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miércoles, 3 de junio de 2020

Memorias de un mago enamorado 14

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Memorias de un mago enamorado


ojos carmesi
Foto original por Sharon McCutcheon


Capítulo 14: Error al copiar y pegar


El Domingo, último día que Persea tenía para estudiar junto con sus amigos, ella decidió arreglar su cabello rubio con dos moños rojos. Se puso una falda negra que le caía por debajo de las rodillas y una blusa blanca sin escote. Su madre solía decir que si querías que alguien se interesara en ti, podrías mostrar piernas o pecho, pero nunca las dos cosas al mismo tiempo, o te iban a considerar una furcia. Era uno de los pocos consejos que su madre había pronunciado, no para enseñárselo a ella, sólo como un comentario gracioso. Sin embargo, Persea lo atesoraba como si fuera oro.

¿Para quién te arreglas así?

Era su propia voz resonando dentro de su cabeza. Persea pegó un respingo, miró para todos lados y se aseguró que estaba sola en su cuarto.

A Melodie no le gustan las mujeres, ¿para qué pones tanto esmero si ella solamente te ve como una amiga?

Persea tuvo miedo. Fue hacia el espejo y no vio nada extraño en sus ojos verdes ni en su rostro, ni tampoco una sombra detrás de ella.

¿Acaso te estás volviendo loca? ¿O soy un efecto residual de que te hubiesen lavado el cerebro? Lo peor es no tener la certeza, ¿no crees?

Ella no estaba dispuesta a soportar esa voz todo el día. Fue a la ducha y metió únicamente la cabeza: dejó que el agua fría fuera eliminando esa voz insidiosa al tiempo que empapaba sus moños rojos y su blusa blanca. Tuvo que ponerse una blusa azul de tiras a toda prisa, y dejarse el cabello suelo aunque lo detestaba: le recordaba más el tiempo en que se había comportado como una perra.

Cuando llegó a casa de Melodie no se sentía muy animada. Allí estaba Camilo, a punto de llamar a la puerta cuando la vio.

—Oh, buenos días Persea. ¿Con ganas de estudiar? —La saludó él, con una sonrisa cordial.

—No realmente. —Contestó ella, pasando una mano por el cabello rubio, aún húmedo.

—Yo me siento igual. Supongo que es inevitable preocuparse un poco. Da miedo pensar que nos ataquen de un momento a otro. —Dijo Camilo, sonando acongojado.

Persea vaciló por un momento, y luego eligió confesarse con Camilo. Después de todo, ambos habían pasado por la misma horrible experiencia, ¿quién mejor que él para comprender su malestar?

—De hecho, me siento más perturbada por mis demonios internos. No quiero volver a ser la Persea que era tan cruel con Melodie. Tengo miedo de volver a ser así. A veces, creo, que la puedo escuchar todavía, invitándome a ser una mala persona, a no ser feliz con la persona que soy. Por supuesto, me aterran los enemigos de Melodie y Zeferino. Pero tengo más miedo de destruirme a mí misma.

—Destruirte a ti misma. —Hizo eco Camilo, y luego se quedó con los ojos y la boca abiertos.

Persea se lo quedó viendo, y hasta empezó a temer que le hubiese dado un ataque al corazón o algo por el estilo, porque pasó demasiado tiempo paralizado.

—¿Camilo?

Él se acercó hacia ella y la abrazó. La apretó, la estrujó hasta que Persea sintió que le costaba respirar.

—Persea, muchas, muchas gracias por haber compartido eso conmigo. Me haz ayudado a encontrar la solución perfecta para un problema que yo pensé que era insoluble. Estoy en deuda contigo, no sabes cuánto me has ayudado.

—¿Con gusto?

Él la soltó y se la quedó mirando con expresión complacida.

—Tú tampoco te preocupes tanto, todo tiene solución. Es más, como agradecimiento, te voy a decir la verdad con respecto a por qué te sientes como te sientes. Aunque puede ser algo que no te va a gustar oír. ¿Quieres saberlo, a pesar de todo? —Preguntó Camilo, con una sonrisa medio ladina.

Persea asintió.

—El control mental no puede obligarte a hacer algo que realmente no quieres hacer. Solamente puede empujarte a hacer algo que no te atreves a hacer. O si la persona que te quiere manipular es lo suficientemente hábil, puede usar tus propios deseos para torcer tus acciones. Como en tu caso, tu amor por Melodie fue usado en contra tuya. Porque en el fondo sabías que ella nunca se iba a enamorar de ti, potenciaron tu rabia y frustración contra ella, contra la persona que tenía lo que tú querías y que no te lo quería entregar. ¿No es eso fascinante y tranquilizador para ti? Creo que con eso estamos a mano, amiga Persea.

Tras explicar esto, Camilo fue y llamó a la puerta.

Persea se quedó de una pieza. Quiso negar las palabras de Camilo, salir corriendo, ocultarse. No tuvo tiempo de hacer nada porque la madre de Melodie abrió la puerta y los invitó a pasar. Una parte minúscula de ella, en su subconsciente, sospechó de la detallada argumentación de Camilo. No le prestó atención a esa duda razonable, porque su consciencia estaba bastante ocupada procesando el que Camilo supiera sobre sus sentimientos hacia Melodie.

Se siguió sintiendo perturbada en la sala, aguardando a que Melodie los pudiera recibir. Camilo estuvo muy locuaz con los padres de Melodie. Los tres congratularon a Persea por verse más bella con el cabello suelto, y eso no la hizo sentir mejor.

...

Camilo entró al cuarto de Melodie con paso confiado, Persea lo siguió con aire alicaído.

Ambos se quedaron sorprendidos cuando vieron a Zeferino, arropado por las sabanas, acostado en la cama de Melodie. Pudieron ver sus brazos y hombros y parte de su pecho, casi tan inaudito como su cabello rubio y sus ojos carmesí expuestos con tanta soltura.

—¡Bienvenidos, PerCam! ¿O prefieren CamPer? ¡Ja, así suena como un automóvil! ¡O campero!

—Bueno, los dejo a solas para que se concentren. ¡Nada de juegos Melodie! Cuando venga Zeferino yo lo hago pasar. —Dijo la madre de Melodie, cerrando la puerta detrás de sí.

—Tengo un problema. —Inició Melodie, y señaló hacia la cama con Zeferino adentro.

—Mel, es cruel que me llames problema delante mio. Y señalar es de mala educación, por si no lo sabías. —Comentó el aludido.

—¿Decidieron completar la Unión? —Añadió Camilo, con expresión de pavor.

—¡Claro que no! Rayos, no sé como explicar esto. —Melodie se cogió su cabello rojo con ambas manos.

—Creo que la situación se explica a sí misma. ¿Nos vamos? —Interrogó Persea, roja por la vergüenza y la ira.

—¡Él no es Zeferino! ¡Es un clon mágico, o algo así!

—¿Un qué? —Espetó Persea.

Camilo se acercó al Espíritu del Viento arropado por la sabana y lo inspeccionó con atención académica.

—Es un Espíritu fabricado por Zeferino, ¿verdad? Es una magia bastante avanzada. La mayoría de hechiceros no se toman el trabajo de conceder tanto detalle a sus Espíritus, eso requiere una gran cantidad de maná.

—Oye Cam, no te me acerques tanto que estoy desnudo. —Comentó el Espíritu del Viento, y se rió.

—Cuando Zefer lo hizo no era más que una figura difusa, casi ni se veía. Se suponía que me iba a acompañar un rato. ¡Cuando desperté esta mañana, se veía así! —Explicó Melodie alarmada.

Camilo negó con la cabeza.

—Eso no tiene sentido. Un usuario de magia promedio sólo puede mantener un Espíritu durante un minuto, lo que suele ser suficiente en combate. Según describes su apariencia original, y considerando el poder mágico de Zeferino, lo más probable es que lo hiciera para que tuviera una duración de media hora. Que ahora se vea así, no tiene sentido. El Espíritu tuvo que ser imbuido con una cantidad de maná gigantesca, para hacerlo tan similar a Zeferino, y para extender su duración por tanto tiempo. ¿Una jugarreta del Mago Hartwell, quizá? ¿Pero, con qué propósito? —Durante su argumentación, Camilo siguió observando al Espíritu del Viento fijamente.

—Esto se está poniendo muy incómodo. Mel, ¿puedes conseguir algo de ropa para mí? Cam me está perturbando.

—Oh rayos. El beso. —Dijo Melodie, llevándose las manos a la cara.

Persea y Camilo la vieron con expresión confundida. El Espíritu se envolvió con la sabana como si fuera una toga romana y se puso de pie en la cama.

—Lo pondré en palabras simples para que les quede claro a los dos. Mel me besó en la madrugada y me convirtió en lo que soy ahora. Antes no era más que un autómata. Ahora soy mucho más. Y todo lo que necesito para seguir con vida, es un beso de mi bella Mel cada veinticuatro horas.

Melodie se puso roja de la vergüenza, al igual que Persea. Camilo en cambio tornó su expresión muy seria.

—Melodie, no puedes volverlo a besar. Puede ser peligroso.

—No seas aguafiestas Cam, yo soy buena persona. Por cierto, creo que necesito un nombre. Eso de Espíritu no me gusta. No soy Zeferino, aunque casi. ¿Qué tal Zeferdos? ¿Demasiado obvio? Zeferuno  también podría ser gracioso. Ceferino podría ser ingenioso, sin embargo su pronunciación es prácticamente la misma, podría ser confuso.

—¿Entonces Zeferino no lo sabe? Si yo fuera él, creo que me daría mucho enojo descubrir que hiciste una copia de mí. —Opinó Persea, temerosa de toda la situación.

—Yo, no estoy segura de que vaya a venir hoy. Ayer, anoche, en la madrugada, tuvimos una discusión y pues, a lo mejor él no me quiere ver.

—Llámalo, dile que venga para acá de inmediato. —Pidió Camilo con resolución.

—Yo, pues, a lo mejor tampoco quiero verlo ahora mismo. —Replicó Melodie, con tristeza.

—¡Este no es el momento para ser una niña tonta! ¡Zeferino es el único con el poder suficiente para vencer esta cosa que hiciste! —Estalló Camilo con furia.

En un parpadeo, el Espíritu del Viento se arrojó sobre Camilo como un torbellino y lo alzó por el cuello de su camiseta, haciendo que los pies le quedaran colgando.

—Cam, aunque me caes bien, nadie le puede hablar así a Mel, ¿lo captas? —Los ojos carmesí del Espíritu brillaron con intensidad.

—¡Bájalo! —Bramó Melodie.

El Espíritu lo soltó de repente y Camilo cayó al suelo sobre su trasero.

—¿Estás bien? —Inquirió Persea, ayudando a Camilo a ponerse de pie.

—Sí. Melodie, lamento haberte gritado así, creo que me asusté. Aunque ese monstruo acaba de demostrar que mi miedo no es injustificado.

—Él no va a volver a hacer algo así. ¿Cierto, Espíritu? —Apeló Melodie con expresión decidida.

—Creo que ya lo tengo. Celestino, ese será mi nombre. —Anunció él, ignorando la petición de ella.

Con un gesto de su mano, una ráfaga de viento se fue hacia Camilo y zarandeó sus ropas. Antes de que los otros pudieran protestar, vieron que el celular de Camilo salió volando hacia el recién auto-proclamado Celestino. Él procedió a marcar un número en el celular y se puso el aparato en el oído.

—¿Zeferino? ¡Hola! No, no soy Cam, él me prestó su celular. No me conoces, aunque de hecho sí. ¡Soy tú! Me llamé a mí mismo Celestino. ¿Ingenioso, no crees? ¿Quieres hablar con Melodie? ¡Ya te la paso!

Celestino le ofreció el celular a Melodie, quien lo miró como si fuera una serpiente venenosa.

—¿Hola? —Pronunció Melodie, tragando saliva.

—¿Es bueno o malo? —Preguntó la voz de Zeferino en el celular.

—¿Qué?

—Mi Espíritu. Aunque creo que ahora es más que eso. Se puso Celestino, ¿no es así? En tu opinión, ¿es bueno o malo?

Melodie se giró a mirar a Celestino, quien le sonrió.

—No creo que sea malo, aunque quizá es demasiado pronto para decirlo.

—Está bien. Pasa el resto del día con él, probablemente tendrás que renovar el contrato al anochecer o va a desaparecer. Conociéndote, te sientes mal por haberle dado vida, pero crees que es tu responsabilidad y no debes huir de eso. —Argumentó Zeferino.

—Todavía no he organizado mis pensamientos sobre este embrollo. Creo que tienes razón, así es como me siento. No me cae bien la idea de destruirlo así no más.

—Muy bien. Entonces lo deberías conservar, por un tiempo. Como está compuesto en su totalidad de maná, es invisible para las personas ordinarias. Procura recordar que no es una persona de verdad, y que definitivamente no soy yo, aún si se parece a mí. Es mejor que él te acompañe. Será un buen guardián para ti. Así podré concentrarme en luchar para que puedas tener una vida normal. —Concluyó Zeferino.

Melodie sintió un temblor en las rodillas.

—Entonces, ¿cuándo nos vamos a volver a ver? —Interrogó ella.

La única respuesta fue el tono del celular indicando que la llamada había terminado.

Melodie se sentó sobre su cama.

—¿Qué dijo Zeferino? —Cuestionó Camilo preocupado.

—Él no va a venir. —Contestó Melodie. Al menos esta vez no se puso a llorar como una tonta, y en eso se quiso concentrar.

...

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Nota de autor (3 de Junio de 2.020)


En tres días es mi cumpleaños y lo odio. Casi que me entran ganas de desear que se detenga el tiempo, pero considerando todo lo ocurrido en el 2.020, mejor no tentar la suerte.

Esta entrada fue posible gracias a Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp y Kbrem.

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