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Mi primera consola fue un Famicom, la versión asiática del Nintendo Entertainment System (NES) de ocho bits. Venía con 32 juegos incorporados que podían utilizarse sin necesidad de cartucho. Entre ellos recuerdo con añoranza a Bomberman, Super Mario Bros, Dig Dug, Excitebike, Formation Z y Circus Charlie. Había un juego cuyo nombre no recuerdo y que debía traducirse a algo similar como pelea callejera, pero no se trataba del Street Fighter que todos conocemos y amamos; este juego trataba de dos tipos que partían lentamente desde los extremos opuestos del frente de una casa para liarse a puños en el centro de la pantalla, nada más se podían golpear en el estómago o en la cara y el objetivo era empujar a tu oponente por tres calles hasta tirarlo por el hueco de una alcantarilla destapada. Debo confesar que odiaba ese juego.
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Todo el mundo me vencía: mis primos, mis vecinos e incluso mis padres, una y otra vez. Lo que se ha vuelto irónico con los años porque ahora soy tan bueno con los videojuegos de pelea que ya nadie quiere jugar conmigo. O a lo mejor ese trauma de la niñez fue un catalizador para llegar a ser así de grandioso :D
En un principio desear una consola fue un acto de infantil envidia, estaba celoso de un primo que tenía un Nintendo. Mas sólo fue cuestión de tiempo para que mi amor y mi habilidad crecieran hasta el infinito.
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Prefiero los juegos en que no hay que pensar mucho, no tiene que pasar mucho tiempo para que empiece a divertirme. Aunque esto no impide que algunos de mis juegos favoritos sean los de RPG y de estrategia. Claro,| siempre y cuando cumplan su premisa.
Gracias a este entretenimiento desbordado me interesé por aprender inglés, para averiguar por qué razón estaba matando todo lo que se moviera en la pantalla. Creo que me diferencio de otros jugadores porque combiné videojuegos con libros, no como otros que hicieron la mezcla con drogas o armas y terminaron muy mal al ser incapaces de separar la realidad de la ilusión. Si, estoy hablando de la generación GTA. Aún sigo dedicando tiempo a los videojuegos, no es fácil olvidar a tu primer amor. Me siguen entusiasmando más los clásicos.
El día en que mi hermano y yo nos tropezamos, teniendo como consecuencia la última caída de mi Famicom, fue un día oscuro para mí: uno de mis mejores amigos había muerto. Puedo recordar con los emuladores en la PC pero no es lo mismo: ya no hacen sentir como un niño.
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