Capítulo 51 Capítulo 53
Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad
La
adrenalina ya estaba fluyendo en las venas de Harry, su corazón ya
martillando en su pecho, allí en esa oscurecida tienda en
bancarrota. El Profesor Quirrell había acabado de explicar, y en una
mano, Harry sostenía una diminuta rama de madera que sería la
llave. Este era, este era el día y el momento cuando Harry empezaba
a actuar la parte. Su verdadera primera aventura, un calabozo para
ser perforado, un gobierno malvado para ser desafiado, una damisela
en apuros para ser rescatada. Harry debió haber estado más
aterrado, más reluctante, pero en vez de eso sólo sentía que ya
era el tiempo y lo había sido desde hace rato para iniciar la
conversión hacía las personas sobre las cuales había leído en sus
libros; comenzar su viaje hacia lo que el siempre había sabido
estaba destinado a ser, un héroe. Tomar el primer paso en el camino
que llevaba a Kimball Kinnison y al Capitán Picard y a Liono de
Thundera y definitivamente no
Raistlin Majere. Hasta donde el cerebro de Harry sabía a partir de
observar caricaturas muy temprano en la mañana, cuando tú crecías
se suponía que ganabas asombrosos poderes y salvabas el universo,
eso era lo que el cerebro de había visto hacer a los adultos y
adoptado como su modelo de rol para el proceso de la maduración, y
Harry quería empezar a crecer muchísimo.
Y si el patrón de
la historia demandaba que el héroe perdiera una parte de su
inocencia, como el resultado de su primera aventura; entonces por
ahora, al menos, en este momento todavía inocente, parecía tiempo y
lo había sido desde hace rato para experimentar el dolor. Como
quitarse ropas demasiado pequeñas para él; o como avanzar
finalmente al siguiente nivel del juego, tras haber estado atrapado
durante once años en el mundo 3, nivel 2 de los Hermanos Super
Mario.
Harry había leído
suficientes novelas como para sospechar que no se sentiría tan
entusiasmado después, así que estaba disfrutándolo mientras
durara.
Se produjo un sonido
de estallido cuando algo cercano a Harry desapareció, y entonces no
hubo más tiempo para melancolías heroicas.
La mano de Harry
partió en dos la pequeña rama de madera.
Un gancho jaló sin
moverse el abdomen de Harry cuando se activó el traslador,
sintiéndose como un jalón más fuerte en ésta ocasión que los
pequeños transportes entre los terrenos de Hogwarts y el Callejón
Diagon -
- y lo tiró en
medio de una enorme sucesión de truenos desvaneciéndose, y un
latigazo de fría lluvia azotando su rostro, el agua cubriendo los
anteojos de Harry y cegándolo en un instante, volviendo el mundo un
borrón incluso antes de iniciar el descenso hacia las furiosas olas
del océano muy abajo.
Él había llegado
alto, alto, alto sobre el vacío Mar del Norte.
La conmoción de la
violencia tormenta casi hizo que Harry dejará ir la escoba que el
Profesor Quirrell le había dado, lo que no hubiera sido una buena
idea. Casi le tomó un segundo entero a Harry recuperar su compostura
y traer su escoba de regreso con un sencillo envión.
"Estoy aquí,"
dijo una voz nada familiar proviniendo de un parche vacío de aire
sobre él; baja y gravillosa, la voz del hombre barbado espigado y
cetrino en el cual el Profesor Quirrell se había transformado usando
la Poción Multijugos antes de usar el Encantamiento Desilusionador
consigo mismo y su escoba.
"Estoy aquí,"
Harry habló debajo de la Capa de Invisibilidad. Él no había usado
la Poción Multijugos en sí mismo. Vestir un cuerpo diferente
entorpecía tu magia, y Harry podría necesitar todo lo de su pequeña
magia consigo; además el plan requería que Harry permaneciera
invisible casi todo el tiempo, en lugar de Transformado.
(Ninguno de ellos
había hablado el nombre del otro. Simplemente no usabas tu nombre en
ningún momento durante una misión ilegal, aún estando invisible y
flotando sobre un pedazo anónimo de agua en el Mar del Norte.
Simplemente no lo hacías. Sería estúpido.)
Manteniendo
cuidadosamente su agarre sobre la escoba con una mano, mientras la
lluvia y el viento aullaban alrededor de él, Harry alzó su varita
con un agarre igualmente cuidadoso y uso Impervius en sus anteojos.
Entonces, con los
lentes despejados, Harry miró alrededor.
Él
estaba rodeado por viento y lluvia, podían ser hasta cinco grados
Celsius si es que estaba de suerte; ya tenía un Encantamiento
Calentador conjurado sobre sí mismo nada más para protegerse del
exterior en Febrero, pero eso no estaba contra las torrenciales y
frías gotas. Peor que la nieve, la lluvia mojaba cada superficie
expuesta. La Capa de la Invisibilidad te volvía completamente
invisible, sin embargo no te cubría
a ti en lo absoluto, y eso significaba que no te protegía para nada
de la lluvia. La cara de Harry estaba expuesta a la fuerza completa
del agua torrencial, y estaba cayendo directo en su cuello y mojando
el interior de su camisa, también las mangas de su túnica y las
puntas de su pantalón y los bordes de sus zapatos, el agua cogió
cada pedazo de ropa como una avenida por la cual colarse.
"Por aquí,"
dijo la voz Metamorfoseada, y una chispa de luz verde se encendió en
frente de la escoba de Harry, y entonces se disparó en una dirección
que a Harry le pareció idéntica a cualquier otra dirección.
A través de la
cegadora lluvia, Harry la siguió. La perdió a veces, la pequeña
chispa verde, y cada vez que lo hizo, Harry gritó, y la chispa
volvió a reaparecer en frente de él unos segundos después.
Cuando Harry le
cogió el truco a seguir la chispa, ésta aceleró, y Harry pateó la
escoba hasta que alcanzó máxima velocidad y la siguió. La lluvia
lo azotó más fuerte, sintiendo lo que Harry imaginó sería como
sentir un escopetazo de perdigones en el rostro, mas sus gafas
permanecieron claras y protegieron sus ojos.
No fue más que unos
pocos minutos después, con la escoba a toda velocidad, que Harry
tuvo un vistazo de una enorme sombra a través de la lluvia,
alzándose muy por encima de las aguas.
Y sintió un
distante, hueco eco de vacío irradiando de donde esperaba la Muerte,
aguando la mente de Harry y separándose en el acto, como una ola que
se rompía sobre una piedra. Ésta vez Harry conocía a su enemigo, y
su voluntad era de acero y por completo de luz.
"Ya puedo
sentir los Dementores," informó la la voz gravemente
Metamorfoseada de Quirrell. "No esperaba esto, no tan pronto."
"Piense en las
estrellas," Harry propuso, sobrepasando el retumbo de un trueno
distante. "No permita que haya ira dentro de usted, nada
negativo,sólo piense en las estrellas, lo que se siente olvidarse de
uno mismo y caer incorpóreo a través del espacio. Sostenga ese
pensamiento como una barrera de Oclumancia cruzando toda su mente.
Los Dementores tendrán problemas para pasar a través de eso."
Hubo silencio por un
momento, seguido de un, "Interesante."
La chispa verde se
alzó, y Harry inclinó su escoba ligeramente hacia arriba para
seguirla, aún cuando se dirigía a un banco de niebla, una nube
flotando bajo sobre las aguas.
Pronto estuvieron
flotando por encima y ligeramente oblicuos al gran edificio de metal
de tres lados, que se cernía muy abajo. El triangulo de acero era
hueco, no sólido, era una construcción de tres delgadas paredes
sólidas sin centro. Los Aurores en vigilancia se acuartelaban en el
nivel superior y en el lado sur del edificio, el Profesor Quirrell
había explicado, protegidos por sus Encantamientos Patronus. La
entrada legal para Azkaban estaba en el techo de la esquina sureste
del edificio. Que ellos dos no iban a usar, por supuesto. En su lugar
usarían un corredor que pasaba directamente por debajo de la esquina
norte del edificio. El Profesor Quirrell bajaría primero, y
perforaría un hoyo en el techo y las protecciones mágicas justo en
el extremo norte, dejando atrás una ilusión para cubrir la
abertura.
Los prisioneros eran
mantenidos en un lado del edificio, en niveles correspondientes a sus
crímenes. Y al fondo, en la profundidad más al centro de Azkaban,
yacía un nido con más de cien Dementores. Montones de basura eran
tirados ocasionalmente para mantener el nivel sin deshacerse, pues la
materia directamente expuesta a los Dementores se destruía hasta
volverse barro y nada...
"Espera un
minuto," pidió la ruda voz, "sígueme velozmente, y cruza
con cuidado."
"Lo entiendo,"
Harry replicó despacio.
La
chispa desapareció con un parpadeo, y Harry empezó a contar, mil,
dos mil, tres mil...
...sesenta
mil,
y Harry se zambulló, el viento chillando alrededor mientras
descendía, abajo hacia la vasta estructura de metal, abajo hacia
donde podía sentir las sombras de la Muerte esperando por él,
absorbiendo luz e irradiando vacío, mientras que la estructura de
metal se hacía más y más grande. Plana y sin arreglos se cernía
la vasta forma gris, solamente una solitaria estructura de caja
alzada en la esquina suroeste. La esquina norte era un muro simple,
el hoyo del Profesor Quirrell era indetectable.
Harry maniobró
finamente al aproximarse a la esquina norte, dándose a sí mismo más
margen de seguridad del que se molestaría en tomar en clases de
vuelo, mas no demasiado. Tan pronto como pisó el freno, comenzando a
bajar lentamente su escoba de nuevo, hacia lo que se veía como el
sólido techo de la esquina al extremo norte.
Descender a través
del techo ilusorio mientras estaba invisible fue una experiencia
extraña, y luego Harry se halló a sí mismo en un corredor de metal
iluminado por una luz naranja oscurecida – la cual, Harry se dio
cuenta tras un vistazo, provenía de una lampara de gas pasada de
moda cubierta por un manto...
...porque la magia
fallaría, sería drenada después de un tiempo, en la presencia de
los Dementores.
Harry desmontó su
escoba.
La atracción del
vacío se había vuelto más fuerte, como si se apartara y flotara
alrededor de Harry sin tocarlo. Estaban distantes pero eran muchos,
las heridas en el mundo; Harry podía señalarlas con sus ojos
cerrados.
"Ssaca
tu Patronuss,"
silbó una serpiente desde el suelo, viéndose más descolorida que
verde bajo la tenue luz naranja.
La nota de estrés
surgió incluso en la Lengua Parsel. Harry estaba sorprendido; el
Profesor Quirrell había afirmado que los Animagos en sus formas de
Animagos eran mucho menos vulnerables a los Dementores. (Por la misma
razón que los Patronus eran animales, Harry asumió.) Si el Profesor
Quirrell tenía tantos problemas en su forma de serpiente, ¿qué le
había estado pasando mientras estaba en la forma humana que le
permitía usar su magia...?
La varita de Harry
ya se estaba levantando en su mano.
Este sería el
inicio.
Aún
si no era más que una persona, sólo una persona que él podía
salvar de la oscuridad, aún si no era tan poderoso como para
teletransportar a todos
los prisioneros de Azkaban para ponerlos a salvo y quemar el
triangulo infernal hasta que no quedaran más que fragmentos de
rocas...
A
pesar de todo era el comienzo, era el principio, era el primer pago
por todo lo que Harry se proponía alcanzar con su vida. No más
espera, no más esperanzas, no más una mera promesa, todo empezaría
aquí. Aquí y ahora.
La varita de Harry
con un tajo descendió para apuntar a donde los Dementores lo
esperaban muy por debajo.
"¡Expecto
Patronum!"
La
resplandeciente figura humanoide se iluminó en cuanto apareció. No
era la cosa tan-brillante-como-el-sol que había sido antes...
probablemente porque Harry no había podido evitar pensar en todos
los otros
prisioneros en sus celdas, aquellos por los que él no
estaba
aquí para salvar.
Podía ser lo mejor,
sin embargo. Harry necesitaría mantener su Patronus funcional por un
buen rato, y podría ser mejor si no era tan brillante.
El Patronus mermó
un poco, ante ese pensamiento; y luego mermó de nuevo, pues Harry
intentaba poner menos de su fuerza en ello, hasta que finalmente la
brillante figura humanoide estaba resplandeciendo sólo con un poco
más de luz que el más luminoso de los Patronus animales, y Harry
sintió que no podía arriesgarse a disminuirlo más sin arriesgarse
a perderle por completo.
Y
entonces, "Ess
esstable," Harry
siseó, y comenzó a alimentar a su monedero con la escoba. Su varita
permaneció en su mano, y un ligero, sostenible flujo proveniente de
sí mismo remplazó la parte que había perdido de su Patronus.
La serpiente
reverberó hasta coger la forma de un larguirucho, cetrino hombre,
sosteniendo la varita del Profesor Quirrell en una mano y una escoba
en la otra. El hombre larguirucho trastabilló al volver a aparecer,
y se tuvo que apoyar contra la pared por un momento.
"Bien hecho,
aunque quizás un poco lento," murmuró la gravosa voz. La
sequedad del Profesor Quirrell era perceptible, aún cuando no le
encajaba a la voz, ni tampoco la grave expresión en el rostro
densamente poblado por barba. "No los puedo sentir para nada,
ahora."
Un momento después,
la escoba se metió dentro de la túnica del hombre y desapareció.
Luego el hombre alzó su varita y golpeó suavemente su cabeza, y con
un sonido similar al de un cascarón de huevo rompiéndose
desapareció otra vez.
En el aire floreció
una tenue chispa verde, y Harry, todavía envuelto en la Capa de la
Invisibilidad, lo siguió.
Si hubieras estado
viendo desde afuera, no habrías visto nada excepto una pequeña
chispa verde flotando a través del aire, y un resplandeciente
humanoide plateado caminando detrás.
***
Ellos
bajaron, y bajaron, y bajaron, pasando lampara de gas tras lampara de
gas, y la ocasional puerta de metal enorme, descendiendo dentro de
Azkaban con lo que parecía silencio total. El Profesor Quirrell
había levantado un tipo de barrera que le permitía a él
oír lo que ocurriera cerca, pero ningún sonido saldría hacia
afuera, y ningún sonido podía alcanzar a Harry.
Harry
no había sido capaz de impedir que su mente se preguntara por el por
qué del
silencio, o evitar que su mente le diera la respuesta. La respuesta
que él ya había conocido en algún nivel de anticipación sin
palabras que lo había lanzado a intentar no pensar sobre ello
futilmente.
En algún lugar
detrás de esas enormes puertas de metal, había personas gritando.
La plateada figura
humanoide titubeó, encendiéndose y apagándose, cada vez que Harry
pensó al respecto.
A Harry se le había
indicado invocar un Encantamiento de Casco-Burbuja sobre sí mismo.
Para prevenir que oliera cualquier cosa.
Todo
el entusiasmo y heroísmo se habían desvanecido, como Harry había
sabido que pasaría, había ocurrido incluso para sus estándares, el
proceso se había completado la primera que habían pasado frente a
una de aquellas puertas de metal. Cada puerta de metal estaba
asegurada con un gran candado, un candado de metal sin magia que no
habría detenido a un estudiante de Hogwarts de primer año – si
todavía tenías una varita, si aún tenías tu magia, que los
prisioneros no tenían. Esas puertas de metal no eran las puertas de
celdas individuales, el Profesor Quirrell había informado, cada una
abría hacia un corredor en el cual habría un grupo de celdas. De
alguna manera eso ayudó un poco, el no considerar que cada puerta
correspondía directamente a un prisionero que estaba esperando justo
detrás de ella. En vez de eso podría haber más
de un prisionero, lo que disminuyo el impacto emocional; al igual que
el estudio que mostró que las personas contribuían más cuando les
era requerida una cantidad de dinero para salvar la vida de un niño,
que cuando se les decía que la misma cantidad se necesitaba para
salvar a ocho niños...
Harry estaba
encontrando arduo no pensar sobre ello, y cada vez que lo hacía, la
luz de su Patronus fluctuaba.
Llegaron al lugar
donde el pasillo giraba a la izquierda, a la esquina de la
construcción triangular. Una vez más hubo pasos de metal al
descender, otro tramo de escaleras; de nuevo volvieron a bajar.
Meros asesinos no
eran puestos en las celdas más bajas. Siempre había un lugar más
bajo al cual podías ir, e incluso un castigo peor que temer. Sin
importar cuán bajo te hubieras hundido, el gobierno de la Bretaña
mágica tenía alguna amenaza aguardando contra ti si hacías algo
peor.
Sin embargo
Bellatrix Black había sido la Mortífaga que inspiró más temor que
cualquiera excepto el propio Señor Voldemort en persona, una bella y
letal hechicera absolutamente leal a su maestro; ella había sido, si
tal cosa era posible, todavía más sádica y malvada que
Quien-Tú-Sabes, como si se propusiera superar a su maestro...
...eso era lo que el
mundo sabía de ella, lo que el mundo creía de ella.
Mas antes de eso, el
Profesor Quirrell le había contado a Harry, antes del debut de la
sirviente más terrible del Señor Oscuro, había existido una chica
en Slytherin que había sido callada, que casi siempre andaba sola,
sin lastimar a nadie. Después hubo historias inventadas sobre ella,
memorias cambiadas en retrospectiva (Harry conocía bien la
investigación sobre eso). Pero en ese tiempo, mientras ella aún
asistía a la escuela, la más talentosa bruja en Hogwarts había
sido conocida como una chica gentil (el Profesor Quirrell había
aseverado). Sus pocos amigos se sorprendieron cuando ella se unió a
los Mortífagos, y habían estado más sorprendidos de que hubiera
estado escondiendo tanta oscuridad detrás de esa triste, sabia
sonrisa.
Esa era quien
Bellatrix había sido una vez, la bruja más prometedora de su propia
generación, antes de que el Señor Oscuro la robara y la rompiera,
la fragmentara y la reformara, atándola a él en un nivel más
profundo y con artes más oscuras que cualquier Imperius.
Diez años había
servido Bellatrix al Señor Oscuro, asesinado a quien él señalara
para asesinar, torturando a quien el señalara para torturar.
Y entonces el Señor
Oscuro finalmente había sido derrotado.
Y la pesadilla de
Bellatrix había continuado.
En algún lugar
dentro de Bellatrix podría haber algo que seguía gritando, que
había estado gritando todo el tiempo, algo que un Sanador
psiquiátrico podría traer de regreso; o podría ser que no, el
Profesor Quirrell no tenía forma de conocerlo. Mas de cualquier
forma, ellos podían...
...ellos podían al
menos sacarla de Azkaban...
Bellatrix Black
había sido puesto en el nivel más bajo de Azkaban.
Harry estaba
teniendo problemas para no imaginar lo que vería cuando llegaran a
su celda. Bellatrix no debió tener casi nada de miedo a la muerte,
en el principio al menos, si es que todavía seguía con vida.
Descendieron otro
tramo de escaleras, acercándose mucho más a la Muerte y a
Bellatrix, el cloqueo de sus zapatos invisibles era el único sonido
que Harry podía escuchar. Tenue luz naranja proviniendo de las luces
de gas, la débil chispa verde vagando por el aire, la luminiscente
figura siguiendo con su luz plateada fluctuando de tiempo en tiempo.
***
Tras descender
muchas veces, llegaron finalmente a un corredor que no acababa en
escaleras, y a una última puerta de metal, y la chispa verde se
detuvo allí.
El corazón de Harry
se había calmado un poco, a medida que se adentraron más en las
profundidades de Azkaban sin que ocurriera nada. Pero de nuevo estaba
martillando en su pecho. Estaban en el fondo, y las sombras de la
Muerte estaban muy al alcance de la mano.
Un suave clic
metálico surgió de la cerradura, así el Profesor Quirrell abrió
el camino.
Harry respiró
profundamente y recordó todo lo que el Profesor Quirrell le había
explicado. La parte difícil no sería lograr la personalidad
pretendida exacta para engañar a Bellatrix Black, la parte difícil
sería mantener su Patronus funcionando al mismo tiempo...
La chispa verde
parpadeó, y un momento después una serpiente de un metro de largo
apareció con un resplandor, ya no más invisible.
La puerta de metal
se movió con un crujiente y lento sonido al tiempo que Harry la
empujó con su mano invisible, la entreabrió un poco, y echó un
vistazo.
Observó un corredor
recto que terminaba en piedra sólida. No había luz excepto la que
se deslizaba del Patronus de Harry. Ese era el brillo suficiente para
que pudiera ver los barrotes exteriores de las ocho celdas ubicadas
en el corredor, sin embargo él no podía ver el interior; más
importante, sin embargo, era que no veía a nadie en el corredor.
"No
sse ve nada,"
siseó Harry.
La serpiente salió
disparada hacia adelante, retorciéndose rápidamente a través del
suelo.
Tras un momento -
"Ella
esstá ssola,"
silbó la serpiente.
Quedate,
Harry le envió el pensamiento a su Patronus, el cual asumió
posición a un lado de la puerta, como si la fuera a proteger; y
luego Harry empujó la puerta más, y siguió adentrándose.
La primera celda a
la que Harry se asomó contenía un cuerpo disecado, piel que se
había vuelto gris y jaspeada, carne desgastada en ciertos lugares
para exponer el hueso subyacente, sin ojos -
Harry cerró sus
ojos. Todavía podía hacer eso, seguía siendo invisible, no estaba
traicionando nada al cerrar sus ojos.
Ya
sabía, porque lo había leído en la página seis de su libro de
Trannsformación, que permanecías en Azkaban hasta que tu condena
terminara. Si morías antes de que se cumpliera el tiempo era deber
de ellos mantenerte aquí hasta que tu cadáver fuera liberado. Si tu
condena era de por vida, dejaban tu cuerpo en la celda hasta que
fuera necesitada, punto en el cual tu cuerpo era arrojado al nido de
los Dementores. Mas seguía siendo impresionante ver, ese cadáver
había sido una persona
que había sido abandonada
allí sin más -
La luz en el cuarto
titubeó.
Calma,
pensó Harry en su núcleo. No sería bueno para el Profesor Quirrell
si ese Patronus desaparecía a causa de sus pensamientos tristes. Así
de cerca de los Dementors el Profesor de Defensa podía caer muerto
ahí mismo. Calma,
Harry James Potter-Evans-Verres, ¡calma!
Con ese pensamiento,
Harry abrió sus ojos otra vez, no había tiempo que perder.
La segunda celda que
miró sólo contenía un esqueleto.
Y detrás de los
barrotes de la tercera celda vio a Bellatrix Black.
Algo precioso e
irreemplazable dentro de Harry se marchitó como hierba seca.
Podías decir que la
mujer no era un esqueleto, que su cabeza no era una calavera, porque
la textura de la piel seguía siendo diferente de la textura del
hueso, sin importar cuán blanca y pálida se había vuelto ella,
esperando a solas en la oscuridad. O la estaban alimentando poco, o
lo que comía, las sombras de la Muerte se lo drenaban; porque sus
ojos parecían hundidos por debajo de parpados, sus labios se
mostraban demasiado marchitos para cerrarse por encima de su
dentadura. El color parecía haberse filtrado de la ropa negra que
había traído a prisión, como si los Dementores hubieran drenado
eso también. Se suponían que fueran desafiantes, esa ropa, ahora
apenas y yacía sobre un esqueleto, exponiendo piel marchitada.
Estoy
aquí para salvarla, estoy aquí para salvarla, estoy aquí para
salvarla,
Harry pensó para sí mismo, desesperadamente, una y otra vez con un
esfuerzo similar al de la Oclumancia, disponiendo su Patronus a no
irse, a quedarse y proteger
a Bellatrix de los Dementores
-
En su corazón, en
su núcleo, Harry se sujetó a toda su lastima y compasión, su
voluntad para salvarla de la oscuridad; el resplandor plateado que se
colaba a través de la puerta abierta se incrementó, al tiempo que
pensó lo anterior.
Y otra parte de él,
como si estuviera dejando que otra parte de su mente se encargará de
un habito sin poner mucha atención a ello...
Una expresión fría
cayó sobre la cara de Harry, invisible debajo de la capucha.
"Hola, mi
querida Bella," saludó un susurró helado. "¿Me
extrañaste?"
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