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viernes, 10 de julio de 2020

Memorias de un mago enamorado 21

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Memorias de un mago enamorado


Foto original por Domi Chung
Foto original por Domi Chung

Capítulo 21: Aldea Pielroja


―¡Amigo, es tan locamente imposible que seas un Espíritu que ha vivido cuatro años! Eso es como, ¡locamente imposible! Sólo había escuchado algo semejante en relatos de terror sobre el Mago Hartwell, ¡pero tú no eres como ninguno de sus monstruos! Además, ¡te ganas un beso todas las noches! ¿Entonces ustedes dos son pareja o algo así? ―Dijo Atahualpa, gesticulando con sus musculosos brazos.

―Algo así. ―Respondió Celestino.

―No. ―Intervino Persea con seriedad.

Melodie pretendió que la conversación no versaba sobre ella y miró para otro lado.

Los cuatro estaban sentados en la parte de atrás de un autobús. Persea y Melodie con sus pulcros uniformes escolares. Atahualpa tenía una gabardina negra abierta sobre los hombros, sin meter los brazos dentro.

―Ya veo. Debe ser una relación complicada porque, bueno, si ella no te besa pues desapareces. Además estás modelado a partir del tipo que ella amaba, que podría o no haberse convertido en un villano. Oye, pero después de cuatro años, ¿no eres prácticamente otra persona? Incluso se podría considerar que eres una persona real. Al menos yo no te percibo como un autómata, sino como un hombre de carne y hueso. ―Concluyó Atahualpa asintiendo repetidamente con su calva cabeza.

―Sin embargo las personas ordinarias siguen sin poder verme. ―Comentó Celestino.

―¡Bah! ¿A quién le importa la gente ordinaria? ¡Yo ni me aprendo sus nombres! ―Replicó Atahualpa.

―Eso es grosero. ―Señaló Persea.

―Entonces, mi querida nena. ¿Tienes novio? Porque yo estoy muy disponible. ―Atahualpa le guiñó con uno de sus ojos negros.

Persea se carcajeó.

―Lo siento huevo con músculos, no eres mi tipo.

―Eso es lo que todas dicen. ―Replicó Atahualpa con el orgullo herido.

―Y también al final. ―Remató Persea.

Celestino y Melodie no pudieron contener las risas. Hasta Atahualpa terminó por sumarse a ellos. Luego cayeron en un momento de silencio.

―Espero que tengan razón sobre su amigo. Ustedes me simpatizan, no quisiera tener que pelear contra él. Pero si él fue el que atacó a mi aldea, no lo puedo perdonar.

―Zeferino jamás lastimaría a gente inocente de ese modo. ―Aseveró Melodie con seguridad.

...

La seguridad de Melodie se estremeció un poco cuando llegaron a la Aldea Pielroja. Era una zona devastada de casas derrumbadas, caminos obstaculizados por escombros y gente deambulando por ahí con expresión desamparada. Era como una de esas escenas en los noticieros donde la gente era entrevistada tras haber ocurrido un desastre natural.

La Aldea Pielroja tenía casi cien habitantes. La mayoría de ellos eran de piel morena, de cuerpos atléticos unos y esbeltos otros. Los ojos tristes eran el común denominador, un rasgo milenario que únicamente se veía más acentuado por la reciente catástrofe. No pertenecían a una misma tribu o etnia, sino que eran los rescoldos agrupados de diversas poblaciones que habían querido reunirse para celebrar su condición indígena en el país.

―Entonces, niño viento, ¿sientes que esto fue obra de tu creador o qué? ―Preguntó Atahualpa.

―No soy un niño, y necesito concentrarme un poco más para estar seguro. ―Contestó Celestino con los ojos cerrados.

Una comitiva de diez personas se acercó hacia ellos, iban encabezados por una anciana ataviada con un largo vestido de lana blanca.

―Atahualpa, ¿quienes son estas personas...? ¡Ay! ―Inició la anciana, para luego interrumpirse a sí misma con un grito.

El resto de la comitiva que la acompañaba también se acobardó, retrocediendo un poco.

―Oigan, se que se ve mal, pero no hay nada de qué preocuparse. Cálmese anciana Tehuixtle. Sí, ella es Melodía de la Muerte, es buena persona, no nos va a matar a todos. ―Afirmó Atahualpa.

―¿Por qué me mencionas a mí? ¡Obviamente tienen miedo de Celestino! ―Protestó Melodie.

―¡Cómo se te ocurre traer a estos dos a la Aldea! ¿Acaso no hemos sufrido ya lo suficiente? ―Se lamentó la anciana Tehuixtle.

Melodie sintió amargura. Tanto Celestino como Persea le habían advertido que era mejor que se mantuviera apartada de las comunidades mágicas porque siempre la iban a considerar un arma de destrucción masiva. Bueno, ella era un arma de destrucción masiva, sin embargo era grosero que se lo hubieran restregado tan directamente.

Celestino abrió los ojos. La anciana Tehuixtle y su comitiva temblaron ante esos ojos carmesí.

―¡Buena gente de la Aldea Pielroja, escúchenme! No fui yo quien usó un tornado para atacar su aldea. Esto fue obra de un impostor. Juro que voy a castigar al responsable de manchar mi buen nombre. Por ahora haré lo que está en mi poder para ayudarlos. ¡Lo que el viento ha roto, el viento puede reparar! ―Declaró Celestino.

Tras su discurso, él se elevó en los aires y fuertes vientos fueron surgiendo de su persona. Los habitantes de Pielroja pensaron que estaban bajo un nuevo ataque y empezaron a gritar. Pronto sus gritos fueron de júbilo, pues las casas caídas fueron reconstruyéndose a sí mismas.

Celestino descendió, y de inmediato fue rodeado por manos agradecidas.

―¡Yo sabía que el Vástago del Viento era inocente! ―Celebró uno del montón.

―¡Tienes que darle su merecido a ese impostor! ―Pidió otro.

Otras frases similares fueron pronunciadas por parte de los habitantes de Pielroja.

―¿Qué rayos estás haciendo? ―Increpó Persea.

Celestino hizo un gesto y se llevó a sus amigos aparte.

―Es más fácil convencer a la gente de una mentira que de una verdad. No puedo permitir que el buen nombre de Zeferino sea manchado cuando es inocente.

―Amigo, te agradezco lo de las casas, pero, ¿estás seguro que no fue el? ―Preguntó Atahualpa.

―Sí, estoy seguro. La magia de viento que fue utilizada en esta Aldea es muy parecida a la de Zeferino, sin embargo no es la que pertenece a él. Aunque lo extraño es que los rastros de maná que puedo sentir son muy familiares, a pesar de que me son desconocidos.

―¿A qué te refieres? ¿No lo puedes explicar en términos más simples? ―Insistió Atahualpa.

Celestino se cruzó de brazos y meditó antes de contestar.

―Al ser un Espíritu creado por Zeferino, tengo los mismos recuerdos que él, al menos hasta sus catorce años. Estoy seguro que él nunca conoció a la persona que destruyó esta aldea. Definitivamente es alguien cercano a Zeferino, alguien con vínculos de sangre. Hasta donde sé, ninguno de los hijos del Dios Dragón del Viento posee magia de viento. Aunque existen ciertos métodos arriesgados por los que podrían obtener ese poder. Así que no tengo certeza de quién fue, lo único que sé es que definitivamente no fue Zeferino.

―¿Sólo eso has podido determinar? Eres un clon inútil. ―Sentenció Persea.

―¿Inútil? ¡Cómo te atreves! Vivimos en una sociedad donde existe el control mental, los juramentos inquebrantables, artefactos para ocultar la identidad, hechizos para verificar la verdad y un montón de medios más para engañar y revelar. ¿Sabes qué tan difícil es llegar a un estimado como el que yo acabo de hacer, cuántas personas podrían hacerlo con seguridad? Puede que tus pechos se hayan hecho más grandes, pero sigues siendo la misma niña ingenua a la que Jiro hizo enamorar de un hombre, ¡a pesar de que eres lesbiana! Te lo volveré a repetir, a ver si esta vez sí lo puedes memorizar: la única razón por la que no vivimos bajo la dictadura eterna de un Dios Dragón, es porque el Mago Hartwell se la pasa esparciendo caos por doquier. Además, acabo de reconstruir una condenada Aldea con estilo y garbo, así que cállate Per.

Persea se puso colorada, sus mejillas sobresalieron más a causa de su cabello rubio. Aunque abrió la boca, no se le ocurrió nada para contraatacar.

―¿Eres lesbiana? ―Inquirió Atahualpa, entristecido.

―¡Sí, lo soy! ¿Algún problema con eso? ―Espetó Persea de mal humor.

―No, claro que no, yo nada más preguntaba por curiosidad. ―Dijo Atahualpa con la voz rota. Él ya se había imaginado casado con Persea y acompañado por una caterva de hijos.

―Celestino, ¿cómo hiciste para reconstruir las casas? Nunca pensé que pudieras hacer algo así. ¿Por qué no lo hiciste con el incidente de hace cuatro años, en la zona donde vivía Camilo? ―Indagó Melodie sin poder ocultar su admiración.

Celestino negó con la cabeza.

―Se trata de dos instancias muy diferentes. La Aldea Pielroja tiene mucho maná flotando en el aire, por eso es invisible para la gente ordinaria. Yo puedo manipular ese maná con facilidad. Además, las casas fueron construidas con ayuda de la magia, por lo que volverlas a armar es relativamente sencillo, al menos para un mago de alto nivel con el mismo tipo de magia que se usó para destruirlas en primer lugar. En la batalla de Zeferino contra sus hermanas, el lugar fue destruido principalmente por unos explosivos muy poderosos, aunque para nada mágicos. Tampoco puedo deshacer la magia de tierra de Masaki.

Se quedaron mirando a los casi cien habitantes de la Aldea Pielroja revoloteando de un lado para otro, felices por el milagro de la reconstrucción.

―La persona que hizo esto sigue libre. Probablemente lo vuelva a intentar, haciéndose pasar por Zefer. ―Opinó Melodie.

―Encontrar a esa persona no va a ser fácil. ―Dictaminó Celestino.

―Va a ser peligroso. ―Añadió Persea.

Melodie los vio a ambos y negó con la cabeza.

―Lo siento, esta vez no me voy a quedar cruzada de brazos y sin hacer nada. Tiene que haber una razón por la que esta persona quiere difamar a Zefer. Sus motivos podrían darnos una pista sobre su paradero y el de Camilo.

―También podría ser una trampa para Zeferino. ―Replicó Celestino.

―Si es una trampa para él, yo la voy a confrontar. Necesito averiguar qué sucedió con ellos. Ya no soy la misma de hace cuatro años, puedo defenderme bastante bien por mi cuenta. Ustedes dos no me tienen que acompañar. ―Dijo Melodie con determinación.

―No eres la única que aprendió a defenderse. Ni creas que te voy a dejar sola. ―Declaró Persea.

―Yo literalmente no me puedo apartar de ti. Pero te acompañaría aún si ese no fuera el caso. ―Afirmó Celestino.

―No les importa si me uno a ustedes, ¿verdad? Aún debo obtener justicia para las cuatro personas muertas de la Aldea Pielroja. ―Añadió Atahualpa.

Melodie los miró a los tres. No se le ocurrió un buen argumento para disuadirlos. Además, era probable que estuviera perdida sin ellos.

―De acuerdo. Entonces haremos esto juntos. ¿Alguno de ustedes sabe cuál es el siguiente paso a seguir? ―Preguntó Melodie con su aguda voz.

―Lo mejor es ir al Gremio y recabar información. A no ser que conozcan a un Adivino de confianza. ―Propuso Atahualpa.

―Eso suena lógico. Aunque antes de embarcarnos en una aventura fantástica, ¿podemos ir a nuestra graduación? A los padres de Melodie les puede dar un soponcio si no llegamos. ―Dijo Persea.

Con cara de acontecimiento, Melodie se dirigió apresurada hacia la ruta de autobús. Atahualpa intercambió datos de contacto con ellos y luego se despidió agitando su poderoso brazo. Otros miembros de la Aldea Pielroja los saludaron agradecidos, aunque la mayoría suspiraron aliviados ante su partida.

Celestino consideró ir con el Asistente del Mago Hartwell. Optó por no hacerlo. Era arriesgado para todos, y en especial para él. Sólo lo iba a proponer en caso de emergencia. Era más seguro ir al Gremio primero.

...

Melodie y Persea apenas y llegaron a tiempo de ponerse sus togas y reclamar sus diplomas. Como Persea prácticamente había sido adoptada dentro de la familia de Melodie, sufrió la misma cantidad de regaños por parte de los padres de su amiga. Invisible para todos menos para ellas dos, Celestino se burló sin parar.

Ellas no asistieron al baile de graduación porque no sentían interés por ese tipo de cosas. Además, al día siguiente era el cumpleaños dieciocho de Melodie, por lo que los padres de ella habían organizado una fiesta e invitado a un montón de desconocidos. Contaban con que iba a ser un evento agotador para dos personas tan introvertidas como ellas.

No estaban equivocadas.

...

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Nota de autor (3 de Julio de 2.020)

Tomé algo de inspiración de un comentario en Twitter de Eliezer Yudkowsky sobre la magia y las dictaduras, expresadas a través de Celestino en este capítulo.

Tras publicar este capítulo en Patreon voy a intentar poner el libro 1 en Google Libros. También quiero que esté disponible gratuitamente en otras plataformas, pero la verdad no conozco muchas, así que tengo que ponerme a investigar. Si me quieren recomendar alguna plataforma lo agradecería mucho..

Esta entrada fue posible gracias a Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

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