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domingo, 24 de mayo de 2020

Memorias de un mago enamorado 9

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Memorias de un mago enamorado


amor y amistad
Foto original por Kelly Sikkema

Capítulo 9: Sin evidencia


Sobre un colchón invisible de viento, Melodie fue bajada sobre la terraza. Tenía el cabello rojo alborotado. De sus ojos avellana surgían lágrimas de cansancio, alegría y pavor.

En cuanto Melodie estuvo a salvo, tanto Persea como Zeferino cayeron sentados sobre el suelo, apoyándose entre sí para no caer por completo. El cabello rubio de Persea se sostenía por su moño rojo, aunque eso no evitaba que estuviese bastante desarreglado. Sus ojos verdes estaban fijos sobre Melodie.

Zeferino también tenía sus ojos castaños sobre Melodie. Había perdido las gafas nuevamente.

Camilo bajó los brazos y dejó caer la pistola al suelo. El metal contra el cemento produjo un chasquido que llamó la atención de todos: cayeron en cuenta de que todo había terminado. Camilo se limpió el rostro con un brazo, quizá para limpiarse el sudor, o las lágrimas. Sus ojos negros se veían fatigados.

Temblando, Melodie llegó hasta donde estaba Zeferino, se agachó y lo abrazó con toda su fuerza, que fue demasiado para él, por lo que ambos acabaron rodando por el suelo.

—¿Estás vivo? ¿Cómo? —Preguntó Melodie con su voz aguda.

Zeferino sonrió. Se acomodó para abrazarla mejor y poder hablar a pesar de su respiración agitada.

—La Unión entre un mago y una bruja permite que ambos tengan acceso a la magia del otro. Mientras más intenso sea el vínculo que los une, mayor poder del otro pueden controlar. Para ti no ha pasado más que una semana desde que nos conocimos, por lo que en circunstancias normales no habría podido controlar más que un 1% de tu magia de canto. Sin embargo ya habíamos hecho la Unión en el pasado, y aposté todo a que podría reducir el daño de tu magia en un 25% tras renovar nuestra Unión. No te voy a mentir, casi me muero.

—No tenía idea de que ustedes tuvieran tal relación. También me sorprendió descubrir que son Melodía de la Muerte y el Vástago del Viento. Y aún más sorprendente que todo eso, averiguar que fue Melodie quien asesinó al Dios Dragón del Viento. —Dijo Persea, su voz revelaba incredulidad, mientras que sus ojos verdes mostraban envidia al contemplar el abrazo de Melodie y Zeferino.

—Que mala suerte, ahora todos se van a enterar de que eres una Asesina de Dioses. Eso de seguro nos va a complicar la vida bastante. Tendremos que lidiar con fanáticos y opositores locos, más que de costumbre. —Comentó Zeferino, plantando un beso sobre la cabeza de Melodie.

—Eso suena como a problemas que no quiero tener. ¿No podemos guardar el secreto? —Inquirió Melodie con las mejillas coloradas.

—¡Si no quieren no se lo voy a contar a nadie! ¡Lo prometo! —Juró Persea con solemnidad.

Zeferino negó con la cabeza.

—El secreto se ha roto y para estos momentos ya se debe estar enterando todo el mundo. Cuando Melodie destruyó el cuerpo físico del Dios Dragón del Viento, su esencia regresó al lugar de donde provino. Se dice que es un mundo cuyo nombre no debe ser pronunciado. Un Dios Dragón no puede ser destruido realmente, pero su manifestación física. Si su cuerpo es destruido, no puede volver a aparecer, al menos no hasta que aparezca otra vasija apropiada, y para eso pueden pasar cientos o miles de años. Sin embargo, para nuestra mala suerte, una nueva vasija apareció, una apropiada para el Dios Dragón del Fuego, quien de inmediato tomó el control del imperio que su hermano había estado amasando durante miles de años. El Dios Dragón del Fuego sabía lo que le había ocurrido a su hermano, y solamente se los reveló a los hijos que el Dios Dragón del Viento había engendrado. Les hizo prometer que no se lo iban a revelar a nadie, y les ofreció grandes recompensas si podían exterminar a la responsable. Pero este combate fue en un lugar público. De seguro muchos interesados nos vigilaron de cerca y escucharon todos los pormenores. —Para cuando terminó su explicación, Zeferino había logrado sentarse otra vez.

—De seguro estás bien informado. —Comentó Camilo, observando a Zeferino con suspicacia.

—Tú, le dijiste hermano a ese niño. —Acusó Persea.

Zeferino los miró un poco molesto. Luego suspiró, se encogió de hombros y asintió.

—Supongo que no tiene sentido ocultarlo de ustedes. Sí, es verdad, yo soy el primogénito del Dios Dragón del Viento.

—¿Qué? —Dijo Melodie totalmente sorprendida.

—Hace cinco años salí a buscar a la asesina de mi padre. Sabía que yo no era lo suficientemente fuerte, y la verdad no sabía mucho del mundo, así que lo primero que hice fue unirme a un Gremio de Mercenarios para buscar aliados poderosos.

—¿Rumpitur Cordibus Quattuor? —Cuestionó Camilo.

—Eso fue después. Lo importante es que conocí a personas muy buenas que me hicieron comprender la diferencia entre el bien y el mal. Para cuando encontré a Melodie, hace dos años, mi objetivo ya no era luchar contra ella sino conocerla, y protegerla si era una persona decente. Y sí lo era. —Zeferino sonrió.

Los ojos castaños de él no se apartaban de los ojos avellana de Melodie, que parecían más claros al ver a Zeferino.

—No estoy segura de que sea conveniente para Melodie ser tan cercana al hijo de un Dios Dragón, incluso si es uno que en teoría es bueno. —Señaló Persea, acercándose como para interponerse entre ambos.

—Si estuvo dispuesto a matar a su propio hermano, creo que podemos confiar en él, Persea. Por cierto, ¿no deberíamos irnos de aquí? La policía vendrá de un momento a otro, y no creo que Zeferino tenga suficiente magia de viento como para cubrirnos a todos. —Habló Camilo.

—Es cierto, no la tengo. Pero eso no es un problema. Esa pistola y sus balas me fueron entregadas por el Asistente del Mago Hartwell. ¿Vieron que las balas no lo atravesaron? De seguro lo fueron devorando desde que impactaron contra él. No creo que las personas lo pudieran ver, y aún si lo hicieron por un breve momento, de seguro desapareció en un instante. —Informó Zeferino, poniéndose por fin de pie, con ayuda de Melodie.

Tanto Persea como Camilo pusieron expresiones de pánico.

—¿El Mago Hartwell? ¿Es una broma? ¡Por favor dime que es un broma! Esa fue la primera regla que me enseñó mi mamá cuando manifesté mi magia: Nunca te acerques al Primer Fabricante. ¡Y estoy segura que es lo mismo que le enseñan a todos! —Exclamó Persea palideciendo.

—Nunca habría cogido esa pistola de haber sabido que fue fabricada por el Mago Hartwell. Tal vez debería cortarme esta mano.  —Sentenció Camilo, mirando su mano con pavor, como si fuera a cobrar vida propia o a convertirse en un tentáculo.

—¿Por qué le tienen tanto miedo al Mago Hartwell? —Cuestionó Melodie.

—En pocas palabras, él es la bíblica serpiente, ya sabes, la que le dio la manzana a Eva. Luego te doy más detalles. Persea, Camilo, no se preocupen, aún están a tiempo de alejarse de toda esta locura si lo desean. Sin embargo, Mel y yo no tenemos opción. Nunca la tuvimos, desde el momento en que nacimos. —Dijo Zeferino con seriedad.

Camilo y Persea se miraron entre sí, con rostros indecisos.

—Lo pueden meditar por un tiempo. Por ahora vayámonos de aquí. Es improbable, pero aún existe la posibilidad de que alguien elija este momento para atacarnos. Y acabo de recordar el cadáver del vigilante. —Zeferino así se expresó al tiempo que recogió la pistola y la guardó en el bolsillo de su pantalón.

—Deberías ponerte esto. —Dijo Camilo, ofreciendo un tapabocas a Melodie.

—Gracias Camilo. ¿Qué le vamos a decir a todos cuando regresemos así a la escuela?

—Dejemos que ellos o el mundo inventen la mentira que más les guste. Oye, Camilo, ¿me puedes ayudar a caminar? Creo que Mel y Persea pueden  cargar con el pequeño Fer entre las dos. —Solicitó Zeferino.

Melodie se puso el tapabocas y luego siguió a los demás. Formaban una comitiva pintoresca. Todos tenían parches de sudor sobre sus uniformes escolares y los ojos cansados. Por la manera escandalizada en que los miraban, de seguro pensaban que estaban ebrios o drogados a pesar de su edad.

Cuando entraron en el ascensor, Melodie se atrevió a realizar la pregunta que más curiosidad le despertó.

—Zefer, entonces con eso de la Unión, la que hicimos hoy o la que habíamos hecho antes, ¿acaso estamos casados?

Camilo frunció el ceño, al igual que Persea.

—Comprometidos sería el equivalente más exacto. Así como estamos, no podemos llevar nuestra Unión a más de un 50%. Aún falta un requisito para completar la Unión. —Explicó Zeferino, poniéndose colorado súbitamente.

—¿Un requisito? ¿Cuál?

Camilo y Zeferino, quienes tenían sus rostros muy cerca el uno del otro, intercambiaron miradas avergonzadas y no dijeron nada.

—Sexo, se trata de sexo, el paso final para la consumación de la Unión. —Respondió Persea, con una mezcla de burla y alivio en su voz.

Fue entonces Melodie la que se sonrojó y no volvió a pronunciar palabra.

...


Es una lastima que hoy no pudiéramos ir a tu casa a jugar videojuegos, ¿quizá mañana Sábado? También puede ser en la mía, tengo todas las consolas y juegos que han salido al mercado. Camilo y Persea también pueden venir si lo desean. Dime si te dan permiso de venir o para que vayamos. Podemos pasar el fin de semana todos juntos. Nos merecemos un buen descanso, creo yo.


Melodie leyó el mensaje de texto que le había escrito Zeferino. Era de noche y ya tenía puesta una pijama enteriza de color azul, con dibujos de perritos de arriba a abajo. Estaba rendida del cansancio y a pesar de eso no era capaz de dormir. Quizá era por las intensas emociones del día.

La versión oficial había sido que Melodie y algunos de sus amigos habían encontrado a Fernando tras buscarlo por todos lados. Se dijo que Fernando se había dejado llevar por la curiosidad de explorar la ciudad y todo el mundo se dio por contento, excepto los padres de ambos que por primera vez castigaron a Fernando al prohibirle cualquier aparato electrónico para el entretenimiento por una semana, y premiaron a Melodie con una bandeja de helado bastante grande.

Tras dar vueltas en su cama por un rato, Melodie por fin respondió el mensaje.


Mañana temprano le pido permiso a mis padres. Espero que nos podamos divertir mucho. Creo que ya lo sabes, pero estoy muy contenta de que sigas con vida. Sinceramente no sé cómo habría podido seguir viviendo con semejante culpa. Gracias por salvarme a mí y a mi hermano. Te deseo una buena noche, ojalá nos veamos mañana.


Melodie se dispuso a dormir pero alguien tocó la puerta de su cuarto.

—Hermana, ¿estás despierta? —Llamó Fernando desde el otro lado de la puerta.

—Sí, adelante. Está muy tarde Fer, ya deberías estar durmiendo, ¿sigues preocupado por lo que sucedió hoy?

Fernando asintió, luego se sentó en el borde de la cama de Melodie, quien procedió a sobar la cabeza de su hermano con ternura. Él se quedó un rato en silencio, con expresión preocupada, hasta que finalmente se atrevió a hablar.

—Hermana, no sabía que tú tenías un poder como yo.

—Oh. —Replicó Melodie, y no supo qué más decir.

Melodie había asumido que Fernando estaba inconsciente. O que por ser un humano ordinario no se iba a dar cuenta de lo que realmente había sucedido.

—Yo pensaba que era la única persona en el mundo que podía hacer algo así. Me sorprendí mucho al ver que tú y tus amigos son como yo. Eso quiere decir que existen más personas como nosotros, ¿verdad?

Melodie asintió con la cabeza.

—Eso me da alegría. Me hace sentir menos solo. Pensé que nunca iba a encontrar personas con las que pudiera ser completamente sincero. Me quita un peso de encima. Aunque, nunca pensé que de existir otros como yo, pudieran usar su poder para hacer cosas malas. Ese niño, el que me secuestró, era apenas y un poco más grande que yo, y sin embargo era despiadado. Hablaba de otras personas como si fueran insectos, o menos que eso incluso.

—¿Tiene miedo? —Inquirió Melodie.

Fernando se rascó su cabello negro. Sus ojos avellana mostraron ansiedad.

—Creo que sí, un poco. Pero lo que me afectó más es darme cuenta que este mundo es más grande y peligroso de lo que había pensado. Había creído que con mi don, nada ni nadie podría lastimarme, pensé que no tenía que preocuparme de nada en la vida. Me di cuenta que me estaba comportando como un niño ingenuo.

—Bueno, eso no tiene nada de malo. Eres un niño, después de todo.

—Muy graciosa. Quería darte las gracias antes de irme a dormir. Espero no haberte preocupado demasiado. Que descanses bien. —Dijo Fernando saliendo de su habitación.

Melodie nunca había visto a su hermano tan serio. Se tendió en su cama cuan larga era, y sintió algo de añoranza por los tiempos en que su vida era más simple.

...

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Nota de autor (24 de Mayo de 2.020)


Los Domingos me ponen muy feliz porque es el único día que definitivamente no hago ejercicio.

Esta entrada fue posible gracias a Rocio Tou, Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

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