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viernes, 5 de junio de 2020

Memorias de un mago enamorado 15

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Memorias de un mago enamorado


mochila negra
Foto original por Luis Quintero

Capítulo 15: Hacia la autodestrucción


El Domingo no hubo mucho progreso en los estudios.

Camilo estuvo circunspecto todo el día, apenas y se despidió cuando se fue de la casa de Melodie.

Persea se mostró visiblemente incómoda por la presencia de Celestino. Por más que quiso concentrarse y hablar con normalidad, no pudo ocultar que era miserable ante semejante anormalidad.

A pesar de estar rodeada de su familia y amigos, Melodie se sintió muy sola. Estaba a punto de meterse a la cama y dormir con la esperanza de olvidar todo el drama, cuando descubrió que Celestino ya se le había adelantado. Al menos no estaba desnudo, cortesía de una ropa vieja de su padre.

—¿Qué estás haciendo, Celestino?

—Pues ya nos vamos a dormir, ¿no? —Respondió el aludido sonriendo.

Los ojos avellana miraron con dureza los ojos carmesí.

—No vamos a dormir en la misma cama, eso no va a pasar. —Declaró Melodie con firmeza.

—Anoche compartimos cama, ¿por qué hoy no?

—Anoche yo no me encontraba bien, no pensaba con claridad. No me siento bien por completo, pero al menos soy consciente de que un chico y una chica no pueden compartir cama hasta que hayan llegado a cierta edad y compartan ciertos sentimientos. Puedes quedarte con la cama, yo voy a dormir en la sala.

Celestino se puso de pie de un salto. Se pasó una mano por el cabello rubio y sonrió como un ángel.

—No voy a permitir tal cosa. Yo puedo flotar mientras duermo. Bueno, en realidad no necesito dormir. ¿No te molesta si uso tu computadora toda la noche?

—Duermo como un tronco así que no te preocupes. Hasta mañana, Celestino.

Melodie se dirigía a la cama cuando él la tomó de la mano.

—Mel, aún hay algo que necesitamos hacer.

Ella se lo quedó mirando con expresión interrogante, lo que hizo suspirar a Celestino.

—Necesito que me beses para renovar mi existencia, ¿recuerdas?

—Ah, sí, claro, eso. —Dijo Melodie sonrojada.

Ella se acercó a él y le estampó un beso rápido en los labios. Ibas a retroceder pero Celestino la sujetó por los hombros para hacer que el beso fuera más largo.

Melodie lo empujó y le estampó una bofetada en el rostro.

Él se la quedó observando con los ojos carmesí abiertos por la sorpresa, llevándose una mano a la mejilla que ella había golpeado.

—¿Por qué fue eso?

Melodie estaba temblando. Cayó en cuenta que todavía tenía la mano alzada y la bajó. Respiró profundamente para calmarse un poco.

—Voy a seguirte besando para mantenerte con vida, no para disfrutarlo. Tú no eres Zeferino, y aún si lo fueras, él y yo estamos pasando por algo muy complicado ahora mismo. No vuelvas a intentar darme un beso como ese, ¿de acuerdo?

Celestino asintió, sin entender la explicación de Melodie. ¿Acaso besarse no se sentía bien? ¿Por qué evitar una experiencia agradable que los podía hacer sentir bien a ambos? Ciertamente él no lo entendió.

Melodie se arropó con su sabana y se hizo un ovillo. Celestino la escuchó llorar de manera sofocada. ¿Por qué intentaba que él no se diera cuenta? ¿Acaso había algo que pudiera hacer por ella? Si Melodie no le decía directamente cómo ayudarla, ¿cómo la podía ayudar? Los patrones mentales heredados de Zeferino le decían que debía esperar y ser paciente, dejarla desahogarse hasta que ella lo fuera a necesitar con algo que él pudiera ayudar. Celestino no lo comprendió, sin embargo decidió seguir la manera de pensar de su creador, al menos por esta vez.

...

Camilo se decidió cuando el taxi iba a la mitad de su recorrido.

—Disculpe señor, acabo de recordar que tengo otro compromiso. Le voy a indicar otra dirección.

El taxista le echó un vistazo. No parecía un muchacho peligroso. Un chico de cabello negro común y corriente sin malas intenciones que acababa de recordar algo. No podía ser mala persona, puesto que tenía puesto su tapabocas en toda regla.

Camilo acarició el anillo invisible en el dedo corazón de su mano izquierda. Se iba a jugar el todo por el todo.

...

El timbre del intercomunicador sorprendió a Zeferino. No esperaba una visita nocturna. En la pantalla de la cámara exterior vio a Camilo. Parecía nervioso, tenía su celular en la mano. Zeferino presionó el botón para permitir la comunicación.

—¿Cam? ¿Qué rayos haces aquí?

—Lamento presentarme a esta hora. Sin embargo hay un asunto urgente que debo discutir contigo. No tenemos tiempo que perder.

Zeferino oprimió el botón que quitaba el bloqueó de la verja. Mientras esperaba que Camilo llegase hasta la puerta, optó por crear una barrera de viento. Por si las dudas. Cayó en cuenta que nunca le había dicho a Camilo el paradero de su casa, y preparó un hechizo de lanza de viento, porque era demasiado sospechoso.

Pensó que Camilo podía estar bajo el control mental de Jiro, que alguien había secuestrado a Melodie a pesar de estar más defendida que una fortaleza y habían elegido a Camilo como mensajero. O podía tratarse de algo que él ni siquiera podía imaginar, siempre había que tener eso presente.

La puerta se entreabrió, pues Zeferino no había descorrido dicha cadena. Zeferino veía un ojo negro, mientras que Camilo veía un ojo castaño.

—¿Qué sucede?

—¿Puedes dejarme pasar? No quiero que nadie nos vea hablar. —Solicitó Camilo, azorado.

Con todas sus alarmas internas encendidas, Zeferino lo dejó entrar. No se perdió ninguno de sus movimientos, prestó atención a cualquier cambio posible en la dirección del viento.

—Vaya, tu mansión es tan impresionante adentro como desde fuera. De seguro te das la gran vida, Zeferino.

Camilo admiró la amplia estancia. Había varias pinturas que pertenecían al romanticismo alemán, paisajes fríos de melancólica belleza. Cojines y sillones de máxima calidad. Una pantalla gigante con varias consolas y cartuchos alrededor. Luces de diseñador. Piso de mármol. Una estatua de piedra de una mujer desnuda que había sido esculpida con tanta finura que parecía realmente estar durmiendo.

—Cam, esta no es una hora apropiada para una visita convencional. Si ocurre algo, necesito que me informes de inmediato.

—Claro, perdona. Me distraje con tanto lujo. Aquí tienes.

Camilo le ofreció su celular a Zeferino, para que viera la pantalla. Él lo cogió con una mano y lo observó, desconfiado. Era un mensaje de texto que acaba de ser enviado desde el celular de Camilo.


Dentro de una hora llevaré la cabeza del Bastardo del Viento. Espero una buena recompensa por esto.


—No estoy seguro de que el mensaje sea suficiente, así que te lo voy a poner más claro, hermano mayor. A veces puedes ser muy lento, a pesar de tu inteligencia y velocidad. Verum colorum. —Tras pronunciar eso, Camilo removió el anillo de acero que había aparecido en el dedo corazón de su mano izquierda.

Camilo había desaparecido, y había sido reemplazado por Jiro, con su cabello rubio, sus ojos carmesí y su expresión de inocencia sagrada.

Por menos de medio segundo, Zeferino tuvo una expresión de asombro. Durante el resto del tiempo necesario para completar ese segundo, Zeferino construyó un Espíritu del Viento que sujetó a Jiro de la cabeza y lo forzó a agacharse.

—Calmado, hermano mayor, no te conviene matarme todavía. —Declaró Jiro intentando sonar confiado, aunque se pudo percibir una nota de pánico en su voz.

—Urdiste un plan contra mí con ayuda de Kuro. Casi matas a la persona que amo. Fingiste ser mi amigo. Dame una razón para no matarte ya mismo. —Los ojos castaños de Zeferino no mostraron compasión.

—Verás, hermano mayor. Ayer recibí una orden directa del Dios Dragón del Fuego. Tengo hasta mañana para matarte a ti o Melodie, o de lo contrario sería castigado por la muerte de nuestro pequeño hermano Kuro.

—No veo cómo eso es mi problema.

—Oh, pero de hecho lo es, hermano mayor. Verás, no sabía cómo resolver mi predicamento. La opción más sensata parecía huir. Sin embargo nadie puede huir de un Dios Dragón para siempre. Pensé que estaba perdido hasta que pensé, ¿y si permito que mi problema se destruya a sí mismo?

...

Camilo llegó a su casa cargando una mochila negra en una mano. Fue recibido por su padre adoptivo Abdullah. Camilo lo examinó con atención. El cabello gris se asomaba por debajo del turbante de Abdullah. Su piel era de color canela, su rostro arrugado por el tiempo lo hacía parecer adusto y severo. Sus ojos oscuros no mostraban mucha vida, casi eran como los de un pez muerto dentro de una pecera. Vestía con un formal frac negro aunque estaba en su casa. Estaba a medio camino entre un mayordomo y un mago de fiesta infantil.

—Tus hermanas te están esperando. —Dijo Abdullah sin rodeos. Su voz profunda se correspondía con el resto de su persona.

Camilo asintió. Con paso firme, aunque cauteloso, se dirigió hacia el sótano. Miró de reojo cada vez que giró en una esquina. No había mucho para ver en el sótano. Camilo fue hacia la pared del fondo y la auscultó por un minuto. Luego le puso las manos encimas y la empujó hasta que la pared fue cediendo y deslizándose para un lado. Se encontró con un largo pasillo delante de él, iluminado cada tres metros por un bombillo común y corriente. Avanzó hasta llegar a una estancia que inspeccionó con atención. Cuando estuvo seguro de que no había ningún enemigo allí, siguió caminando.

Al final del pasillo se topó con un ascensor. Entró y se encontró con que solamente tenía dos botones, uno con una flecha hacia arriba y el otro con una flecha hacia abajo. Esa última fue la que presionó.

Tras dejar pasar un momento en el que el ascensor comenzó a bajar como se suponía que debía ser, y tras haber confirmado con el flujo del viento que no había cámaras de vigilancia instaladas allí, él pronunció Verum colorum y removió el anillo de acero gris que había aparecido en el dedo corazón de su mano izquierda. Zeferino sacó sus gafas redondas de la mochila que estaba cargando en una mano y se los puso sobre sus ojos carmesí. Guardó el Anillo de Ojos Negros que había recibido de Jiro en un bolsillo de su pantalón, junto con su Anillo de Ojos Castaños. Ambos rechinaron un poco al chocarse. Zefiro pudo sentir que a esos dos anillos mágicos no les gustaba estar tan cerca. No parecía buena idea ponerse los dos al mismo tiempo. Por si acaso, puso uno de los anillos en otro bolsillo.

Pasó una mano por encima de su cabello rubio y suspiró. Tenía miedo. Estaba a punto de arrojarse a una batalla desigual. Su única oportunidad para vencer era el factor sorpresa. Si perdía eso, estaba muerto. Sonrió al pensar que quizá morir sería un final demasiado optimista. Pensó en su hermana Suki y no pudo reprimir un escalofrío.

Se consoló al pensar que, sin importar lo que fuera a ocurrir con él, Melodie iba a estar bien. Al menos se había asegurado de eso con el poco tiempo del que había dispuesto. Maldijo a Jiro en su interior y se preparó para luchar con todo su poder, como no había tenido que hacerlo desde los tiempos de Rumpitur Cordibus Quattuor. Pensó en Blaise el Fabricante y Carmen la Exploradora. Si las cosas salían bien, le pagaría una visita al primero, con la esperanza de que esta vez si quisiera hablar con él. Si las cosas no salían bien, ojalá se pudiera reunir con la segunda en la otra vida.

Zeferino sujetó con fuerza la mochila negra en su mano, y se fue rodeando de tantas barreras de viento como le era posible sostener al mismo tiempo.

...

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Nota de autor (5 de Junio de 2.020)


Para bien y para mal, mañana es mi cumpleaños.

El próximo capítulo será publicado el Lunes.

Creo que la próxima semana publicaré el primer libro de Memorias de un mago enamorado. Depende de cuándo publique el capítulo final. Espero que sea bastante trágico.

Esta entrada fue posible gracias a Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp y Kbrem.

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