Memorias de un mago enamorado
Foto original por Ali Khalafi |
Capítulo 12: Conversando desde el miedo
La Sala de Recepción del Dios Dragón del Fuego había sufrido una remodelación desde la última vez que Jiro había estado allí. Ya no estaba el trono de oro amoblado con una tela roja ni la pantalla gigante led ni el equipo de sonido ni la nevera portátil ni otras comodidades con las que el Dios Dragón solía distraerse. Solamente quedaba la mesa de madera cuadrada para ocho personas, con sus butacas del mismo material.
Las quintillizas ya estaban sentadas. Masaki estaba ubicada en el puesto de honor que el Dios Dragón del Fuego solía conceder a quien se hubiese ganado su favor. Usaba un vestido rojo de volantes que le caía hasta los tobillos, y se había cortado el cabello al estilo pompadour. Nana y Suki estaban en un costado, engalanadas con blusas de tiras y faldas por encima de las rodillas. Frente a ellas, Riku y Mori usaban armadura ligera y remaches de cuero. La cabecera estaba vacía.
Todos los presentes, incluido Jiro, tenían el cabello rubio y los ojos de color carmesí.
—¿Dónde está nuestro amo? —Interrogó Jiro con aprehensión.
—El amo ya no te considera de confianza, hermano, por lo que ha cambiado su localización a un lugar desconocido para ti. —Respondió Nana con una sonrisa cruel sobre su rostro de ángel.
—Yo soy la que voy a hacer las preguntas aquí. He sido designada por nuestro amo para hablar en su nombre. Espero que les quede claro a ambos, Nana y Jiro. —Declaró Masaki con tono autoritario.
Jiro tragó saliva. Nana chasqueó la lengua.
—Jiro, segundo hijo del Dios Dragón del Viento, estás acusado de haber traicionado a los Dioses. ¿Cómo te declaras? —Inquirió Masaki poniéndose de pie, haciendo que su copete temblara un poco hacia adelante.
Jiro respiró profundamente antes de contestar. No podía permitirse perder el control, tenía que pretender que no sentía miedo. Una palabra incorrecta, y sería ejecutado por ellas.
—Inocente. —Afirmó Jiro con voz templada.
—Que descaro, ¿cómo se atreve a decir eso tras haber asesinado a nuestro hermano menor? —Comentó Suki, y añadió una carcajada.
—Silencio hermana. Jiro, ¡explica por qué mataste a nuestro hermano Kuro, noveno hijo del Dios Dragón del Viento!
Jiro recordó que Kuro se burlaba de los títulos y fórmulas cada vez que podía. No pudo evitar sonreír.
—Técnicamente, no fui yo quien lo mató, sino la gravedad.
Nana y Suki se partieron de la risa. Mori y Riku no alteraron su expresión seria. Masaki se puso roja de la rabia y palmeó la mesa de madera en repetidas ocasiones.
—¡Silencio! ¡Silencio he dicho! ¡No te hagas el gracioso conmigo, Jiro! Nuestro amo tenía a Kuro en alta estima, era un siervo obediente y leal que nunca rechazó ninguna orden que se le dio, y cumplió con sus obligaciones a cabalidad. Él estaba bajo tus órdenes directas y tú lo mataste, ¿por qué? —Dijo Masaki, ahogada por la furia.
—Tuve que matarlo para proteger mi identidad. Ahora gozo de la confianza del Bastardo del Viento y la Melodía de la Muerte, y de otros cercanos a ellos. Pronto tendré la oportunidad de atacarlos cuando menos se lo esperen, y ambos desaparecerán para siempre. Kuro seguiría con vida si no hubiese organizado un ataque tan imprudente a mis espaldas —Explicó Jiro con serenidad.
Masaki escuchó atentamente. Luego se sentó, y cuando volvió a hablar pareció más calmada.
—Nuestro amo temía que te hubieses enamorado de Melodía de la Muerte.
—No sucedió tal cosa. Sin embargo, el Bastardo del Viento es poderoso e inteligente. No es fácil que baje la guardia. En cuanto a Melodía de la Muerte, Asesina de Dioses, toda discreción es necesaria. Una vez que ella empieza a cantar, la voluntad de luchar desaparece y la única opción es morir. —Argumentó Jiro, con una gota de sudor bajando por su frente.
—Siempre he sido partidaria de un ataque por la espalda. Si le haces explotar la cabeza o le cortas la garganta antes de que pueda reaccionar, ¡pum, problema resuelto! —Propuso Nana con efusión.
—El Bastardo del Viento no permitiría eso. Además, nuestro propio padre intentó eso y no funcionó. ¿Te crees más capaz que un Dios Dragón, hermana? Y eso fue hace cinco años. Ahora se ha hecho más fuerte, pude comprobarlo hace poco. —Cuestionó Jiro.
Nana retrocedió visiblemente dentro de su asiento, y otro tanto hizo Suki. Mori y Riku se adelantaron con expresión curiosa, y Masaki volvió a ponerse de pie con expresión preocupada.
—¿A qué te refieres con que se ha hecho más fuerte? ¡Responde, Jiro!
—Seguramente vieron cómo el Bastardo del Viento se hizo pasar por muerto para engañar a Kuro, ¿verdad? Pues yo estaba ahí, a unos pocos metros. Pude sentir como la magia de Melodía de la Muerte colaboró con la magia de viento para contenerse. Ella sigue teniendo un cierto control sobre su poder, aún si no lo recuerda de modo consciente. En la ola de destrucción que asesinó a nuestro padre, fue la primera ocasión que Melodía de la Muerte se permitió usar su máximo potencial. Eso fue hace cinco años. Hace dos días, el poder que sentí estando ahí, contenido por el esfuerzo de ambos, era el doble de fuerte que hace cinco años. —Afirmó Jiro, y no tuvo que fingir, porque en ese momento estaba diciendo la verdad.
—¡Imposible! —Exclamó Masaki y se quedó con la boca abierta.
—No miento. —Insistió Jiro.
—Eso significa que puede destruir todo ser vivo en un radio de dieciséis kilómetros en todas direcciones. —Habló Mori por primera vez. Su voz tenía reverencia académica más que temor.
—Como mínimo. —Añadió Jiro, satisfecho de su propia prudencia.
Las quintillizas se contemplaron entre sí, para luego reposar sus ojos sobre Masaki. Ella se acomodó el copete y luego contempló a Jiro directamente a sus ojos carmesí.
—Tienes tres días para asesinar a alguno de los dos. —Anunció Masaki con tono irrevocable.
Ahora fue Jiro quien se quedó con la boca colgando.
—¡Pero qué estás diciendo! ¿Cómo voy a lograr semejante hazaña? ¡Eso no tiene sentido! —Protestó Jiro desesperado, la compostura perdida por completo.
—Esta es la voluntad del Dios Dragón del Fuego. Melodía de la Muerte es un problema que se ha dejado vivir por demasiado tiempo. Debe ser eliminada ahora mismo, sobretodo si su poder sigue en aumento. Además, tienes que demostrar tu lealtad. Si tienes éxito, serás perdonado por la muerte de Kuro. Si fracasas, se le pondrá un precio a tu cabeza. Agradece que nuestro amo me ordenó conceder tres días para ti si podías proveer alguna información que fuera útil para su causa. —Sentenció Masaki y volvió a sentarse, indiferente a la cara suplicante de Jiro.
—Tic tac hermano, tic tac. —Se mofó Suki, moviendo el dedo índice de su mano derecha de un lado al otro, como un péndulo al revés.
Nana le sonrió con crueldad. Mori asintió su cabeza con firmeza y Riku lo siguió ignorando.
Jiro sabía que no iba a ganar nada más al quedarse ahí. Resignado, se dio la vuelta y se dirigió al ascensor. Su cerebro ya estaba pensando a toda marcha para encontrar un camino para salir con vida de todo ese embrollo.
...
Melodie dio vueltas en la cama durante dos horas hasta admitir que no podría dormir sin haber conversado en privado con Zeferino. Cogió su celular de su mesa de noche y le envió un mensaje de texto.
"¿Estás despierto, Zefer? Quiero hablar contigo ahora mismo, en persona. ¿Puedes venir a mi casa, sin que nadie se de cuenta de tu presencia?"
Pasaron cinco minutos sin que Zeferino respondiera. Melodie había recibido la notificación de que su mensaje había sido leído. Estaba pensando qué hacer cuando percibió la canción del viento cerca de ella. Se levantó de la cama a toda prisa y se alisó la pijama.
Se aproximó a su ventana y allí vio la figura de Zeferino, esperando afuera. Melodie vivía en el tercer piso de un edificio que a su vez estaba rodeado de otros edificios, por lo que su ventana daba hacia un callejón estrecho. Melodie abrió la ventana con tanto sigilo como le fue posible.
—¿Qué sucede? —Inquirió Zeferino con cautela.
—¿Puedes llevarme a tu casa? Sé que mis padres no nos pueden oír, pero mi hermano sí, y no lo quiero despertar.
Zeferino asintió e introdujo la mitad superior de su cuerpo dentro de la habitación de Melodie, para cargarla entre sus brazos. Él no tenía puesto más que unos calzoncillos tipo boxer de color negro.
—¿Dónde rayos está tu pijama? —Preguntó Melodie, estremecida doblemente por el frío de la noche y el roce de sus brazos con la piel de Zeferino.
—Esta es mi pijama. Vine a toda prisa. Apenas y me acordé de ponerme las gafas. Yo sí estaba durmiendo, ¿sabes? —Contestó Zeferino con una sonrisa.
La ventana se cerró con un suave chasquido detrás de ellos. Melodie volvió a pensar que la manipulación del viento era muy conveniente. Ambos se alzaron por encima de los edificios y estuvieron así, como suspendidos en el tiempo. Debajo de ellos la ciudad dormida a medias, con algunas luces todavía fulgurando, arriba en el cielo algunas pocas estrellas se habían asomado, la luna estaba oculta detrás de las oscuras nubes de lluvias que sólo se quedaban en amenazas.
Ella recostó su mejilla contra el pecho de Zeferino. Su corazón latía igual al de otros seres humanos, quizá un poco más rápido de lo normal. Melodie se sorprendió a sí misma evaluando la complexión de él. Aunque no era un bárbaro musculoso, tenía su figura bien delineada, era un cuerpo atlético, como el de un nadador.
—Hemos llegado. —Anunció Zeferino, carraspeando con la garganta.
Habían llegado al quinto piso de un edificio relativamente cercano al apartamento en que ella vivía.
—No es por quejarme, pero esta no es la mansión que había esperado.
—Esa queda a una hora de distancia. Este es un apartamento que compré porque queda más cerca de ti. Suelo dormir aquí más que en la mansión.
Mientras daba su explicación, Zeferino hizo un gesto con la mano que sostenía la espalda de Melodie, y eso provocó que la ventana de su apartamento se abriera sola, y que a ella le diera otro escalofrío. Entraron y la ventana se cerró tras ellos. Aterrizaron sobre el piso alfombrado y él descargó a Melodie con suavidad, primero ayudándola a bajar con la mano que había sostenido sus piernas.
Para ella había sido un momento íntimo, era la primera vez que la había llevado volando así, sin que sus vidas corrieran peligro. Para Melodie había sido un momento verdaderamente mágico, y se preguntó si había sido igual para él.
—¿Compraste este lugar sólo para vivir cerca de mí?
Zeferino asintió.
—Por favor, siéntate en el sofá. ¿Quieres algo de comer o de beber? Puedo preparar café caliente si lo deseas.
—Eso estaría muy bien. —Respondió ella acomodándose en el mullido sofá blanco.
Unos cuantos minutos después, Zeferino regresó de la cocina con una taza de café humeante. Se había puesto una camisa blanca.
—¿Sólo preparaste para mí? ¿Y tú no vas a tomar?
—No, el café me desvela demasiado. Y no me cae muy bien para el estómago. No soy como tú, no sé cómo le haces para tomar tanto café. —Dijo Zeferino sentándose a su lado.
Melodie sorbió un poco de la taza. Era un café con poca azúcar y bastante negro.
—Hasta sabes cómo me gusta el café. Aún me sigo sorprendiendo por lo mucho que me conoces, hasta en los pequeños detalles. —Melodie habló con un cierto deje de amargura.
—¿Es algo malo? —Inquirió Zeferino.
—No. Pero me hace cuestionarme, ¿por qué estuve dispuesta a olvidarte? ¿Qué pudo ser tan malo como para estar dispuesta a perder lo que había entre nosotros? —Melodie lo miró fijamente con sus ojos de color avellana.
Zeferino tragó saliva.
—Fue lo suficientemente malo, Mel. Tú habías pasado por bastantes cosas antes de conocerme, y tuviste que pasar por otras después. Fue una decisión difícil, y no fue una que hubieses tomado a la ligera.
—¿Estuviste de acuerdo cuando elegí borrar mis recuerdos?
Zeferino negó con la cabeza.
—No. Pero fue tu decisión, y la tuve que respetar. La debo seguir respetando.
Melodie tomó otro sorbo de café. Respiró profundamente y se atrevió a pronunciar la pregunta que no la había dejado dormir.
—Zefer, ¿me amas?
...
Nota de autor (30 de Mayo de 2.020)
Ya tengo una idea bastante clara de cómo será el final del primer libro de Memorias de un mago enamorado. Lo siento más como un final de temporada, a lo mejor mi estilo de escritura es demasiado cinematográfico. Esa fue una crítica que mi novia Melathana recibió una vez de parte de un profesor que quería que ella escribiera de un modo más bucólico y rural. Creo que ese profesor buscaba más destruirla como escritora que educarla.
Esta entrada fue posible gracias a Rocio Tou, Sergio Andres Rodriguez Vargas, Nkp, Kbrem y Claudio Andres Cayulao Martinez.
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