Memorias de un mago enamorado
Foto original por Dan Dimmock |
Capítulo 10: Aprobación paterna humana
Faltaban tres semanas para el final de las clases. Eso significaba que los resultados de los exámenes finales en cada asignatura habían sido entregados. Normalmente, Melodie tenía que esforzarse a regañadientes para obtener notas regulares. La última semana ni siquiera había podido hacer ese mínimo esfuerzo, tras haber descubierto que tenía magia y enemigos y una especie de prometido y un ex-novio que no eran tan malo después de todo.
—¡Melodie, estás loca si crees que voy a permitir que tus amigos vengan aquí a perder el tiempo con esas calificaciones tan espantosas! ¡Perdiste seis asignaturas! ¡Seis! ¡Eso es el doble de lo que sueles perder! ¡Tienes tres semanas para recuperarte! ¡Nada de perder el tiempo con tonterías! —La madre de Melodie tenía el rostro hinchado y enrojecido por la ira.
Normalmente, Melodie habría tirado la toalla, se habría resignado. Pero necesitaba hablar de cosas realmente importantes con los demás, no podía esperar tres semanas.
—Camilo es uno de los que va a venir. —Informó Melodie.
La furia en el rostro de la madre de Melodie mermó un poco, se había deshinchado, aunque seguía colorada.
—Además, la razón principal para que nos reunamos es estudiar. Ellos me quieren ayudar. —Mintió Melodie en un rapto de inspiración.
El rostro de la madre de Melodie recuperó su coloración normal.
...
El rostro de la madre de Melodie se puso colorado e hinchado de nuevo en cuanto se presentó el nuevo amigo de su hija.
—Mucho gusto Señora. Mi nombre es Zeferino, encantado de conocerla finalmente.
—¡No puede ser! ¿Tú eres Zeferino? ¡Todos dicen que eres el más fuerte de la escuela! ¡Ni siquiera los de Décimo han podido contigo! —Fernando estrechó la mano de Zeferino con efusión.
La madre de Melodie miró a su hijo como si acabase de lamer una cucaracha.
—Sólo peleó cuando tengo que hacerlo. Y hoy vinimos a estudiar, pequeño Fer. —Dijo Zeferino, acomodándose sus nuevas gafas.
—Dudo mucho que un pandillero pueda ser de ayuda en un grupo de estudio. —Atacó la madre de Melodie con sevicia.
—¡Mamá!
—De hecho, Zeferino es el estudiante con las mejores calificaciones en toda la escuela. —Comentó Camilo.
—¿Qué? —Replicaron Melodie y su madre al mismo tiempo.
—Sí, es verdad. De hecho él tiene memoria eidética, ¿no es así? —Insistió Camilo.
—Algo así. —Respondió Zeferino encogiéndose de hombros.
Entonces Melodie cayó en cuenta que Zeferino escuchaba hablar el viento. A lo mejor así podía saber la respuesta a todos los exámenes. Era una trampa genial e imposible de detectar que Melodie tuvo que envidiar.
—Sé que existen muchos rumores sobre mí, por lo que imaginé que mi reputación me iba a preceder. Así que para demostrar que no soy tan malo, traje un pequeño regalo. —Dijo Zeferino.
Le ofreció a la madre de Melodie un paquete como de treinta centímetros de ancho y longitud, y cincuenta centímetros de alto. Ella lo recibió con cierta desconfianza pero lo abrió. Se le abrieron los ojos cuando desgarró el papel regalo y contempló el contenido en su interior.
—¡Un deshumidificador!
—Melodie me contó que lo único que no le gusta de esta ciudad es que siempre hace calor, así que supuse que con un deshumidificador se sentiría más cómoda en su casa.
—Esta marca, ¡esto cuesta como mil dólares! —Protestó la Señora, dudosa de aceptar el regalo.
—No sé preocupe, eso no es gran cosa para mí, soy rico. Entonces, ¿vamos a estudiar o qué?
...
Persea se había ubicado sobre la cama de Melodie. Tenía una sudadera gris y una blusa azul de manga corta que le dejaba descubierto el ombligo. Su cabello rubio estaba atado por un moño rojo y le caía como una larga cola de caballo hasta los omóplatos. Sus ojos verdes estaban fijos sobre los cuatro cuadernos que había abierto delante de ella: Religión, Matemáticas, Química y Física.
Camilo se sentó delante del escritorio de Melodie. Estaba vestido con una pulcra camisa blanca y pantalones tan negros como sus ojos y cabello. Él había sacado solamente un cuaderno, el de Literatura.
Sentado a un lado de Camilo estaba Zeferino, quien había sacado los cuadernos de todas las asignaturas, exhibiendo sus calificaciones perfectas. Era visible el orgullo en sus ojos castaños, también en la manera en que se pasaba la mano encima de su cabello castaño una y otra vez, con una sonrisa jactanciosa. Tenía una camisa deportiva blanca y una sudadera roja.
En el suelo, en la mitad del pequeño cuarto, estaba sentado Fernando. Devoraba lo que hacían los demás con sus ojos avellana. Él no había perdido ninguna asignatura, así que podía deleitarse en el sufrimiento académico ajeno.
Melodie se rascó su cabello rojo con aire confundido.
—¿Ustedes de verdad creyeron que los invité a estudiar? —Preguntó ella.
Los demás se la quedaron mirando como si estuviera loca.
—Sí. —Afirmó Persea.
—Por supuesto. —Dijo Camilo.
—Melodie, perdiste seis asignaturas, serías muy descarada si piensas jugar videojuegos con nosotros. —Se mofó Zeferino.
—¡Eso no es importante! ¡Ayer tuvimos que luchar contra un niño mago loco y es probable que luego se presenten otros problemas! ¡Ustedes dos ya saben que estaban bajo un control mental, y el responsable fue un sujeto diferente! ¡Resulta que estoy comprometida! ¡Y además descubrí que mi hermano tiene magia! ¡No podemos pretender que nada de eso ocurrió, porque sí ocurrió! ¡Y sigue ocurriendo! —Melodie no alzó mucho la voz para no llamar la atención de su madre, aunque sí habló con apremio.
Los demás intercambiaron miradas entre sí y luego la volvieron a mirar como si estuviera loca.
—Supongo que tienes razón pero, la vida sigue, ¿no? —Comentó Persea.
La rubia se levantó de la cama y cogió los cuadernos de Zeferino que coincidían con las asignaturas que ella había reprobado. Luego volvió a la cama y continuó con su discurso.
—Aún me siento perturbada por haber descubierto que alguien me estaba controlando, sin embargo eso también me produjo cierto alivio. Aunque me sigo sintiendo mal por todo lo que hice, no puedo cambiar el pasado. Estuve pensando mucho sobre lo que Zeferino nos dijo ayer, y decidí que quiero seguir siendo tu amiga, Melodie. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo bueno que hiciste por mí, y todo lo malo que yo te hice. Los amigos deben ayudarse entre sí, y este es un buen momento. No creo que sea de mucha ayuda peleando, mi magia sólo me permite hablar con las plantas, nada poderoso en realidad. Pero pasar tiempo juntos y ayudarnos entre nosotros a recuperar estas asignaturas, es algo que sí puedo hacer. —Persea empezó a garabatear en su cuaderno de Química.
—Hablar con las plantas puede ser muy útil. Podrías ser una Fabricante de productos relacionados con la herbología. Sean plantas medicinales o decorativas, suelen venderse bastante bien, Per. —Señaló Zeferino jugando con sus gafas.
—Gracias. Llevaba un par de años trabajando con ese propósito en mente. Pero tendré que comenzar desde cero. Por culpa de ese control mental perdí todo lo que tenía cultivado en mi invernadero. —Persea sonrió y siguió escribiendo.
—Yo me siento como Persea. Quiero compensar el haber sido un mal amigo. Mi magia tampoco es muy útil que digamos. Puedo potenciar temporalmente mi cuerpo, aunque luego yo quedo extenuado y necesito descansar mucho. Aunque mis calificaciones no son tan buenas como las de Zeferino, soy hábil para ayudar a otros a comprender mejor lo que no entienden. —Camilo se había apoderado del cuaderno de Literatura de Zeferino y lo observaba con beneplácito.
—No te preocupes por lo de tu magia Cam, eres muy bueno tocando el piano y con eso no te vas a morir de hambre.
—Zeferino, no me gusta ese apodo, suena más apropiado para una mujer que para un hombre. —Replicó Camilo.
—¡Yo puedo crear una barrera mágica! ¡Antes la llamaba solamente barrera, pero ahora le digo barrera mágica porque antes no sabía que era magia! —Declaró Fernando con una amplia sonrisa y realizando movimientos jocosos con sus brazos.
—Sigo teniendo la sensación que todo lo relacionado con la magia es más urgente que estudiar. —Dijo Melodie con su voz aún más aguda que de costumbre, pues estaba haciendo un puchero sin darse cuenta.
Zeferino se alejó del escritorio y se acercó a Melodie. Los otros tres los vieron de reojo atentamente.
—Mel, aunque lo de ayer fue espantoso, no significa que tengas que regresar a la vida que tanto quisiste dejar atrás. No tienes por qué. Yo voy a lidiar con cualquiera que quiera perturbar la vida normal que tanto deseabas. Soy lo suficientemente fuerte para ello. En cuanto a lo del compromiso, no es algo obligatorio. Muchos magos y brujas hacen la Unión para tener más poder o variedad en su arsenal. No es definitivo hasta que, ya sabes, lo que mencionó Per ayer. —Zeferino volvió a sonrojarse.
Melodie pensó que tal vez los demás tenían la razón, que a lo mejor se estaba enfocando en lo incorrecto. Luego sacudió su cabeza y se aplaudió los cachetes con suficiente fuerza como para que sus manos quedaran marcadas. La reacción de los otros fue de sobresalto.
—¡No, ustedes están mal! Confieso que yo tampoco sé muy bien cómo debe comportarse una ante circunstancias tan bizarras, ¡pero pretender que no tiene importancia y dedicarse a algo más no es la solución! Persea, Camilo, ustedes dos estaban en una relación. Aún si fue instigada por alguien más,¿todos los sentimientos que hubo entre ustedes desaparecieron? ¿Están seguros que no quieren seguir juntos? —Melodie los apuntó a ambos con un dedo acusador.
Persea abrió la boca como para decir algo pero luego la cerró.
—Es complicado. —Dijo Camilo lacónicamente.
—¿Complicado? ¿Y qué hay de disparar contra alguien? Ese tal Kuro era un niño psicópata y asesino serial y definitivamente merecía morir como murió, ¿pero qué hay de ti Camilo? ¡Tú fuiste el que jaló el gatillo! ¡De seguro no te sientes bien por eso! Lo hiciste para salvarme y desde luego no quiero que te sientas mal, ¡sin embargo es probable que te sientas mal! ¡Tienes grandes ojeras, de seguro anoche no pegaste el ojo!
Persea, Zeferino y Fernando voltearon para ver a Camilo, no se habían fijado en ese detalle.
—Tienes razón. Yo nunca le había disparado a nadie, y aunque fuera un loco peligroso, tenía el aspecto de un niño. No me arrepiento, lo volvería hacer para salvarte Melodie. Es algo en lo realmente no quiero pensar, prefiero hacer otra cosa, como estudiar. —Camilo regresó a inspeccionar el cuaderno de Zeferino.
—Melodie, la relación que hubo entre Camilo y yo fue falsa de principio a fin. Estoy segura que ambos lamentamos mucho de lo que hicimos cuando estábamos juntos. Ambos fuimos víctimas, por eso no debe haber rencores ni pretensiones entre nosotros. —Habló Persea con serenidad, sin levantar la vista de sus deberes.
Melodie agitó su cabello rojo al mirar primero a uno y luego a la otra. Luego se dirigió hacia Zeferino.
—Supongo que tú vas a decir algo como que la muerte de tu hermano menor no tiene importancia y que no hay nada de qué preocuparse porque podrás lidiar con los otros hijos del Dios Dragón del Viento, ¿o me equivoco?
Zeferino suspiró.
—No, estás en lo correcto. O sea, con respecto a que sí tiene importancia. Lo del control mental tuvo que haber sido obra de mi hermano Jiro. Y tras la muerte de Kuro, es probable que los demás también entren en acción. Lo mejor es que les cuente todo lo que conozco sobre ellos, en caso de que aparezcan, para que así puedan estar preparados.
Zeferino llevó su mano derecha sobre su mano izquierda, murmuró algo y en un parpadeo un anillo apareció sobre el dedo corazón de su mano izquierda. Parecía ser de acero por su color gris, y tenía inscrito alrededor runas diminutas. Zeferino removió el anillo, y de inmediato su apariencia cambió: su cabello pasó de castaño a rubio, y sus ojos pasaron de castaños a un carmesí brillante.
Melodie se sobresaltó. No había notado las similitudes hasta ahora, pero era como si Zeferino fuera una versión mayor de Kuro. No era solamente el color de los ojos y del cabello, también el rostro angelical estaba ahí.
—Esta es mi verdadera apariencia, que procuro mantener oculta para alejarme del legado de mi padre. Les voy a relatar mi historia y la de mis hermanos, los hijos del Dios Dragón del Viento.
...
Nota de autor (26 de Mayo de 2.020)
Cuando me da mucho estrés, me da por limpiar. Empiezo a mover todo y a remover el polvo en los rincones y más. Como consecuencia, suelo lastimar mi espalda por ese ímpetu de limpieza. Adivinen quien tiene una bolsa de agua calienta en la espalda mientras escribe.
Esta entrada fue posible gracias a Rocio Tou, Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.
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