Capítulo 35 Capítulo 37
Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad
Capítulo 36
Diferenciales de
Estado
¿Harry y Hermione? |
Desorientación
conmovedora, así era cómo se sentía salir desde la Plataforma
Nueve y Tres Cuartos hacia el resto de la Tierra, el mundo que Harry
había pensado una vez era el único mundo real. Personas vestidas en
camisetas casuales y pantalones, en vez de las más dignas túnicas
de los magos y las brujas. Pedazos de basura desperdigados aquí y
por allá alrededor de las bancas. Un olor olvidado, los humos de la
gasolina quemada, cruda y afilada en el aire. El ambiente de la
estación de tren King's Cross, menos brillante y animado que
Hogwarts o el Callejón Diagon; las personas parecían más pequeñas,
más temerosas, y probablemente hubiera intercambiado con mucho animo
sus problemas para luchar contra un mago oscuro. Harry quería lanzar
un Scourgify
para la mugre, y Everto
para la basura, y de haber conocido el hechizo, un Encantamiento de
Casco-Burbuja para no tener que respirar el aire. Pero no podía usar
su varita, en este lugar...
De este modo, Harry
comprendió, debía ser cómo se sentía ir de un país del Primer
Mundo a un país del Tercer Mundo.
Nada más que había
sido el Mundo del Principio Cero el que Harry había abandonado, el
mundo mágico, de los Encantamientos de Limpieza y los elfos
domésticos; donde, entre las artes sanadoras y tu propia magia,
podías llegar a los ciento siete años antes de que la vejez
empezara a molestarte.
Y Londres no-mágica,
Tierra Muggle, a la cual Harry había regresado temporalmente. Aquí
era donde Mamá y Papá vivirían el resto de sus vidas, a menos que
la tecnología diera un salto de rana por encima de la calidad de
vida de los hechiceros, o algo más profundo cambiara en el mundo.
Sin tan siquiera
pensarlo, la cabeza de Harry se giró hacia atrás y sus ojos cayeron
como dardos sobre el baúl de madera que se escurría detrás suyo,
sin ser visto por ningún Muggle, las garras de tentáculo ofreciendo
una rápida confirmación de que, sí, él no lo había imaginado
todo...
Y estaba la otra
razón para la sensación de ahogo en su pecho.
Sus padres no lo
sabían.
Lo
desconocían todo.
Lo desconocían...
"¿Harry?"
llamó una delgada, rubia mujer cuya perfecta gracia y piel sin
arrugas la hacía lucir mucho más joven que treinta y tres; y Harry
se dio cuenta con sorpresa que era
magia, él no había reconocido las señales antes sin embargo ahora
podía observarlas. Y cual fuera la poción que había durado tanto,
debió haber sido terriblemente peligrosa, porque la mayoría de las
brujas no se hacía eso a sí mismas, no estaban así de
desesperadas...
Había agua
acumulándose en los ojos de Harry.
"¿Harry?"
gritó un hombre que se veía mayor con un panza creciente sobre su
estómago, vestido con ostentosa despreocupación académica dentro
de un chaleco arrojado sobre una camiseta verde gris-oscura, alguien
que siempre había sido un profesor a donde quiera que fuera, quien
ciertamente hubiera sido uno de los magos más brillantes de su
generación, de haber nacido con dos copias de ese gen, en lugar de
cero...
Harry levantó su
mano y la agitó hacia ellos. No podía hablar. No podía decir nada.
Ellos llegaron a él,
sin correr, sino con una regular, dignificada caminata; así de
rápido era capaz de caminar el Profesor Michael Verres-Evans, y la
Sra. Petunia Evans-Verres no iba a andar más veloz que eso.
La sonrisa en el
rostro de su padre no era muy ancha, sin embargo su padre nunca era
dado a las sonrisas grandes; era, cuando menos, tan ancha como Harry
la había llegado a ver jamás, más ancha que cuando llegaba una
nueva subvención, o cuando uno de sus estudiantes conseguía una
posición, y no podías pedir una sonrisa más ancha que esa.
Mamá parpadeaba con
fuerza, y estaba intentando sonreír pero no hacía un buen trabajo.
"¡Entonces!"
exclamó su padre al acercarse dando zancadas. "¿Ya hiciste
algún descubrimiento revolucionario?"
Por supuesto que
Papá lo consideraba un chiste.
No
había dolido tanto cuando sus padres no habían creído en él, hace
tiempo cuando nadie más
había creído en él, hace tiempo cuando Harry no
sabía
lo que se sentía ser tomado en serio por personas como el Director
Dumbledore y Profesor Quirrell.
Y ahí fue cuando
Harry comprendió que el Niño-Que-Vivió únicamente existía en la
Bretaña mágica, que no había tal persona en Londres Muggle, nada
más un lindo y pequeño niño de once años que se iba a casa para
Navidad.
"Disculpen,"
Harry dijo, con voz temblorosa, "Voy a perder el control y
llorar ahora, no significa que haya habido algo malo con la escuela."
Harry inicia un
movimiento hacia adelante, y luego se detuvo, dividido entre abrazar
a su padre y abrazar a su madre, él no quería que ninguno de los
dos se sintiera menos o más amado por Harry que el otro -
"Tú,"
jadeó su padre, "eres un niño muy tonto, Sr. Verres," y
gentilmente tomó a Harry por los hombros y lo empujó a los brazos
de su madre, quien se estaba arrodillando, lágrimas ya deslizándose
por sus mejillas.
"Hola,
Mamá," Harry habló con la voz fallando, "He regresado."
Y la abrazó, en medio de ruidosos sonidos mecánicos y el olor de la
gasolina quemada; y Harry empezó a llorar, porque conocía que nada
podía
regresar a como era, sobretodo él.
...
El cielo era
completamente oscuro, y las estrellas estaban saliendo, para cuando
pudieron negociar con el tráfico de Navidad hacia el pueblo
universitario que era Oxford, y aparcarse en la entrada de coches de
la pequeña casa, de aspecto viejo y deslucido que su familia usaba
para mantener sus libros a salvo de la lluvia.
Mientras caminaban
por el estrecho tramo de pavimento que llevaba a la puerta del
frente, pasaron una serie de floreros que contenían pequeñas,
turbias luces eléctricas (turbias ya que tenían que recargarse a sí
mismas con poder solar durante el día), y las luces se encendían a
medida que ellos avanzaban. La parte difícil había sido encontrar
sensores de movimiento que fuera a prueba de agua y se activaran
justo a la distancia correcta...
En Hogwarts había
antorchas verdaderas como esa.
Y entonces la puerta
de enfrente se abrió y Harry penetró en la sala de estar,
parpadeando con fuerza.
Cada pulgada de
espacio en la pared estaba cubierta por una librería. Cada librería
tiene seis estanterías, llegando casi hasta el techo. Algunas
estanterías están saturadas hasta el tope con libros de tapa dura:
ciencia, matemáticas, historia y todo lo demás. Otras estanterías
tienen dos capas de libros de bolsillo de ciencia ficción, con la
capa de atrás apoyada sobre cajas de pañuelos viejos o un tramo de
madera, así puedes ver la capa de atrás de libros encima de los
libros de enfrente. Y aún eso no es suficiente. Los libros están
desbordándose sobre las mesas y los sofás amontonándose bajo las
ventanas...
La casa de familia
Verres estaba igual a como la había dejado, sólo que con más
libros, que era justamente como la había dejado.
Y
un árbol de Navidad, desnudo y sin decorar dos días antes de la
Víspera de Navidad, lo que desconcertó a Harry brevemente antes de
que lo entendiera, con un sentimiento de calidez naciente en su
pecho, que por supuesto sus padres lo habían esperado.
"Quitamos la
cama de tu cuarto para tener más espacio para más librerías,"
dijo su padre. "Puedes dormir en tu baúl, ¿cierto?"
"Tú
puedes dormir en mi baúl," contestó Harry.
"Eso
me recuerda," inquirió su padre. "¿Qué hicieron
al final sobre tu ciclo de sueño?"
"Magia,"
Harry respondió, yéndose derecho hacia la puerta que abría su
cuarto, nada más en caso de que Papá no
estuviera
bromeando...
"¡Esa
no es una explicación!" protestó el Profesor Verres-Evans, al
tiempo que Harry gritó, "¿Usaste
todo el espacio disponible en mis estanterías?"
...
Harry había pasado
el 23 de Diciembre comprando las cosas Muggle que simplemente no
podía Transformar; su padre había estado ocupado y había dicho que
Harry necesitaría caminar o tomar el autobús, lo que había sido
perfecto para Harry. Algunas personas en la tienda de hardware le
habían otorgado a Harry miradas inquisidoras, pero él nada más
había explicado con voz inocente que su padre estaba comprando en un
lugar cercano y que estaba muy ocupado y que lo había enviado a él
a conseguir algunas cosas (enseñando una lista escrita a mano
más-o-menos-ilegible que cuidadosamente parecía-adulta); y al
final, el dinero era dinero.
Todos habían
decorado el árbol de Navidad juntos, y Harry había puesto una
diminuta hada danzante en la punta (dos Sickles, cinco Knuts en la
Tienda de Bromas Mágicas Gambol y Japes).
Gringotts
había intercambiado con mucha presteza los Galeones por dinero en
papel, aunque aparentemente no tenían una forma sencilla de cambiar
grandes cantidades de oro en dinero Muggle, libre de impuesto y nada
sospechoso en una cuenta numerada en un banco de Suiza. Esto había
dificultado el plan de Harry de cambiar la mayoría de dinero que se
había auto-robado en una combinación sensata de un 60% de fondos
indexados y un 40% de Berkshire Hathaway. Por el momento, Harry había
diversificado sus pertenencias un poco más al escaparse muy tarde en
la noche, invisible y con Giratiempo, y enterrado cien Galeones
dorados en el patio. Él siempre siempre siempre
había
querido hacer eso de todos modos.
Una parte de
Diciembre 24 se usó para que el Profesor leyera los libros de Harry
e hiciera preguntas. La mayoría de experimentos que su padre había
sugerido no eran prácticos, al menos por el momento; los que sí lo
eran, Harry ya los había hecho. ("Sí, Papá, revisé que
sucedía si a Hermione se le daba una pronunciación cambiada y ella
desconocía si era cambiada o no, ¡ese fue el primer experimento que
hice, Papá!")
La
última cuestión por la que había inquirido el padre de Harry,
alzando la vista de Filtros
y Pociones Mágicas
con una expresión de agitado disgusto, que si todo tenía sentido
cuando eras un mago; y Harry había respondido que no.
En ese punto su
padre había declarado que la magia era no-científica.
Harry
seguía algo conmocionado ante la idea de señalar una sección de la
realidad
y llamarla no-científica. Aparentemente Papá pensaba que el
conflicto entre sus intuiciones y el universo implicaba que el
universo tenía un problema.
(Aunque también,
había muchos físicos que consideraban la mecánica cuántica como
extraña, en vez de que la mecánica cuántica fuera lo normal y
ellos los extraños.)
Harry le había
mostrado a su madre el kit de sanador que él compró para tener en
su casa, aunque la mayoría de las pociones no funcionarían en Papá.
Mamá había contemplado el kit en una forma que hizo inquirir a
Harry si alguna vez la hermana de Mamá había comprado algo así
para el Abuelo Edwin y la Abuela Elaine. Y cuando Mamá siguió sin
contestar, Harry había dicho apresuradamente que a ella nunca se le
debió haber ocurrido. Y entonces, finalmente, él huyo del cuarto.
A
Lily Evans probablemente no
se le había
ocurrido, eso era lo más triste. Harry sabía que otras personas
tenían la tendencia a no-pensar sobre temas dolorosos, de la misma
forma que tenían una tendencia a no poner deliberadamente sus manos
sobre las brasas al rojo vivo de una estufa; y Harry había empezado
a sospechar que la mayoría de los hijos de Muggle rápidamente
adquirían una tendencia a no-pensar sobre sus familias, que como
fuera iban a morir antes de alcanzar su primer siglo.
No
que Harry tuviera intención alguna de permitir que eso
sucediera, por supuesto.
Y entonces era la
tarde del día Diciembre 24 y ellos iban conduciendo para llegar a su
cena de la Víspera de Navidad.
...
La casa era enorme,
no para los estándares de Hogwarts, pero ciertamente para los
estándares de lo que podías conseguir si tu padre era un profesor
distinguido intentando vivir en Oxford. Dos pisos de ladrillo
brillando bajo el sol poniente, con ventanas encima de ventanas y una
ventana alta que llegaba mucho más arriba de lo que el vidrio
debería ir, ese iba a ser una enorme sala de estar...
Harry respiró
profundamente, y tocó el timbre.
Se produjo un
llamado distante de "Cariño, ¿puedes atender?"
Esto fue seguido por
un lento tamborileo de pasos aproximándose.
Y entonces la puerta
se abrió para revelar un hombre genial, de mejillas gordas y rosadas
y cabello delgado, dentro de una camiseta azul de botones que se
estrechaba un poco en las costuras.
"¿Dr.
Granger?" El padre de Harry dijo enérgicamente, antes de que
Harry pudiera hablar. "Yo soy Michael, y esta es Petunia y
nuestro hijo Harry. La comida está en el baúl mágico," y Papá
hizo un gesto vago detrás de él – no del todo en la dirección
del baúl, de hecho.
"Sí, por
favor, entren," solicitó Leo Granger. Se adelanto y recibió la
botella de vino de las manos extendidas del Profesor, con un
murmurado "Gracias," y entonces se hizo a un lado y agitó
la mano hacia la sala de estar. "Siéntense. Y," bajando su
cabeza para dirigirse a Harry, "todos los juguetes están en el
sótano bajando por las escaleras, estoy seguro de que Herm bajará
dentro de poco, es la primera puerta a tu derecha," y señaló
hacia un pasillo.
Harry se lo quedó
mirando por un momento, consciente de que le bloqueaba la entrada a
sus padres.
"¿Juguetes?"
preguntó Harry con animo, muy aguda voz, y ojos enormes. "¡Amo
los juguetes!"
Se produjo un
suspiro desde su madre atrás de él, y Harry entró a zancadas
dentro de la casa, logrando no pisotear demasiado fuerte al caminar.
La sala de estar era
tan grande como se veía desde afuera, con un enorme techo abovedado
del cual colgaba un candelabro gigantesco, y un árbol de Navidad que
debió ser asesinado para poder maniobrar a través de la puerta. Los
niveles más bajos del árbol estaban rigurosa y detalladamente
decorados en finos patrones de rojo y verde y dorado, con una
reciente pizca de azul y bronce; las alturas que sólo un adulto
podía alcanzar estabas desarregladas, envueltas al azar con tiras de
luces y guirnaldas de oropel. Un pasillo se extendía hasta culminar
en los gabinetes de una cocina, y escaleras de madera con barandillas
de metal pulido se alargaban hacia un segundo piso.
"¡Cielos!"
Harry exclamó. "¡Esta es una casa grande! ¡Espero no perderme
por aquí!"
...
La Dr. Roberta
Granger se estaba sintiendo bastante nerviosa a medida que se
aproximaba la cena. El pavo y el asado, su propia contribución al
proyecto en común, estaban cocinándose regularmente en el horno;
los otros platos habían sido traídos por sus invitados, la familia
Verres, que había adoptado a un chico de nombre Harry. Quien era
conocido en el mundo mágico como el Niño-Que-Vivió. Y quien
también era el único chico al que Hermione había llamado alguna
vez "lindo", o tan siquiera notado, realmente.
Los Verreses habían
afirmado que Hermione era la única niña de la misma edad de Harry
cuya existencia su hijo había reconocido en cualquier forma.
Y podría haber sido
disparar el arma demasiado pronto; pero ambas parejas tenían la
suspicaz sospecha de que podría haber campanadas de boda resonando
dentro de algunos años en el camino.
Así que mientras el
Día de Navidad se pasaría, como siempre, con la familia de su
esposo, ellos habían decidido pasar la Víspera de Navidad
conociendo a la posible familia política de su hija en el futuro.
El
timbre de la puerta sonó cuando ella estaba en la mitad de rociar el
pavo, y alzó su voz y gritó, "Cariño,
¿puedes atender?"
Hubo un breve
quejido de una silla y su ocupante, y luego el sonido de los pesados
pasos de su esposo y la puerta abriéndose de par en par.
"¿Dr.
Granger?" saludó la voz enérgica de un hombre mayor. "Yo
soy Michael, y esta es Petunia y nuestro hijo Harry. La comida está
en el baúl mágico."
"Sí, por
favor, entren," dijo su esposo, seguido por un susurrado
"Gracias" que indicaba que alguna clase de regalo había
sido aceptado, y "Siéntense." Entonces la voz de Leo se
alteró hasta llegar a un tono de entusiasmo artificial, y anunció,
"todos los juguetes están en el sótano bajando por las
escaleras, estoy seguro de que Herm bajará dentro de poco, es la
primera puerta a tu derecha."
Hubo una pausa
breve.
Entonces la voz
animada de un joven aulló, "¿Juguetes? ¡Amo los juguetes!"
Se oyeron los pasos
de entrada a la casa, y luego la misma voz excitada exclamó,
"¡Cielos! ¡Esta es una casa grande! ¡Espero no perderme por
aquí!"
Roberta
cerró el horno, sonriendo. Había estado un poco preocupada por la
forma en que Hermione había descrito al Niño-Que-Vivió – aunque
ciertamente su hija no había señalado nada que indicara que Harry
Potter era peligroso;
nada como las oscuras insinuaciones que habían sido escritas en los
libros que Roberta había comprado, supuestamente para Hermione,
durante su viaje al Callejón Diagon. Su hija no había hablado mucho
que digamos, sólo que Harry hablaba como si hubiera salido de un
libro, y que Hermione estaba estudiando más duro que nunca en toda
su vida para mantenerse adelante de él en clase. Pero a partir de lo
oído, Harry Potter era un niño ordinario de once años.
Ella llegó a la
puerta de enfrente justo cuando su hija bajó estrepitosamente las
escaleras a una velocidad que no parecía sensata, Hermione había
declarado que las brujas eran más resistentes a las caídas mas
Roberta no estaba del todo convencida en creer eso -
Roberta tomó su
primer vistazo del Profesor y la Sra. Verres, ambos se veían muy
nerviosos, al tiempo que el niño con la cicatriz legendaria en su
frente se volteaba hacia su hija y pronunciaba, ahora con voz más
baja, "Buen encuentro en esta la más agradable de las noches,
Señorita Granger." Su mano extendida hacia atrás, como si
estuviera ofreciendo a sus padres en bandeja de plata. "Le
presento a mi padre, el Profesor Michael Verres-Evans, y a mi madre,
la Sra. Petunia Evans-Verres."
Y cuando a Roberta
la boca se le estaba quedando abierta, el niño se giró hacia sus
padres y apuntó, con la voz excitada otra vez, "Mamá, Papá,
¡esta es Hermione! ¡Ella es realmente inteligente!"
"¡Harry!"
siseó
su hija. "¡Deja de hacer eso!"
El niño giró de
nuevo para encarar a Hermione. "Me temo, Señorita Granger,"
el niño explicó con gravedad, "que usted y yo hemos sidos
exiliados al laberinto del recreo en el sótano. Permitamos que se
queden en sus conversaciones de adultos, que sin duda alguna se
elevan muy por encima de nuestros intelecto infantil, y reanudemos
nuestra discusión interminable de las implicaciones del Escepticismo
Humeano para la Transformación."
"Disculpen, por
favor," solicitó su hija con un tono muy firme, y sujetó al
niño por su manga izquierda, y lo arrastró por el pasillo - Roberta
se volteó impotente para seguirlos mientras pasaban a su lado, el
niño la saludó con euforia – y luego Hermione jaló al niño
hasta la entrada del sótano y cerró con un portazo detrás de ella.
"Yo, ah, me
disculpo por..." inició la Sra. Verres con voz de
desfallecimiento.
"Lo lamento,"
prosiguió el Profesor, sonriendo profundamente, "Harry puede
ser algo sensible con ese tipo de cosas. Pero creo que él está en
lo correcto sobre que no estamos interesados en su conversación."
¿Es
peligroso?
Roberta quería preguntar, sin embargo mantuvo su silencio e intentó
pensar en cuestiones más sutiles. Su esposo a su lado se estaba
carcajeando, como si algo le hubiera parecido gracioso, en vez de
aterrador.
El más terrible
Señor Oscuro en la historia había intentado matar a ese niño, y el
cascaron quemado de su cuerpo había sido encontrado al lado de su
cuna.
Su posible hijo
político.
La
aprehensión de Roberta había estado incrementándose en cuanto
ceder su hija a la hechicería – especialmente tras leer los
libros, poner las fechas en relación, y concluir que su madre mágica
probablemente había sido asesinada en la cúspide del terror de
Grindelwald, no
de haber muerto al darla a luz como su padre siempre había afirmado.
Mas la Profesora McGonagall había realizado otras visitas después
de su primer viaje, para "ver cómo lo está haciendo la
Señorita Granger"; y Roberta no podía evitar pensar que si
Hermione llegaba a decir que sus padres le estaban poniendo problemas
a su carrera de hechicería, les harían algo para arreglarlos...
Roberta puso su
mejor sonrisa sobre su rostro, e hizo lo que pudo para esparcir una
pretendida alegría Navideña.
...
La mesa del comedor
era más larga que lo que seis personas – este, cuatro personas y
dos niños – en verdad necesitaban, pero toda ella había sido
adornada con un fino mantel de lino blanco, y los platos habían sido
innecesariamente transferidos a elegantes platos de servicio, que al
menos eran de acero inoxidable en lugar de plata real.
A Harry le estaba
costando un poco concentrarse en el pavo.
Las conversaciones
se habían enfocado hacia Hogwarts, naturalmente; y había sido obvio
que sus padres estaban esperando que Hermione cometiera un desliz y
revelara más sobre la vida escolar de Harry de lo que el propio
Harry les había estado contando. O bien Hermione había comprendido
esto, o automáticamente ella estaba manteniéndose alejada de
cualquier cosa que pudiera ser problemática.
Así
que Harry
estaba bien.
Sin
embargo e infortunadamente Harry había cometido el error de informar
por búho a sus padres con todo tipo de hechos sobre Hermione que
ella no le había comunicado a sus propios
padres.
Como que era la
general de un ejército en actividades después de clases.
La madre de Hermione
se veía bastante alarmada, y Harry había interrumpido rápidamente
y hecho lo mejor que pudo para explicar que todos los hechizos eran
paralizadores, el Profesor Quirrell siempre estaba vigilando, y la
existencia de curación mágica significaba que varias cosas eran
mucho menos peligrosas de lo que sonaban, en ese punto Hermione lo
había pateado con fuerza bajo la mesa. Por fortuna el padre de
Harry, quien Harry tenía que admitir era mejor que él para ciertas
cosas, había aseverado con autoridad de profesor que él no tenía
ni una pizca de preocupación, ya que no podía imaginar que a los
niños se les permitiera hacer algo si fuera peligroso.
No era por eso que
Harry estaba teniendo problemas para disfrutar la cena, sin embargo.
...el problema con
sentir compasión por ti mismo es que nunca te demorabas mucho en
encontrar alguien que estuviera peor.
El Dr. Leo Granger
había preguntado, en un punto, si la amable profesora a la cual
Hermione le agradaba, la Profesora McGonagall, le estaba otorgando
muchos puntos en la escuela.
Hermione había
respondido que sí, con una sonrisa aparentemente genuina.
Harry
se las había arreglado, con algo de esfuerzo, para detenerse a sí
mismo de señalar fríamente que la Profesora McGonagall nunca
mostraría favoritismo a ningún estudiante de Hogwarts, y que
Hermione estaba consiguiendo muchos puntos porque se había ganado
cada,
uno, de, ellos.
En otro punto, Leo
Granger había ofrecido en la mesa su opinión de que Hermione era
muy inteligente y que podría haber ido a la escuela médica para
convertirse en una dentista, de no ser por todo el asunto con la
brujería.
Hermione
había sonreído de nuevo, y un rápido vistazo había prevenido que
Harry hiciera la sugerencia de que Hermione también podría haberse
convertido en una famosa
científica internacional,
e inquirir si ese pensamiento se le hubiera ocurrido a los Grangers
de haber tenido un hijo
en vez de una hija,
o si era inaceptable de todos modos que su descendencia lo hiciera
mejor que ellos.
Mas Harry estaba
alcanzando rápidamente su punto de ebullición.
Y
volviéndose mucho
más agradecido del hecho que su propio padre siempre
hubiera hecho todo lo que podía para apoyar el desarrollo de Harry
como un prodigio y siempre
lo había animado para llegar más alto y nunca disminuyó ni uno
solo de sus logros, aún si un niño prodigio seguía siendo un niño.
¿Era este el tipo de hogar en que podría haber terminado, si Mamá
se hubiera casado con Vernon Dursley?
Harry estaba
haciendo lo que podía, sin embargo.
"¿Y
en verdad ella te esta venciendo en todas
tus clases excepto montar escoba y Transformación?" cuestionó
el Profesor Michael Verres-Evans.
"Sí,"
Harry admitió con calma obligada, al tiempo que cortó para sí
mismo otra rebanada de pavo de Víspera Navideña. "Por margenes
sólidos, en la mayoría." Había otras circunstancias bajo las
cuales Harry hubiera estado más reluctante a reconocer eso, por lo
cual él no había llegado a contárselo a su padre hasta ahora.
"Hermione
siempre lo ha hecho bastante bien en la escuela," afirmó el Dr.
Leo Granger con tono satisfecho.
"¡Harry
compite a nivel nacional!" exclamó el Profesor Michael
Verres-Evans.
"¡Querido!"
protestó Petunia.
Hermione
estaba soltando risitas, y eso no hacía sentir mejor a Harry con
respecto a la situación de ella. Parecía no molestar a Hermione y
eso
molestaba a Harry.
"No me siento
avergonzado por perder con ella, Papá," Harry afirmó. Justo en
ese momento no lo estaba. "¿Mencioné que ella memorizó todos
los libros escolares antes del primer día de clases? Y sí, lo
comprobé."
"¿Eso
es, ah, usual
en ella?" El Profesor Verres-Evans le preguntó a los Grangers.
"Oh, sí,
Hermione siempre está memorizando cosas," contestó la Dra.
Roberta Granger con una animada sonrisa. "Ella conoce cada
receta en mis libros de cocina al pie de la letra. La extraño cada
vez que hago de comer."
A juzgar por la
mirada en el rostro de su padre, Papá estaba sintiendo al menos algo
de lo que Harry sintió.
"No
te preocupes, Papá," Harry intervino, "ella está
recibiendo todo el material avanzado que puede manejar, ahora. Sus
profesores en Hogwarts saben que ella es inteligente, ¡a
diferencia de sus padres!"
Su voz se había
elevado en las tres últimas palabras, e incluso todas las caras se
voltearon a observarlo y Hermione lo volvió a patear, Harry sabía
que lo había arruinado, pero era demasiado, simplemente demasiado.
"Por supuesto
que somos conscientes de su inteligencia," replicó Leo Granger,
empezando a ver con ofensa al niño que tenía la temeridad de alzar
la voz en su comedor.
"Ustedes no
tienen ni la más mínima idea," contraatacó Harry, el hielo ya
colándose en su voz. "Ustedes piensan que ella lee muchos
libros y es linda, ¿cierto? Ustedes ven una tarjeta con un reporte
perfecto y piensan que es bueno que ella lo esté haciendo bien en
clases. Su hija es la bruja más talentosa de su generación y la
estrella más brillante de Hogwarts, y algún día, Dr. y Dra.
Granger, ¡el hecho de que ustedes fueron sus padres será la única
razón por la cual la historia los recordará!"
Hermione, quien
calmadamente se había levantado de su silla y dado la vuelta a la
mesa, escogió ese momento para agarrar a Harry por el hombro de su
camisa y extraerlo de la silla. Harry se dejó jalar, sin embargo al
tiempo que Hermione lo arrastró, él juró, levantando su voz
todavía más, "Es enteramente posible que en mil años, ¡el
hecho de que los padres de Hermione Granger fueran dentistas será la
única razón por la cual cualquiera recuerde la odontología!"
...
Roberta miró hacia
donde su hija acababa de jalar al Niño-Que-Vivió fuera del cuarto
con una expresión paciente sobre su joven rostro.
"Lo siento
terriblemente," se disculpó el Profesor Verres con una sonrisa
divertida. "Mas no se preocupen por favor, Harry siempre habla
de ese modo. ¿No son ya iguales a una pareja de casados?"
Lo
aterrador era que sí
lo eran.
...
Harry había estado
esperando un sermón muy severo de parte de Hermione.
Pero después de que
Hermione lo sacó de allí y lo metió dentro del sótano y cerró la
puerta tras ellos, ella se giró -
- y estaba
sonriendo, genuinamente hasta donde Harry podía ver.
"Por favor no,
Harry," ella dijo con voz suave. "Aunque es muy lindo de tu
parte. Todo está bien."
Harry
nada más se la quedó mirando. "¿Cómo puedes soportarlo?"
él preguntó. Tenía que mantener su voz baja, no querían que los
adultos escucharan, mas se elevó en agudeza sino en volumen. "¿Cómo
puedes tolerarlo?"
Hermione
se encogió de hombros, y respondió, "¿Porque así es como los
padres deben
ser?"
"No,"
Harry replicó, su voz baja e intensa, "no es así, mi padre
nunca me rebaja – bueno, sí
lo hace,
pero nunca de ese modo -"
Hermione
alzó un solo dedo, y Harry esperó, viéndola buscar las palabras
correctas. Le tomó un rato antes de hablar, "Harry... Les
agrado a la Profesora McGonagall y al Profesor Flitwick porque soy la
bruja más talentosa de mi generación y la estrella más brillante
de Hogwarts. Y Mamá y Papá no saben eso, y nunca serás capaz de
contárselos, sin embargo ellos me amaran de todos modos. Lo que
significa que todo es como debería ser, en Hogwarts y en casa. Y ya
que son mis
padres, Sr. Potter, usted
no tiene derecho a discutir." Una vez más estaba sonriendo con
su misteriosa sonrisa de la cena, y mirando a Harry con mucho cariño.
"¿Está
claro, Sr. Potter?"
Harry asintió
herméticamente.
"Bien,"
susurró Hermione, y se inclinó hacia él y lo besó en la mejilla.
...
La conversación
acababa de reiniciarse de nuevo cuando un distante y agudo chillido
los hizo poner los pies sobre la tierra,
"¡Oye! ¡Sin
besos!"
Los dos padres
explotaron en carcajadas al tiempo que las dos madres se levantaron
de sus sillas con idénticas expresiones de horror y se impulsaron
hacia el sótano.
Cuando los niños
fueron traídos de regreso, Hermione afirmaba con un tono helado que
nunca jamás iba volver a besar a Harry, y Harry estaba exclamando
con voz indignada que el Sol tendría que extinguirse hasta ser una
fría ceniza antes de que él le permitiera acercarse lo suficiente
como para que lo pudiera intentar.
Lo que significaba
que todo era del modo como debía ser, y todos se sentaron de nuevo
para finalizar su cena de Navidad.
Capítulo 35 Capítulo 37
Nota del traductor
Leer más sobre el Principio cero de la termodinámica
La referencia a Berkshire Hathaway es una expresión para indicar "invertir en acciones."
David Hume fue un gran filósofo escoces que afirmaba que la única fuente de conocimiento valida era la experiencia sensible y empírica.
Me encanta que cuando Harry dice "¡a diferencia de sus padres!" implica no sólo que los padres de Hermione no valoran lo inteligente que es, además los acusa a ellos mismos de no ser inteligentes. Un doble insulto con mucho estilo.
El próximo capitulo no es muy largo, en teoría debería traducirlo pronto. Sin embargo, voy a estar de viaje durante las siguientes dos semanas, por lo que es más que probable que mi usual agenda de trabajo se verá afectada.
Como siempre, gracias por leer.
...
Escrito por Less Wrong / Eliezer Yudkowsky
Traducido al español por Rhaidot
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