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viernes, 8 de mayo de 2020

Memorias de un mago enamorado 1

Capítulo 2            Índice  


Memorias de un mago enamorado


cabello rojo chica
Foto original por Rodolfo Sanches Carvalho

Capítulo 1: Un encuentro con la magia


Melodie tenía trece años y estaba a punto de tirarse desde un edificio.

Había tomado la decisión de morirse esa misma mañana, mirándose frente a un espejo tan alto como ella. De hecho el espejo era ligeramente más alto, porque era de un metro con sesenta centímetros de altura, cuatro centímetros más que Melodie. Esa mañana, su cabello teñido de rojo se le antojó tan desagradable como un tomate podrido, e igual disgusto sintió por sus ojos rasgados, su cuerpo delgado y sin curvas. Aunque el espejo no podía reflejar su voz aguda, también sintió odio por esa parte de sí misma. El examen de autoflagelación duró casi media hora, hasta que su madre empezó a gritar porque se le hacía tarde para ir a clases.

—¿Por qué tienes tan mala cara, Melodie? ¿Estás enferma? —Le preguntó su mamá en cuanto se sentó en la mesa a desayunar. Su tono era más de sospecha, no tanto de preocupación.

—No estoy enferma. —Replicó Melodie secamente.

Su madre asintió, murmuró para sí misma algo que Melodie no se esforzó por escuchar, y le sirvió la comida al resto de la familia. Usando un tenedor, Melodie picó con desgano sus huevos revueltos, sus tostadas y su manzana. Su hermano de nueve años, Fernando, se comió su desayuno como si no hubiese comido nada en tres días. Cuando Melodie percibió la mirada hambrienta de su hermano, y estuvo segura de que su mamá no estaba observando, ella cambió de plato con él. Fernando sonrió, y de un par de dentelladas también hizo desaparecer el plato de su hermana.

Su papá y su mamá terminaron su desayuno sin prestar mucha atención a sus hijos, discutiendo entre sí los pormenores de noticias para adultos que no le importaban a Melodie. Luego llegaron las despedidas de rutina y Melodie se fue para su escuela como si fuera un día normal, aunque ya había pasado una hora desde que había decidido no seguir viviendo.

Melodie caminó durante quince minutos para llegar a su escuela. Ese trayecto de ida y vuelta era el único ejercicio que ella hacía, obligada porque si bien sus padres no eran pobres, estaban muy cerca de serlo. No habló con nadie en el trayecto a la escuela, puesto que no tenía amigos en la actualidad. Esa mañana le pareció que las personas se la quedaban mirando. Melodie se dijo a sí misma que no podía dejarse dominar por su ansiedad.

La sensación de ser vigilada la acompañó hasta que se sentó en su salón de clases. Su asiento estaba casi en el centro del salón, por lo que sintió que las risas apagadas de los demás eran como cuchillos provenientes de todos los lados.

El profesor entró al salón de clases, saludó de manera casual, puso sus cosas sobre su escritorio, se volteó para ver a sus estudiantes, y se quedó mirando a Melodie con cara de perro enojado.

—¡Señorita Melodie! ¿Dónde está su tapabocas?

Sin pensar, Melodie se llevó la mano a la cara y se tocó sus labios.

—¡No se toque la cara! ¡No sea imprudente! —Siguió ladrando el profesor, al tiempo que sacó un tapabocas nuevo de su escritorio y se lo tiró a Melodie de mala gana.

Ella lo destapó y se lo acomodó sobre su rostro, aguantando las lágrimas, ignorando las risas de sus compañeros de clase. En especial, la risa cantarina de Persea, la nueva novia de Camilo. Persea, con su piel tan fina, sus rasgos de futura reina de belleza, sus ojos grandes y su largo cabello rubio de princesa. El propio Camilo no se rio, Melodie no lo escuchó, pero lo pudo ver de reojo, mirando para otro lado, pretendiendo que su ex-novia no necesitaba ayuda.

En una ocasión, Persea no llevó tapabocas y el profesor se limitó a darle uno. Con Persea no alzó la voz, ni la  regañó.

Esa primera clase fue la peor, porque en lugar de hablar sobre matemáticas, el profesor se pasó casi todo el tiempo hablando de los peligros de no usar tapabocas en los espacios públicos y que eso podía provocar la muerte para los padres que habían tenido la mala fortuna de tener hijos irresponsables.

Las demás clases fueron pasando una tras otra, y Melodie las soportó en silencio. A la hora del almuerzo, se encerró en uno de los cubículos del baño para mujeres. Sentada sobre la tapa del inodoro, se comió el almuerzo que su mamá le había preparado. Como nadie la estaba viendo, se permitió llorar, por lo que los sándwich de atún le supieron salados.

En lugar de regresar a clases cuando finalizó la hora del almuerzo, Melodie se dirigió al último piso de su escuela, el piso número diez. La escuela de Melodie era como una torre donde cada nivel tenía un nivel de educación diferente. Ella estaba en el séptimo piso, mientras que su hermano Fernando estaba en el cuarto. Fernando era uno de los niños populares, querido por todos. Eso tranquilizaba a Melodie, él iba a estar bien sin ella.

Los chicos y chicas altas del décimo piso, que iban de vuelta a sus clases, le echaron un vistazo de curiosidad y luego la ignoraron. A lo mejor imaginaron que Melodie era la hermana menor de alguien, y ella habría querido que eso fuera verdad. Así no se habría sentido tan sola, así habría tenido a alguien con quien hablar, alguien en quien apoyarse. Fernando era demasiado pequeño para cargar con los problemas de su hermana mayor, con sus padres no se sabía comunicar, Camilo la había abandonado para irse con Persea, y los pocos que antes le hablaban en su salón de clases habían dejado de hacerlo en cuanto se enteraron que le habían puesto los cuernos de la infidelidad. Ella no había planeado regodearse en su condición de víctima, pero la falta de empatía de los demás para con ella fue una traición inesperada.

Sola, Melodie se sentía sola.

Dentro de su mochila, había una nota escrita en su cuaderno de Literatura, la única clase que realmente le gustaba, por eso había ocultado ahí la nota que había escrito a lo largo del día en vez de prestar atención a los profesores.

“Mi muerte no es culpa de nadie. La vida siempre me pareció muy dura. Nunca pude ser como los demás. Sin importar a dónde fuera, ni cómo fuera mi comportamiento, siempre fui la rara, la diferente. Fui acusada de querer llamar la atención, y eso era precisamente lo último que yo deseaba. Si pudiera, me moriría de tal modo que nadie pueda encontrar mi cuerpo. Pero este es el único método eficiente que se me ocurre para terminar con mi sufrimiento.”

“Mamá, papá, les pido disculpas por todos los problemas que les causé. Lamento no haber sido más inteligente o bonita. Nunca nos pudimos entender, y no creo que sea culpa de ustedes o mía. Conmigo cometieron muchos errores, pero en parte me alegro porque gracias a eso aprendieron a ser muy buenos padres para Fernando. No sé por qué soy como soy, tan sensible. No sé por qué sufro de depresión y ansiedad. Tal vez la abuela me habría entendido y podido ayudar, siento que era la única persona en el mundo que me entendía. Pero hace años que murió, nunca la dejé de extrañar. No sé qué va a pasar conmigo cuando me muera, aunque quisiera creer que voy a reunirme con ella. Ojalá sea así.”

“Fernando, eres un hermano precioso y un ser humano maravilloso. Nunca cambies, excepto si es para mejorar, nunca dejes de mejorar.”

“Insisto que mi muerte no es culpa de nadie, solamente mía. Perdono a cualquiera que sienta que me lastimó de una manera u otra, Espero que puedan perdonarse a ustedes mismos y seguir adelante con sus vidas.”

Melodie consideró dedicar un mensaje a Camilo y a Persea, decir que lo perdonaba a él por su infidelidad y a ella por haber pretendido ser su amiga, sin embargo optó por no hacerlo. Mencionarlos directamente podría causar que luego las personas los atacaran y Melodie no quería eso. Ella sólo quería estar en paz consigo misma.

Melodie dejó caer su mochila en el pasillo del décimo piso. Luego se dirigió al muro de contención que se interponía entre ella y la muerte. Echó un vistazo alrededor, y confirmó que ya no había nadie. Tanto los profesores como sus estudiantes estaban dentro de los salones, donde debían estar.

Melodie no era fuerte ni ágil, por lo que trepar por encima del muro de contención le requirió dos minutos de esfuerzo y sudor. Quedó sentada sobre el muro, los pies colgando sobre la cornisa que era demasiado pequeña como para apoyar sus pies. Melodie miró para abajo y sintió vértigo. Cerró los ojos. Sus manos sudaron gotas frías, un escalofrío le bajó por la espalda y empezó a temblar.

Respiró profundamente un par de veces y se calmó un poco.

Se dijo a sí misma que su familia iba a estar mejor sin ella. Se dijo que morir era como dormir, y a ella le gustaba mucho dormir. Se dijo que el dolor sólo iba a durar un segundo.

Se dijo a sí misma que, quizá, no sería el fin de su vida, sino el comienzo de una nueva aventura.

Melodie respiró profundamente una última vez, y se impulsó a sí misma hacia adelante.

No se atrevió a abrir los ojos. Sintió que la caída era más veloz de lo que había esperado, el viento arremolinándose en su cabello, azotando su piel, levantando su falda. Tuvo un segundo para alegrarse de haberse puesto un short de licra y otro segundo para arrepentirse de tener un pensamiento tan tonto justo antes de morir.

Entonces el viento cambió, lo pudo sentir. La fuerza que la impulsaba hacia abajo cesó de arrastrarla. Sintió un par de brazos que la cogieron por la espalda y la levantaron hacia arriba. No escuchó un par de alas batiéndose, pero se convenció de inmediato que había muerto sin dolor porque un ángel se había llevado su alma en el instante final. Para su sorpresa, la invadió una alegría tremenda al concluir que, después de todo, sí iba a reunirse con su abuela.

Abrió los ojos y miró para atrás, preparada para ver un ángel de ojos azules, grandes alas blancas y largo cabello rubio. En vez de eso se encontró a un chico normal vestido con el uniforme normal de su escuela, con el cabello castaño corto y ensortijado, ojos cafés por debajo de unas gafas redondas y una expresión de furia asesina.

—¿Qué demonios estás haciendo Melodie? —Gritó el chico de gafas por encima del viento.

Se elevaron por encima del edificio que era la escuela, luego volvieron a descender y aterrizaron dentro del pasillo del décimo piso. En cuanto el chico con gafas redondas la soltó, sus rodillas se doblaron y Melodie tuvo que apoyarse sobre sus propias manos para no darse de cara contra el suelo.

—¿Cuál es tu maldito problema? ¿Por qué rayos te ibas a matar? —Siguió gritando el chico con los puños en altos. Respiraba agitado y sudaba copiosamente.

Melodie se puso de pie lentamente, temblando toda. Frente a frente con el chico de gafas redondas, se dio cuenta que era más alto que ella, al menos una cabeza más alta. Ella le quiso preguntar varias cosas en ese momento: ¿De dónde la conocía? ¿Por qué estaba tan molesto con ella? ¿De verdad podía volar por los aires, a pesar de no tener alas? ¿Era realmente un ser humano? Sin embargo, su curiosidad fue sobrepasada por un ataque de ira irracional.

—¡Yo no soy tu maldito problema! —Exclamó Melodie con furia.

Las mejillas del chico se pusieron rojas. Dio un paso adelante y empujó a Melodie con fuerza, haciendo que ella cayera para atrás, sobre su trasero. No se hizo daño realmente, aunque pudo sentir sus nalgas entumecidas durante una hora.

—¿Qué significa esto? ¡Deténganse los dos! Cómo se atreven a pelear en la escuela, ¡y sin tapabocas!  —Bramó un profesor que se interpuso entre ambos.

Antes de que Melodie pudiera reaccionar, el profesor ya había cogido tanto a Melodie como al chico por los hombros, y los llevó a rastras hasta la oficina del director.

...

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Nota del Autor (8 de Mayo de 2.020)


Con este capítulo doy inicio a la nueva fase de mi escritura tras el final de Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad. Memorias de un Mago Enamorado es una historia que me ha dado vueltas en la cabeza desde hace un año más o menos. Estoy algo nervioso de publicarla capítulo a capítulo en vez de esperar a exponerme con una novela terminada. Sin embargo, creo que este método es bueno para la inspiración, si uno está dispuesto a enfrentar el miedo a lo desconocido, claro.

Esta novela está financiada por mis Patrocinadores. Tras pensarlo mucho, decidí que el mejor modo de seguir con el Patreon era seguir entregando un contenido accesible a todos regularmente, de igual modo que con HPMOR. Para las recompensas superiores habrá cuentos y novelas exclusivas. Pueden ir al Patreon de Rhaidot para ver los detalles.

Cada día voy a escribir 1.000 palabras para las Memorias de un Mago Enamorado. Espero publicar un capítulo cada dos días, aunque esto puede variar dependiendo de si el próximo capítulo es más corto o largo. Cuando esta novela esté completa pondré un enlace para que la puedan descargar en formatos EPUB y PDF.

Esta entrada fue posible gracias a Rocio Tou, Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp, Richard Nole, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.


Si lo deseas puedes apoyarme siendo un Patrocinador de Rhaidot.


Gracias por leer.

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