuro murió por tu culpa. Apuesto que ni siquiera sientes una pizca de remordimiento. —Replicó Jiro mordaz.

—¿No fue tu mano la que apretó el gatillo? Podrías haber disparado contra mí y no lo hiciste. Te apuesto que el más sorprendido fue Kuro.

—¡Cállate! ¡No mereces pronunciar su nombre! ¡Vas a hacer lo que yo te diga! Te vas a poner mi anillo, te vas a hacer pasar por mí, y vas a pelear contra las quintillizas, ¿entiendes?

Zeferino parpadeó, sus ojos castaños llenos de suspicacia.

—¿A quién esperas eliminar? ¿Quieres que mueran ellas, o quieres que muera yo?

—¡No me importa quién muera! ¡Por mí, que mueran todos ustedes, hijos de perra! ¡Kuro era el único que me caía bien, y ahora está muerto! Te voy a dar una maravillosa oportunidad para que les des un ataque sorpresa, y si las derrotas me voy a ir a donde no sea de tu incumbencia. Pero si ellas te matan a ti, voy a decir que fue gracias a mi plan. ¿Lo captas, hermano tonto? —Los ojos carmesí de Jiro mostraban una ira incandescente.

Zeferino guardó silencio.

—No tienes tiempo que perder, hermano. Si no atacas ahora, ellas me matarán a mí mañana, y luego irán a por ti y tu linda novia. Es ahora o nunca, Bastardo del Viento. —Insistió Kuro, sonriendo con malevolencia.

—Creo en tus palabras. Aunque eso no significa que confié en ti. Vas a quedarte aquí, bajo la vigilancia de mi Espíritu del Viento. Si intentas ponerte en contacto con ellas para avisarles, serás asesinado.

—Como quieras. Si te asesinan, tu Espíritu desaparecerá y así sabré que estás muerto. O si tienes éxito, podrás regresar aquí y regodearte de haber asesinado a tus hermanas. ¿No te parece un trato increíble, hermano?

Jiro le ofreció el Anillo de Ojos Negros a Zeferino. Él lo recibió y se quitó su Anillo de Ojos Castaños. Por un momento, ambos fueron casi el reflejo idéntico del otro. Zeferino era un poco más alto. Su cabello rubio era el mismo, y también sus ojos carmesí, aunque los de Zeferino mostraban tristeza.

—Yo solía ser como tú, Jiro. Si realmente quisieras, podrías cambiar. Pero creo que aún no te interesa, todavía no te das cuenta de tus equivocaciones.

—No me interesan tus sermones. Nunca estuviste en mi posición, nunca supiste lo que significa ser débil. Quiero que te mueras, o que las mates a ellas.

Zeferino suspiró, y se puso el Anillo de Ojos Negros.

...

Capítulo 16              Índice           Capítulo 18

Nota de autor (12 de Junio de 2.020)


Esta semana regresé a trabajar y vaya que fue una patada en el culo de mi rutina para escribir. Creo de ahora en adelante sólo podré publicar dos capítulos de Mago Enamorado por semana, probablemente los publique los fines de semana. Es lo mejor que puedo hacer trabajando nueve horas de Lunes a Viernes.

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lunes, 8 de junio de 2020

Memorias de un mago enamorado 16

Capítulo 15              Índice           Capítulo 17

Memorias de un mago enamorado


dos hermanos
Foto original por Limor Zellermayer

Capítulo 16: Historia de dos hermanos, Parte 1


Kuro era un niño feliz. Todas las mañanas, lo primero que veía era el rostro de su madre, Mona.

—¡Buenos días mi pequeño angelito! —Lo saludaba ella y lo cubría de besos por toda la cara.

Mona no era una mujer agraciada. Tenía el cabello negro y macilento, era flaca y sin garbo, con expresión de desgracia. El Dios Dragón del Viento no la había escogido por su apariencia, sino porque tenía la habilidad de anular la magia a su alrededor durante cinco minutos, y lo podía volver a hacer tras una hora de descanso. El fruto de esa Unión había sido Kuro, con la misma magia que su madre, pero sin límite de tiempo. El Dios Dragón del Viento no había seguido procreando después de él, porque sintió que Kuro era el arma definitiva. Combinado con los poderes de sus hermanos y hermanas, el Dios Dragón consideró que tenía el poder suficiente para apoderarse del mundo, sin importar lo que pudiera maquinar el Mago Hartwell.

Era una maravillosa locura, considerando que el Dios Dragón del Viento se había dado por satisfecho tras el nacimiento de las quintillizas, y de no ser porque Mona ya estaba embarazada, Kuro no habría nacido. Fue como ganarse la lotería tras haber ganado antes una rifa de monto inferior.

Kuro adoraba contar con la predilección de su padre. Aunque el Dios Dragón del Viento no era afectuoso, lo miraba con anhelo, como si no pudiera esperar el momento de verlo crecer. Y cuando esa mirada provenía de un ser inmortal, que rara vez se molestaba por el tiempo, esa expresión valía mucho, al menos para Kuro.

Cualquier otra necesidad de afecto que él tuviera era colmada por Mona. Ella literalmente se encendía de vida cuando estaba a su lado. Le daba de comer lo que él quisiera, jugaba con Kuro siguiendo sus caprichos y antojos. Él la consideraba la madre perfecta, aunque no era tan grandiosa como su padre, desde luego. Lo que importaba es que ella lo hacía más especial todavía, porque era la única de las madres que se había quedado tras haber dado a luz.

Podía sentir como el resto de sus hermanos lo envidiaban. La mayoría de ellos habían sido considerados el mejor producto al momento de su nacimiento. Las únicas dos excepciones eran Jiro, con un poder eficiente, si bien no sorprendente, pero con una personalidad lenta para la acción que constantemente desesperaba a su padre. A Renzo le iba peor, porque lo cuestionaba todo.

—¡Soy un niño pequeño! ¡No quiero ir! ¡Además es mi cumpleaños! ¡Deberías darme regalos y pastel, no enviarme a matar a alguien! ¡Papá malo! —Protestó Renzo una vez.

Eso fue un doce de Abril. Kuro lo memorizó porque le pareció extraño que Renzo supiera su cumpleaños.

¡PEQUEÑO INSOLENTE! ¿CÓMO TE ATREVES A CUESTIONAR, A DEMANDAR? ¡SI NO QUIERES SER ÚTIL PARA MÍ, TE VOY A ROMPER! —Rugía el Dios Dragón del Viento, con esa voz espectral que hacía que todos se sintieran enfermos.

Todos los hijos del Dios Dragón odiaban a Renzo, porque forzaba a su padre a gritar, y ellos preferían cuando padre se limitaba a sonreír satisfecho y a darse entender mediante gestos, o escribiendo notas cuando se trataba de encargos complicados. Para educar a Renzo, el Dios Dragón del Viento solía matar a cualquiera que fuera cercano a él. Nunca le hizo daño a Renzo directamente, porque era mercancía valiosa. Kuro estaba seguro de que Renzo se iba a romper, tarde o temprano, no podía resistir la voluntad de un Dios por mucho tiempo, sin embargo la inesperada muerte de su padre le había dado una victoria a Renzo que, en opinión de Kuro, era inmerecida.

Sin duda alguna, al que más odiaba era a Zeferino. Tan perfecto y lacónico, siguiendo las órdenes de su padre al pie de la letra. Kuro deseaba superarlo, demostrar que era más útil para la causa, y sabía que algún día lo haría. Sólo era cuestión de tiempo, solía pensar Kuro, De no ser por la Melodía de la Muerte, su destino se habría visto cumplido. Por eso los odiaba a los dos profundamente.

Una vez, Kuro quiso jugar con las quintillizas. Ellas estaban afuera del palacio del Dios Dragón, pateando una pelota. Kuro se dirigía para afuera cuando su madre se interpuso en su camino.

—Lindo Kuro, ¿a dónde crees que vas? —Dijo Mona, con las manos en la cintura y expresión ceñuda.

—Quiero jugar con mis hermanas a la pelota. —Contestó él, inquieto. Su madre nunca lo cuestionaba de ese modo.

—No, lo prohíbo. —Sentenció ella, con tono serio.

Kuro quiso hacer lo que le daba la gana, como era usual, y con sus cortas piernas de cinco años intentó pasar al lado de Mona corriendo. Sin mucho esfuerzo, ella lo sujetó, lo cargó, y lo llevó hasta su cuarto, donde corrió el pestillo.

—Ahora estamos encerrados juntos y no puedes ir para ningún lado. —Sonrió ella con expresión retorcida.

—¡Pero yo quiero jugar! —Chilló Kuro, zapateando el suelo con fuerza varias veces.

—¡Puedes jugar con mamá, Lindo Kuro! ¿A qué quieres jugar?

—¡Ya estoy cansado de jugar contigo! ¡Quiero jugar con alguien más! ¡Quiero jugar a la pelota con mis hermanas!

Entonces Mona hizo algo que nunca había hecho. Cargó a Kuro sobre sus piernas, bocabajo, y le asestó un par de nalgadas con la mano desnuda. No fue tan doloroso, fueron un par de golpes rápidos y sin precisión. Sin embargo era la primera vez que él había sido castigado. Lloró sin darse cuenta, y se quedó con la boca abierta, viendo a Mona con esos ojos carmesí llenos de incredulidad.

—¡Lo siento tanto, Lindo Kuro! ¡Mamá lo siente de verdad! ¡Nunca te volveré a golpear, lo prometo! —Dijo Mona con lágrimas en los ojos, abrazándolo casi hasta el punto de asfixiarlo.

La experiencia dejó a Kuro muy confundido, tanto que se lo tuvo que comentar a Jiro la siguiente ocasión en que se escabulló dentro de su cuarto. Desde que Kuro tenía cuatro años, Jiro lo había comenzado a visitar. Mona se había opuesto, pero Jiro se había salido con la suya gracias a su control mental. De nada le servía a ella poder anular la magia, si Jiro la podía manipular sin que ella se diera cuenta.

Por lo general él le ordenaba que diera una vuelta por la ciudad en busca de regalos para su hijo. Así obtenían una hora de tiempo en la que Kuro, sin saber muy bien por qué, sentía que podía respirar más tranquilo. Una hora, esa era la mayor cantidad de tiempo que Mona podía estar apartada de su hijo sin sospechar que estaba siendo manipulada.

—Lo lamento, Kuro. No te puedo dar más tiempo. Tu madre no quiere estar lejos de ti. Creo que ella está a medio camino de ser encantadora y espeluznante. —Concluyó Jiro.

—Me gusta que mi mamá me quiera tanto. Sólo quisiera que me diera mi espacio. ¿Acaso me piensa acompañar cuando nuestro padre me envíe a alguna misión?

—No creo que padre lo permita. —Opinó Jiro con un asomo de tristeza.

—Lo siento. ¿Te hice sentir mal? —Preguntó Kuro con genuina preocupación infantil.

—Claro que no. No es tu culpa que mi poder sea una basura.

—Tu poder no es basura. Lo malo es que requiere mucho tiempo, y padre es muy impaciente. Cuando yo sea el favorito de padre, voy a buscar misiones para ti en las que te puedas lucir, y a Zeferino lo voy a mandar adentro del mar o algo así.

Ambos se rieron hasta revolcarse por el suelo, deleitados por poner en su lugar a su pedante hermano.

...

El mundo cambió para ambos cuando el Dios Dragón del Viento murió.

Intempestivamente, la presencia de Kuro fue requerida a las tres de la mañana. Un miembro de la Guardia Dragón aguardó en la puerta de su cuarto hasta que terminó de vestirse con el traje de príncipe que debía usar delante de su padre. Mona estaba nerviosa, y se sobresaltó cuando el Guardia Dragón no le permitió salir a ella, cogiéndola por el brazo.

—Solamente los hijos del Dios Dragón del Viento han sido llamados. —Declaró el Guardia Dragón.

Mona se quedó atrás con cara de preocupación. El propio Kuro estaba intrigado, nunca había ocurrido algo así.

El Guardia Dragón lo acompañó hasta la puerta de la Sala de Recepción, allí hizo una inclinación, abrió la puerta y se hizo a un lado para que Kuro pudiera pasar. Él entró. Vio a Jiro y a las quintillizas arrodillados frente al trono de oro. A un lado del trono, estaba Zeferino, con una sonrisa aún más pedante de lo usual. Renzo no se veía por ningún lado.

Cuando vio que el trono estaba siendo ocupado por alguien que no era su padre, sintió que el estómago se le revolvió.

¡HIJO MENOR DEL DIOS DRAGÓN DEL VIENTO, ARRODÍLLATE FRENTE A TU NUEVO AMO! —Rugió el Dios Dragón del Fuego, con una autoridad que era incuestionable.

Kuro se arrodilló. Por alguna razón, le estaba costando respirar. La apariencia del nuevo ocupante del trono era muy diferente del anterior. Era una mujer que tenía el cabello violeta, los ojos eran de color índigo, su piel estaba rodeada por un aura roja y ardiente, tenía cinco pares de alas desplegadas desde su espalda. Kuro había escuchado rumores sobre cómo se veía su padre a punto de combatir, sin embargo nunca había tenido oportunidad de verlo. Esa mujer no era su padre, ¿en dónde estaba?

¡POCO ANTES DE LA MEDIANOCHE, MI HERMANO, SU PADRE, FUE ASESINADO POR UNA BRUJA CONOCIDA COMO LA MELODÍA DE LA MUERTE!

—¡Imposible! —Exclamó Suki poniéndose de pie.

Una de las alas se batió en dirección a Suki y la tiró de espaldas contra el piso. Masaki a su izquierda, y Nana a su derecha, no sintieron absolutamente nada. Kuro quedó maravillado por la precisión con que esa mujer, ese Dios, controlaba su poder.

¡NO VINE AQUÍ PARA CONVERSAR, SINO PARA SER ESCUCHADO! ¿ACASO MI HERMANO NO LES ENSEÑÓ EL DEBIDO RESPETO HACIA UN DIOS DRAGÓN? ¡SOY EL DIOS DRAGÓN DEL VIENTO, Y SOLAMENTE VAN A HABLAR CUANDO YO SE LOS PERMITA!

Era doloroso. Ni siquiera cuando Renzo molestaba a su padre, ni siquiera entonces les había hablado tanto. Kuro pudo percibir el sufrimiento en las expresiones de todos sus hermanos y hermanas. Incluso Zeferino, por debajo de su expresión triunfante, tenía que estar más adolorido que los demás porque estaba de pie. Suki ni siquiera intentó incorporarse, se quedó tendida cuan larga era, llorando.

¡SÓLO UNO ENTRE USTEDES ESTABA PREPARADO PARA LO INESPERADO! ¡SÓLO ZEFERINO HA DEMOSTRADO QUE MERECE ESTAR A MI LADO! ¡ÉL SOLAMENTE NECESITO UNA HORA PARA ENCONTRAR UNA VASIJA DIGNA DE MÍ, Y LLEVÓ A CABO EL RITUAL PARA INVOCAR MI DIVINA PRESENCIA EN ESTE MUNDO! ¡ESPERO QUE USTEDES ME PUEDAN DEMOSTRAR QUE SON DIGNOS DE MÍ!

Esas fueron las últimas palabras del Dios Dragón del Fuego esa noche. Zeferino se adelantó un paso para dirigirse a ellos. Lo único que compartían todos en ese momento era el tormento de haber escuchado hablar a un Dios por tanto tiempo.

—Renzo escapó del castillo aprovechando la confusión. Cuando nuestro amo decida un buen uso para él, enviaré a alguno de ustedes a capturarlo. Ahora que este mundo está bajo la jurisdicción del Dios Dragón del Fuego, lo más probable es que no volveremos a ver a nuestro padre nunca más. A menos que seamos recompensados, tras nuestra muerte, con el ingreso al Mundo de los Dioses, cuyo nombre no debe ser mencionado a la ligera. Melodía de la Muerte es una bruja sin comparación. Tiene ocho años, y con su canto destruyó el cuerpo físico de un Dios. Voy a recabar más información, sobre su persona y sobre el combate que libró con nuestro padre. Hasta entonces deben pensar en maneras de hacerse útiles para nuestro nuevo amo, el Dios Dragón del Fuego.

Con eso Zeferino concluyó su discurso y los despachó. De regresó en su cuarto, Kuro relató todo lo acontecido a su madre.

—¡Ni siquiera sabía que había otros Dioses! ¿Cómo pudo haber sido asesinado por una simple bruja, una niña? Lindo Kuro, ¿que será de nosotros ahora?

—¿A qué te refieres mamá? Nada ha cambiado. No creo que haya mucha diferencia entre un Dios y otro, ¿o sí?

Su madre lo abrazó con mucha fuerza, temblando.

—Espero que tengas razón, Lindo Kuro. No quiero que nada cambie, quiero que sigamos juntos, por siempre. —Mona se puso a darle besos por todo el rostro.

Kuro empezó a preguntarse cómo podía utilizar la llegada del nuevo Dios Dragón para su beneficio. Lo que más deseaba en ese momento, más que nada en el mundo, era visitar la playa con Jiro.

...

Capítulo 15              Índice           Capítulo 17

Nota de autor (8 de Junio de 2.020)


Mañana regresó a mi trabajo de vendedor. Espero que mi jefe tome todas las medidas necesarias. Por mi parte, haré mi mejor esfuerzo para seguir escribiendo, sobretodo porque ya casi llegamos al final del primer libro. Tal vez no sea esta semana, pero ya estamos cerca.

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domingo, 7 de junio de 2020

Mi apariencia durante la cuarentena

Mi apariencia durante la cuarentena


Todo parece indicar que a partir del Martes voy a regresar a mi trabajo. Como vendedor debo verme bien, pero durante la cuarentena no me había cortado el cabello ni me afeitaba muy a menudo, por lo que hoy en la mañana me veía así:

Como en mi trabajo tengo que usar protección en la cabeza y tapabocas, sobretodo después de la cuarentena, hoy me hice cortar el cabello lo más corto que pude y quedé así:


Pero aún era necesario afeitarse, lo que también hice hoy:


Me acordé del meme de "Esta ni siquiera es mi forma final" con tantos cambios que experimenté hoy.

Estoy nervioso porque seguramente las ventas van a estar muy mermadas, y porque mientras no exista una vacuna para el COVID-19 no será realmente seguro salir a la calle, pero trabajar es un deber inevitable.

Espero poder mantener el mismo ritmo de escritura que logré establecer durante la cuarentena. También quiero hacer la misma cantidad de ejercicio, pero en el pasado ha sido difícil mantener el equilibrio entre esas dos actividades y mi trabajo como vendedor. Lo haré lo mejor que pueda.

Tengo otras fotos para compartir, probablemente las publicaré en los días en que no subo los capítulos de Memorias de un Mago Enamorado, o sea ni el Lunes ni el Miércoles ni el Viernes. Creo que lo dije del modo más innecesariamente complicado posible.

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viernes, 5 de junio de 2020

Memorias de un mago enamorado 15

Capítulo 14              Índice           Capítulo 16

Memorias de un mago enamorado


mochila negra
Foto original por Luis Quintero

Capítulo 15: Hacia la autodestrucción


El Domingo no hubo mucho progreso en los estudios.

Camilo estuvo circunspecto todo el día, apenas y se despidió cuando se fue de la casa de Melodie.

Persea se mostró visiblemente incómoda por la presencia de Celestino. Por más que quiso concentrarse y hablar con normalidad, no pudo ocultar que era miserable ante semejante anormalidad.

A pesar de estar rodeada de su familia y amigos, Melodie se sintió muy sola. Estaba a punto de meterse a la cama y dormir con la esperanza de olvidar todo el drama, cuando descubrió que Celestino ya se le había adelantado. Al menos no estaba desnudo, cortesía de una ropa vieja de su padre.

—¿Qué estás haciendo, Celestino?

—Pues ya nos vamos a dormir, ¿no? —Respondió el aludido sonriendo.

Los ojos avellana miraron con dureza los ojos carmesí.

—No vamos a dormir en la misma cama, eso no va a pasar. —Declaró Melodie con firmeza.

—Anoche compartimos cama, ¿por qué hoy no?

—Anoche yo no me encontraba bien, no pensaba con claridad. No me siento bien por completo, pero al menos soy consciente de que un chico y una chica no pueden compartir cama hasta que hayan llegado a cierta edad y compartan ciertos sentimientos. Puedes quedarte con la cama, yo voy a dormir en la sala.

Celestino se puso de pie de un salto. Se pasó una mano por el cabello rubio y sonrió como un ángel.

—No voy a permitir tal cosa. Yo puedo flotar mientras duermo. Bueno, en realidad no necesito dormir. ¿No te molesta si uso tu computadora toda la noche?

—Duermo como un tronco así que no te preocupes. Hasta mañana, Celestino.

Melodie se dirigía a la cama cuando él la tomó de la mano.

—Mel, aún hay algo que necesitamos hacer.

Ella se lo quedó mirando con expresión interrogante, lo que hizo suspirar a Celestino.

—Necesito que me beses para renovar mi existencia, ¿recuerdas?

—Ah, sí, claro, eso. —Dijo Melodie sonrojada.

Ella se acercó a él y le estampó un beso rápido en los labios. Ibas a retroceder pero Celestino la sujetó por los hombros para hacer que el beso fuera más largo.

Melodie lo empujó y le estampó una bofetada en el rostro.

Él se la quedó observando con los ojos carmesí abiertos por la sorpresa, llevándose una mano a la mejilla que ella había golpeado.

—¿Por qué fue eso?

Melodie estaba temblando. Cayó en cuenta que todavía tenía la mano alzada y la bajó. Respiró profundamente para calmarse un poco.

—Voy a seguirte besando para mantenerte con vida, no para disfrutarlo. Tú no eres Zeferino, y aún si lo fueras, él y yo estamos pasando por algo muy complicado ahora mismo. No vuelvas a intentar darme un beso como ese, ¿de acuerdo?

Celestino asintió, sin entender la explicación de Melodie. ¿Acaso besarse no se sentía bien? ¿Por qué evitar una experiencia agradable que los podía hacer sentir bien a ambos? Ciertamente él no lo entendió.

Melodie se arropó con su sabana y se hizo un ovillo. Celestino la escuchó llorar de manera sofocada. ¿Por qué intentaba que él no se diera cuenta? ¿Acaso había algo que pudiera hacer por ella? Si Melodie no le decía directamente cómo ayudarla, ¿cómo la podía ayudar? Los patrones mentales heredados de Zeferino le decían que debía esperar y ser paciente, dejarla desahogarse hasta que ella lo fuera a necesitar con algo que él pudiera ayudar. Celestino no lo comprendió, sin embargo decidió seguir la manera de pensar de su creador, al menos por esta vez.

...

Camilo se decidió cuando el taxi iba a la mitad de su recorrido.

—Disculpe señor, acabo de recordar que tengo otro compromiso. Le voy a indicar otra dirección.

El taxista le echó un vistazo. No parecía un muchacho peligroso. Un chico de cabello negro común y corriente sin malas intenciones que acababa de recordar algo. No podía ser mala persona, puesto que tenía puesto su tapabocas en toda regla.

Camilo acarició el anillo invisible en el dedo corazón de su mano izquierda. Se iba a jugar el todo por el todo.

...

El timbre del intercomunicador sorprendió a Zeferino. No esperaba una visita nocturna. En la pantalla de la cámara exterior vio a Camilo. Parecía nervioso, tenía su celular en la mano. Zeferino presionó el botón para permitir la comunicación.

—¿Cam? ¿Qué rayos haces aquí?

—Lamento presentarme a esta hora. Sin embargo hay un asunto urgente que debo discutir contigo. No tenemos tiempo que perder.

Zeferino oprimió el botón que quitaba el bloqueó de la verja. Mientras esperaba que Camilo llegase hasta la puerta, optó por crear una barrera de viento. Por si las dudas. Cayó en cuenta que nunca le había dicho a Camilo el paradero de su casa, y preparó un hechizo de lanza de viento, porque era demasiado sospechoso.

Pensó que Camilo podía estar bajo el control mental de Jiro, que alguien había secuestrado a Melodie a pesar de estar más defendida que una fortaleza y habían elegido a Camilo como mensajero. O podía tratarse de algo que él ni siquiera podía imaginar, siempre había que tener eso presente.

La puerta se entreabrió, pues Zeferino no había descorrido dicha cadena. Zeferino veía un ojo negro, mientras que Camilo veía un ojo castaño.

—¿Qué sucede?

—¿Puedes dejarme pasar? No quiero que nadie nos vea hablar. —Solicitó Camilo, azorado.

Con todas sus alarmas internas encendidas, Zeferino lo dejó entrar. No se perdió ninguno de sus movimientos, prestó atención a cualquier cambio posible en la dirección del viento.

—Vaya, tu mansión es tan impresionante adentro como desde fuera. De seguro te das la gran vida, Zeferino.

Camilo admiró la amplia estancia. Había varias pinturas que pertenecían al romanticismo alemán, paisajes fríos de melancólica belleza. Cojines y sillones de máxima calidad. Una pantalla gigante con varias consolas y cartuchos alrededor. Luces de diseñador. Piso de mármol. Una estatua de piedra de una mujer desnuda que había sido esculpida con tanta finura que parecía realmente estar durmiendo.

—Cam, esta no es una hora apropiada para una visita convencional. Si ocurre algo, necesito que me informes de inmediato.

—Claro, perdona. Me distraje con tanto lujo. Aquí tienes.

Camilo le ofreció su celular a Zeferino, para que viera la pantalla. Él lo cogió con una mano y lo observó, desconfiado. Era un mensaje de texto que acaba de ser enviado desde el celular de Camilo.


Dentro de una hora llevaré la cabeza del Bastardo del Viento. Espero una buena recompensa por esto.


—No estoy seguro de que el mensaje sea suficiente, así que te lo voy a poner más claro, hermano mayor. A veces puedes ser muy lento, a pesar de tu inteligencia y velocidad. Verum colorum. —Tras pronunciar eso, Camilo removió el anillo de acero que había aparecido en el dedo corazón de su mano izquierda.

Camilo había desaparecido, y había sido reemplazado por Jiro, con su cabello rubio, sus ojos carmesí y su expresión de inocencia sagrada.

Por menos de medio segundo, Zeferino tuvo una expresión de asombro. Durante el resto del tiempo necesario para completar ese segundo, Zeferino construyó un Espíritu del Viento que sujetó a Jiro de la cabeza y lo forzó a agacharse.

—Calmado, hermano mayor, no te conviene matarme todavía. —Declaró Jiro intentando sonar confiado, aunque se pudo percibir una nota de pánico en su voz.

—Urdiste un plan contra mí con ayuda de Kuro. Casi matas a la persona que amo. Fingiste ser mi amigo. Dame una razón para no matarte ya mismo. —Los ojos castaños de Zeferino no mostraron compasión.

—Verás, hermano mayor. Ayer recibí una orden directa del Dios Dragón del Fuego. Tengo hasta mañana para matarte a ti o Melodie, o de lo contrario sería castigado por la muerte de nuestro pequeño hermano Kuro.

—No veo cómo eso es mi problema.

—Oh, pero de hecho lo es, hermano mayor. Verás, no sabía cómo resolver mi predicamento. La opción más sensata parecía huir. Sin embargo nadie puede huir de un Dios Dragón para siempre. Pensé que estaba perdido hasta que pensé, ¿y si permito que mi problema se destruya a sí mismo?

...

Camilo llegó a su casa cargando una mochila negra en una mano. Fue recibido por su padre adoptivo Abdullah. Camilo lo examinó con atención. El cabello gris se asomaba por debajo del turbante de Abdullah. Su piel era de color canela, su rostro arrugado por el tiempo lo hacía parecer adusto y severo. Sus ojos oscuros no mostraban mucha vida, casi eran como los de un pez muerto dentro de una pecera. Vestía con un formal frac negro aunque estaba en su casa. Estaba a medio camino entre un mayordomo y un mago de fiesta infantil.

—Tus hermanas te están esperando. —Dijo Abdullah sin rodeos. Su voz profunda se correspondía con el resto de su persona.

Camilo asintió. Con paso firme, aunque cauteloso, se dirigió hacia el sótano. Miró de reojo cada vez que giró en una esquina. No había mucho para ver en el sótano. Camilo fue hacia la pared del fondo y la auscultó por un minuto. Luego le puso las manos encimas y la empujó hasta que la pared fue cediendo y deslizándose para un lado. Se encontró con un largo pasillo delante de él, iluminado cada tres metros por un bombillo común y corriente. Avanzó hasta llegar a una estancia que inspeccionó con atención. Cuando estuvo seguro de que no había ningún enemigo allí, siguió caminando.

Al final del pasillo se topó con un ascensor. Entró y se encontró con que solamente tenía dos botones, uno con una flecha hacia arriba y el otro con una flecha hacia abajo. Esa última fue la que presionó.

Tras dejar pasar un momento en el que el ascensor comenzó a bajar como se suponía que debía ser, y tras haber confirmado con el flujo del viento que no había cámaras de vigilancia instaladas allí, él pronunció Verum colorum y removió el anillo de acero gris que había aparecido en el dedo corazón de su mano izquierda. Zeferino sacó sus gafas redondas de la mochila que estaba cargando en una mano y se los puso sobre sus ojos carmesí. Guardó el Anillo de Ojos Negros que había recibido de Jiro en un bolsillo de su pantalón, junto con su Anillo de Ojos Castaños. Ambos rechinaron un poco al chocarse. Zefiro pudo sentir que a esos dos anillos mágicos no les gustaba estar tan cerca. No parecía buena idea ponerse los dos al mismo tiempo. Por si acaso, puso uno de los anillos en otro bolsillo.

Pasó una mano por encima de su cabello rubio y suspiró. Tenía miedo. Estaba a punto de arrojarse a una batalla desigual. Su única oportunidad para vencer era el factor sorpresa. Si perdía eso, estaba muerto. Sonrió al pensar que quizá morir sería un final demasiado optimista. Pensó en su hermana Suki y no pudo reprimir un escalofrío.

Se consoló al pensar que, sin importar lo que fuera a ocurrir con él, Melodie iba a estar bien. Al menos se había asegurado de eso con el poco tiempo del que había dispuesto. Maldijo a Jiro en su interior y se preparó para luchar con todo su poder, como no había tenido que hacerlo desde los tiempos de Rumpitur Cordibus Quattuor. Pensó en Blaise el Fabricante y Carmen la Exploradora. Si las cosas salían bien, le pagaría una visita al primero, con la esperanza de que esta vez si quisiera hablar con él. Si las cosas no salían bien, ojalá se pudiera reunir con la segunda en la otra vida.

Zeferino sujetó con fuerza la mochila negra en su mano, y se fue rodeando de tantas barreras de viento como le era posible sostener al mismo tiempo.

...

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Nota de autor (5 de Junio de 2.020)


Para bien y para mal, mañana es mi cumpleaños.

El próximo capítulo será publicado el Lunes.

Creo que la próxima semana publicaré el primer libro de Memorias de un mago enamorado. Depende de cuándo publique el capítulo final. Espero que sea bastante trágico.

Esta entrada fue posible gracias a Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp y Kbrem.

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