Pepe Botellas de Gustavo Álvarez Gardeazábal |
Mi padre siempre ha sido admirador de Gardeazábal como político. A mí la política sólo me desencanta más y más con el pasar de los años.
Puedo decir que no es la primera vez que me enfrentó literariamente a este autor de Tulúa, Valle del Cauca, Colombia. Hace muchos años leí Cóndores no entierran todos los días y debo reconocer que ese libro me pareció mejor. Más organizado, más directo, más pulido.
Pepe Botellas sufre por ser demasiado local. Sus referencias hacen la lectura una experiencia muy estrecha. Si no se es colombiano, si no se sabe de política, si no se conocen algunos pintorescos personajes de décadas pasadas, los mejores chistes del libro pasan desapercibidos. Pepe Botellas es bueno, pero no es un libro excelente.
Me gusta el recurso de la biografía de ficción, aunque no es fácil simpatizar con el narrador. Al final sus acciones y su observación constante no son coherentes. Aunque se dan razones para que el narrador haga lo que hace, no son razones convincentes para un lector escéptico.
El chiste siniestro y subyacente sobre los enormes dientes del protagonista, y su extraña sexualidad, sí me parecieron graciosos, aunque abusados hasta el cansancio.
Creo que un mejor escritor habría acortado el tamaño del libro a la mitad, reduciendo capítulos a párrafos. Al leer Pepe Botellas se me hace difícil no compararlo con El Otoño del Patriarca de Gabriel García Marquéz, de una calidad superior en cualquier aspecto a mirar.
Algo que sí es de destacar es que Gardeazabal ataca a todos los sectores de la política, porque el juego del populismo es tanto de los derecha como de izquierda. Como un recordatorio de la estupidez de los votantes que siempre votan por los mismos de siempre, Pepe Botellas tiene un valor verdadero.
Sin embargo, creo que puedo escribir algo mejor. Aunque confieso que la política me aburre, y peor aún, me importa un bledo, porque creo que de diez políticos no se hace ni medio ser humano decente.
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