Capítulo 2
Harry x Harry
Rick Sánchez |
Capítulo 3: Adiós, adiós y gracias por el Harry
Conclusión: Rick Sánchez
—Eres un tonto, Harry Potter. Y co-como que, algún día lo, perderás todo.
En medio de los eructos, Verres percibió la dureza evidente en la voz de Rick, pero también la tristeza subyacente en la manera que intentaba esquivar su mirada.
—Estoy haciendo todo lo posible para que ese día nunca llegue, Rick. Y puedo asegurarte que ese día no será hoy.
Rick se lo quedó viendo boquiabierto, en una mueca que no era de sorpresa sino de sorna.
—He tomado el ojo, la mano y la pierna del único Harry en el multiverso con inmunidad a las Paradojas temporales. Y de no ser por la Piedra Filosofal y los nanobots de Doctor Stone, créeme que ese ensamblaje habría sido imposible. Incluso ahora mismo no me siento muy sólido que digamos.
Rick tomó otro trago, soltó un eructo, y pareció estar desinteresado. Verres continuó su explicación.
—También he copiado todos sus recuerdos. Primero le llevé a una dimensión de tiempo suspendido y lo engañé para que pudiera experimentar más de cien universos alternos. Eso me dio tiempo suficiente para extraer las memorias de toda su vida y guardarlas dentro de una tarjeta de datos que ahora está dentro de mi cerebro. Puedo acceder a sus recuerdos a voluntad sin que mi cerebro explote por exceso de información.
—¿De dónde sacaste esa tarjeta? —Cuestionó Rick con sequedad.
—La fabricó el Doctor específicamente para esta misión.
—¿Doctor quién?
—No es Doctor Quién, simplemente el Doctor. Ya sabes, el que no llega tarde por la T.A.R.D.I.S.
—Ah, e-ese presuntuoso. —Rick giró los ojos despectivos, y luego volvió a eructar. Uno grande.
—Y tú me ayudaste con tu sintetizador de partículas Rickas para copiar su alma e imprimirla sobre la mía. Hubo menos explosiones de las que esperaba, lo que fue una feliz sorpresa. En cualquier caso, bajo toda percepción y juicio, ahora poseo la misma inmunidad paradójica-temporal del otro Harry. Por lo que cuando me haya zambullido de lleno en el núcleo de la fuente de la paradoja, cerca de mi mundo Prime, pero no demasiado cerca, debería crear una paradoja contra la paradoja, bloqueando la influencia de la Paradoja del Niño Maldito sobre las divergencias superiores de Prime. Ahora, te pregunto Rick, y te pido que contestes con seriedad, ¿encuentras alguna falla en mi plan?
Rick tosió a la mitad de estar ingiriendo su bebida y terminó escupiendo todo sobre su bata blanca desabotonada, sus pantalones y un poco sobre Verres.
—¿Có-cómo que una falla? ¡Hay como, cientos de fallos! Pero primero te voy a señalar la más evidente, tan evidente que un niño de primaria la vería como, como con los ojos cerrados. ¡TE VAS A MORIR HARRY!
Hubo silencio entre ellos.
Estaban sentados al borde de una colina con los pies colgados en el aire. Era un planeta muy pequeño donde podías ver el ocaso y las estrellas cada cinco minutos. Verres tenía la apariencia de Harry Potter alrededor de los cuarenta años y una túnica negra de hechicero.
—Intenté buscar otra solución, pero no la encontré. La Paradoja del Niño Maldito sólo puede ser revertida con el sacrificio de un Harry Potter. Y la vida de un individuo, incluso si es la mía, jamás tendrá tanto peso como la de miles (quizá millones) de mundos. —Verres se esforzó por hablar con voz neutra, sin embargo una nota de pesar se coló en su voz.
—Ahora estás siendo melodramático además de baboso. ¿Un Harry Potter para sacrificar? ¡Tienes una viviendo contigo desde hace un par de meses! Y ya revisé su personalidad, casi idéntica a la del Harry Potter original. Sólo ti-tienes que pedírselo con palabras bonitas y de seguro el pelmazo se sacrifica por voluntad propia o como sea.
—¡Y por eso es precisamente que no le pude explicar lo que iba a hacer! —Exclamó Verres empezando a desesperar.
—¡Y aquí vienes con toda la bazofia de, mi-mi vida no es tan valiosa como la de los demás y, so-soy desechable! —Rick vio que la botella estaba casi vacía, la estrelló contra la arena que era un desierto miniatura y sacó una nueva botella de entre su túnica.
—Rick, como hombre de ciencia, te respeto, ¡pero no puedes negar que la vida de Gryffindor tiene al menos tanto valor como la mía!
—¡Entonces fabrica un cochino clon! Si no quieres que le pase nada malo a tu lindo novio, entonces haz un clon y, ¡problema resuelto!
Verres se puso de pie y dio vueltas por ahí hasta que sus zapatos tropezaron con el mar.
—Primero, no hay garantía de que un clon retendría la inmunidad paradójica-temporal del original. Segundo, no sería ético sacrificar a un Harry Potter, o cualquier otro ser humano, nada más porque es un clon. Tercero, soy un clon y no existe una contradicción en mis argumentos porque estoy eligiendo sacrificarme por voluntad propia. Cuarto, nada de lo que digas me va a hacer cambiar de opinión a menos que sea una solución superior al problema de la Paradoja del Niño Maldito que amenaza mi universo y no el tuyo; no es que tu propio universo te importe más que un cacahuete. Quinto, ¿encuentras una falla en mi plan, sí o no?
Con indignación palpable en el rostro, Rick se levantó y alzó un puño sobre su cabeza. Verres imaginó todos los hechizos y dispositivos que podría haber empleado para su defensa, y optó no utilizar ninguno. Ya había intentado combatir a Rick en el pasado, y la experiencia había sido amarga.
Rick casi descargó el puño. Logró controlarse, y su mano abierta quedó temblando en el aire, muy cerca del rostro de Verres.
—¡Tú eres mío! ¡Hice un pacto para obtenerte! ¡Tu-tu vida no es tu-tuya para desperdiciarla como se te da la jodida gana, Morty! —Gritó Rick hasta que se quedó sin aire en los pulmones.
Verres había relajado todo su cuerpo de manera consciente, aunque sus ojos verdes parecieron destellar con furia por un breve instante. Hubiese visto o no Rick ese destello, lo que hizo después fue pasar la mano por su frente y mostrarse arrepentido.
—Anda ya, lo siento Harry, yo, ya sé que no te gusta que te llame así, pero, bueno, ya-ya sabes, al menos estoy 50% en lo correcto, técnicamente.
De inmediato Verres desapareció de allí usando la Aparición.
Con el ceño fruncido, Rick metió la mano dentro de su bata de laboratorio y extrajo su pistola para abrir portales entre dimensiones. Estuvo apunto de apretar el gatillo, con el rostro retorcido por la ira, sin embargo se detuvo. Se llevó una mano a la cara un buen rato. Cuando removió su mano, parecía estar más calmado.
—Debería decir una frase genial y épica pero no se me ocurre nada. ¿Escuchaste, Dios del universo que no existe? ¡No sé me ocurre nada! ¡Nada! —Gritó Rick, aunque no hubo nadie para escucharlo.