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sábado, 10 de agosto de 2013

Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad Capítulo 6

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Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad


Capítulo 6


La Falacia de la Planificación


harry potter ojos
Fan Art por viennalerough

...


Bla bla renuncia bla bla Rowling bla bla propiedad.

N/A: La sección "Extra" al final de este capítulo es parte de la historia, no un omake.


...


¿Crees que tu día fue surrealista? Intenta el mío.


...


Algunos niños habrían esperado hasta después de su primer viaje al Callejón Diagon.

"Bolsa de elemento 79," Harry dijo, y retiró su mano vacía, del monedero de piel de Moke.

La mayoría de niños habrían esperado al menos hasta obtener sus varitas primero.

"Bolsa de okane," insistió Harry. La pesada bolsa de oro saltó dentro de su mano.

Harry sacó la bolsa, luego la metió de nuevo dentro del monedero. Sacó su mano, la regreso adentro, y pronunció, "Bolsa de símbolos de intercambio económico." Esta vez su mano salió vacía.

"Devuélveme la bolsa que acabo de poner adentro." La bolsa de oro salió afuera una vez más.

Harry James Potter-Evans-Verres había puesto sus manos al menos en un objeto mágico. ¿Por qué esperar?

"Profesora McGonagall," Harry le pidió a la asombrada y confundida bruja al lado suyo, "¿puede darme dos palabras, una palabra para oro, y otra palabra para algo más que no sea dinero, en un lenguaje que yo no conozca? Pero no me diga cual es cual."

"Ahava y zahav," contestó la Profesora McGonagall. "Es Hebreo, y la otra palabra significa amor."

"Gracias, Profesora. Bolsa de ahava." Vacío.

"Bolsa de zahav." Y brincó dentro de su mano.

"¿Zahav es oro?" Harry preguntó, y la Profesora McGonagall asintió.

Harry reflexionó sobre sus datos experimentales recogidos. Solamente era la clase más cruda y preliminar de esfuerzo, pero era suficiente para apoyar al menos una conclusión:

"Aaaaaaarrrgh esto no tiene ningún sentido! "

La bruja a su lado alzó una altiva ceja. "¿Problemas, Sr. Potter?"

"¡Acabo de desmentir cada una de las hipótesis que tenía! ¿Cómo puede saber que 'bolsa de 115 Galeones' está bien pero no 'bolsa de 90 más 15 Galeones'? ¿Puede contar pero no puede sumar? Puede entender sustantivos, mas no algunas frases con sustantivos que significan la misma cosa? La persona que hizo esto probablemente no hablaba Japones y yo no hablo nada de Hebreo, así que no está usando su conocimiento, y no está usando mí conocimiento -" Harry agitó una mano desesperanzado. "¡Las reglas parecen ser algún conjunto consistente sin embargo no significan nada! Ni siquiera voy a preguntar cómo es que un monedero tiene reconocimiento de voz y entendimiento de lenguaje natural cuando los mejores programadores de Inteligencia Artificial no pueden hacer que las computadoras más rápidas lo hagan después de treinta y cinco años de trabajo duro," Harry abrió la boca para respirar, "¿pero que rayos está pasando? "

"Magia," intervino la Profesora McGonagall.

"¡Esa no es más que una palabra! Aunque me diga eso, ¡no puedo hacer alguna nueva predicción! ¡Es exactamente como decir 'flogisto' o 'fuerza vital' o 'emerger' o 'complejidad'!"

La bruja de túnica negra rió a todo pulmón. "Sin embargo es magia, Sr. Potter."

Harry se distanció un poco. "Con todo respeto, Profesora McGonagall, no estoy del todo seguro que usted entienda lo que estoy intentando hacer aquí."

"Con todo respeto, Sr. Potter, estoy del todo segura de que no. ¿A menos que – sólo es un palpito, si le importa - esté intentando apoderarse del mundo?"

"¡No! Quiero decir que sí - bueno, ¡no! "

"Pienso que quizá debería estar alarmada de que tenga tantos problemas respondiendo dicha pregunta."

Harry consideró toscamente la Conferencia de Dartmouth sobre Inteligencia Artificial en 1956. Había sido la primera conferencia sobre el tema, la que había acuñado la frase "Inteligencia Artificial". Habían identificado los problemas claves como hacer que las computadoras entendieran el lenguaje, aprendieran, y mejoraran por si mismas. Habían sugerido, con perfecta seriedad, que avances significantes en aquellos problemas podían lograrse por diez científicos trabajando juntos por dos meses.

No. Madura. Apenas estas comenzando con el problema de desvelar todos los secretos de la magia. No puedes de hecho saber si va a ser demasiado difícil como para lograrlo en tan sólo dos meses.

"¿Y usted realmente no ha escuchado de otros magos preguntando esta clase de preguntas o experimentación científica?" Harry preguntó de nuevo. Es que parecía tan obvio para él.

Claro está, que tomó más de doscientos años después de la invención del método científico antes de que algún científico Muggle se le ocurriera investigar sistemáticamente con frases que un humano de-cuatro-años pudiera o no pudiera entender. La psicología del desenvolvimiento lingüístico pudo haber sido descubierta en el siglo dieciocho en principio, mas a nadie se le ocurrió tan siquiera observarlo hasta el siglo veinte. Así que de verdad no podías culpar al mucho más pequeño mundo mágico por no investigar el Encantamiento Convocador.

La Profesora McGonagall frunció los labios, luego se encogió de hombros. "Aún no estoy segura de qué quiere decir con lo de 'experimentación científica', Sr. Potter. Como le dije antes, he visto a estudiantes hijos de Muggle que intentar hacer que la ciencia funcione dentro de Hogwarts, y las personas inventan nuevos Encantamientos y Pociones cada año."

Harry sacudió su cabeza. "Para nada la tecnología y la ciencia son la misma cosa. E intentar un montón de diferentes formas de hacer algo no es lo mismo que experimentar para descubrir las reglas." Hubo una gran cantidad de personas que intentaron inventar maquinas voladoras al ensayar varias cosas-con-alas, pero únicamente los Hermanos Wright construyeron un túnel de viento para alzar el vuelo... "Este, ¿cuántos niños criados por Muggle reciben en Hogwarts cada año?"

"¿Quizá diez?"

Harry falló un paso y estuvo a punto de tropezar sobre su propio pie. "¿Diez?"

El mundo Muggle tenía una población de seis billones y contando. Si tú eras uno en un millón, había siete de ti en Londres y mil más en China. Era inevitable que la población Muggle produjera algunos de-once-años que pudieran hacer cálculos - Harry sabía que él no era el único. Había conocido a otros prodigios en competiciones matemáticas. De hecho él había sido duramente apaleado por competidores que probablemente pasaban literalmente todo el día practicando problemas matemáticos y que nunca leían un libro de ciencia-ficción y que se quemarían completamente antes de la pubertad nunca conseguirían cualquier cosa en sus futuras vidas porque solamente habían practicado técnicas conocidas en lugar de aprender a pensar en un modo creativo. (Harry era una clase de mal perdedor.)

Sin embargo... en el mundo mágico...

¿Diez hijos de Muggle por año, quienes habían terminado su educación Muggle a la edad de once? Y la Profesora McGonagall podía ser parcial, mas ella había declarado que Hogwarts era la más enorme y eminente escuela del magia en el mundo... y únicamente educaba hasta los diecisiete años.

La Profesora McGonagall sin duda alguna sabía hasta el último detalle de cómo ir por ahí transformándose en gato. Pero parecía que literalmente nunca había escuchado del método científico. Para ella no era más que magia Muggle. Y ni siquiera estaba curiosa sobre los secretos que podían estar ocultándose tras el natural entendimiento del lenguaje del Encantamiento Convocador.

Eso dejaba dos posibilidades, verdaderamente.

Posibilidad uno: La Magia era algo tan increíblemente opaco, convulsionado, e impenetrable, que aunque magos y brujas habían intentando con su mayor esfuerzo entenderla, habían hecho poco progreso o ninguno y eventualmente se habían rendido; y Harry no lo haría mejor.

O...

Harry tronó sus nudillos en determinación, pero sólo produjeron una silenciosa clase de sonido como de cloqueo, en lugar de retumbar en modo ominoso afuera de las paredes del Callejón Diagon.

Posibilidad dos: Él iba a apoderarse del mundo.

Eventualmente. No ahora mismo.

Ese tipo de cosas a veces tomaban más de dos meses. La ciencia Muggle no había ido a la luna a la siguiente semana tras Galileo.

Pero aún así Harry no pudo detener la enorme sonrisa que estaba estirando sus cachetes tan ampliamente que estaban comenzando a doler.

Harry siempre había estado aterrado de terminar como uno de esos niños prodigios que nunca lograban nada y pasaban el resto de sus vidas presumiendo lo mucho que habían avanzado a la edad de diez años. Sin embargo también era cierto que la mayoría de genios adultos tampoco llegaban a nada. Había probablemente mil personas tan inteligentes como Einstein por cada Einstein verdadero en la historia. Porque esos genios no habían puesto sus manos sobre la única cosa absolutamente indispensable para alcanzar la grandeza. Nunca hallaron un problema importante.

Eres mio ahora, Harry pensó hacia las paredes del Callejón Diagon, y todas las tiendas y objetos,y todos los tenderos y los clientes; y todas las tierras y personas de la Bretaña mágica, y todo lo ancho del mundo mágico; y el gran universo por entero del que los científicos Muggle entendían mucho menos de lo que creían. Yo, Harry James Potter-Evans-Verres, reclamo ahora este territorio en nombre de la Ciencia.

Relámpagos y truenos fallaron completamente en destellar y tronar en los cielos sin nubes.

"¿Por qué razón esta sonriendo?" inquirió la Profesora McGonagall, preocupada y cansinamente.

"Me preguntaba si hay algún hechizo para hacer que caigan rayos en el fondo cada vez que haga una resolución ominosa," explicó Harry. Estaba memorizando cuidadosamente las palabras exactas de su resolución ominosa para que los libros de historia futuros las escribieran exactas.

"Tengo el fuerte presentimiento de que debería estar haciendo algo al respecto," suspiró la Profesora McGonagall.

"Es mejor que lo ignore, desaparecerá. ¡Oh, brillante!" Harry puso sus pensamientos de conquista mundial temporalmente en espera y saltó sobre una tienda con un exhibición abierta, y la Profesora McGonagall lo siguió.


...


Harry había comprado ya sus ingredientes de pociones y caldero, y, oh, unas cuantas cosas más. Objetos que parecían ser cosas buenas para cargar en la Bolsa de Accesibilidad de Harry (alias Súper Monedero Moke QX31 con Encantamiento de Extensión Indetectable, Encantamiento Convocador, y Boca Ampliada). Inteligentes, sensibles compras.

Sinceramente Harry no comprendía por qué la Profesora McGonagall lo estaba mirando tan sospechosamente.

Ahora mismo, Harry estaba en una tienda lo suficientemente cara como para mostrar sus productos en la turbulenta avenida central del Callejón Diagon. La tienda tenía un frente abierto con mercancía puesta sobre filas de madera inclinada, protegida únicamente por un ligero resplandor gris y una vendedora-que-se-veía-muy-joven en una más-ajustada versión de la túnica de una bruja que exponía sus rodillas y codos.

Harry estaba examinando el equivalente mágico de un kit para primeros auxilios, el Conjunto de Sanación de Emergencia Plus. Había dos torniquetes auto-atables. Una jeringa que se veía como fuego liquido, que se suponía era para bajar drásticamente la circulación en una área tratada mientras que mantenía la oxigenación de la sangre durante tres minutos, si necesitabas evitar que un veneno se esparciera por el cuerpo. Paño blanco que podía ser vendado sobre una parte del cuerpo para atenuar el dolor. Además de otra serie de objetos que Harry totalmente falló en comprender, como el "Tratamiento de Exposición a Dementor", que se veía y olía como chocolate ordinario. O el "Deflector Contra Bridas", que se veía como un pequeño huevo tembloroso y cargaba un letrero mostrando cómo introducirlo por la fosa nasal de alguien.

"Una compra definitiva de cinco Galeones, ¿no está de acuerdo?" Harry preguntó a la Profesora McGonagall, y la adolescente vendedora revoloteando cerca asintió ansiosamente.

Harry había esperado de la Profesora alguna clase de observación aprobando su prudencia y preparación.

Lo que recibió en realidad sólo pudo ser descrito como el Ojo Malévolo.

"Y por qué motivo," la Profesora McGonagall comentó con pesado escepticismo, "¿usted espera necesitar un kit de sanador, jovencito?" (Tras el desafortunado incidente en la tienda de Pociones, la Profesora McGonagall estaba esforzándose por no llamarlo "Sr. Potter" mientras alguien más estuviera cerca.)

La boca de Harry se abrió y se cerró. "¡No estoy esperando necesitarlo! ¡Es por si las dudas!"

"¿Por si las dudas de qué? "

Los ojos de Harry se abrieron por completo. "¿Usted piensa que estoy planeando hacer algo peligroso y que es por eso que yo creo necesitar un kit medicinal?"

Una mirada de torva suspicacia e irónica incredulidad fue la respuesta.

"¡Gran Scott!" exclamó Harry. (Esta fue una expresión que había aprendido del científico loco Doc Brown en De vuelta al futuro.) "¿También pensaba eso cuando compre la Poción de Caída de Pluma, el Branquialgas, y la botella de Píldoras de Comida y Agua?"

"Sí."

Harry sacudió su cabeza en asombro. "¿Qué clase de plan cree que voy a elaborar, entonces?"

"No lo sé," la Profesora McGonagall replicó oscuramente, "mas termina en usted entregando una tonelada de plata a Gringotts, o en dominación mundial."

"Dominación mundial es una frase demasiado fea. Prefiero decir optimización mundial."

El gracioso chiste falló en ablandar a la bruja dándole la Mirada de la Perdición.

"Guau," Harry expresó, al darse cuenta de que ella era seria al respecto. "Usted realmente piensa eso. Realmente piensa que estoy planeando hacer algo peligroso."

"Sí."

"¿Como si esa fuera la única razón para que alguien comprara un kit de primeros auxilios? No se lo tome a mal, Profesora McGonagall, ¿pero que clase de locos niños está usted acostumbrada a tratar?"

"Gryffindors," espetó la Profesora McGonagall, la palabra cargando un dejo de amargura y desesperación que cayeron como una eterna maldición sobre todo el entusiasmo juvenil y los espíritus orgullosos.

"Directora Adjunta Profesora Minerva McGonagall," Harry afirmó, poniendo sus manos con arraigo en sus caderas. "No voy a ir a Gryffindor -"

En este punto la Directora Adjunta lo interrumpió y murmuró algo sobre cómo si él lo era descubriría la forma para asesinar a un sombrero, extraña observación que Harry dejó pasar sin comentario, aunque la vendedora tuvo un repentino y conveniente tosido.

"- Voy a ir a Ravenclaw. Y si usted realmente cree que estoy planeando hacer algo peligroso, entonces, honestamente, no me entiende para nada. No me gusta el peligro, es aterrador. Yo estoy siendo prudente. Estoy siendo precavido. Me estoy preparando para contingencias imprevistas. Como mis padres me solían cantar: ¡Estar preparado! ¡Esa es la canción de marcha del Boy Scout! ¡Estar preparado! ¡Mientras avances en la vida marcharas constantemente! No te pongas nervioso, no te frustres, no te asustes - ¡Estar preparado! "

(De hecho los padres de Harry sólo le cantaron aquellas particulares lineas de la canción de Tom Lehrer, y Harry estaba felizmente ignorante del resto)

La postura de la Profesora McGonagall se había suavizado un poco – en su mayoría cuando Harry aseguró que él apuntaba a Ravenclaw. "¿Para qué clase de contingencia se imagina usted que este kit podría prepararlo, jovencito? "

"Una de mis compañeras de clase es mordida por un horrible monstruo, y mientras rebusco frenéticamente en mi monedero por algo que pueda ayudarla, ella me mira tristemente y con su último aliento exclama, '¿Por qué no estabas preparado?' Y luego muere, y yo sé que al cerrarse sus ojos ella jamás me perdonará -"

Harry escuchó a la vendedora atragantarse, y él la miró y la vio a ella observándolo con sus labios apretados fuertemente. Entonces la joven mujer se giró y escapó dentro de lo más hondo de la tienda.

¿Qué...?

La Profesora McGonagall se agachó, y tomó la mano de Harry con las suyas, gentil pero firmemente, y sacó a Harry de la avenida principal del Callejón Diagon, guiándolo dentro de un pasaje entre dos tiendas que estaba pavimentada con sucios ladrillos en un camino cerrado con un muro solido de negra tierra.

La alta bruja apuntó su varita a la avenida principal y habló, "Quietus" ella exclamó, y una pantalla de silencio descendió sobre ellos, bloqueando todos los ruidos de la calle.

En qué me equivoque...

La Profesora McGonagall se giró para dirigirse a Harry. No tenía por completo la Cara Hiciste Mal de un adulto, sin embargo su expresión era plana, controlada. "Debe recordar, Sr. Potter," explicó ella, "que hubo una guerra en este país diez años atrás. Todos han perdido a alguien, y hablar de amigos muriendo en sus brazos – no es para hacerse a la ligera."

"Yo – Yo no quería -" La inferencia cayó como una piedra sobre la excepcionalmente vivida imaginación de Harry. Habló sobre alguien respirando su último aliento – y entonces la vendedora había salido corriendo – y la guerra había terminado diez años atrás así que la chica debió haber estado alrededor de los ocho o nueve años, cuando, cuando, "Lo siento, no quería..." Harry se ahogó, y se volteó para escapar de la mirada penetrante de la bruja mas había una pared de tierra bloqueando su camino y él aún no tenía su varita. "Lo siento, lo siento, ¡lo siento! "

Un profundo suspiro llegó detrás suyo. "Sé que lo está, Sr. Potter."

Harry se atrevió a ver de reojo. La Profesora McGonagall solamente parecía triste, ahora. "Lo siento," se disculpó Harry otra vez, sintiéndose destrozado. "Algo así le pasó a -" y entonces Harry cerró sus labios y se tapó la boca con su mano para estar bien seguro.

El rostro de la bruja se puso un poco más triste. "Debe aprender a pensar antes de actuar, Sr. Potter, o irá por la vida sin muchos amigos. Ese ha sido el destino de muchos en Ravenclaw, y espero que no sea el suyo."

Harry sólo quería correr. Quería extraer una varita y borrar todo lo acontecido de la memoria de la Profesora McGonagall, estar de vuelta con ella afuera de la tienda, hacer que no pasara -

"Pero para dar respuesta a su pregunta, Sr. Potter, no, nada como eso me ha pasado jamás. Ciertamente he visto a un amigo respirar por última vez, una o siete veces. Sin embargo ninguno de ellos me maldijo al morir,y nunca se me ocurrió que ellos no me perdonarían. ¿Por qué usted diría tal cosa, Sr. Potter? ¿Por qué tan siquiera lo pensaría?"

"Yo, yo, yo," Harry tragó saliva. "Es que siempre procuro imaginar la peor cosa que podría pasar," y tal vez él también estaba bromeando un poco mas prefería arrancarse su propia lengua de un mordisco antes que admitirlo.

"¿Qué?" preguntó la Profesora McGonagall. "¿Pero por qué?"

"¡Para evitar que pase!"

"Sr. Potter..." la voz de la bruja se alzó. Entonces ella respiró, y se arrodilló a su lado. "Sr. Potter," prosiguió ella, gentilmente esta vez, "no es su responsabilidad proteger a los estudiantes de Hogwarts. Es mía. No dejaré que nada malo le suceda a usted o a nadie más. Hogwarts es el lugar más seguro para los niños magos de todo el mundo mágico, y la Señora Pomfrey es una sanadora de tiempo completo. No necesitara un kit de sanador para nada, mucho menos uno de cinco Galeones."

"¡Sin embargo sí lo necesito! " Harry estalló. "¡Ningún lugar es perfectamente seguro! Y que tal si mis padres tienen un ataque cardíaco o se ven involucrados en un accidente cuando vaya a casa para Navidad – la Señora Pomfrey no estará allí, necesitaré un kit sanador de mi propiedad -"

"Cómo en el nombre de Merlín..." la Profesora McGonagall interrumpió. Se puso de pie, y miró desde arriba a Harry con una expresión rasgada entre la molestia y la preocupación. "¡No hay necesidad de pensar sobre cosas tan horribles, Sr. Potter!"

La expresión de Harry se retorció en amargura, al escuchar eso. "¡Sí tengo qué! Si no lo piensas, no sólo terminas herido tú, ¡terminas lastimando a otras personas!"

La Profesora McGonagall abrió su boca, luego la cerró. La bruja se sobó el puente de la nariz, viéndose pensativa. "Sr. Potter... si me ofreciera a escucharlo por un tiempo... ¿hay algo de lo que quisiera hablarme?"

"¿Sobre qué?"

"Sobre por qué está convencido de que siempre debe estar en guardia contra cosas terribles que le van a suceder a usted."

Harry se la quedo mirando intrigado. Ese era un axioma auto-evidente. "Bien..." Harry comenzó lentamente. Procuró organizar sus pensamientos. ¿Cómo podía explicarse a si mismo a una Profesora-bruja, cuando ella ni siquiera conocía lo básico? "Investigadores Muggle han descubierto que las personas siempre son demasiado optimistas, comparándolos con la realidad. Cuando dicen que algo tomará dos días y terminar por demorarse diez, o que les llevará dos meses y les lleva treinta y cinco años. Por ejemplo, en un experimento, le pidieron a estudiantes que dieran unos tiempos que fueron 50% seguro, 75% seguro, y 99% seguro de que completarían su trabajo escolar, y únicamente el 13%, 19%, y 45% de los estudiantes terminaron en aquellos tiempos. Y descubrieron que la razón era que cuando preguntaron, a un grupo le pidieron dar su mejor estimado si todo iba tan bien como fuera posible, y a otro grupo por un estimado de caso-promedio si todo iba como siempre, recibieron respuestas estadísticas indistinguibles. Vea, si le pregunta a alguien lo que espera en el caso normal, ellos visualizan lo que parece ser la linea de probabilidad máxima a cada paso del camino – todo yendo de acuerdo al plan, sin sorpresas. Mas actualmente, ya que más de la mitad de los estudiantes no terminaron para cuando estaban 99% seguros de que lo harían, la realidad usualmente entrega resultados un poco peores que el 'escenario del peor-caso'. Es llamado la falacia de la planeación, y la mejor forma de arreglarlo es preguntar que tanto te tomó hacer algo la última vez que lo intentaste. Eso se llama usar la perspectiva exterior en lugar de la perspectiva interior. Pero cuando estás haciendo algo nuevo y no puedes hacer lo anterior, sólo tienes que ser realmente, realmente, realmente pesimista. Tanto, tan pesimista que la realidad de hecho salga mejor de lo que esperabas en frecuencia y en cantidad. Es en verdad difícil ser tan pesimista que tengas una oportunidad decente de sobrepasar la vida real. Como que hago el gran esfuerzo de ser fatídico y me imagino que una de mis compañera es mordida, sin embargo lo que pasa en verdad es que los Mortífagos supervivientes atacan toda la escuela para atraparme. Mas algo más feliz a notar es que -"

"Deténgase," interrumpió la Profesora McGonagall.

Harry se detuvo. Había estado apunto de señalar que al menos sabían que el Señor Oscuro no atacaría, ya que estaba muerto.

"Creo que tal vez no me hice entender," la bruja aclaró, su precisa voz Escocesa sonado más cuidadosa que nunca. "¿Algo le pasó a usted personalmente que lo haya aterrado, Sr. Potter?"

"Lo que me haya pasado a mí es solamente evidencia anecdótica," Harry explicó. "No carga el mismo peso que un replicado, revisado por profesionales artículo periodístico sobre un estudio con asignaciones al azar, muchos temas, efectos de gran tamaño y fuerte significación estadística."

La Profesora McGonagall sujetó el puente de su nariz, inhaló, y exhaló. "De todos modos quisiera escucharlo," reiteró ella.

"Este..." dijo Harry. Tomó una profunda respiración. "Hubo algunos robos en nuestro vecindario, y mi madre me pidió traer una cacerola que ella le había prestado a un vecino a dos calles, y le dije que no quería porque me podrían robar, y ella replicó, 'Harry, ¡no digas cosas cómo esas!' Como si pensar sobre eso lo hiciera pasar, así que si no hablaba sobre eso, estaría a salvo. Intenté explicarle por qué no me sentía aliviado, y ella me hizo traer la cacerola de todos modos. Era demasiado joven como para saber que tan estadísticamente improbable era que un ladrón me escogiera como objetivo, pero era lo suficientemente mayor como para saber que no-pensar sobre algo no evitaba que sucediera, así que de verdad estaba muy asustado."

"¿Nada más?" La Profesora McGonagall preguntó tras una pausa, cuando fue evidente que había terminado. "¿No hay nada más que le haya pasado?"

"Sé que no suena como la gran cosa," Harry se defendió. "Sin embargo fue uno de esos momentos críticos de la vida, ¿lo ve? Quiero decir, sabía que no pensar sobre algo no evitaba que eso sucedierasabía eso, mas pude darme cuenta de que mamá sí lo pensaba realmente." Harry se detuvo, debatiéndose con la ira que estaba comenzado a elevarse una vez más cuando pensó sobre eso. "Ella no me escuchaba. Intenté contárselo, le supliqué no enviarme afuera, y ella se rió de aquello. Todo lo que argumenté, ella lo trató como alguna especie de gran chiste..." Harry forzó a la negra ira a hundirse de nuevo. "Ahí fue cuando entendí que todos los que se suponían debían protegerme estaban locos, y que no me escucharían sin importar cuanto se los pidiera, y que no podía confiar en ellos para conseguir que algo se hiciera correctamente." A veces las buenas intenciones no eran suficiente, a veces tenías que estar cuerdo...

Hubo un largo silencio.

Harry se tomó el tiempo para respirar profundamente y calmarse. No tenía sentido en enojarse. Todos los padres eran así, ningún adulto se rebajaría lo suficiente como para colocarse ellos mismos en el mismo nivel con un niño y escucharlo, sus padres genéticos no habrían sido diferentes. La cordura era una pequeña chispa en la noche, una rara excepción infinitesimal a la regla de la locura, así que no tenía sentido enojarse.

Harry no se gustaba a si mismo cuando estaba enojado.

"Gracias por compartir eso, Sr. Potter," retomó la Profesora McGonagall después de un rato. Hubo una abstracta mirada en su cara (casi exactamente la misma mirada que había aparecido en la propia cara de Harry cuando estaba experimentando con el monedero, si Harry se hubiera visto en un espejo lo habría notado). "Tendrá que meditar sobre esto." Se giró hacia la salida del pasaje, y alzó su varita -

"Este," Harry preguntó, "¿podemos ir y conseguir el kit de sanador ahora?"

La bruja se pausó, y se volvió a verlo firmemente. "Y si digo que no – que es demasiado costoso y que no lo necesita - ¿entonces qué?"

La cara de Harry se retorció en amargura. "Exactamente lo que usted está pensando, Profesora McGonagall. Exactamente lo que usted está pensando. He concluido que usted es otra adulta enloquecida con la que no puedo hablar, y comenzaré a planear cómo ponerle mis manos encima al kit de sanador de todos modos."

"Soy su guardián en este viaje," la Profesora McGonagall amenazó con una nota de peligro. "No permitiré que usted me diga que hacer."

"Entiendo," Harry masculló. Mantuvo el resentimiento por fuera de su voz, y no expresó ninguna de las otras cosas que se le vinieron a la mente. La Profesora McGonagall le pidió que pensara antes de hablar. Probablemente no lo recordaría mañana, pero al menos podía recordarlo por cinco minutos.

La varita de la bruja trazó un delgado circulo en su mano, y los ruidos del Callejón Diagon regresaron. "De acuerdo, jovencito," ella concluyó. "Vamos a conseguir el kit de sanador ahora."

A Harry se le cayó la quijada por la sorpresa. Luego se apresuró tras ella, casi tropezando en su repentina prisa.

...


La tienda estaba igual a como la habían dejado, reconocibles e irreconocibles objetos aún exhibiéndose sobre la madera inclinada, el resplandor gris aún protegiendo y la vendedora de regreso en su anterior posición. La vendedora los vio mientras se aproximaban, su cara mostrando sorpresa.

"Lo siento," ella dijo cuando estuvieron cerca, y Harry habló casi en el mismo momento, "Me disculpo por -"

Se interrumpieron y se vieron el uno al otro, y luego la vendedora se rió un poco. "No deseaba meterte en problemas con la Profesora McGonagall," ella explicó. Su voz descendió hasta ser conspiratoria. "Espero que ella no fuera demasiado horrible contigo."

"¡Della! " protestó la Profesora McGonagall, sonando escandalizada.

"Bolsa de oro," Harry se dirigió a su monedero, y volvió a mirar a la vendedora mientras contaba cinco Galeones. "No se preocupe, entiendo que ella es horrible conmigo solamente porque me ama."

Le contó los cinco Galeones a la vendedora mientras la Profesora McGonagall estaba farfullando algo sin importancia. "Un Conjunto de Sanación de Emergencia Plus, por favor."

Era medio desconcertante ver cómo la Boca Ampliada se tragó el temporalmente reducido kit médico. Harry no pudo dejar de preguntarse qué pasaría si él intentará introducirse en el monedero de piel de Moke, dado que sólo la persona que ponía algo adentro era la que podía extraerlo.

Cuando el monedero terminó... de comer... su tan-dura-ganada compra, Harry juró que escuchó un pequeño eructo al final. Eso tuvo que haber sido hechizado a propósito. La hipótesis alternativa era demasiado horripilante para contemplarla... de hecho Harry ni siquiera podía pensar en otras hipótesis alternativas. Harry volvió a mirar a la Profesora, cuando empezaron a recorrer una vez más el Callejón Diagon. "¿Adónde vamos ahora?"

La Profesora McGonagall señaló hacia una tienda que se veía como si estuviera hecha de carne en lugar de ladrillos y cubierta con pelo en lugar de pintura. "Se permiten pequeñas mascotas en Hogwarts – podrías conseguir un búho para enviar cartas, por ejemplo -"

"¿Puedo pagar un Knut y rentar un búho cuando necesite enviar un correo?"

"Sí," respondió la Profesora McGonagall.

"Entonces creo enfáticamente que no."

La Profesora McGonagall asintió, cuando pensó en dilucidar la cuestión. "¿Puedo preguntar por qué no?"

"Tuve una roca mascota una vez. Murió."

"¿No cree que pueda cuidar de una mascota?"

"Podría," Harry contestó, "pero terminaría obsesionándome todo el día sobre si recordé alimentarla ese día o si está muriendo de hambre lentamente en su jaula, preguntándose dónde está su maestro y por qué no había nada de comida."

"Ese pobre búho," la bruja anciana habló con una suave voz. "Abandonado así. Quién sabe que haría."

"Bien, yo esperaría que tuviera tanta hambre que comenzara a intentar desgarrar su salida de la jaula o caja o lo que fuera, aunque probablemente no tendría tanta suerte -" Harry se detuvo poco después.

La bruja siguió, aún con la suave voz. "¿Y que pasaría a continuación?"

"Discúlpeme," Harry dijo, y se apresuró para tomar a la Profesora McGonagall por la mano, gentil pero firmemente, y la desvió hacia otro pasadizo; tras evadir tantos bueno-deseadores el proceso casi se había vuelto imperceptiblemente rutinario. "Por favor conjure el hechizo silenciador."

"Quietus."

La voz de Harry estaba temblando. "Ese búho no me representa, mis padres nunca me encerraron en una alacena y me dejaron morir de hambre, ¡Yo no sufro de temores de abandono y no me gusta su cadena de pensamientos, Profesora McGonagall!"

La bruja lo vio desde arriba con gravedad. "¿Y qué pensamientos serían aquellos, Sr. Potter?"

"Usted cree que yo fui," Harry tenía problemas para pronunciarlo, "¿que yo fui abusado?"

"¿Lo fue?"

"¡No! " Harry gritó. "No, ¡Nunca lo fui! ¿Cree que soy estúpido? Conozco el concepto de abuso infantil, ¡sé sobre contacto inapropiado y todo lo relacionado y que si algo así me pasara llamaría a la policía! ¡Y reportarlo al director de grupo! ¡Y buscar a los servicios sociales en la guía telefónica! ¡Y contárselo al Abuelo y a la Abuela y a la Señora Figg! Sin embargo mis padres nunca hicieron algo así, ¡nunca jamás jamás! ¡Cómo se atreve a sugerir tal cosa!"

La bruja anciana lo observó con penetrante firmeza. "Es mi deber como Directora Adjunta investigar posibles señales de abuso en niños bajo mi cuidado."

La ira de Harry estaba saliendo de control y creciendo como una espiral de pura, negra furia. "Jamás se atreva a hablar de esto, ¡de estas insinuaciones a nadie más! A nadie, ¿me escuchó, McGonagall? ¡Una acusación como esta puede arruinar a las personas y destruir familias incluso cuando los padres son completamente inocentes! ¡He leído casos así en los periódicos!" La voz de Harry estaba llegando a un grito agudo. "El sistema no sabe cómo parar, ¡no le creen a los padres a los niños cuando afirman que nada pasó¡No se atreva a amenazar a mi familia con esto! ¡No la dejaré destruir mi hogar!"

"Harry," la bruja anciana lo llamó suavemente, y ella extendió una mano hacia él -

Harry dio un rápido paso hacía atrás, y su mano golpeó y tumbó la de ella.

McGonagall se congeló, luego recogió su mano, y retrocedió un paso. "Harry, está bien," ella habló. "Te creo."

"¿En serio?," Harry siseó. La furia aún rugiendo a través de su sangre. "¿O está esperando alejarse de mí para que pueda llenar los papeles?"

"Harry, vi tu casa. Te vi con tus padres. Ellos te aman. Tú los amas. Te creo cuando dices que tus padres no están abusando de ti. Mas tuve que preguntar, porque algo extraño ocurre aquí."

Harry se la quedo mirando fríamente. "¿Cómo qué?"

"Harry, He visto muchos niños abusados en Hogwarts, te partiría el corazón saber cuántos. Y, cuando eres feliz, no te comportas como uno de aquellos niños, para nada. Le sonríes a los desconocidos, abrazas a la gente, puse mi mano sobre tu hombro y no temblaste. Sin embargo a veces, sólo a veces, dices o haces algo que es muy similar a eso... a alguien que pasó sus primeros once años encerrado en una celda. No la amorosa familia que yo vi." La Profesora McGonagall alargó su cabeza, su expresión creciendo en confusión de nuevo.

Harry lo recibió, lo procesó. La negra ira comenzó a drenarse, como si llegara hasta él el hecho de ser escuchado respetuosamente, y que su familia no estaba en peligro.

"¿Y cómo explica sus observaciones, Profesora McGonagall?"

"No lo sé," ella admitió. "Pero es posible que algo le haya pasado que usted no recuerda."

La furia se levantó de nuevo dentro de Harry. Eso sonaba demasiado parecido a lo que leyó en los periódicos en las historias de familias destrozadas. "¡La memoria suprimida en una basura seudocientífica! Las personas no reprimen sus memorias postraumáticas, ¡las recuerdan demasiado bien por el resto de sus vidas!"

"No, Sr. Potter. Hay un Encantamiento conocido como Desmemorizante."

Harry se petrificó donde estaba. "¿Un hechizo que borra las memorias?"

La bruja anciana asintió. "Mas no todos los efectos de la experiencia, si ve lo que estoy diciendo, Sr. Potter."

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Harry. Esa hipótesis... no podía ser fácilmente refutada. "¡Sin embargo mis padres no pudieron hacer eso!"

"Por supuesto que no," concordó la Profesora McGonagall. "Tendría que haber sido alguien del mundo mágico. No hay... no hay forma de estar seguros, me temo."

Las habilidades racionalistas de Harry comenzaron a andar otra vez. "Profesora McGonagall, ¿qué tan convencida está usted de sus observaciones, y qué explicaciones alternativas podrían existir?"

La bruja abrió sus manos, como una forma de mostrar su desolación. "¿Convencida? No estoy convencida de nada, Sr. Potter. En toda mi vida nunca conocí a alguien como usted. En ocasiones usted no parece de once años o incluso un verdadero ser humano."

Las cejas de Harry llegaron hasta el cielo -

"¡Lo siento!" la Profesora McGonagall rectificó rápidamente. "Lo siento mucho, Sr. Potter. Estaba intentando señalar un punto y me temo que sonó diferente de lo que tenía en mente -"

"Al contrario, Profesora McGonagall," Harry la contradijo, y lentamente sonrió. "Lo tomo como un muy buen cumplido. ¿Pero le importaría si le ofrezco una explicación alternativa?"

"Por favor proceda."

"No se supone que los niños sean más inteligentes que sus padres," Harry explicó. "O demasiado cuerdos, tal vez – mi padre probablemente podría superarme en inteligencia si él, ya sabe, lo intentara de verdad, y no usando su inteligencia de adulto principalmente para que se le ocurran razones para no cambiar de opinión -" Harry paró. "Soy demasiado listo, Profesora. No tengo nada de que hablar con niños normales. Los adultos no me respetan lo suficiente para hablar realmente conmigo. Y francamente, incluso si lo hicieran, no sonarían tan inteligentes como Richard Feynman, así que mejor podría leer un libro escrito por Richard Feynman. Estoy solo, Profesora McGonagall. He estado solo toda mi vida. Tal vez eso tenga los mismos efectos de estar encerrado en una celda. Soy demasiado inteligente para ver a mis padres del modo que otros niños ven a los suyos. Mis padres me aman, pero ellos no se sienten obligados a responder a la razón, y a veces yo siento como si ellos fueran los niños – niños que no escuchan y tiene absoluta autoridad sobre toda mi existencia. Procuro no amargarme al respecto, mas también procuro ser honesto conmigo mismo, por lo cual, sí, estoy amargado. Y también tengo un problema con el manejo de la ira, sin embargo estoy trabajando en ello. Eso es todo."

"¿Eso es todo? "

Harry asintió firmemente. "Eso es todo. Seguramente, Profesora McGonagall, incluso en la Bretaña mágica, ¿la explicación normal siempre es merecedora de consideración? "

...


Más tarde ese día, el sol descendió bajo el cielo de verano y los tenderos comenzaron a desaparecer de las calles. Algunas tiendas ya habían cerrado; Harry y la Profesora McGonagall habían comprado sus libros de texto en Flourish y Blotts justo antes de que cerraran. Con nada más que una ligera explosión cuando Harry hizo una búsqueda veloz para la palabra "Aritmancia" y descubrió que los libros de textos de séptimo año no involucraban nada más avanzado matemáticamente que la trigonometría.

En ese momento, sin embargo, sueños de investigaciones fructuosas a corto plazo estaban lejos de la mente de Harry.

En ese momento, los dos estaban saliendo de la tienda de Ollivander, y Harry estaba contemplando su varita. La agitó, y produjo chispas multicolores, lo que realmente no debería haber sido una sorpresa tras todo lo que había visto, pero lo era de algún modo -

Puedo hacer magia.

Yo. Como en, yo personalmente. Soy mágico; soy un mago.

Había sentido la magia fluyendo por su mano, y en ese instante, se dio cuenta de que siempre había tenido ese sentido, que lo había poseído toda su vida, el sentido que no era ver u oír u oler o saborear o tocar si no magia. Como tener ojos mas mantenerlos siempre cerrados, así que ni siquiera te dabas cuenta de que estabas viendo en la oscuridad; y de repente un día los ojos se abrían, y veían el mundo. La sorpresa había pasado a través de él, tocando piezas de si mismo, para despertarlas, y había desaparecido en segundos; dejando únicamente el conocimiento certero de que ahora era un mago, y que siempre lo había sido, de algún modo extraño, siempre lo supo.

Y -

"Y realmente es muy curioso que estuvieras destinado a esa varita, cuando fue su hermana la que te hizo esa cicatriz."

No podía ser posiblemente una coincidencia. Había miles de varitas en esa tienda. Bueno, de acuerdo, sí podía ser una coincidencia, había seis billones de personas en el mundo y coincidencias de mil a una pasaban cada día. Sin embargo el Teorema de Bayes afirmaba que cualquier hipótesis razonable que lo hacia por más de mil a una de acabar justamente con la varita hermana del Señor Oscuro, probablemente iba a ser una ventaja.

La Profesora McGonagall simplemente mencionó que peculiar y lo dejó así, lo que puso a Harry en un estado de sobresalto a la comprobada, sobrecogedora falta de curiosidad de magos y brujas. En ningún mundo imaginable Harry sólo hubiera dicho "Mmm" y salido de la tienda sin tan siquiera intentar pensar en una hipótesis para lo que estaba sucediendo.

Su mano izquierda se levantó y tocó su cicatriz.

Qué... exactamente...

"Eres todo un mago ahora" señaló la Profesora McGonagall. "Felicitaciones."

Harry asintió.

"¿Y qué piensa del mundo mágico?" inquirió ella.

"Es raro," Harry respondió. "Debería estar pensando sobre todo lo que he visto de la magia... todo lo que sé ahora que es posible, y todo lo que ahora sé es una mentira, y todo el trabajo que tengo ante mí para entenderlo. Y aún así me encuentro distraído por cuestiones relativamente triviales como," Harry bajo su voz, "todo el asunto de El-Niño-Que-Vivió." Aparentemente no había nadie cerca, pero no había razón para tentar a la suerte.

La Profesor McGonagall hizo mmmmm. "¿En verdad? No me diga."

Harry asintió. "Sí. Es simplemente... curioso. Descubrir que eres parte de esta gran historia, la misión para derrotar al gran y terrible Señor Oscuro, y que ya fue realizada. Terminada. Completamente superada. Como si fueras Frodo Bolsón y te enteraras de que tus padres te llevaron a la Montaña del Destino y te hicieron tirar el Anillo cuando apenas tenías un año y ni siquiera lo recuerdas."

La sonrisa de la Profesora McGonagall se había vuelto un poco forzada.

"Sabe, si yo fuera alguien más, alguien por completo diferente, probablemente estaría muy preocupado sobre vivir con esto. Cielos, Harry, ¿qué has hecho desde que derrotaste al Señor Oscuro? ¿Tienes tu propia librería? ¡Genial! Dime, ¿sabías que le puse el nombre a mi hijo por ti? Mas tengo esperanzas de que esto probara no ser un problema." Harry suspiró. "Aún así... casi es suficiente para hacerme desear que hubiera algunos cabos sueltos de la misión, para poder contar que en verdad, ya sabe, participe en algo."

"¿Oh?" dudó la Profesora McGonagall en un tono raro. "¿Qué tiene usted en mente?"

"Bien, por ejemplo, mencionó que mis padres fueron traicionados. ¿Quién los traicionó?"

"Sirius Black," la bruja contestó, casi escupiendo el nombre. "Está en Azkaban. Prisión mágica."

"¿Qué tan probable es que Sirius Black escape de prisión y yo tenga que perseguirlo y derrotarlo en alguna clase de duelo espectacular, o mejor aún poner una enorme recompensa sobre su cabeza y esconderme en Australia mientras espero los resultados?"

La Profesora McGonagall parpadeó. Dos veces. "No es probable. Nadie ha escapado jamás de Azkaban, y dudo que él sea el primero."

Harry era un poco escéptico de esa "nadie ha escapado jamas de Azkaban" linea. Sin embargo, quizá con magia podrías en verdad acercarte a la 100% prisión perfecta, especialmente si tú tienes una varita y ellos no. La mejor manera de salir sería no ir allí en primer lugar.

"Que así sea," Harry aceptó. "Suena cómo que todo ha sido afortunadamente resuelto." suspiró, aplastando la palma de su mano sobre su cabeza. "O quizá el Señor Oscuro no murió realmente esa noche. No completamente. Su espíritu persiste, susurrándole a las personas en pesadillas que sangran hacia el mundo despierto, buscando un modo de regresar a las tierras de los vivos que él juró destruir, y ahora, de acuerdo con la antigua profecía, él y yo estamos destinados a tener un duelo a muerte donde el ganador deberá perder y el perdedor deberá ganar -"

La cabeza de la Profesora McGonagall se giró, y sus ojos dispararon dardos en todas direcciones, como esperando encontrar gente escuchándolos en la calle.

"Estoy bromeando, Profesora," Harry aclaró con molestia. Cielos, por qué siempre se toma todo tan seriamente -

Una lenta sensación de hundimiento comenzó a descender en el fondo del estómago de Harry.

La Profesora McGonagall miró a Harry con una expresión calmada. Una muy, muy calmada expresión. Luego una sonrisa fue puesta encima. "Ya lo sabía, Sr. Potter."

Oh maldición.

Si Harry hubiera necesitado formalizar la inferencia sin palabras que acababa de alumbrar dentro de su mente, habría sido algo como, 'Si estimo la probabilidad de la Profesora McGonagall haciendo lo que acabo de ver como el resultado de controlarse cuidadosamente a sí misma, contra la probabilidad distributiva para todas las cosas que ella haría naturalmente si yo hiciera un mal chiste, por ende este comportamiento es evidencia significativa de que ella está ocultando algo.'

Sin embargo el único pensamiento de Harry fue, oh maldición.

Harry volteó su propia cabeza para escanear la calle. No, nadie cerca. "Él no está muerto, ¿cierto?," Harry suspiró.

"Sr. Potter -"

"El Señor Oscuro está vivo. Por supuesto que está vivo. Fue un acto de puro optimismo de mi parte tan siguiera haberlo soñadoDebo haber perdido mis sentidos, ni siquiera puedo imaginar qué estaba pensando. Sólo porque alguien afirmó que su cuerpo fue encontrado quemado hasta ser un chicharrón, no puedo imaginar por qué pensaría que estaba muerto. Claramente tengo mucho por aprender sobre el arte del apropiado pesimismo."

"Sr. Potter -"

"Al menos dígame que no existe ninguna profecía..." La Profesora McGonagall aún le estaba dando esa brillante, forzada sonrisa. "Oh, usted tiene que estar bromeando."

"Sr. Potter, no debería ir por ahí inventando cosas para preocuparse -"

"¿De verdad va venir a decirme eso? Imagine mi reacción después, cuando sepa que sí había algo para preocuparme después de todo."

Su sonrisa forzada se derrumbó.

Los hombros de Harry se encogieron. “Tengo todo un mundo de magia para analizar. No tengo tiempo para esto."

Entonces ambos se callaron, cuando un hombre en una resplandeciente túnica naranja apareció en la calle y paso despacio a su lado; los ojos de la Profesora McGonagall lo siguieron, sin obstrucción. La boca de Harry estaba moviéndose pues él mordía con fuerza su labio, y alguien mirándolo con atención había notado una diminuta mancha de sangre aparecer.

Cuando el hombre de túnica naranja se había perdido en la distancia, Harry habló de nuevo, en un bajo murmullo. "¿Me va a decir la verdad ahora, Profesora McGonagall? Y no se moleste en intentar que lo deje pasar, no soy estúpido."

"¡Usted apenas tiene once años, Sr. Potter!" ella susurró con dureza.

"Y por lo tanto infrahumano. Lo siento... por un momento, lo olvide."

"¡Se trata de espantosas e importantes cuestiones! ¡Son secretas, Sr. Potter! ¡Es una catástrofe que usted, todavía un niño, sepa incluso apenas esto! No debe contárselo a nadie, ¿lo entiende? ¡Absolutamente a nadie!"

Como pasaba a veces que Harry se ponía lo suficientemente enojado, su sangre se enfriaba, en vez de calentarse, y una terrible claridad descendía sobre su mente, marcando posibles tácticas y evaluando las consecuencias con realismo de hierro.

Señala que tienes derecho a saber: Fracaso. Niños de once años no tienen derecho a saber nada, ante los ojos de McGonagall.

Dile que ya no serán amigos: Fracaso. Ella no valora tu amistad lo suficiente.

Señala que correrás peligro por no saber: Fracaso. Ya se han hecho planes basados en tu ignorancia. La cierta inconveniencia de repensarlos parecerá por lejos más intolerable que el prospecto de la no certeza de que tú vengas a desbaratarlos.

Justicia y razón ambos fallarán. Debes encontrar ya sea algo que tengas y ella quiera, o encontrar algo que puedas hacer y ella tema...

Ah.

"Muy bien, Profesora," Harry dijo en un bajo, helado tono, "Suena como que yo tengo algo que usted quiere. Puede, si quiere, revelarme la verdad, toda la verdad, y a cambio guardaré sus secretos. O puede intentar mantenerme ignorante para que pueda usarme como peón, en cuyo caso yo no le debo nada a usted."

McGonagall se detuvo a la mitad de la calle. Sus ojos destellaron y su voz descendió hasta un total chillido. "¡Cómo se atreve!"

"¡Cómo se atreve usted! " le susurró él en respuesta.

"¿Me chantajearía?"

Los labios de Harry se torcieron. "Le estoy ofreciendo un favor. Le estoy dando una oportunidad de proteger sus preciosos secretos. Si se rehúsa tendré todo motivo natural para indagar en cualquier parte, no para perjudicarla, ¡sino porque necesito saber! Supere su inútil ira con un niño quien usted piensa debería obedecerlo, ¡y se dará cuenta de que cualquier adulto en su sano juicio haría lo mismo! ¡Véalo desde mí perspectiva! ¿Cómo se sentiría si fuera USTED?"

Harry observó a McGonagall, observó su agitada respiración. Se le ocurrió que era tiempo de aflojar la presión, dejarla calmar por un tiempo. "No tiene que decidirse ahora mismo," Harry sugirió en un tono normal. "Entiendo si quiere tiempo para considerar mi oferta... pero le advierto una cosa," Harry amenazó, su voz más y más fría. "No intente ese hechizo Desmemorizante conmigo. Un tiempo atrás inventé una señal, y ya me he enviado esa señal a mi mismo. Si encuentro esa señal y no recuerdo haberla enviado..." Harry dejo que su voz se perdiera significativamente.

La cara de McGonagall se contorsionaba al reemplazar sus expresiones. "Yo... no estaba pensando en borrarle la memoria, Sr. Potter... pero por qué inventó tal señal si usted no sabía sobre el -"

"Lo pensé tras leer un libro de ciencia ficción Muggle, y me dije, bien, por si las dudas... Y no, no le voy a informar cuál es la señal, no soy tonto."

"No tenía pensado preguntar," McGonagall pronunció. Parecía encerrarse dentro de si, y repentinamente se vio muy vieja, y muy cansada. "Este ha sido un día agotador, Sr. Potter. ¿Podemos comprar su baúl, y enviarlo a casa? Confiaré en que no hablará sobre este asunto hasta que tenga tiempo de pensarlo. Tenga en cuenta que únicamente hay otras dos personas en todo el mundo que saben sobre este asunto, y son el Director Albus Dumbledore y el Profesor Severus Snape."

Así era. Nueva información; era una oferta de paz. Harry movió la cabeza de arriba a abajo en aceptación, y se giró para mirar hacia adelante, y empezó a caminar otra vez, también su sangre lentamente comenzó a calentar una vez más.

"Y ahora tengo que encontrar un modo de asesinar a un Mago Oscuro inmortal," Harry se quejó, y suspiró en frustración. "Realmente hubiera deseado que me informara antes de que iniciara las compras."

...

La tienda de baúles estaba más ricamente adornada que cualquier otra tienda que Harry hubiera visitado; las cortinas eran deliciosas y delicadamente bordadas, el piso y las paredes de madera teñida y pulida, y los baúles ocupaban lugares de honor sobre plataformas de pulido marfil. El vendedor estaba vestido con una túnica de finura sólo por debajo de la de Lucius Malfoy, y habló con exquisita, aceitada educación tanto a Harry como a la Profesora McGonagall.

Harry había hecho sus preguntas, y gravitaba alrededor de un baúl que se veía de gruesa madera, no pulido sino suave y sólido, grabado con el patrón de un dragón guardián cuyos ojos se desplazaban para ver a cualquiera que se acercara. Un baúl encantado para ser ligero, para empequeñecer a una orden, para crecer pequeñas garras de tentáculos desde su parte baja y arrastrarse detrás su dueño. Un baúl con dos agarraderas en cada uno de sus cuatro lados que se deslizaban para revelar compartimientos tan profundos como todo el baúl. Una tapa con cuatro cerraduras y cada una revelaría un espacio diferente adentro. Y – esta era la parte importante – una manija sobre el fondo que jalaba su propia estructura conteniendo una escalera que bajaba hasta un pequeño, iluminado cuarto que guardaría, Harry estimó, alrededor de unas doce librerías.

Si hicieran equipajes como este, Harry no sabía por qué alguien se molestaría en poseer una casa.

Ciento ocho Galeones de oro. Ere era el precio de un buen baúl, un poco usado. Alrededor de cincuenta libras el Galeón, eso era suficiente para comprar un automóvil usado. Sería más costoso que todo lo demás que Harry había comprado en su vida sumado junto.

Noventa y siete Galeones Eso era lo que quedaba en la bolsa de oro que a Harry se le había permitido tomar de Gringotts.

La Profesora McGonagall tenía un mirada de mortificación sobre su cara. Tras un largo día de compras ella no había necesitado preguntarle a Harry cuánto oro quedaba en su bolsa, cuando el vendedor leyó el precio, lo que quería decir que la Profesora podía hacer buena aritmética mental sin papel y lápiz. Una vez más, Harry se recordó a si mismo que científicamente iliterato no era para nada lo mismo que estúpido.

"Lo siento, jovencito," se disculpó la Profesora McGonagall. "Esto es enteramente mi culpa. Le ofrecería llevarlo a Gringotts, sin embargo el banco estará cerrado ahora excepto para servicios de emergencias."

Harry la miró, preguntándose...

"Bien," suspiró la Profesora McGonagall, al tiempo que giraba sobre un tobillo, "podríamos ir de todos modos, supongo."

...ella no lo había perdido por completo cuando un niño se atrevió. No había estado feliz, mas había pensado y no explotado en furia. Podía ser porque había un inmortal Señor Oscuro para luchar – que ella necesitaba de la buena voluntad de Harry. Pero la mayoría de los adultos no habrían sido capaces de pensar en ese instante; no considerarían futuras consecuencias del todo, si alguien de una posición inferior se hubiera rehusado a obedecerlos...

"¿Profesora?" Harry cuestionó.

La bruja se volteó y lo miró.

Harry respiró profundamente. Necesitaba estar un poquito molesto para lo que quería intentar ahora, no tendría el coraje para hacerlo de otro modo. Ella no me escucharía, pensó dentro de si, yo hubiera tomado más oro sin embargo ella no me quiso escuchar... Concentrando su mundo entero en McGonagall y la necesidad de doblar la conversación a su voluntad, él hablo.

"Profesora, usted pensó que cien Galeones sería más que suficiente para un baúl. Por eso es que no se molesto en advertirme antes de que llegara a noventa y siete. Que es justamente la clase de evento que los estudios de investigación muestran – eso es lo que pasa cuando las personas piensan que están dejando un pequeño margen de error. No son lo suficientemente pesimistas. Si hubiera sido por mí, habría tomado doscientos Galeones para estar seguro. Había mucho dinero en esa bóveda, y yo pude regresar lo que sobrara después. Mas pensé que no me dejaría hacerlo. Me imaginé que se enojaría conmigo tan sólo por sugerirlo. ¿Estaba equivocado?"

"Supongo que debo confesar que está en lo correcto," admitió la Profesora McGonagall. "Pero, jovencito -"

"Por este tipo de situaciones es que tengo problemas para confiar en los adultos." De algún modo la voz de Harry se mantuvo. "Porque se enojan si tan siquiera intentas razonar con ellos. Para ellos es un desafió e insolencia y un reto a su estatuto tribal superior. Si intentas hablar con ellos se enojan. Si yo hubiera tenido algo realmente importante para hacer, no sería capaz de confiar en usted. Incluso si escuchara con gran preocupación a cualquier cosa que dijera – porque eso también es parte del rol de alguien jugando a un adulto que se preocupa – usted nunca cambia sus acciones, usted no se comportaría diferente, sin importar lo que yo diga."

El vendedor los estaba mirando a ambos con una nada oculta fascinación.

"Puedo entender su punto de vista," la Profesora McGonagall replicó eventualmente. "Si a veces parezco demasiado estricta, por favor recuerde que he servido como la Jefa de la Casa de Gryffindor por lo que se siente han sido difíciles miles de años."

Harry asintió y continuó. "Por lo que – suponga que tengo una forma de conseguir más Galeones de mi baúl sin que nosotros tengamos que regresar a Gringotts, pero implica que he violado el rol del niño obediente. ¿Sería capaz de confiarle eso a usted, incluso aunque tenga que salirse de su propio rol como la Profesora McGonagall para poder aprovecharlo?"

"¿Qué? " soltó la Profesora McGonagall.

"Para ponerlo de otro modo, si yo pudiera hacer que el día de hoy fuera diferente, para que no cogiéramos muy poco dinero con nosotros, ¿sería correcto aunque involucrara a un niño siendo insolente hacia un adulto en retrospectiva?"

"Yo... supongo..." la bruja respondió, viéndose muy confundida.

Harry sacó el monedero de Piel de Moke, y pronunció, "Once Galeones originalmente de la bóveda de mi familia."

Y hubo oro en la mano de Harry.

Por un momento la boca de la Profesora McGonagall permaneció abierta, luego su mandíbula subió bruscamente para cerrarla y sus ojos se estrecharon y la bruja murmuró, "Dónde consiguió eso -"

"De mi bóveda familiar, como dije."

"¿Cómo? "

"Magia."

"¡Difícilmente eso es una respuesta!" estalló la Profesora McGonagall, y luego se detuvo, parpadeando.

"No, no lo es, ¿o si? Debería argumentar que es porque experimentalmente descubrí los verdaderos secretos de cómo funciona el monedero y que puedo retirar objetos de cualquier lugar, no sólo de adentro, si pronuncias el pedido correctamente. Mas en realidad fue de cuando me caí dentro de la pila de oro y deslicé algunos Galeones dentro de mi bolsillo. Cualquiera que entienda el pesimismo sabe que el dinero es algo que necesitas rápidamente y sin previo aviso. ¿Está enojada conmigo por desafiar su autoridad? ¿O contenta de que hayamos triunfado en nuestra importante misión?"

Los ojos del vendedor estaban abiertos como platillos.

Y la bruja alta se quedo de pie, en silencio.

"La disciplina en Hogwarts debe ser reforzada," ella concluyó casi tras un minuto completo. "Por el bienestar de todos los estudiantes. Y eso debe incluir cortesía y obediencia de su parte hacia todos los profesores."

"Entiendo, Profesora McGonagall."

"Bien. Ahora compremos ese baúl y vayámonos a casa."

Harry sintió como si fuera a vomitar, o a celebrar, o a desmayarse, o algo. Era la primera vez que su cuidadoso razonamiento funcionaba en alguien. Tal vez porque también era la primera vez que él tenía algo en verdad grave que un adulto necesitaba, aún así -

Minerva McGonagall, +1 punto.

Harry se arrodilló, y puso la bolsa de oro y los once Galeones dentro de las manos de McGonagall.

"Muchas gracias, Profesora. ¿Puede terminar la compra por mi? Tengo que visitar el lavabo."

El vendedor, untuoso una vez más, señaló hacía una puerta en la pared con un manubrio dorado. Cuando Harry comenzó a alejarse, escuchó al vendedor preguntar en su aceitada voz, "¿puedo inquirir quién era ese, Señora McGonagall? Tomo por descontado que es de Slytherin – ¿tercer año, quizá? - y de una prominente familia, pero no lo reconocí -"

El portazo del lavabo cortó sus palabras, y después de que Harry había identificado el pestillo y lo puso en su lugar, agarró la toalla mágica auto-limpiadora y, con manos temblorosas, limpió la humedad de su frente. El cuerpo entero de Harry estaba empapado en sudor que se había secado en sus ropas Muggle, aunque al menos no se mostraba a través de la túnica.


...


El sol estaba ocultándose y era en efecto tarde, para cuando pisaron otra vez el patio del Caldero Chorreante, las silenciosas hojas polvorosas se interponían entre el Callejón Diagon de la Bretaña mágica y todo el mundo Muggle. (Era una economía terriblemente disociada...) Harry iba a ir a una cabina telefónica y llamar a su padre, en cuanto estuviera del otro lado. No necesitaba preocuparse porque su equipaje fuera robado, aparentemente. Su baúl tenía el estatuto de un gran objeto mágico, algo que la mayoría de los Muggles no notarían; eso era una parte de lo que podías obtener en el mundo mágico, si estabas dispuesto a pagar el precio de un automóvil de segunda.

"Aquí separamos nuestros caminos, por un tiempo," expresó la Profesora McGonagall. Sacudió su cabeza con inquietud. "Este ha sido el día más extraño de mi vida al menos desde... hace muchos años. Desde el día en que me enteré de que un niño había derrotado a Quien-Tú-Sabes. Me pregunto, mirando hacia atrás, si ese fue el último día razonable del mundo."

Oh, como si ella tuviera algo sobre qué quejarse. ¿Cree que su día fue surrealista? Intente el mío.

"Quedé muy impresionado con usted el día de hoy," Harry le confió. "Tenía que felicitarla en voz alta. Incluso estaba otorgándole puntos en mi cabeza."

"Gracias, Sr. Potter," replicó la Profesora McGonagall. "Si ya estuviera Seleccionado en alguna Casa le habría restado tantos puntos que sus nietos seguirían perdiendo la Copa de las Casas."

"Gracias, Profesora." Probablemente era muy temprano para llamarla Minnie.

Esta mujer muy bien podía ser la adulta más cuerda que Harry había conocido, a pesar de su falta de trasfondo científico. Harry incluso estaba considerando ofrecerle la posición número dos en cual fuera el grupo que formara para luchar contra el Señor Oscuro, sin embargo no era tan tonto cómo para decir eso en voz alta. ¿Cuál sería un buen nombre para...? ¿Los Mata Mortífagos?

"Lo veré pronto, cuando comiencen las clases," prometió la Profesora McGonagall. "Y, Sr. Potter, sobre su varita -"

"Sé lo que va a pedir," Harry la interrumpió. Sacó su preciosa varita y, con una profunda punzada de dolor interior, le dio la vuelta en su mano, presentándola por la empuñadura. "Tómela. No planeaba hacer nada, ni una sola cosa, sin embargo no quiero que tenga pesadillas conmigo explotando mi casa."

La Profesora McGonagall agitó su cabeza rápidamente. "¡Oh no, Sr. Potter! Eso no se hace. Únicamente quiero advertirlo para que no use su varita en casa, ya que el Ministerio puede detectar si los menores de edad hacen magia y es prohibido hacerlo sin supervisión."

"Ah," Harry exclamó. "Eso suena como una regla muy sensata. Estoy contento de ver que el mundo mágico toma esa clase de situaciones seriamente."

La Profesora McGonagall se lo quedó viendo atentamente. "Lo dice en serio."

"Sí," Harry afirmó. "Lo entiendo. La magia es peligrosa y las reglas existen por buenas razones. Ciertamente otras cuestiones también son peligrosas. También entiendo eso. Recuerde que no soy estúpido."

"Es poco probable que alguna vez lo vaya a olvidar. Gracias, Harry, eso me hace sentir mejor sobre confiarte con ya sabes qué. Adiós por ahora."

Harry se volteo para ir, dentro del Caldero Chorreante y afuera hacia el mundo Muggle.

Cuando su mano tocaba la manija de la puerta trasera, escuchó un último suspiro detrás de él.

"Hermione Granger."

"¿Qué?" Harry dijo, su mano aún en la puerta.

"Busque a una niña de primer año llamada Hermione Granger cuando esté en el tren a Hogwarts."

"¿Quién es ella?"

No hubo respuesta, y cuando Harry se volteó a mirar, la Profesora McGonagall se había ido.


...


Extra:


El Director Albus Dumbledore se apoyó hacia adelante en su escritorio. Sus centelleantes ojos se asomaron hacia Minerva. "Así que, querida, ¿cómo te pareció Harry?"


Minerva abrió su boca. Entonces la cerró de nuevo. Luego la volvió a cerrar. Ninguna palabra salió.


"Ya veo," Albus concluyó gravemente. "Gracias por tu reporte, Minerva. Puedes irte."


...

Fin del Capítulo 6

Fanfic escrito por Less Wrong / Eliezer Yudkowsky


Traducido al español por Rhaidot




Capítulo 5                       Capítulo 7



2 comentarios:

Unknown dijo...

Adoré el momente en que Harry le responde "Magia" a Minerva; me recuerda tanto a como los padres nunca dicen cosas con fundamentos y solo dicen "Porque si", y cuando uno les hace lo mismo se enojan.

Resulta increiblemente satisfactorio (y divertido) ver a alguien triunfar en ese juego de poder.

Anónimo dijo...

Sii, opino lo mismo. Me agradó mucho aquella parte. Jeje.