Buscar este blog

viernes, 31 de julio de 2020

Memorias de un mago enamorado 24

Capítulo 23              Índice           Capítulo 25

Memorias de un mago enamorado


Foto original Alexander Krivitskiy
Foto original Alexander Krivitskiy

Capítulo 24: Flor Inmortal


Jiro observó a Persea mientras se retorcía, sacudiendo sus brazos cortados, todavía sangrantes. Él había participado en diversas actividades violentas durante sus dieciocho años de vida, sin embargo había algo grotesco sobre lo que estaba viendo en ese momento. Tenía un mal presentimiento a pesar de tener a su oponente mal herida.

Tras reflexionar, se dio cuenta que había demasiada sangre. Persea no se desangraba como una persona real sino como una actriz en una película de Quentin Tarantino.

―Ya puedes dejar la payasada, Persea. ¿De qué se trata? ¿Acaso me hiciste oler alguna planta y ahora estoy alucinando? ―Cuestionó Jiro con seriedad.

Persea se paró en seco. Bajó sus muñones, que siguieron goteando sangre profusamente. Se enderezó y le dedicó a su oponente una sonrisa pedante. Ambos eran rubios, aunque el tono de Jiro era más cercano al blanco y el de Persea al dorado.

La única iluminación seguía proviniendo de la potente linterna del celular, todavía sostenido por uno de los brazos cercenados de ella.

―No creíste que fuera a ser tan fácil matar a alguien que obtuvo el título de Flor Inmortal, ¿o sí? ―Replicó ella con mofa en su voz.

―En realidad sí lo creí. De acuerdo a nuestros espías, has desarrollado bastante tu talento con la flora, y te has vuelto más cautelosa, por lo que sueles cargar plantas para sanación y defensa. No has vencido a nadie poderoso ni tuviste éxito en una misión legendaria. Lo más probable es que hubieses desarrollado una medicina secreta. Pensé que no eras más que una sanadora de fama exagerada. ―Respondió Jiro con una honestidad que lo sorprendió a sí mismo.

―Ya veo. Entonces, ¿cuál es tu verdadero nombre? ―Persea echó un vistazo disimulado a su habitación.

―Soy Jiro, segundo hijo del Dios Dragón del Viento.

―Oh, ¿en serio? ¿Así que fuiste tú el que manipuló a Melodie para que intentase cometer suicidio? También llegaste a trastocar mi amor en odio, y me hiciste ser abusiva con ella. Usaste tu control mental para hacerme tener sexo contigo, ¡y yo sólo tenía catorce años! Había pensado que eras una víctima, como yo. Confieso que sufrí más por tu desaparición que por la de Zeferino. Ahora dime, ¿qué pasó con él realmente?

―Zeferino murió hace cuatro años combatiendo a las quintillizas. ―Jiro intentó ocultar la verdad, y no pudo.

Persea no recibió la noticia con expresión serena.

―¡Diantres! Tenía la esperanza de que ese no fuera el caso. Melodie va a estar muy triste cuando se entere. Ahora dime, ¿cómo fue que mis brazos fueron cortados?

Jiro intentó resistirse, pronunciar una mentira o no abrir la boca. Sintió las palabras salir contra su voluntad y comprendió que había caído en una trampa.

―Tengo cinco mujeres-camaleón conmigo. Están bajo mi control mental y además les di ciertos narcóticos para que sean más obedientes. Están desnudas y atacan con sus afiladas garras. ¡Maldita seas Persea! ¡Matenla, ataquen sin cuartel!

Las sombras difusas se abalanzaron sobre Persea quien, en vez de intentar esquivar, dijo:

―Si son víctimas inocentes de tu control mental, tendré que hacer esto del modo difícil.

Persea fue partida en cuarenta y siete pedazos diferentes. Jiro aulló de alegría hasta que se quedó sin aliento.

Intentó moverse para irse de allí y no le fue posible: su cuerpo se había entumecido por entero. Apenas y podía respirar. No pudo comandar nada a sus esclavas invisibles: tuvo la sospecha de que ellas estaban tan paralizadas como él.

Los pedazos que constituían a Persea se pusieron a vibrar. Diminutos brotes de hierba fueron surgiendo del lado interno de la carne, seguidos por hojas y ramas de madera que se conectaron entre sí, para luego volver a unir el rompecabezas que al ponerse de pie era nuevamente Persea, indemne.

―La inmortalidad duele, ¿sabes? No te preocupes si todavía no lo entiendes, pronto lo harás.

Persea se estiró por un rato para confirmar que todo estaba en su lugar. Después fue y se puso una blusa blanca y un pantalón jean a la carrera. Por último fue al baño y al regresar traía en una mano lo que parecía ser un pétalo de girasol. En la otra un cuchillo grande para tasajear carne.

―El proceso tarda un poco, así que mientras tanto dime: ¿cuál es la verdadera identidad de la persona que se hizo pasar por Zeferino para atacar la Aldea Pielroja?

Ante la orden de Persea Jiro pudo hablar sin inconveniente alguno. Al tiempo que la secreta estratagema le era revelada, Persea desabrochó la elegante camisa de Jiro, pomposa seda que Celestino jamás habría elegido para sí. Luego le abrió el pecho con el enorme cuchillo, para luego introducir el pétalo de girasol. Jiro no pudo proferir queja alguna, por lo que de su garganta únicamente salió el relato del impostor. Sólo sus ojos carmesí, inundados de lágrimas, fueron evidencia de su dolor.

―Cáspita, lidiar con ella no va a ser sencillo. Algo pensaré. No creo que Celestino y Atahualpa sean oponentes indicados para ella. Uno es demasiado sentimental y el otro tiene más músculos que sesos. Preferiría que Melodie no manche sus manos con esa bruja.

Jiro se carcajeó. De la herida en su pecho se habían asomado varios brotes de hojas.

―Oh. ¿Incluso en tu situación actual te queda algo de sentido del humor? Tu desfachatez es admirable. Anda, dime qué te parece tan gracioso. ―Ordenó Persea, molesta de que él no estuviera sufriendo.

―Melodía de la Muerte tiene más sangre en sus manos de la que puedes imaginar. ¡Suicídate! ―Ordenó Jiro.

Persea se degolló a sí misma. De su cuello surgió una cortina de sangre. Tosió un par de veces. Después se limpió el cuello con el dorso de la misma mano que seguía empuñando el cuchillo. La herida ya se había cerrado.

Persea miró a Jiro con amargura.

―Con que aún tenías un comando implantado dentro de mí. Ni siquiera fue un buen intento: tu victoria se limita a un cambio de guardarropa.. Además, estas equivocado, traidor. Hace dos años el Mago Hartwell me contó todo lo relacionado a mi querida Melodie. Veo el temor en tus ojos, y con razón. En efecto, él es la fuente de mi poder actual. Durante varias generaciones mi familia ha poseído afinidad con las plantas, nada espectacular, solamente nos podíamos comunicar con ellas para fortalecer su crecimiento. Por eso mi familia siempre se mantuvo al margen de la comunidad mágica: apenas y éramos mejores que los ordinarios. Alguien tan insignificante no era más que una carga para Melodie si ella insistía en buscar a Zeferino. Cuando me di cuenta que no la podía retener en el mundo ordinario, salí a las calles a deambular sin rumbo, llamando al Mago Hartwell con todo mi corazón, hasta que su nefasta Tienda apareció frente a mí. Él me atendió en persona. Detrás de la ventana sólo había un objeto que yo pudiera ver. Era un animal repulsivo, pequeño y asqueroso cuya única comparación justa es la de un feto humano abortado.

El cuerpo de Jiro se fue inflamando, hinchándose hasta romper su elegante ropa, incluso sus zapatos. Una por una, las uñas de las manos y los pies fueron saltando con un sonoro clac. Luego pedazos de su piel se fueron desprendiendo, aunque su textura ya era más de gelatina, una muy babosa y fétida.

―Le dije a Hartwell que quería el poder para luchar al lado de Melodie. Él se rió en mi cara, una risa horripilante. Afirmó que lo que yo en verdad anhelaba era hacerla mía, pero que eso nunca pasaría mientras Melodie fuera Melodie. En cambio me ofreció la segunda mejor opción: inmortalidad. Así Melodie podría usar su don con libertad en mi presencia. Así ella nunca tendrá que preocuparse por defenderme. Así yo la podré ver envejecer y cuidar de ella con todo mi amor. No sé qué voy a hacer cuando Melodie ya no esté. Tengo miedo a enloquecer. De hecho, tengo miedo de ya estar loca. ¿Puedes creer que el precio para obtener mi inmortalidad fue, precisamente, mi mortalidad? Aparentemente es un don muy preciado, sobretodo para los que ya se cansaron de existir. Comer ese pequeño ser deforme fue asqueroso. Me convirtió en lo que soy ahora. Supongo que soy una mujer planta, o algo por el estilo.

Luego se fue descomponiendo el tejido nervioso, prontamente seguido por los órganos: páncreas, hígado, entrañas, corazón y otros cayeron sobre el suelo, todos con aspecto macilento y gris.

―Perdona mi larga diatriba, no había tenido la oportunidad de comentar todo esto con nadie. Celestino sospecha de mi desarrollo, aunque creo no lo ha mencionado por la misma razón que yo: mientras más ignorante sea Melodie, más feliz será. ¡Oh Camilo! Digo, Jiro, ¡Soy tan feliz que me hayas venido a buscar a mí! Celestino te habría dejado con vida porque, después de todo, eres el hermano de su creador. Melodie únicamente te habría matado en defensa propia, y eso habría sido demasiado rápido y bueno para ti. Lo que yo te estoy haciendo es mucho, mucho mejor. Eres la segunda persona a la que transmito parcialmente mi inmortalidad. Serás una bella planta decorativa a la que podré lastimar tanto como quiera. ¡La vamos a pasar tan bien! Tranquilo, te voy a permitir conservar tu rostro, y en ciertas ocasiones podrás usar tus ojos y tu boca. De no ser así, ¿cómo podría gozar tus muecas de dolor? ¿Cómo privarme de esos ojos carmesí desbordados por el pánico? ¿Cómo podría no bailar ante la dulce tonada de tus gritos?

Los huesos, amarillos en vez de blancos, fueron lo último en caer, y se hicieron añicos a causa de lo deteriorado de su estado. Nada más quedó un girasol tan alto como era Jiro, con su rostro dormido dentro de los pétalos amarillos. Tenía el ceño fruncido, como si estuviese teniendo una pesadilla. Sus raíces estaban descubiertas sobre el suelo de la habitación.

Finalizada la batalla, Persea le dio prioridad al tratamiento de las mujeres-camaleón, que ya se habían hecho visibles. Eran lagartos humanoides de casi dos metros de largo, teniendo en cuenta la cola. Tras acomodar los cinco cuerpos escamosos por toda su habitación, Persea les hizo tragar hierbas y aguacates, para que pudieran dormir y sanar más velozmente. Procedió a escribir una nota y la clavó en el rostro de girasol de Jiro con una puntilla.


"Este es Jiro, el hombre que las tenía como esclavas. Yo lo transformé así. Lo pueden atacar a su gusto, aunque no se lo vayan a llevar, por favor: planeo torturarlo para siempre. Debo ir a casa de una amiga y no sé cuándo pueda regresar. Pueden quedarse tanto tiempo como gusten. No vayan a destruir nada de mi casa, excepto a Jirosol. No les recomiendo comerlo, puede ser venenoso como yo.

La Flor Inmortal


Con una toalla mojada se limpió el cuello y el pecho. Se puso un sujetador y una blusa negra. Se contempló en el espejo y se consideró lo suficientemente sensual. Aunque en realidad no le importaba mucho su aspecto, valoraba mucho la ventaja que obtenía cuando los demás creían que no era más que una mujer bonita.

Antes de salir, optó por revisar las pertenencias de Jiro. Encontró un celular y una varita mágica. No parecía más que un frágil trozo de madera, pero Persea había oído varios relatos de idiotas que habían agitado varitas mágicas sin tomar precauciones y terminaron convertidos en excremento. La guardó en su mochila, en medio de sus aguacates sanadores y sus semillas de enredaderas de crecimiento acelerado.

Entonces revisó el celular. No estaba bloqueado de ninguna manera, así que tras un par de minutos de inspección, se dio cuenta que Melodie corría un gran peligro. En teoría, Melodie era invencible. Pero cuando los enemigos eran los lacayos de un Dios, lo más sensato era no confiarse. Se maldijo a sí misma por haber perdido tanto tiempo monologando.

Bajó al primer piso, cogió su bicicleta, le dio vida a unas ramas que rodearon sus piernas y empezaron a pedalear por ella. Tras un par de cuadras, se dio cuenta de dos anormalidades. La primera, todas las personas se la quedaron mirando a ella y sus piernas potenciadas por las ramas. Comprendió que el velo que separaba lo mágico de lo no mágico se había roto. Lo segundo, el cielo en dirección a la casa de Melodie estaba oscurecido, no por nubes de lluvia, sino por un enjambre compuesto por miles y miles de Harpías.

La Persea de antes se hubiese desmayado porque el mundo se había puesto de cabeza y sus amigos estaban en peligro.

Ignorando a propósito los gritos y dedos trémulos que la señalaban, la Persea del presente hizo que las ramas la ayudarán a pedalear a toda prisa.

...

Capítulo 23              Índice           Capítulo 25

Nota de autor (24 de Julio de 2.020)


Últimamente me cuesta mucho dormir. ¿Será por tanto estrés acumulado, a causa de todas las situaciones bizarras propiciadas por la pandemia? Espero que ustedes tengan un buen día a pesar de de todo. Me pasaron muchas cosas desagradables esta semana. Me robaron con un billete falso, me acusaron de no dar una devuelta correctamente, tuve que presenciar una horrible pelea de pareja en mi lugar de trabajo, en fin, el 2.020 no deja de atacar.

A veces pienso que me mantengo ocupado para no pensar en tantas cosas que no quiero pensar. Algún día, quizá, mi realidad será mejor. Tengo la fe.

Esta entrada fue posible gracias a Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.

Si te gustó lo que acabas de leer y quieres apoyarme puedes:

  1. Ser un Patrocinador de Rhaidot.
  2. Dejar un comentario
  3. Recomendarme en tus redes sociales

Gracias por leer.

No hay comentarios: