Disclaimer:
Crepúsculo
le pertenece a Stephenie Meyer. Éste One-Shot es una precuela para mi
fanfic Atardecer.
Éste fic quedo en PRIMER LUGAR del Reto temático de Junio "Los Cullen" del foro "Sol de Medianoche."
Rhaidot
presenta:
Nullius in verba
Fuente |
“Ahora que nuestra joven racional
ha iniciado su viaje de heroína, procedamos a torcer su camino. Al
final no la espera su felicidad, sino mi sueño hecho realidad.”
...
Cambiar el destino de una persona es
difícil, pero no imposible.
Isabella Swan estaba destina a ser una
chica normal que se enamoraría del vampiro Edward Cullen. Su amor
imposible sacudiría la aparente tranquilidad de Forks: humanos,
lobos y vampiros se verían afectados por un conflicto que
desestabilizaría las bases del poder en Volterra.
Sin embargo, esa
Isabella no era la que yo necesitaba.
...
El primer ingrediente fue una mala
niñera.
Una niñera que la dejara caer, una y
otra vez, cuando era bebe; no tan alto como para que se hiciera un
daño permanente, ni tan bajo como para que no se asustara.
Utilicé mi Don con sus padres para
provocar una situación en la que fueran descuidados con su hija.
Primero, creé una sombra inexistente de hombre que hizo arder de
celos a Charlie. Luego, azoté Forks con una ola de robos que
provocaron las protestas de Renee debido a las prolongadas ausencias
de su esposo. De haber permitido el flujo natural de las cosas, Rene
y Charlie, se habrían divorciado de todos modos, pues el amor
verdadero de Renee era un jugador de béisbol a quien aún no
conocía.
Al parecer, el universo había
maquinado aquella unión con el único propósito de engendrar una
niña quien, al ver pelear a sus padres, sintiera la necesidad de
ocultar sus pensamientos a los demás, un ingenuo deseo que le daría
origen a la barrera mental más poderosa del mundo.
No era por miedo al dolor emocional
sino por temor a ser una carga; temía que si accedían a su mente se
dieran cuenta de lo mucho que detestaba la situación entre sus
progenitores.
Por eso la falsa niñera tuvo que dejar
caer a la bebe Isabella una y otra vez hasta que algo en su mente
cedió, y la niña sintió un terrible, incomparable, miedo al dolor
físico. Sólo entonces permití que las cosas siguieran su curso
natural, por unos años.
A cambio de un trabajo bien hecho, la
niñera recibió un beso en la mejilla.
...
El segundo ingrediente fue la
revelación.
A los once años, Isabella comprendió
que era invulnerable. La ausencia de rodillas raspadas y otras
heridas, normales en otros niños, había provocado sus sospechas;
mas no pudo seguir en negación cuando tuvo un testigo.
Cada año, Isabella visitaba a su padre
durante un mes entero en las vacaciones de verano. Puesto que a
Isabella le gustaban las actividades físicas, su padre la inscribía
en un campamento exclusivo para hijos de policías.
Mi Isabella, la que yo había alterado
para ajustarse a mis deseos, era feliz durante esos campamentos.
Ninguno era más arrojado que ella en las pruebas de obstáculo, y
llegaba sin un rasguño. Aunque no era la más rápida, siempre
llegaba primero, porque nadie era tan temerario para avanzar. Ella
era la mejor, a pesar de ser mujer y muy joven.
Era su tercer año en el campamento. El
instructor a cargo ese verano decidió que los veteranos como
Isabella tenían que apropiarse del concepto de pareja, algo
fundamental en la formación policial. El instructor fue uniendo al
azar, o eso creyó él, a las parejas.
Cuando le llegó el turno a ella, el
hombre guardó silencio con expresión consternada.
“¿Hay algún problema, Teniente?”
Le preguntó Isabella.
“Tu compañero no está aquí con
los demás. Su mamá me advirtió que algo así podía pasar. Suele
buscar un árbol para leer bajo su sombra. Vas a tener que
encontrarlo y traerlo aquí mientras yo inicio los ejercicios con los
otros. Confío en que no te escaparas de la clase Swan, porque tu
padre es un buen hombre y me da dicho grandes cosas de ti.” De
inmediato pitó su silbato y se dio media vuelta para concentrarse en
los otros niños, añadiendo mientras se giraba: “Se llama
Joshua.”
Isabella asintió con la cabeza, más
para sí misma que para el instructor quien ya no la observaba, y
salió corriendo a toda prisa hacia el norte, donde el campamento
colindaba con el bosque.
Cinco minutos después, halló bajo un
árbol a un niño con un libro abierto sobre su regazo. Tenía el
cabello negro y crespo, anteojos, y una contextura ligeramente obesa.
Isabella dedujo correctamente que debía tener la misma edad que
ella.
Isabella se acercó y de una patada
lanzó el libro por los aires.
“¿Qué estás haciendo?”
Gritó Joshua enojado, pero se quedó paralizado ante la visión de
la aguerrida chica.
“Deberías estar haciendo
flexiones con los demás y no aquí leyendo.” Replicó Isabella
con las manos en las caderas. Le echó una ojeada despectiva al libro
en el suelo. Se titulaba Las
Conferencias de Feyman sobre Física, Volumen Uno.
Joshua se levantó y fue a recoger su
libro, como si se tratara de una delicada gema. “Los libros no
fueron hechos para ser pateados, no son una boba pelota de fútbol.”
Acusó con voz fría. “Además, ¿por qué te interesa dónde yo
no esté?”
Isabella sonrió, enseñando todos los
dientes. “Mi nombre es Isabella Swan, y seré tu pareja durante
todo el campamento. Y te prometo, que hoy será el único día en que
llegaremos tarde a las clases.”
Acto seguido, ella lo sujetó por el
cuello de la camiseta, y lo arrastró a pesar de las protestas del
joven lector.
“¡Esta no es forma de tratar a un
científico!” Chilló el niño al borde de las lágrimas.
“Muérdeme.” Espetó
Isabella, sin esperar que Joshua fuera a hacer exactamente eso. Él
clavó sus dientes sobre el brazo descubierto de Isabella, sin
miramientos de que fuera una niña.
Ella se quedó anonadada. Era la
primera vez que alguien la agredía de ese modo. Nunca había pasado
de jalarse del cabello con otras niñas, y eran las otras las que
cedían primero ante el dolor, que Isabella no llegaba a sentir. Nada
más se quedó mirando como el niño al que acababa de conocer, la
mordía con una furia que sólo podía catalogarse de asesina.
Cuando Joshua se enojaba de tal modo,
perdía la noción de cosas tales como la decencia y el decoro.
Mordió a Isabella por un largo minuto, hasta que su cerebro le envió
tres mensajes alarmantes: la chica no se estaba defendiendo; la chica
no estaba sangrando; él había vuelto a dejarse llevar por la ira.
Lentamente, Joshua relajó los músculos
de la boca, soltó el brazo de Isabella y se retiró un paso hacia
atrás. Ambos se quedaron mirando el brazo de Isabella, intacto, sin
ninguna muestra de haber sido mordido, excepto un poco de saliva que
se le escurría hacía abajo por efecto de la gravedad.
“No estás sangrando.”
Señaló Joshua con neutralidad.
“A lo mejor no mordiste muy
fuerte.” Apuntó Isabella por mero reflejó, por el instinto de
los humanos a negar la existencia de lo extraño.
“Créeme, sé lo que mi mordida
puede hacer. No eres la primer persona que muerdo, pero sí eres la
primera que no está sangrando. No estás sangrando.” Arguyó
Joshua, tieso como el asta de una bandera.
“Tal vez...” Ella empezó a
formular otra típica excusa, cuando Joshua la interrumpió
frenético.
“¡NO ESTÁS SANGRANDO! ¡TE MORDÍ
MUY FUERTE Y NO ESTÁS SANGRANDO! ¡ESO NO TIENE SENTIDO!”
Estalló el joven Joshua.
Un silencio incomodo reinó entre
ellos, durante el cual, no hicieron otra cosa más que mirarse.
Finalmente, Isabella se despabiló.
“¡Cómo te atreves a morderme!”
Ella alzó su puño y lo descargó en el rostro de Joshua. Las gafas
se le cayeron al suelo, y se quebraron por la mitad.
Él se la quedó observando, con la
mano encima de la mejilla, que se fue hinchando casi al instante.
“Ese puño, fue muy normal.”
Joshua murmuró. Y luego se rió, con una risa tan contagiosa que la
misma Isabella terminó por unirse a carcajadas, sin saber por qué.
...
El tercer ingrediente fue un amigo.
El resto del campamento, con respecto a
los anteriores, fue muy diferente para Isabella.
Joshua llegó a la hipótesis que
Isabella poseía alguna especie de mutación, que la hacia
impermeable al daño físico. Ella intentó desestimar sus
observaciones científicas con escepticismo; aunque, una vez que
repararon los lentes de Joshua con un montón de cinta, accedió a
hacerse las cinco pruebas que tuvieron tiempo de realizar.
Cuando la pincharon con agujas, no
resultó herida.
Cuando le pegó con un martillo en la
cabeza, repetidamente, tampoco quedó maltratada.
El fuego, al igual que el cuchillo de
cocina asestado en su estómago, con reiteración, tampoco la
lastimó.
La prueba final fue una descarga
eléctrica, proveniente de la batería de un motor de automóvil que
le pertenecía al instructor. A esas alturas Isabella quedó más
impresionada con las habilidades de Joshua, quien declaró haberlas
aprendido en los libros, que con el hecho de ser invulnerable.
Su primer y único amigo quería que
Isabella se quedara a estudiar en Forks. Joshua se acababa de mudar y
no asistiría a la escuela porque, primero, le parecía aburrida y,
segundo, él tenía problemas para controlar su ira. Su padre,
científico de profesión, lo había educado con ayuda de algunos
tutores en casa. Su madre, policía, se había impuesto con lo del
campamento, algo que Joshua jamás pensó que llegaría a agradecer.
“Es en serio Isabella. Las
probabilidades de que tú y yo nos llegáramos a conocer son
astronómicas.” Insistía él,
maravillado. “Es asombroso. Tú eres ese problema
científico que me ayudará a demostrar qué tan inteligente soy...”
“Oye, soy una persona, no un
problema. Y soy una chica, por lo que tendrías que referirte a mi
como un delicado problema científico, de ser necesario.” A
Isabella le gustaba bromear con él y sacudirlo en medio de sus
divagaciones.
“Lo siento.” Se disculpó
Joshua seriamente. “Sin embargo, es cierto que no podemos
arruinar esta oportunidad que el universo nos ha dado para
desentrañar uno de sus misterios. Isabella, tú eres una evolución,
una revolución para la raza humana. Podrías ser la primera de
muchos, aunque no podemos descartar todavía la posibilidad de que
hayan existido otros antes que tú. Sea como sea, tenemos que
estudiarte y descubrir qué es lo que te hace especial. De ese modo,
podremos beneficiar a toda la humanidad.”
Isabella apenas y comprendía la mitad
de lo que Joshua decía. Ella era responsable en sus estudios, mas
nunca se había interesado de verdad en la ciencia.
“Josh, lamentó romper tu burbuja,
pero no puedo quedarme en Forks. Ya sabes, Renee.”
“No puedo creer que pongas tu
propio bienestar, y el de tu especie, por debajo de lo que le
conviene a una mujer.” La
regañó él. “Y te he dicho que prefiero que me llames
Joshua, gracias.”
Isabella se encogió de hombros. Joshua
dejó escapar un largo y frustrante suspiro.
Ambos pensaban que el otro era el bicho
más raro del mundo.
“Durante el año que estemos
separados estaré investigando más sobre tu 'poder' e iré diseñando
experimentos que nos ayuden a encontrar el origen de tu 'talento
sobrenatural.' Estoy seguro, aunque nos pueda tardar muchos años,
que demostraremos que eso que llaman 'sobrenatural' no es más que un
nombre tabú, que le dan a cosas que la ciencia aún no ha logrado
entender. Tú eres la prueba viviente de ello.”
“Así que yo seré tu conejillo de
indias y punto final. ¿Y no hay nada para mí? ¿No obtengo nada por
hacerte feliz?” Isabella le guiñó un ojo de manera juguetona.
Él se quedó callado, contemplando al
vació antes de responder.
“Isabella, hay pocas cosas que
pueden aprenderse a distancia. Para tu suerte, la más importante se
encuentra entre ellas. ¿Quieres convertirte en científica? Yo
podría guiarte para que leas los libros adecuados, aunque lo más
importante es que aprendas a aceptar que puedes estar equivocada. No
quiero adelantarme, el camino a la racionalidad no es uno que se
recorra con rapidez. Nada más dime, ¿sí o no?” Inquirió
Joshua con grandes ojos que esperaban una respuesta afirmativa.
“No lo sé. Mi padre espera que me
convierta en policía, como él. Confieso que la idea me
entusiasmaba, aún antes de enterarme que las balas me rebotarían.”
“De eso no podemos estar seguros,
todavía. Lo importante Isabella, es que si bien podrías ayudar a
unas cuantas personas como policía, nunca serían tantas como las
que podrías salvar como científica. Ni siquiera te estoy hablando
de la burocracia y la política, que entorpecen la aplicación de la
ley, sino del alcance de tu labor como oficial versus la exploración
de tus habilidades como científica. La decisión es obvia.”
Isabella asintió. Ni ella misma supo
por qué.
Yo sí.
Porque yo
lo había determinado así.
...
El cuarto ingrediente fue la
experimentación.
Un año pasó volando para los dos. Se
habían escrito todos los días. Isabella había progresado “a
pasos agigantados” como científica, en palabras de Joshua. Él
sin embargo era muy reservado respecto al Don de Isabella; evitó
escribir cualquier cosa que resultara comprometedora o que pudiera
ser rastreada por alguien a través de sus correos electrónicos.
Joshua insistió en que la prueba definitiva la realizarían cuando
se volvieran a encontrar en el campamento.
A pesar de su gran amistad, Isabella se
sintió mal por escaparse en las noches para encontrarse con Joshua a
solas. A sus doce años, comprendía que no sería bien vista al
reunirse a solas con otro niño de doce años, quien ya estaba
pegándose un buen estirón.
“No puedo creer que hayas crecido
tanto.” Fue el saludo que ella le dio en la oscuridad.
“Tú también has crecido un poco,
pero ese no es el tipo de biología que nos interesa entender.” Fue
la replica de Joshua, quien encendió dos linternas y le entregó una
de ellas.
“¿Por qué no podemos hacer éste
experimento de día?” Indagó ella con preocupada curiosidad.
“Porque tenemos que alejarnos un
poco del campamento, y seríamos descubiertos de día si nos
ausentamos por mucho tiempo, ¿o ya olvidaste cómo nos conocimos?
Isabella, no tenemos tiempo que perder, ¡vamos!” Ordenó él,
apresurando el paso.
“¿Por qué insistes con lo de mi
nombre completo? Todo el mundo me llama Bella...”
“No me gustan los apodos, y me
gusta como suena tu nombre, Isabella. ¿Sabías que significa la que
ama a Dios? Lo encuentro particularmente irónico.”
No pudieron seguir hablando, porque
necesitaban el aire para correr. Unos quince minutos después,
llegaron a una cabaña que lucía abandonada.
“¿Qué es todo esto?”
Preguntó Isabella con cierto temor.
“Es una cabaña, y nuestro
laboratorio.” Respondió Joshua recuperando el aliento.
“Josh, sabes que te quiero mucho,
como amigo, y nada más. ¿Está claro?”
Él se la quedó viendo sin parpadear,
hasta que hizo la conexión mental y estalló en carcajadas.
“¿Y ahora por qué te ríes?”
Chilló Isabella con las mejillas sonrosadas, sintiéndose como una
tonta. “¿Qué querías que pensara? Nos hemos contado
prácticamente todo y me traes a un lugar retirado a la mitad de la
noche, pensé que yo...”
“¡Que tú me gustas!” Clamó
Joshua en medio de sus risotadas. “¿Acaso un hombre y una mujer
no pueden tener una relación, que no tenga que ver con pasión y
amor? ¿No tenemos los dos, suficientes cualidades que nos ponen por
encima de esas pequeñeces? ¿Acaso no he insistido lo suficiente
para que me llames por mi nombre?”
“Cállate y muere.” Le
espetó ella, muy consciente de sus prioridades en ese momento.
Al cabo de un rato Joshua recuperó la
compostura, fue directo hacía un montículo de rocas, y debajo de
ellas sacó una llave oxidada. Con ella entraron en la cabaña sin
problemas. Joshua encendió el interruptor de la luz.
Lo que había adentro contrastaba con
el aspecto desusado de afuera. Una silla reclinable de dentista, un
taburete, libros y una maquina eléctrica que por delante tenía una
aguja y por detrás se conectaba con un tarro de tinta.
“¿Vamos a hacernos tatuajes?”
“Aciertas, a medias.”
Contestó Joshua sentándose en el taburete. “Yo te voy a
tatuar, a ti.”
“¿Es tan siquiera posible? He
escuchado que tatuarse duele, es probable que mi poder...”
“Exacto.” La interrumpió el
joven científico. “Tu invulnerabilidad debería hacer imposible
tatuarte. Cuando te mordí, ni siquiera quedaron marcas sobre tu
piel. Pero, cuando te pedí que escribieras tu nombre sobre tu piel
con un lapicero, un marcador y un cuchillo, los dos primeros no
tuvieron ningún problema en marcarte.”
“Ese resultado era obvio.”
Isabella se mordió los labios intentando llegar al meollo del
asunto. Conocía lo suficiente a Joshua como para saber que él
quería que ella llegara a la respuesta por sí misma. “El
cuchillo me hubiera lastimado para marcarme...” Ella abrió sus
ojos de par en par. “¡Las marcas! ¡Las cosas pueden marcarme
si no me lastiman!”
“¿Recuerdas que también te hice
pruebas de sensaciones? Puedes sentir lo que sea siempre y cuando no
te produzca daño. El calor de una vela cercana sí, la llama de una
hornilla de gas al máximo no.” Elaboró Joshua. “Y eso me
llevó a pensar...”
“Que mi invulnerabilidad es una
construcción mental. Funciona así porque mi mente lo moldea de ese
modo. ¡Eres brillante Joshua! Todavía no comprendo a qué viene lo
de los tatuajes.”
“Si tu mente determina como
funciona tu poder, entonces podemos moldear tu poder. Algo en ti
bloquea todo lo que pueda causarte dolor, y está activado todo el
tiempo, incluso cuando duermes, como demostró la prueba de las
agujas. Tenemos que encontrar cómo hacer que ejerzas control sobre
tu invulnerabilidad; para lograrlo tienes que ser capaz de desactivar
tu habilidad, y permitirme que te tatúe.”
Ella lo miró con incredulidad.
“¿Por qué rayos voy a querer
desactivar mi resistencia? He escuchado que tatuarse duele. Es más,
ni siquiera me gusta la idea de tener algo grabado en mi piel de
forma permanente.” Protestó Isabella.
“Imaginé que reaccionarias así.
Por eso es el ejercicio perfecto. Isabella, si puedes alterar tu
protección conscientemente habrás aprendido a moldearla, y es
posible que puedas hacer más con esa invulnerabilidad. Quizá
compartirla, transmitirla tal vez. Por sobretodo, habremos
determinado que la fuente de esos 'poderes sobrehumanos' se encuentra
en el cerebro. Y si se puede manejar por mera concentración, ¿qué
podremos llegar a hacer cuando dispongamos de maquinas para obtener
una imagen de resonancia magnética? ¿O sustancias que puedan
alterar los patrones químicos y electromagnéticos del cerebro?
Podríamos alterar no sólo el funcionamiento de tu poder,
¡incluso podríamos cambiar el poder mismo!”
Joshua estaba exultante.
“Espero que no estés hablando de
manipular la personalidad y comportamiento de las personas, todo para
crear un ejercito de lanzadores de bolas de fuego.” Comentó
ella suspicaz.
“La idea no deja de ser
atrayente.” Arguyó Joshua con un puchero, aunque luego sonrió
y se encogió de hombros. “Mas si la ética nos impide manipular
a las personas a tal grado, entonces solamente les ayudaríamos a
despertar sus poderes latentes. ¿Lo ves Isabella? Si este
experimento es un éxito, entonces habremos logrado avanzar en un año
lo que pensé que nos tomaría diez. Y en ese caso, quizá podamos
ver a la humanidad evolucionar ante nuestros propios ojos.”
“Josh, no quiero tener el típico
corazón en mi hombro...”
“¡También consideré eso!”
La interrumpió él animado. “Practiqué por seis meses haciendo
bocetos. Siempre me dio pereza dibujar porque requiere mucha
paciencia, aunque superé mis limitaciones para éste experimento.
Seis horas al día de investigación y constancia me han hecho tener
confianza en mis tatuajes. Bueno, oficialmente, haré el primero
contigo, aunque te prometo que se verá bien. Y de nuevo, es Joshua.”
Ante tal entusiasmo, la Isabella
consciente se rindió, mas la inconsciente no cedió ni un ápice
porque ni siquiera un punto pudieron obtener esa noche.
Eso lo ganaron al cabo de tres días.
...
El quinto ingrediente fue la
perdida.
“Concéntrate Isabella, piensa en
la rosa que abre sus pétalos y permite que la abeja la polinice.”
Susurró Joshua con la voz más tranquilizadora que pudo, al
tiempo que se limpiaba el sudor de la frente con un pañuelo y
dirigía los aguijonazos con precisión.
“Silencio Josh.”
“Joshua.” Replicó, pero
cerró el pico de inmediato. Por lo que su amiga le había explicado,
alcanzar el grado de meditación requerido para desactivar la
invulnerabilidad era como intentar alcanzar un estado REM mientras se
estaba despierto. Esa era la mejor descripción que ella había
podido darle.
Para Isabella era como intentar caminar
sobre el agua cuando tus pies eran tan pesados como el plomo.
Convencer a su ser más profundo de dejarse tocar por un pinchazo era
más que luchar contra su instinto, era como armar y desarmar los
cimientos estructurales del universo, o al menos así era, según su
propia percepción del funcionamiento del universo. Hablar sobre ello
era un cosa, hacerlo era trascender, y no era fácil.
“Prepárate.” Le
ordené a mi hija. Estábamos afuera de la cabaña, a unos veinte
metros de distancia. Desde ahí podíamos escuchar toda la
conversación, sin que existiera la más mínima posibilidad de ser
detectados. Los veíamos a través de una ventana.
Ante mi petición,
nubarrones grises fueron alineándose sobre nuestras cabezas. La
atmósfera se fue sobrecargando con electricidad estática. Los dos
niños no sintieron como los vellos de sus brazos se erizaron.
“Terminé. Lo hicimos Isabella.”
Joshua exhaló un suspiro, tan hondo como su satisfacción.
La aludida abrió los ojos y se relajó.
El agotamiento que sentía cada vez que se lograba desactivar, era
absoluto. Físicamente podía moverse sin problemas, pero su cerebro
quedaba imposibilitado para enviar otro comando que no fuera seguir
respirando. Joshua esperó los quince minutos, contabilizados, de
descanso que Isabella requería antes de tan siquiera poder levantar
la cabeza. Cuando ella se giró a medias, Joshua le acomodó un
espejo para que pudiera ver mejor sus caderas, incluso le ayudó a
levantarse la blusa ligeramente porque ella ni siquiera tenía las
fuerzas para eso.
Isabella lloró, no por el dolor al que
en nada estaba acostumbrada, sino por la ternura que le inspiro el
tatuaje de su gata Tory. Joshua había logrado duplicar a la
perfección su mirada anhelante, su pelaje blanco, negro y naranja, y
hasta la coquetería con que solía mover su cola.
“¿Te sientes bien?”
Preguntó él, no con empatía, sino con el tono de un médico
auscultando a un paciente.
“Se que es tonto, después de
todo, no era más que una gata. La verdad es que me duele mucho
perder un ser querido.”
“No olvides que soy
transhumanista. Mi mayor enemigo es la muerte.”
“Gracias Josh. El tatuaje es muy
lindo, maravilloso, perfecto.” Lo felicitó Isabella entre
lágrimas.
“Tu también lo hiciste bien. Nos
llevó toda la semana, y nunca pensé que tener paciencia fuera más
arduo que aprender a tener buen pulso. Sin embargo, todo a valido la
pena. ¡Estamos tan cerca!”
Esas fueron las últimas palabras de
Joshua.
“Ahora.” Le ordené a mi
hija.
Un haz de luz partió la noche en dos.
El rayo impactó directamente contra la
cabaña, e hizo añicos el techo.
Las muros de madera hicieron
combustión, y el 75% de la cabaña ardió en llamas.
El canal del rayo, buscando el camino a
tierra de más baja impedancia, atrapó a los dos niños.
Solamente uno de ellos disponía de un
poderoso escudo que repelió el ataque. Isabella se vio lanzada
vertiginosamente al otro lado de la habitación, y cuando chocó
contra la pared, ésta cedió por lo débil que había quedado la
construcción. Yaciendo boca arriba, consciente, todo lo que pudo
hacer, fue mirar.
El pulso electromagnético, asestado a
Joshua, fue devastador.
La energía eléctrica se transformó
en energía térmica cuando entró en contacto con su cuerpo.
Su piel se calcinó, pasando de rojo a
negro en un parpadeo.
La mano en que sostenía la maquina de
tatuajes estalló, y la parte derecha de su rostro llevó la peor
parte.
Su camiseta hizo ignición, y las
llamas comenzaron un nuevo baile sobre lo poco que quedaba sin
quemar.
La lesión muscular era, literalmente,
aplastante, por lo que una falla renal aguda y la destrucción de
otros órganos internos era de esperarse. Los daños a su sistema
nervioso y corazón habían sido graves, así que una muerte por
parálisis respiratoria era probable.
Sin embargo, yo no quería arriesgarme.
“Una vez más.” Le ordené a
mi hija, y el segundo rayo no se hizo esperar.
Isabella volvió a ser tirada por la
fuerza del golpe de rayo, más lejos esta vez.
Se levantó despacio, temblando de
arriba a abajo. Dos veces intentó caminar; las dos veces tropezó y
se cayó; tuvo que andar abrazándose a sí misma, por culpa de las
sacudidas que no podía controlar.
Avanzó con la vista en el suelo, hasta
que escuchó el crepitar del fuego sobre la madera. Respiró
profundamente, y reunió el coraje para ver.
La cabaña se había derrumbado con el
segundo impacto. El incendio, que recién había nacido con el primer
rayo, creció hasta ser una gigantesca y monstruosa flama que redujo
a cenizas cualquier esperanza de vida.
Isabella perdió el conocimiento.
Junio
Julio
Agosto
Septiembre
...
El sexto y último ingrediente fue
despertar.
Isabella llevaba quince minutos tocando
el reflejo del espejo cuando reaccionó. Verse a sí misma había
empujado, dentro de su cabeza, los recuerdos de la noche en que
Joshua le había enseñado el tatuaje de Tory en sus caderas.
Descubrió que vestía una bata, como
de hospital, pero se encontraba en el apartamento de Renee, su madre,
en Phoenix, Arizona. Se la quitó para poder ver bien el tatuaje.
Tenía puesta bragas, mas no un sostén para su incipiente busto.
Estaba palpando a la gata dibujada, cuando escuchó un plato romperse
detrás suyo.
“¡Bella! ¡Hija! ¿Estás...?”
Tartamudeó Renee. A sus pies yacían un pedazo de pastel y
fragmentos de cerámica.
“Estoy bien mamá.” Aseguró
Isabella con tono tranquilizador. Se puso la bata de nuevo pensando
que su madre podía haberse aterrado por su medio-desnudez, aunque de
inmediato consideró otras opciones, cada vez más locas y
disparatadas, porque no quería que la realidad fuera lo que era.
“Digo, Renee, amanecí un poco desorientada. ¿Hoy es mí
cumpleaños?”
“¡Hija! ¡Estás hablando!”
Renee se lanzó sobre su hija y la abrazó como un oso, temerosa de
volver a perderle en cualquier momento. “Estás... Aquí.”
Tabulando la preocupación en las
palabras de Renee, Isabella tuvo la certeza de que no había sido un
sueño ni una ilusión. La realidad era que Joshua estaba muerto.
“Lo que es verdad ya lo es; poseer
esa verdad no empeora las cosas.”
“¿Qué dices Bella?”
“Algo que Joshua solía repetir.”
“Lo lamento tanto Bella. Él
está...”
“Lo sé.” La
cortó Isabella sin miramientos. “Renee, hazme un favor.”
“Lo que quieras hija, lo que sea.”
“No me vuelvas a llamar Bella,
nunca más.”
...
“Eso será suficiente por ahora.”
Le dije a mi hija. “No tendremos que volver a toparnos con ella
hasta que los Vulturi se involucren. Hiciste un gran trabajo, hija
querida.”
Puse mi mano sobre su cabeza y la sobé,
como los humanos hacen con sus mascotas cuando quieren consentirlas.
No era un ejemplo disparatado, porque mi hija exhibía una fidelidad
equivalente a la de los perros. Además era mucho más baja que yo, y
la alegría que ella sentía cuando acariciaba su cabello negro y
corto era enorme.
“Te amo, padre.” Ella
declaró. De haber podido, hubieran surgido lágrimas de sus ojos
rojos. “¿Ahora, cuál será nuestra siguiente misión?
“Me temo que tendremos que
separarnos.” Sus labios trazaron un no mudo que no deje salir,
depositando con delicadeza mi dedo indice sobre su boca. “Tengo
que cambiar mi nombre e infiltrarme dentro de la guardia de los
Vulturi. Y tu hija mía, te unirás a tus hermanas para seguir
reclutando más aliados.”
“¿En cuánto tiempo podré volver
a verte, padre?” Mi hija depositó un beso en mi dedo.
Cerré los ojos, y tan clara como el
día, pude contemplar la visión de mi sueño dorado hecho realidad.
“Nos veremos en cinco años,
querida hija. Nos reuniremos tú, tus hermanas, nuestros nuevos
amigos, nuestros viejos enemigos, y nuestros nuevos enemigos. Y poco
después, me convertiré en el Dios en el que ellos no tendrán más
opción que creer.”
Sin importarle para nada mis planes,
ella prosiguió besando mi mano.
...
Nota del Autor
Para cumplir con las condiciones del
mencionado reto, el fanfic en sí, sin contar esta nota, tiene poco
más de 5000 palabras. Si fuera a catalogarse dentro de una categoría
supongo que sería AU o what if? Se entrega antes del
fin del mes de Junio.
Este fanfic es un One-Shot y a la vez
precuela para mi fic de Crepúsculo llamado Atardecer, y
está fuertemente influenciado por Harry Potter y los Métodos de
la Racionalidad de Eliezer Yudkowsky. Para los que hayan leído
Luminosity en Inglés, comparte con dicho fanfic la premisa de
una Isabella más racional, pero creo que las similitudes terminan
ahí.
Ninguno de los capítulos que he
publicado de Atardecer hasta este momento revelan tanta
información como éste. Por lo que de algún modo estoy dando
Spoilers. La verdad es que sentí la necesidad de escribir lo que
había ocurrido en el pasado de Isabella Racional para llegar a ser
quien es, y también construir ciertas bases de mi villano, su papel
en la vida de Isabella y en la historia. De este modo podre avanzar
con más seguridad en Atardecer, porque ya puedo ver con más
claridad el final. Sinceramente agradezco la oportunidad que este
reto me brindó para seguir creciendo como escritor.
Para los que no lo hayan notado, mi
villano está moldeado de la misma arcilla de Aizen, el villano de
Bleach. A sus hijas probablemente también les daré personalidades
basados en personajes de ese manga, al igual que a los futuros
aliados de los que se habla.
Nullius in verba es una
expresión latina que significa "en la palabra de nadie."
Fue mi novia Melissa, quien es mucho más científica que yo, quien
describió a Isabella Racional con dicha locución. Los verdaderos
científicos usan esta expresión para referirse a ellos mismos, y su
búsqueda de la verdad a través de experimentos e investigación,
jamás influenciados por las creencias políticas, religiosas,
culturales, e incluso por otros científicos, sin importar qué tanta
autoridad tenga su palabra.
Agradezco a todos los que se hayan
tomado el trabajo de leer mi historia hasta el final, y el doble a
los que votaron por mí para el reto. Quería quedar entre los tres mejores, y haber conseguido el primer lugar con tan dura competencia es un verdadero honor.
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