Atardecer
Capítulo 5
Trance
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...
“El ser humano
está compuesto principalmente por
tres elementos:
cuerpo, mente y emociones. La combinación de esos tres aspectos en
un individuo tiene como resultado lo que llamamos identidad. Cuando
un ser humano es transformado en vampiro, esos tres aspectos se ven
potenciados. Aquello que llamamos 'don' nacen del elemento que cada
individuo tenga más desarrollado en el momento del renacimiento.
Todos los vampiros tienen un don, sólo que algunos son tan sutiles
que parecen inexistentes.”
...
Era
viernes y estaba en clase de Biología II.
“Isabella, por
favor toma asiento.”
Repitió el profesor Banner un poco mosqueado por mi tardanza en
ocupar mi lugar.
Me
senté al lado del hombre más hermoso del mundo. ¿Cómo podía
alguien verse tan blanco y no parecer enfermo sino encantador?
Por
más que le dirigí ordenes a mi boca, ningún saludo ni presentación
surgió de mí.
“Hola, mi
nombre es Edward Cullen, encantado de conocerte.”
Maldije
a todos los diablos cuando me encontré incapaz de contestar.
“Tu debes ser
Isabella Swan, ¿correcto?”
“¿Cómo sabes
mi nombre?”
No me gustó mi propio tono demandante; al menos ya estaba hablando.
“Oh, creo que
el pueblo entero sabe tu nombre. Todo el mundo estaba esperando que
llegaras, y con la forma en que ayudaste a la policía el otro día,
en este momento eres la sensación.” Edward
Cullen dibujó una ligera sonrisa en sus labios y descarriló mi tren
de pensamientos de nuevo.
Me
estaba enojando mucho conmigo misma, jamás me había llegado a pasar
algo así. Tenía que serenarme y pronto. Si este chico me
interesaba, mayor razón para no comportarme como una tonta. Dejé de
mirarlo con la excusa de rebuscar un libro en mi mochila y a
propósito me demoré más de lo necesario para respirar profundo un
par de veces. Cuando volví a verlo seguía siendo tan brutalmente
bello como antes, pero yo ya había recuperado el control.
“Sea cual sea
el rumor que hayas escuchado, no soy tan inteligente como dicen.“
“Yo creo que
eres aún más inteligente y especial de lo que escuché.”
Algo
en el tono de sus palabras no encajó. No detecté sarcasmo ni una
vana intención de halago, más bien había en su voz una gran
certeza, la fuerza de su afirmación me despistó. No era posible que
supiera más sobre mí que otros, ¿o sí?
Percibí
dos cosas en ese momento, tan fugazmente que casi me las pierdo.
Primero, Edward hizo una expresión de auto-reproche. Segundo, él
giró su rostro hacia un lado y tomó una gran inhalación, haciendo
a la vez una mueca que casi era de dolor. Y se quedó un rato
apretando los dientes en silencio.
Que ternura,
concluyó mi cerebro, ambos están
actuando del mismo modo, avergonzándose ante la mínima posibilidad
de hablar una estupidez y parecer un tonto ante la persona que les
gusta. Creo que están enamorados.
Le
ordené a mi cerebro que se callara.
“Empiecen.”
Señaló el Sr. Banner, y tuve que recordar que estaba en clase y que
aunque un ángel caído del cielo era mi compañero de laboratorio,
tenía una misión muy importante por cumplir.
“¿Las damas
primero?” Ofreció
Edward.
“Gracias.”
No podía perder tiempo con intercambios muy corteses. Entonces caí
en cuenta. “Tu forma de hablar
es muy graciosa.”
“¿Cómo
graciosa?”
Interrogó con una sonrisa juguetona.
“No hablas como
adolescente, sino como alguien mayor.”
“Tú tampoco
hablas como los demás.”
Replicó Edward con seriedad.
“Touché.”
Admití cogiendo el maltratado microscopio y una de las diapositivas.
“Profase.”
“¿Te importa
si miro?”
Edward se apresuró a coger mi mano para evitar que yo retirara la
diapositiva.
Yo no
era una mojigata, y no era la primera vez que mi mano rozaba la de un
chico, mas nunca había sentido algo así. Sentí como si una
descarga eléctrica se hubiera producido entre nosotros, como si mi
mano se hubiera quemado, a la vez que un frío glacial me produjo
temblores que recorrieron toda mi espina dorsal.
“Lo siento.”
Se disculpó Edward, y avergonzado escondió su mirada con el
microscopio.
“Yo soy la que
debo pedir perdón.”
Me sobé la mano por debajo de la mesa. “No
te iba a dar oportunidad de verlo por ti mismo. Supongo que estoy mal
acostumbrada a ser la que hace todo el trabajo cuando estoy en un
equipo.”
“Profase.”
Concordó
Edward conmigo y procedió a cambiar la diapositiva. “Creo
que es lógico que ambos
aprendamos a tomar turnos. Anafase.”
“Estás en lo
cierto. Así que, ¿cuál es tu excusa para el crimen de ser listo y
guapo? ¿Es verdad que tu padre adoptivo en un científico loco y
ustedes son clones genéticamente mejorados? Interfase.”
“Veo que no te
andas por las ramas. Y acertaste otra vez. Me refiero a la
diapositiva, desde luego.”
“Estoy
exagerando, por supuesto. Aunque no puedo negar que tengo más
preguntas de las que Charlie consideraría apropiadas. De acuerdo a
él, tu familia es lo mejor que le ha pasado a Forks desde... no sé,
la invención del tenedor, supongo.”
“Por la forma
en que Mike Newton me está mirando creo que quiere hacerme
desaparecer de tu lado.”
De
reojo pude comprobar que la manera en que Mike veía a Edward no era
amistosa.
“Él no es mi
tipo.”
Solté a prisa, sin darme cuenta de la extensión de mis palabras.
“¿Y yo soy tu
tipo?”
Preguntó Edward sin desaprovechar la ocasión.
“Usted tampoco
se anda por las ramas, caballero.”
Tumbé mi cabello sobre mi rostro para disimular mis cachetes
sonrojados. Vi que Edward no se veía muy cómodo que digamos. Me
animó no ser la única que se sentía boba ante la situación.
“Confieso que nunca había
conocido a alguien como tú.”
“Espero que eso
sea bueno.”
Él murmuró con ojos soñadores.
“Lo es.”
Al tiempo de susurrar esto tomé su mano impulsivamente, y permití
que la perturbadora sensación me invadiera de nuevo.
Para
cuando el profesor Banner se acercó a nuestra mesa habíamos
terminado de examinar las cinco diapositivas. Mentalmente felicité a
Edward por retirar su mano de la mía justo antes de que el profesor
pudiera vernos.
“Edward, ¿no
pensaste que Isabella merecía una oportunidad con el microscopio?”
Su malintencionada pregunta disparó mi mal genio.
“¿Por el hecho
de que las respuestas son correctas no pude haberlas resuelto yo?”
Como el profesor Banner se quedó boquiabierto, añadí: “Espero
que su comentario nazca de la creencia de que Edward es muy
inteligente, y no de un chovinismo arcaico en contra de las mujeres.”
“¡Señorita
Swan, esa no es forma de dirigirse a un maestro!” Chilló
el profesor Banner.
Por
debajo de la mesa, Edward toco mi rodilla con gentileza, con la punta
de sus dedos, como un llamado a la cordura. Por mi mente cruzaron las
imágenes necesarias para calmarme: el juez pidiéndome que me
comportara, la despedida de Phil y Renée, la expresión adusta de
Charlie, la infinita suerte de tener a Edward al lado.
“Lo siento,
profesor. Sólo quería aclarar que tres de las cinco diapositivas
las identifique yo primero, y revisé las otras dos que Edward hizo
primero. Había hecho un laboratorio similar a este, en una clase
avanzada en Phoenix.”
El
profesor Banner tenia la duda pintada en la cara, de si mandarme a
castigo o no, entonces Edward intervino con una sonrisa gloriosa.
“Es bueno que
ella y yo seamos compañeros.”
Esa
simple frase calmó al profesor Banner como por arte de magia, quien
murmurando procedió a revisar el trabajo de otras parejas.
“¿Eres domador
de profesores? Creo que me salvaste de un castigo.”
Apenas y noté que las mejillas me dolían de tanto sonreír.
Edward
se encogió de hombros como si no le diera importancia. “¿Qué
deberíamos hacer ahora? Aún falta media hora para que concluya la
clase.”
Oportunidad
perfecta.
“De hecho hay
algo más que quisiera observar por el microscopio, si no te
molesta.”
...
El día
anterior, encerrada en el sótano mientras Charlie no estaba, había
sacado mi cajón secreto de tesoros. Era una colección de objetos
los cuales había robado en su mayoría y el resto comprado sin que
Renée se enterara. Y entre la primera categoría se encontraban una
serie de lentes muy completa que había reunido a lo largo de los
años.
Tras
haber limpiado el sótano hasta alcanzar un grado de antisepsia
suficiente, procedí a preparar los reactivos necesarios para
estudiar las muestras. Normalmente no es posible mirar los cromosomas
a través de un microscopio óptico, excepto durante la división
celular cuando se condensan lo suficiente como para poder ser
fácilmente analizados a 1.000 aumentos. Para obtener células con
sus cromosomas en este estado condensado, se las expone a un
inhibidor de la mitosis que bloquea la formación del huso mitótico
y detiene la división celular en la etapa de Metafase.
Había
razonado que usaríamos un microscopio óptico en la clase. Lo más
ideal hubiera sido uno digital o electrónico, sin embargo eso era
demasiado pedir para un lugar pequeño como Forks. De haberse tratado
de un microscopio compuesto todas mis preparaciones hubieran sido en
vano.
Cuando
los reactivos estuvieron listos, los guarde cuidadosamente en mi
mochila junto con los lentes.
...
Tuve
muchísima suerte esa mañana, más de la que me había atrevido a
esperar.
Todos
los microscopios del salón, aunque viejos, eran ópticos después de
todo, lo cual dificultaba el análisis pero lo hacía posible.
Sin la
ayuda de Edward jamás hubiera logrado analizar el fragmento a
tiempo. Tenía un sexto sentido para advertirme de la presencia del
profesor e incluso de miradas indiscretas de compañeros. Sus
conocimientos de genética eran harto superiores a los míos, y su
destreza para manipular el microscopio nos permitió observar la
frágil partícula, que a pesar de los mejores cuidados, terminó por
desintegrarse al final de la clase.
Pude
determinar que dicho fragmento pertenecía a un animal, con algunas
similitudes a nivel celular con el ser humano, sin embargo con
enormes diferencias en su construcción genética. Me impactó
descubrir que contaba con un par de cromosomas extra, 25 pares de
cromosomas en lugar de 23. Una parte muy infantil mía se emocionó
al imaginar la posibilidad de mutantes con control sobre las fuerzas
de la naturaleza, mas logré calmar mis ánimos. En lo que a la
ciencia concernía, la cantidad de cromosomas no era tan importante
como la calidad de la información presente dentro de ellos, no era
como si el que tuviera más cromosomas ganara. Aunque nada más con
recordar la destrucción en el aula podía visualizar a una criatura
por lo menos humanoide. ¿Acaso estaba buscando a Pie Grande?
“¡Qué
interesante!”
Fue lo único que Edward mencionó sobre el asunto, procediendo a
cambiar de tema. “¿Quieres
comer conmigo y mi familia al mediodía?”
Acepté
explicando que me disculparía primero con unos amigos. La expresión
asombrada de Jessica NO
me preparó para la extraña escena que siguió en la cafetería.
...
“Hermanos y
hermanas, ella es Isabella Swan, la hija de Charlie, el Jefe de
Policía. Isabella, ellos son mis hermanos Jasper y Emmett, y mis
hermanas Rosalie y Alice.”
Me
quedé en silencio, atónita. Había escuchado que los ricos eran una
especie diferente. Lo que tenía ante mis ojos, era de otra
dimensión. Cada uno de ellos era maravillosamente perfecto a su
manera. Encontrarse a uno solo de ellos hubiera sido un impacto;
toparse a los seis era una experiencia de muerte. Todos compartían
los ojos de color amarillo intenso, y a mi pesar las habladurías de
Jessica ganaron peso dentro de mi opinión.
Jasper
tenía el cabello rizado y rubio, dándole un aspecto de querubín
juguetón. Lastima que su expresión nada más variaba entre absoluta
neutralidad y visceral disgusto.
Emmett
era enorme como un oso, no había otra forma de describirlo, y no era
feo a pesar de su desmedida altura. Su sonrisa era la de un niño
feliz y al igual que con uno era fácil sentarse a su lado y dejar
pasar el tiempo hablando de tonterías. Su cabello negro y corto le
daba un aire marcial que no encajaba con el resto de su persona.
Rosalie
era despampanante. Su belleza era inconmensurable. Si lo deseaba,
podría disponer de un ejercito de hombres – y unas cuantas mujeres
– dispuestos a cumplir hasta el más misero de sus caprichos. Era
la más bella entre los bellos, y mi cerebro no era capaz de procesar
este argumento. Con respecto a mi persona, un frío desdén fue todo
lo que recibí de parte de ella. Supuse que era natural. Después de
todo, mi aspecto era muy normal para sus estándares.
Alice
era muy agradable y dulce. La más baja de los Cullen y con un cuerpo
delgado en extremo que recordaba a un hada. Sus grandes ojos sumado a
su cabello corto – muy negro – y en puntas no le daba una
apariencia muy femenina sino más bien aniñada. Era linda de un modo
inocente.
“¡Oh! ¡Hueles
tan bien Isabella!” Alice
me felicitó. Eso, fue raro. Luego la mesa se sacudió, lo que por un
segundo me hizo pensar que Edward acababa de patear a Alice... Ambos
estaban sonriendo como si nada, por lo que silencié mi desbordada
imaginación.
“Ya debes estar
aburrida de las conversaciones sobre el clima en Forks.”
Continuó Alice. “¿Te gusta el
béisbol o algún deporte similar?”
“Soy buena en
los deportes en general,”
respondí, “pero prefiero
practicar boxeo y artes marciales. Claro, aceptaría gustosa
cualquier evento deportivo que involucre a tu familia.”
“Cielos, vamos
a divertirnos mucho tú y yo.”
Celebró Emmett.
La
mesa se sacudió otra vez.
“¿Acaso esta
mesa está desnivelada?”
Bromeé en voz alta. A excepción de Rosalie y Jasper, todos en la
mesa sonrieron con candor.
Me
comencé a sentir en
La dimensión desconocida.
Todas las teorías locas posibles, desde robots hasta
extraterrestres, llegaron a mí. Me volví a a reír para mis
adentros.
Alice
asintió con la cabeza como para si misma. Me critiqué a mi misma
por ser tan observadora.
“Isabella,
¿quisieras tener una cita conmigo esta noche? Podemos ver una
película o lo que tú prefieras.”
Edward solicitó con galantería.
Sopesé
un poco la situación. En principio a Charlie no le gustaría que
tuviera citas al final de mi primera semana de clases. Existía la
posibilidad que la excepción a esa regla fueran los Cullen ya que
Charlie los tenía en excelente opinión. Aún así...
“Ven en la
noche a mi casa. Le avisaré a Charlie. Es posible que quiera
acompañarnos, aunque improbable. ¿Te molestaría?”
“En lo
absoluto. Allí estaré.”
La sonrisa de Edward desbarató la organización de mis ideas. A
pesar de la lindura de sus hermanos, Edward era el único que me
seguía interesando en el plano amoroso.
...
Charlie
recibió con entusiasmo la visita de Edward, a pesar de que no podría
estar con nosotros a causa de su trabajo.
“Isabella, ¿qué
hay de los tatuajes?” Demandó
Charlie antes de irse.
No
había forma de escapar a esa conversación.
“Me los hice
entre los doce y catorce años. Tengo siete tatuajes. Una luna en el
tobillo derecho. En la cadera tengo a Tory, la gata que me diste
cuando tenía siete años. En el centro de mi espalda tengo una
tortuga cuyo caparazón es un Yin–Yang. En el hombro derecho un
dragón chino de color blanco que transporta el mundo dentro de su
boca. En mi muslo izquierdo – en la parte de atrás – tengo el
ala de un ángel. Debajo de mi seno izquierdo tengo un ermitaño
pescando en un lago. Y tengo escrito DARK
ANGEL con tinta negra justo
encima de mi trasero. Me los hice porque estaba pasando una fase. Te
estaré eternamente agradecida si no discutimos esto con la psicóloga
o Renée. Por favor, no volvamos a hablar sobre ello nunca más.”
Charlie
se quedó apesadumbrado y callado. Lo único que hizo fue asentir y
retirarse.
Le
rogué a cual fuera la fuerza que regía el universo para que Charlie
nunca descubriera los pormenores de esa fase.
...
Edward
trajo tres películas que habían sido muy populares el año pasado.
Opté por Buscando
a Nemo,
la única que no había visto. Nuestras manos volvieron a tomarse, y
las suyas seguían siendo tan frías como en el laboratorio de
Biología II.
“Edward, no
quiero arruinar la velada, pero hasta donde yo sé, la piel fría es
señal de emergencia médica.”
Él
asintió y agregó: “Tengo una
condición que enfría mi piel. No tienes porque preocuparte, mi
salud no peligra en absoluto.”
No
hubo titubeos en su respuesta; tuve la impresión de que había
escogido cada una de sus palabras con sumo cuidado.
“¿Será
posible que tenga que ver con tu padre adoptivo?”
Apenas y me contuve de preguntar si él y sus hermanos habían
recibido alguna clase de droga experimental.
Edward
volvió a asentir y yo no quise proseguir. Tuve la intuición de que
él no deseaba hablar al respecto. O que yo aún no estaba preparada
para sus respuestas.
...
Desperté
y vi el televisor apagado; caí en cuenta de que me había quedado
dormida en los brazos de Edward y estaba helada.
“¿Qué me
perdí?”
Mascullé quitándome el cabello de la cara.
“A ti
durmiendo.”
Contestó él con esa voz que ya me derretía.
“Oh, no me
digas que volví a hablar dormida.”
“Creo que es
muy tierno. Estaba a punto de despertarte, estás tiritando de frío.
No quiero que te enfermes por mi culpa.”
“Vale la pena.”
Puse
las palmas de mis manos sobre sus mejillas y acerqué mi rostro al
suyo. El rostro de Edward se endureció y fue claro para mí que no
quería besarme, por lo que me retiré de inmediato. “Lo
lamento. Pensé que yo te interesaba de ese modo.”
“Tú SÍ
me interesas de eso modo.”
Aseveró afligido. “Supongo que
soy... Chapado a la antigua. Para mí es demasiado pronto para un
beso, aún no estoy listo.”
Lo
miré con incredulidad. Me sentía confundida y más desvalida de lo
que hubiera querido. Llegué a creer en ese momento que alguien como
él no podía interesarse en alguien como yo, que a lo mejor se había
acercado a mí para hacerme una broma y habíamos llegado al final de
la charada.
Velozmente
Edward se puso de rodillas, tomó mis manos entre las suyas y las
besó suavemente.
“Isabella, de
verdad, me gustas. Incluso más que eso. Siento por ti más de lo que
debería teniendo en cuenta lo poco que me conoces. Por favor, no
creas que me burlo de ti, soy sincero. Dame algo de tiempo para
prepararme, yo también deseo besarte.”
Sorprendida,
comencé a hablar a toda prisa.
“Lo siento
Edward, no quise dudar de ti. Por favor, levántate, si Charlie entra
y te ve así le podría dar un infarto. He pasado una buena noche
contigo. Ha sido perfecta. Confieso que me dolió tu rechazo, mas ya
te explicaste. Lo entiendo y respeto tu postura. Todo está bien
entre nosotros, ¿de acuerdo?”
Un
rato después Edward se fue, poco antes de que llegara Charlie.
Puesto que la psicóloga – con la que Charlie y yo tuvimos nuestra
primera cita el miércoles – me había recomendado que construyera
una relación con mi padre basada en la verdad y en el compartir, le
comenté los pormenores de mi velada con Edward. Se notaba que estaba
satisfecho por el lento avance de mi pretendiente, que según Charlie
demostraba “la pureza de sus
intenciones.”
Desahogué
mis deseos de golpear algo mordisqueando una barra de chocolate. Fue
entonces cuando caí en cuenta de que no le ofrecí nada de comer a
Edward. Mi humor de perros se transformó en jauría de lobos.
Cuando
Jessica llamó pidiendo detalles de mi cita con Edward, colgué el
teléfono de la forma más maleducada que pude.
...
Di
vueltas en la cama durante una hora sin poder conciliar el sueño. Me
levanté, encendí una lampara y como estaba cerca tomé la libreta
que estaba utilizando para registrar la investigación del fragmento.
Procedí a escribir todo lo que me había sucedido con Edward. Mi
objetivo era separar los eventos de mis impresiones emocionales. El
estar enamorada no era excusa para abandonar el sentido común, y
sospechaba que había razones para clasificar a Edward como extraño,
aún si mi cerebro aporreado por las endorfinas me estaba impidiendo
pensar con claridad.
Primero:
Edward
y sus hermanos compartían unos ojos amarillos-ámbar a pesar de que
no todos estaban relacionados por la sangre. También lucían
pálidos, saludables y atractivos, carentes de imperfecciones, al
menos visibles. Eran demasiados rasgos en común para no ser familia.
Segundo:
La
piel de Edward era inusitadamente fría. Él lo había explicado como
una “condición”, una palabra muy vaga. ¿Sería otro rasgo común
entre los Cullen?
Tercero:
Su padre adoptivo, el Doctor Carlisle Cullen, era millonario. De
seguro el Volvo que había observado destacando el Lunes les
pertenecía a ellos.
Cuarto:
Explicando el punto anterior, había rumores en Forks – Jessica –
que mencionaban una droga experimental desarrollada por el Doctor
Cullen.
Quinto:
¡Ellos no había comido nada en la cafetería! Y Edward no había
demostrado apetito alguno estando conmigo. Las dos cosas juntas
podían sugerir que los Cullen gozaban de una dieta muy particular.
Sexto:
Si la apariencia del Doctor Cullen y su esposa era similar a la de
los otros, este no era un caso para Sherlock Holmes sino para Las
Pistas de Blue.
Releí
dos veces lo que acababa de escribir. Me fui calmando al concluir que
no estaba loca, algo inusitado sucedía con los Cullen. Al sosegarme
noté que casi había escrito por encima de los tan importantes
descubrimientos del día relacionados con el fragmento. Los
sentimientos que Edward me provocaban estaban haciendo que actuara
con desesperación y descuido. Eso no me gustaba.
Entonces
lo vi, tan diáfano como la luz del mediodía. Cómo las anotaciones
de la mañana en la libreta podían ser justificadas con las
anotaciones de la noche.
Había
estado ciega por el amor. Lo habría visto antes de no ser así.
...
No
pude pegar el ojo en toda la noche. Reí como histérica, apenas y
disminuyendo el ruido pegando la cara contra la almohada. Lloré sin
poder evitarlo. Caminé de un lado a otro. Me cambié de ropa, me
desnudé y me volví a vestir sin que nada me ayudara a dormir.
Charlie
me vino a buscar en la mañana para invitarme a desayunar y halló
que tenía fiebre. Me obligó a dormir bebiendo una poderosa infusión
de Te de eucalipto, descubierto por él tras años de forzarse a
dormir cuando cerraba un caso.
Entre
mis delirios, Charlie me avisó que Edward había llamado preocupado
por mí.
...
El
Sábado, al igual que el Viernes, la pasé en la cama.
...
El
Domingo hubiera querido dormir, pero me forcé a sacar mi cuerpo de
la cama porque tenía mi segunda cita con la psicóloga. Sería mi
primera reunión con ella a solas.
El
consultorio no era muy grande y quedaba a las afueras de Forks. La
Doctora ni siquiera necesitaba una secretaria. Charlie me contó que
la psicóloga no era de por aquí, y venía muy de vez en cuando,
pues eran pocos los que solicitaban sus servicios por temor de ser
encasillados como locos de remate. Pueblo pequeño infierno grande.
La
placa rezaba con letras negras sobre un fondo blanco: Dr.
B. Morgan.
Toque
tres veces, como Renée me había enseñado, como diciendo Á–bran–me.
La
puerta fue abierta por una profesional muy joven. Cuando vine con
Charlie no le preste mucha atención, tan absorbidos estaban mis
pensamientos por el fragmento. Ahora me fijaba en ella y apreciaba
que aún era joven, podría haber pasado por mi hermana mayor, en
edad al menos, porque su aspecto difería mucho del mio. Lo único
que teníamos en común era la piel pálida. Ella tenía el cabello
rubio y atado en cola de caballo, cayéndole hasta los omóplatos,
ojos azules y una expresión ceñuda. ¿Malhumorada o inteligencia
extrema? Probablemente ambas.
“Bienvenida
Isabella. Por favor, entra y recuéstate en el diván.” Habló
la Doctora con un tono serio, acorde con alguien que no bromeaba con
frecuencia. Me gustaba la combinación de sus rasgos, podía confiar
en alguien que respetara el juramento hipocrático.
Me
acosté en el diván mullido y rojo. Me relajé.
“Mucho gusto
Doctora. Me muero por preguntar, ¿cuál es su nombre? Si lo mencionó
el otro día la verdad es que no lo recuerdo, andaba algo distraída.
No estoy segura de qué nombre que comience por B encajé bien con
Morgan. Por favor, no tomé mi curiosidad como insulto. Es un error
que muchos cometen conmigo.”
“La curiosidad
es un signo de sabiduría.”
La Doctora me mostró una indulgente sonrisa. “Mi
nombre es Bunny, soy consciente de que no es muy impresionante. El
tuyo en cambio demanda admiración.”
“Gracias. La
llamaré Morgan, si no le molesta.”
“En lo
absoluto. Y perdona que te lo diga Isabella; no tienes un buen
aspecto. ¿Estás enferma?”
“No realmente,”
respondí,
“recibí una mala noticia esta
semana y creo que ello me ha indispuesto, ya sabe, un trastorno
psicosomático.”
“¿Quieres
hablar de ello?”
“No en
realidad. Es un secreto de Estado.”
“No tienes que
revelarlo entonces. Puedes compartir conmigo lo que te hace sentir. A
lo mejor si lo sacas de tu mente te aliviara un poco.”
Mi
agradable disposición era totalmente calculada, de la buena opinión
de la Doctora Bunny dependía
no tener impedimentos innecesarios en el proyecto Isabella Marie la
Chica Linda Swan. Para mi sorpresa, ella me agradaba de manera
natural. Y su premisa al menos merecía cierta consideración. Podía
liberar algo de presión mientras guardara cuidado de mantener
ciertos detalles ocultos.
“Veamos...
Supongo que mudarme a Forks fue tan duro como lo había esperado. No
contaba con que me pasaran ciertas cosas. Hay un chico que ha puesto
mi mundo de cabeza. Y aunque es algo que había esperado e incluso
buscado toda mi vida, no sé cómo aceptar una realidad que al menos
desde mi perspectiva, es imposible.”
“¿Y este chico
desea hacerte daño?”
“No. Al menos
en lo que he observado hasta el momento, no.”
“Tienes miedo
porque es extraño, ¿correcto?”
Asentí.
“A lo mejor no
hay nada que temer.”
Ella prosiguió. “Lo único que
debes lograr es que él se de a conocer, que se abra a ti. Aquello
que da origen al miedo es lo desconocido.”
“Usted es mejor
psicóloga de lo que habría pensado.”
“Gracias, mi
trabajo es hacerte escuchar lo que necesitas oír. Ahora, como
agradecimiento a mis facultades, cierra los ojos y duerme hasta que
te sientas mejor. Y esa también es mi medicación para cuando
llegues a casa. Descansa, Isabella.”
...
Charlie
no quería que fuera a estudiar. Insistí en que la escuela era
importante, que me sentía lo suficientemente bien, y que ya le había
causado muchos problemas al obligarlo a cuidar de mí todo el fin de
semana.
Era el
Lunes en la mañana más fría que había vivido hasta ahora. La
niebla de las mañanas había sido reemplazada por una capa de nieve.
Me sentía nerviosa por lo de Edward. Para calmarme, me detuve a la
mitad del camino e hice ángeles de nieve. Como si fuera una niña de
diez años. Hacer esto y recordar el consejo de la Doctora Morgan me
ayudó a normalizarme.
Cuando
iba a subirme de nuevo al camión, noté las finas cadenas
entrecruzadas sobre las llantas. Ni siquiera había notado la
excelente tracción de la camioneta; aunque había nieve, el vehículo
no se había deslizado ni una sola vez. Podría haberme estrellado y
echado a perder el regalo de Charlie. Tras reprenderme por mi
descuido y enternecerme por el gesto de Charlie – porque estaba
segura que fue él quien puso las cadenas para la nieve – abordé
mi viejo camión.
...
En el
estacionamiento muchos me saludaron por mi nombre y mostraron
preocupación por mi salud. Me limité a saludar con la mano, no
tenía ánimos para intercambiar convenciones sociales. A propósito
me demoré examinando las cadenas puestas por Charlie. En realidad,
quería tener un buen vistazo de Edward y su familia bajando del
Volvo.
Un
chirrido estruendoso me sorprendió. Me volteé y en un segundo capté
diferentes escenas, efecto de la adrenalina disparada por el miedo
que agudizó mis sentidos.
A
cuatro coches de distancia, Edward Cullen me miraba con expresión
desconcertada. Su rostro destacaba de entre un mar de rostros
horrorizados.
Una
furgoneta azul oscuro, girando bruscamente sobre el hielo del
estacionamiento, abalanzándose hacía mí, patinando sobre sus
llantas trabadas, los frenos chirriando impotentes.
Alcancé
a pensar que no tenía escapatoria, atrapada entre mi propio camión
y la furgoneta azul.
Por
instinto elevé mis brazos para protegerme.
Por
una milésima de segundo me sentí aliviada cuando tuve la convicción
de que no me haría ni un rasguño.
Entonces
me asusté al caer en cuenta de que todos me estaban viendo.
La
furgoneta me empujó y salí volando. Mi espalda se estrelló contra
la parte trasera de mi camión.
Sin
haber alcanzado a recuperarme, la furgoneta prosiguió su movimiento
y me golpeó de frente una vez más.
Quedé
aplastada entre ambos vehículos.
Los
vidrios se rompieron al unisono con el choque. Algunas esquirlas se
metieron en mis ojos y empañaron mi visión.
Como
siempre, no hubo dolor.
Intenté
zafarme y no pude, los automóviles eran demasiado pesados para
quitármelos de encima. Estaba atascada, no podía salir de ahí.
La
invulnerabilidad sin fuerza sobrehumana apestaba,
“¡Isabella!”
Gritó la voz de un chico que no reconocí.
Alguien
que no pude distinguir por mis ojos vidriosos se acercó a mi, apartó
la furgoneta azul y me cargó en sus brazos.
“Ella está en
un terrible estado, la llevaré al hospital con mi padre.”
Reconocí el angelical tono de Edward.
Fuerza
sobrehumana, confirmada.
Nexo
con el evento del Lunes pasado y el fragmento, confirmado.
Intención
de velar por mi salud, confirmada.
Peligrosidad
= ?
Borrosamente
pude percibir que me llevó hasta el brillante Volvo plateado,
acomodándome en el asiento del pasajero. Él tomó el volante y
encendió el carro, arrancando a toda velocidad.
Me
restregué los ojos con mis manos, quería sacar los trozos de vidrio
para ver con claridad.
“No hagas eso.”
Ordenó Edward. “Podrías
lastimarte. Mi padre se encargara de –”
¡Acabas de ver
que tuve un terrible accidente y no me pasó nada!
Me mordí los labios para no gritar este pensamiento.
“Tienes razón,
no te pasó nada. Aún no entiendo cómo funciona tu don y de todos
modos no puedo evitar preocuparme por ti.” Expuso
Edward respondiendo a mis pensamientos.
¡QUÉ! ¿DON? ¿ACASO
ESTÁS LEYENDO MI MENTE?
“Así es
Isabella.”
Explicó, y percibí una dulce sonrisa en su voz. “No
eres la única con un don. Tenemos mucho de que hablar.”
Nota del Autor
A
pasado tiempo desde que publiqué Atardecer. Tuve que hacerle una
corrección drástica a este capítulo cuando me di cuenta de que el
famoso accidente de Isabella ocurría en la mañana del Lunes, y no
en la tarde del Lunes. Pequeño detalle que me hizo eliminar dos
páginas enteras, al menos espero poder usarlas más adelante LOL
Y
también estuvo la dichosa parte del microscopio óptico. No tengo ni
idea del asunto. Aunque parezca que hice copia y pega de algún libro
o Wikipedia, esas son más que las palabras exactas de mi novia Melissa, apasionada de la ciencia. Su único defecto es que casi no
le gusta Crepúsculo
:'(
Muchas
gracias a Cleo de Luna, namy33 y itsumiminamino1 por sus comentarios,
no se imaginan lo mucho que me animan. Con respecto a los temores de
que la serie sufra a causa del romance, me reí mucho. Porque a mi me
gustan mucho esas escenas siempre y cuando no se vuelvan muy cursis.
Intento balancear el romance con acción, en este capítulo hay mucho
de ambos, espero haber logrado jugar con ambos géneros de manera
exitosa. A medida que la historia avance, les prometo que el foco de
la historia serán los combates ;)
Les
agradezco mucho por leer este experimento literario. Ahora le cedo el
espacio a mi compañera, que de seguro tiene mucho que decir:
Meli:
Meli estuvo aquí :3
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